La Duquesa de Benamejí es una pieza teatral de Manuel y Antonio Machado estrenada en 1932. Trata del trágico final de los amores entre un bandolero y la duquesa de Benamejí. Francisco Lapuerta, en un artículo al que inmediatamente me referiré, resume su argumento con las siguientes palabras:
Lorenzo Gallardo es un bandido romántico de tiempos de Fernando VII, que, desde joven, está enamorado de la Duquesa de Benamejí, a la que conoció ocasionalmente cuando ella era una niña. Perseguido ahora por los soldados del Rey, mandados por un primo y pretendiente de la Duquesa, Lorenzo se defiende en la sierra con sus hombres y en una de sus correrías penetra, a escondidas, en la habitación de la Duquesa, se da a conocer y le cuenta su historia y su amor. La Duquesa se enamora de él y no sólo impide que lo capturen, sino que otro día se adentra en la sierra en busca suya y consigue llegar hasta su escondite. Al final, Lorenzo es apresado. La Duquesa intenta liberarlo con un salvoconducto real que ha logrado obtener, pero cuando está a punto de conseguirlo, muere asesinada por una gitanilla, también enamorada del bandido. Este, entonces, renuncia al salvoconducto en favor de sus hombres y se dispone a morir fusilado.
La relación de esta obra con Quesada creo que es conocida. Francisco Lapuerta la explicó en dos artículos publicados en la Revista de Ferias: La Sierra de Quesada y «La Duquesa de Benamejí» (1974) y Los hermanos Machado y Quesada (1989). Esta relación no precisa de mayor argumento, pues la dejaron los autores expresamente escrita en el texto. El protagonista, Lorenzo Gallardo, es hijo de una familia de “honrados y humildes labradores de Quesada”. Otro personaje, el pastor Bernardo, es “hijo de Antón el Rojo, nacido en Belerda, a la baja de Tíscar”.[1] Bernardo tiene en la sierra un encuentro casual con el bandolero, que le da una moneda de oro para que “me encomiendes a tu Virgen si vuelves a Tíscar”. Ya avanzada la obra, cuando la duquesa se interna en la sierra en busca de su amado, los hombres del bandolero le dan el alto “cerca del Chorro de Quesada”. Como los soldados andan cerca para “rescatar” a la duquesa, Gallardo dispone que los distraigan haciéndoles tiroteos por la parte de La Nava. Gallardo había estudiado de joven latines en Baeza y estuvo preso en la cárcel de Úbeda, de la que consiguió fugarse.
No tiene nada de extraño este protagonismo quesadeño. Durante su estancia en Baeza Antonio Machado visitó dos veces Quesada, en 1915 y 1917, dejando versos de sobra conocidos. El paisaje serrano, Tíscar y Belerda, quedaron en su recuerdo. Cuando necesitó ambientar esta historia, es evidente que le vinieron a la memoria sus estancias en Quesada y las excursiones que hizo. Los paisajes de Quesada eran y siguen siendo muy adecuados como escenario para las andanzas de un bandolero romántico. Así lo vieron también muchos años más tarde cuando se recurrió a ellos en el rodaje de algunos pasajes de la famosa serie Curro Jiménez. Pero además de la paisajística, es posible que haya otra relación de Quesada con esta obra.
Durante la Guerra de la Independencia hubo en Quesada un guerrillero que formó partida propia y alcanzó notoriedad. Fue Jerónimo Moreno, uno de los hermanos de la muy conocida familia, de trágico final, a cuyas aventuras y correrías dediqué anteriormente un artículo (enlace). Jerónimo era uno de los tres hijos varones de don Luis Moreno el mayor, alguacil mayor del campo y sierra, y su esposa doña Juana Candeal. Cuando en 1808 entraron los franceses, Jerónimo encabezó con el grado de subteniente, la Milicia Honrada quesadeña, cuerpo armado de voluntarios que se constituyó en cada pueblo en prevención de la llegada del invasor. No llegaron a entrar en combate, porque al cruzar los franceses Despeñaperros, enero de 1810, en pocas semanas desbarataron y dispersaron a todas las fuerzas regulares que defendían Andalucía. Entre el caos, vacío de poder y desorganización que provocaron, surgieron las partidas guerrilleras. Jerónimo formó la suya en Quesada y durante los siguientes meses, habitualmente en colaboración con la partida de otro famoso guerrillero, Pedro Alcalde, acosaron a los franceses por toda la comarca y cercanías.
Moreno y Alcalde no se limitaron a la provincia de Jaén y pronto extendieron sus acciones a provincias limítrofes, Granada, Málaga y Córdoba. Las tropas imperiales emprendieron con poco éxito su persecución y captura, lo que hizo crecer su fama y la preocupación de las autoridades afrancesadas. Fueron célebres los golpes que dieron los hombres de Moreno y Alcalde en Úbeda, donde entraron disimuladamente burlando la vigilancia enemiga, y en Martos, episodio en el que se apoderaron de doscientos potros del ejército napoleónico y consiguieron llevarlos a la retaguardia guerrillera de Segura. En la primavera de 1811 Moreno y Alcalde se movían por la parte de Loja, Antequera y sur de Córdoba. En Cuesta Blanca sorprendieron a un convoy de cuatrocientas caballerías cargadas de paja y grano, mataron a “cuatro o cinco dragones” e hicieron huir a la infantería de escolta. Al poco irrumpieron en Baena, donde liberaron a los presos de la cárcel y obtuvieron un gran botín. Esta acción de Baena hizo saltar las alarmas de los imperiales, que redoblaron sus esfuerzos para capturarlos.
La tarde del 2 de junio Moreno y Alcalde fueron sorprendidos por una columna francesa en las cercanías de Benamejí. Se inició un intensísimo combate que duró varias horas y del que resultaron ciento treinta guerrilleros muertos y otros muchos heridos y apresados. Según el informe que el jefe del batallón, Frederic Robin, remitió al gobernador militar de Córdoba y Jaén, entre los muertos estaba Jerónimo Moreno.[2] Pedro Alcalde fue capturado y al poco lo ahorcaron en Jaén. Francisco Díaz Torrejón, estudioso de la guerrilla andaluza, dice que la noticia de su muerte hay que tomarla como cierta, “pese a los recelos por razones propagandísticas”, pues desde ese momento no hay referencias documentales a Moreno y su partida, por lo que hay que pensar que, al quedar acéfalo, el grupo guerrillero se disolvió.[3] Sin embargo, Jerónimo Moreno no murió en Benamejí. Hay constancia de que estaba de regreso en Quesada al menos desde mayo de 1813. Vivía retirado como oficial del Ejército, quizás a causa de las heridas recibidas en Benamejí, porque la guerra todavía no había terminado y continuaba en el norte. Hasta 1817 hay referencias a Moreno en las actas capitulares. En ese año deja de haber noticias suyas, bien por haber fallecido, bien porque se hubiera retirado completamente de la vida pública. Por las mismas razones, muerte o “jubilación”, no participó junto a sus hermanos en las conspiraciones y acciones armadas de 1823 contra el régimen constitucional.
Jerónimo Moreno no murió en Benamejí, pero es muy posible que fuera herido de mayor o menor gravedad y que consiguiera escapar in extremis de los imperiales. Lo que sí es cierto es que, herido o no, Moreno quedó solo y aislado, con su partida guerrillera disuelta y su compañero Alcalde ejecutado. No se sabe lo que ocurrió con Moreno inmediatamente después del desastre de Benamejí. A Quesada no pudo volver al menos hasta mediados de 1812, cuando los franceses abandonaron definitivamente Andalucía, pues hubiera sido rápidamente detectado y capturado. Durante el año transcurrido entre lo de Benamejí y su regreso a Quesada debió permanecer oculto a sus perseguidores. Solo y aislado sin compañeros que le pudieran ayudar, seguramente herido, necesariamente alguien lo tuvo que proteger y esconder de los enemigos, quizás que curar. ¿Quién y dónde ayudó a don Jerónimo? Me temo que va a ser imposible saberlo, pero hay que suponer que fue alguien que podía hacerlo y, desde luego, la respuesta más simple y directa es que lo hizo alguien del propio Benamejí o de sus cercanías.
Las aventuras de la familia Moreno, de los “memorables Moreno” que se les llamó en algunos escritos posteriores, fueron sonadas en Quesada y en toda la comarca. Fue célebre Jerónimo el guerrillero; lo fue su hermano Luis, fusilado como rebelde carlista en Quesada en 1835; lo fue José Moreno Alférez, sobrino de ambos y fusilado en 1838 en Bujaraiza, también por faccioso carlista. La historia de esta familia, en un pueblo y en unos tiempos en los que no sobraban las noticias, quedó en la memoria de la gente. Los jóvenes escucharían a sus mayores tan famosas aventuras y estos las transmitirían a la siguiente generación.
Cuando Manuel Vallejo leyó mi artículo sobre los tristes destinos de la familia Moreno me mandó el siguiente mensaje: “¿Pudo ser Jerónimo Moreno el protagonista de la obra de teatro de Antonio Machado «La Duquesa de Benamejí»? La leyenda estaría aún viva cuando Antonio Machado andorreaba por estos lares. Debió de escucharla en Quesada en una de sus visitas”. Absorto en la cosa del rigor y del método histórico, que te aleja de la leyenda y de las elucubraciones literarias, yo no había reparado en este asunto. Pero este aviso me hizo reflexionar. Nunca tendremos prueba documentada, salvo que aparezca algún papel entre los documentos de los hermanos Machado, de que se inspiraran en Jerónimo Moreno para crear a su protagonista quesadeño Julián Gallardo. Pero es que son muchas las casualidades y no es descabellado pensar que algo haya de cierto.
Para ambientar La Duquesa de Benamejí los autores recurrieron a los recuerdos de las visitas de Antonio Machado a Quesada en 1915 y 1917. El paisaje es de Quesada y de Quesada es Julián Gallardo, el protagonista. ¿De dónde surgiría la idea de localizar la acción en Benamejí? Además de la rotundidad sonora del nombre, ideal para una historia romántica de bandoleros, bien pudiera venir de algo que Machado escuchara en Quesada. Su anfitrión fue Serapio Corral, que vivía por entonces en Baeza adonde se había trasladado para que sus hijos estudiasen. Su padre, Martín Corral el viejo, fue persona muy longeva nacido en la primera mitad del siglo XIX, cuando las hazañas de los Moreno estaban todavía recientes. No hubiera sido extraño que Serapio escuchara a su padre esas viejas historias y que durante su estancia en Quesada se las contara a Machado, para entretener y adornar su visita. Si esto fuera así, don Antonio aprovechó como protagonista al guerrillero quesadeño, y lo convirtió en bandolero para mayor romanticismo. Aunque nunca lo sabremos con certeza no es descabellado pensar que así fue.
[1] Como curiosidad, el apodo Rojo, en su más local versión de Colorado, está documentada en Belerda desde la primera mitad del siglo XIX.
[2] Gazeta de Sevilla de 14 de junio de 1811.
[3] Francisco Luis Díaz Torrejón. GUERRILLA, CONTRAGUERRILLA Y DELINCUENCIA EN LA ANDALUCÍA NAPOLEÓNICA (1810-1812) Tomo II. Fundación para el desarrollo de los pueblos de la Ruta del Tempranillo. Lucena 2005.