La etiqueta de los productos de Quesada en la Exposición Provincial. |
Seguramente más de uno habrá oído una
vieja historia sobre la participación de Quesada en una exposición universal,
al parecer alguna de las de París en el siglo XIX. En ella los higos secos de
Quesada habían obtenido un segundo premio en su categoría, solo por detrás de
los acreditadísimos de Esmirna. He buscado alguna referencia documental a este
asunto sin encontrar nada (por cierto, a la Exposición Universal de Filadelfia
de 1877 sí se mandaron desde Huesa trabajos realizados con esparto, BOPJ de
24-2-1876). Pero aunque no se pueda comparar con la de París, hay abundante
documentación sobre la participación de Quesada en la Exposición Provincial de
Jaén de 1878.
Con posterioridad a la publicación de este artículo, la bibliotecaria de Quesada, Teresa Heredia Laso, ha solucionado mi problema de mala cabeza recordándome que es en Villavieja donde Ciges Aparicio le hace decir a don Luis Obregón (Alcalá Menezo):
¿Y recuerda usted el alentador ensayo que con los higos de nuestras huertas hizo mi hermano Leandro? En París les dieron el segundo lugar, después de los de Esmirna y al lado de los mejores marselleses.
Si Ciges no se inventó la cosa (las noticas de esta novela suelen tener, al menos, un fondo de realidad) esta historia de los higos fue cierta y protagonizada por Manuel Antonio Alcalá Menezo (Leandro Obregón).
Las exposiciones universales se
prodigaron a lo largo del siglo XIX. Ideadas para mostrar y difundir los avances científicos, en ellas competían (sin
necesidad de guerras) las grandes potencias exhibiendo sus propios logros
técnicos y económicos. Quien visitaba alguna de estas exposiciones podía decir
que había visto los últimos y más novedosos inventos de la Humanidad. El
espíritu de estas exposiciones fue calando hacia abajo y aparecieron
exposiciones nacionales, regionales e incluso locales por todas partes. Detrás
de estas exposiciones existía un interés económico, pues se suponía que daban a
conocer al mercado lo mejor de las producciones de cada cual.
El 23 de enero de 1877 publicaba el
periódico de Madrid La Producción Nacional, Crónicas ilustradas de
exposiciones nacionales y extranjeras, una carta remitida desde Jaén por
Joaquín Ruiz Jiménez. En ella el autor hace una sentida defensa de las
exposiciones como instrumento de paz y concordia entre las naciones,
sustituyendo la guerra por la pacífica competición y el conocimiento mutuo. Tras
un balance de las numerosas exposiciones sectoriales y provinciales convocadas
en España, anuncia que la Sociedad Económica de Amigos del País de Jaén había
decidido organizar en el otoño de ese mismo año la correspondiente a esta
provincia. Como iba a coincidir con las de Sevilla y Granada, Ruiz Jiménez
proponía que fueran el germen de una exposición regional de Andalucía y que
cada año se organizase en una de las ocho capitales.
Joaquín Ruiz Jiménez era un joven
abogado de Jaén que más tarde inició larga carrera política dentro del partido
liberal, llegando a diputado, senador, alcalde de Madrid y ministro de la
Gobernación. Por retrasos en la financiación (la Diputación no llegó aquel año
a consignar partida en su presupuesto) la exposición hubo de retrasarse año. En
el número extraordinario del Boletín Oficial de la Provincia de 23 de enero de
1878, el gobernador civil anunciaba que se celebraría el próximo verano y que
serviría para “solemnizar” en la provincia la boda de Alfonso XII con su prima
Mercedes (al final lo que se solemnizó fue la muerte de Mercedes, fallecida en
junio de aquel mismo año). La Exposición Provincial se inauguró el 7 de agosto
de 1878 con una buena repercusión en la prensa. En ella Quesada tuvo un
importante, y sorprendente, protagonismo.
La Exposición Provincial en La Ilustración Española y Americana. |
El protagonismo de Quesada no se debió ni
a la pujanza económica del pueblo ni a un interés y esfuerzo colectivo, pues
fue fruto de una sola persona: Ángel Alcalá y Menezo. Nacido en 1845, hijo de
Eduardo Alcalá Vela, rico propietario de tendencias carlistas, fue una de las
personalidades más destacables del siglo XIX quesadeño. Como político transitó
desde el carlismo de su juventud hasta la izquierda dinástica. En esta
corriente, seguidora de la estela del general Prim y la revolución de 1868, fue
donde su implicación política resultó más activa y relevante. Su carrera
continuó en Filipinas, donde desempeñó la gobernación de varias provincias
hasta que, tras su enfrentamiento con el general Valeriano Weyler, fue cesado y
regresó a la Península con la salud quebrantada. Murió en Quesada el 10 de mayo
de 1895.
D. Ángel fue periodista, poeta y, sobre
todo, autor de Pedro Hidalgo o el Castillo de Tíscar, novela histórica
romántica al estilo de Gil y Carrasco en El señor de Bembibre. Publicada
inicialmente como folletín por entregas en El Pabellón Nacional, 1883, y
casi a la vez como libro en dos tomos, tuvo una segunda edición en 1945 a cargo
de la Cofradía de la Virgen de Tíscar. En esta edición el dibujo de portada estuvo
a cargo de Zabaleta, las fotos y el emotivo prólogo son de Juan de Mata
Carriazo. Es la popularmente conocida como Novela de Tíscar, de la que
creo se sigue vendiendo el facsímil de la edición de 1945, que reimprimió la
Cofradía en 1981.
Ángel Alcalá Menezo fue también la figura
que inspiró a Ciges Aparicio para el personaje central de Villavieja,
don Luis Obregón. No haré aquí una biografía de Alcalá Menezo pues merece un
trabajo propio que espero en algún momento abordar. Sirvan estas pocas notas
para acreditar que don Ángel fue un personaje peculiar, dotado de un carácter
inquieto que le hizo sobresalir a sus paisanos contemporáneos. Lo demostró por
primera vez con motivo de la Exposición Provincial de 1878.
Quesada vivía en 1878 los ecos de los
vaivenes políticos de los años anteriores, de la Gloriosa y de la I República.
No fue una etapa conflictiva en el pueblo y la Restauración de los Borbones no
supuso un cambio brusco. Los republicanos perdieron todo protagonismo pero no
fueron perseguidos con la saña que se conoció décadas después. Buena parte de
los carlistas se apresuraron a renegar del Tradicionalismo y juraron lealtad a
Alfonso XII. Lo hicieron, el 24 de julio de 1875 en Jaén y delante del
gobernador, significados quesadeños que había formado parte del disuelto Comité
carlista local, entre ellos nuestro Ángel Alcalá y su padre Eduardo.
Era Quesada por entonces un pueblo
remoto, aislado y con pésimas comunicaciones. La carretera de Torreperogil a
Huéscar solo existía hasta Peal. Las obras entre este pueblo y Quesada se
iniciaron, con lentitud, por aquellos días. En marzo de 1877 todavía estaba
enredado el proyecto de carretera en la expropiación de las tierras por donde
pasaría la construcción. Había otro proyecto que si se hubiese acometido
hubiera ahorrado hoy 20 o 30 minutos a Granada. Se trataba de la carretera
Cazorla-Quesada-Cabra-Huelma-Iznalloz, incluida en el Plan General de
Carreteras de 1877. Nunca se ejecutó y todavía hoy para ir hasta Huelma y
Guadahortuna se rodea por Jódar o hay que transitar los malos caminos de tierra
que cruzan la Dehesa de Guadiana.
Respecto al ferrocarril, por estos años
se trabajaba en el proyecto de línea entre Linares y Baza, que pasaba por Peal,
Quesada, Huesa y Pozo Alcón. Llegaron a licitarse las obras en 1882 aunque sin
resultado. Los fuertes intereses financieros de las empresas y familias
inversoras, como los Loring de Málaga, terminaron desviando el trazado hasta el
actual y semiabandonado que enlaza con
Moreda y Guadix. Tampoco había telégrafo, otro gran avance en las comunicaciones
de la época. En 1877 se había acordado la construcción de una línea telegráfica
aérea entre Úbeda y Villena (Alicante) que pasaría por Quesada. No obstante el
Ayuntamiento, alegando su mal estado presupuestario, renunció en 1883 a la
estación telegráfica. Hasta el verano de 1909 no se inauguró el servicio.
Pero si en 1878 era Quesada un pueblo
incomunicado, del que solo se podía entrar o salir por viejos caminos pensados solo
para el tránsito de caballerías, es también cierto que estaba en marcha una auténtica
revolución urbanística que cambiaría para siempre el aspecto del centro del
pueblo. Era por entonces la plaza un gran descampado cuadrado rodeado de casas
entre las que destacaba la del Ayuntamiento. En una esquina de la actual
explanada la torre del convento, conocida como torre del reloj porque en ella
estaba el que muchos años después acabó en la fachada del Ayuntamiento. Frente
a la torre una vieja y por entonces ya ruinosa fuente, la única del pueblo, que
se abastecía de un caz que traía escasas y malas aguas del Chorradero. Estaba
en construcción una nueva y moderna conducción de aguas, desde Nacimiento y
Jorquera, que se inauguraría pocos años después.
En aquella plaza vacía se montaban los
puestos del mercado, se celebraban fiestas y actos públicos y cuando pasaban
tropas por el pueblo, como sucedió varias veces durante las guerras carlistas,
allí era donde montaban sus tiendas y acampaban entre la curiosidad de chicos y
grandes. Este era el modelo de plaza medieval, tradicional en toda Europa y razón
por la que muchas de ellas se siguen llamando del Mercado. Pero los tiempos, y
las modas, estaban cambiando. Durante el siglo XIX en muchas ciudades y pueblos
de algún tamaño se plantaron alamedas y lugares para el paseo. Estaban pensados
estos espacios (llamados salones, como el paseo del Salón de Granada) para que
las clases pudientes se recreasen en ellos dejándose ver y siendo vistos. Eran
lugares para saludar y prodigar el trato social mientras se caminaba a la sombra
en verano o al sol tibio de los inviernos.
En Quesada el primer intento en este
sentido fue el de Santa María. En el plano de Madoz de mediados de siglo ya
figura como “paseo”, extramuros del pueblo y plantado de árboles. Sin embargo el
lugar no triunfó porque estaba demasiado lejos del centro y porque se utilizó pronto
como zona de expansión y fue rápidamente edificado. A principios de 1878 seguía
Quesada sin disponer de un espacio de recreo acorde con los tiempos, algo que
se consideraba imprescindible para toda localidad moderna y de alguna
importancia. Por eso, en el pleno de seis de enero “a propuesta del señor
alcalde se acordó construir un paseo en la Plaza de esta población y al efecto
se dispuso nombrar una comisión” al objeto de que estudiase detenidamente el
asunto y propusiese lo antes posible el oportuno proyecto.
La comisión estaba formada por tres
concejales y presidida por el teniente de alcalde, Felipe Carrasco Carrasco.
Felipe Carrasco era Venerable Maestro y cabeza de la logia masónica local, “La
Luz”. Era además perito de montes, encargado de los montes del Estado en el
pueblo. Sus conocimientos forestales sin duda le hicieron llevar la iniciativa
y elegir los árboles que se plantarían, álamos negros del país (Ulmus minor),
especie que crecía espontánea en el campo y que formaba amplias y frondosas
copas que daban sombra en verano y que, sin hojas en invierno, dejaban pasar
los tibios rayos de sol. El proyecto se aprobó en el mes de septiembre y se acordó
iniciar la plantación aquel mismo año.
De lo orgullosos que estaban los
quesadeños de este moderno paseo da idea que las cuatro farolas que se pusieron
en cada esquina no se regían por las normas generales de alumbrado público en
cuanto a horario, sino que se regulaban por uno propio que decía en cada
momento la alcaldía a fin de adaptarse a las fiestas y ocasiones solemnes.
Además, se decidió que la nueva fuente pública que remataría la conducción de
aguas en construcción fuese “monumental”, con cuatro caños y dos pilares; uno
dando a la explanada, cuadrado y que servía como abrevadero y otro lobulado y
ornamental que daba al nuevo jardín. En muy poco tiempo la plaza cambió
completamente de aspecto dejando de ser esa especie de descampado que había
sido hasta el momento. Como contrapartida el mercado se quedó sin sitio, las
mercancías se tuvieron que pregonar y vender por las calles en forma bastante
precaria. Aparecía un nuevo problema que hubo que resolver en los siguientes
años con la instalación del mercado en el claustro del viejo convento.
Así estaba Quesada el año en el que Ruiz
Jiménez trabajaba en la organización de la Exposición Provincial. Poco antes, a
principios de 1877, Alcalá Menezo había sido elegido diputado provincial por el
distrito de Quesada. Este cargo político le obligaba a frecuentes
desplazamientos a Jaén para los plenos de la Diputación. Allí conoció a Ruiz
Jiménez y su proyecto, interesándose inmediatamente por el asunto. Alma inquieta,
muy alejado de ese espíritu de ociosidad, naipe y alcohol en el que dormía la
clase propietaria quesadeña, su paso por la Diputación no fue acomodaticio. A
finales de febrero de 1878 (BOPJ de 19 de marzo de 1878), protagonizó un
áspero debate oponiéndose a la convalidación del acta del diputado por Cazorla
Isicio Ortega. Denunció don Ángel las irregularidades electorales en La Iruela
y que era un escándalo lo ocurrido en aquel distrito pues “se había apaleado a
todas las personas que apadrinaban la candidatura de oposición; hubo palos y
tiros, y un bastón de autoridad se había roto en la cabeza de la misma persona
que le llevaba”. Fue una de sus primeras protestas contra el caciquismo, que
más tarde tanto llamaron la atención de Ciges Aparicio, declarado simpatizante
del regeneracionismo de Joaquín Costa. Siguiendo por esta línea, Alcalá Menezo
acabó destacando en Madrid años después en el ámbito de la Izquierda Dinástica,
pero eso ya es historia para otro artículo. Ahora toca la Exposición
Provincial.
Aquel invierno repartía su tiempo don
Ángel entre las estancias en la capital de la provincia y sus ocupaciones
personales en Quesada, como propietario y como director y profesor en el
colegio de segunda enseñanza que él había fundado y al que ya me he referido en
un artículo anterior. La Diputación de Jaén ha digitalizado recientemente el
archivo de la Sociedad Económica de Amigos del País. En este archivo se
conserva la correspondencia que con esa sociedad y con su secretario Ruiz
Jiménez, mantuvo Alcalá Menezo. En su lectura se comprueba el entusiasmo con
que acogió la exposición y su empeño por que Quesada hiciera un buen papel en
ella. Y lo hizo, por el empuje y esfuerzo personal de D. Ángel.
La primera de estas cartas es del 10 de
febrero de 1878. En ella se queja de sus muchas ocupaciones, políticas y
pedagógicas, que le impedían atender como es debido a los amigos: “Mi cargo de
Diputado de un Distrito desinquieto y revoltoso unido a que explico
¡asignaturas! en el Colegio de 2ª Enseñanza, me privan del placer de atender
cual debía a tiempo a los amigos, (…) como Vd. a quien tanto quiero y aprecio”.
Le dice también que en los próximos días le enviará para su publicación en La
Semana “un par de artículos históricos y una composición en verso
(narración histórica)”. La Semana
era la revista que había fundado Ruiz Jiménez como órgano de difusión y
animación de los trabajos de preparatorios de la exposición. Se financiaba
mediante la suscripción de sus lectores y conseguir estas suscripciones en
Quesada (y lo más importante, cobrarlas) fue una de las primeras tareas a las
que se aprestó.
Una de las cartas de Alcalá Menezo a Joaquín Ruiz Jiménez. |
En carta de 20 de marzo comunica a Ruiz
Jiménez que por conducto de D. Pío de la Riva (comerciante natural de Ortigosa
de Cameros -Logroño- establecido en Quesada y que se dedicaba al giro de pagos
y cobros, entre otras cosas) le remitía 168 reales correspondientes a la suscripción
trimestral de once quesadeños (14 reales cada una pues uno de los recibos era
por dos trimestres). Entre ellos estaban el párroco Luis Vear Ortiz, el notario
José Montiel, el secretario municipal Juan Álvarez del Peral y su propio padre,
Eduardo Alcalá Vela. Tres días después Ruiz Jiménez le gira otros 14 recibos.
Alcalá Menezo le contesta de forma escueta y segura: “Se cobrarán”. Le añade
que como la Diputación había convocado pleno para el 1 de abril, aprovecharía
para ajustar “cuenta estrecha” de lo que en Quesada se debía a La Semana.
Le dice también que aprovechará el viaje para llevar los donativos que los
ayuntamientos del distrito “han ofrecido a beneficio del Certamen”.
Además de Quesada los pueblos a los que
Alcalá Menezo representaba como diputado provincial eran Peal, Huesa, Hinojares
y Santo Tomé (Pozo Alcón y La Iruela pertenecían al distrito electoral de
Cazorla). No dice que cantidad daba cada uno pero en el libro de actas
municipales podemos saber que el de Quesada ofreció 150 ptas. Se aprobó el 17
de marzo. El mismo día por cierto que el constructor de Úbeda Manuel Campos
Atienza se adjudico por 12.000 duros las obras de la nueva cañería de aguas
potables. Esta aportación de 150 ptas. dejó muy satisfecha a la Sociedad Económica
de Amigos del País, que lo agradeció solicitando al Gobierno para Quesada el
título de ciudad, “logro” que no se consiguió hasta tres décadas después.
Durante estos primeros meses Alcalá
Menezo ingenió otros métodos de financiación para el certamen. En concreto “un
baile por la pascua de Resurrección” y dos funciones teatrales que le dieron
muchos quebraderos de cabeza. Los problemas tenían su origen, como podemos
imaginar, en los celos, piques y envidias de actores y actrices, que a pesar de
la evidencia se consideraban poco menos que grandes estrellas. En carta de 25
de abril se lamenta a su amigo de Jaén:
Al fin tras largo penar
se han realizado las dos funciones teatrales prometidas. Su importe total de
732 reales lo remitiré en la primera oportunidad, así como los trajes que me
traje (sic) y que no han servido pues estos aficionados no se han conformado si
no con el terciopelo, la seda y el oro (…) Las funciones verificadas me han
dado muy malos ratos, y he estado en un movimiento continuado ¡Gracias a Dios
que se han acabado! El resultado no ha sido mucho, pero ha sido honroso. (…) estuvo
animadísimo.
En esta misma carta se lamenta don Ángel
del mucho trabajo que se le acumula y le desborda:
Yo estoy atareadísimo,
pues después de mis asuntos propios (que casi tengo abandonados) tengo cuatro
clases diarias en mi querido Colegio de 2ª Enseñanza, un distrito revoltoso y
empalagoso a quien representa y mil ocupaciones y quehaceres que no me dejan
comer, sosegar ni dormir (…) Ahora a preparar los envíos (de los productos y objetos a exponer):
a hacer a todo el mundo que trabaje para que mi pueblo se presente como
quien es, o mejor dicho, como yo quiero que sea. (estoy recogiendo) Pinturas
en lienzo, obras de ebanistería, memorias científicas, labores primorosas de
mujeres, zapatería, encajes, mantas, productos químicos, maderas de mérito,
plantas con uso en las artes y medicina, antigüedades, simientes, vinos,
jabones, aguardientes, frutas, licores finos aquí fabricados, dibujos, ganado
lanar y cabrío y un potro que tengo en las yeguas que si se puede amamar (sic)
y se pone esta primavera gordo no ha de hacer mal papel y en fin, en cuanto
aquí se haga, se haya hecho o se pueda hacer pienso enviar, para ver si consigo
mi fin que es honroso y noble.
Su
involucración en los preparativos es entusiasta, consigue suscripciones a La
Semana, organiza teatros y bailes y sobre todo, busca y selecciona
productos para exponer, los prepara y los envía. Faltando poco más de dos meses
para la inauguración le escribe a Ruiz Giménez que “la suscrición personal está
dando más resultados que los que yo creía” y le pide que le mande desde Jaén
“72 tarros tapón esmerilado de 500 g. y otros 12 de 1 kilogramo” para envasar
los productos. Pero tanto trabajo va dando su fruto y está contento:
Los expositores de esta
población son muchos y de mérito. Creo que Quesada hará el papel en el Certamen
que corresponde a una población ilustrada y civilizada. ¡Viva mi pueblo!
La actividad de D. Ángel había sacado de la rutina, del
aburrimiento, a un pueblo en el nunca pasaba nada de importancia. El que pudo
se suscribió a La Semana, muchos participaron en la junta organizadora que
encabezó el notario Montiel como comisario local, otros muchos ofrecieron
productos de sus huertas y fincas, objetos raros que tenían casi olvidados en
sus casas. Todos opinaron sobre lo que había que hacer, pero hacerlo ya era
cosa de D. Ángel. Suyo fue la mayor parte del gasto, del trabajo y suyo fue
hasta el local donde se instalaron las dependencias de la organización. La
novedad produjo en el pueblo la excitación propia de la ruptura de la rutina
pero apenas fue una aventura más bien frívola, como se ha visto en el asunto
del teatro o social. A pesar del entusiasmo compartido aquello no dejaba de ser
una aventura personal de Alcalá Menezo.
En junio, a los trabajos de la exposición,
se le acumularon los exámenes del colegio:
Hasta que concluyamos
con mi tarea del Colegio (pronto serán los exámenes, pues estoy aguardando la
Comisión de ese Instituto) no impulsaré de veras el interés de la exposición.
Entonces me dedicaré exclusivamente a dicho negocio.
Pocos días después le comunicó a Ruiz
Jiménez que ya habían sido los exámenes y que el resultado era muy bueno:
Gracias al divino
Apolo que he concluido (por este año) de estudiantes. Ya me sobra tiempo
para todo. Estoy desde ayer exclusivamente dedicado al Certamen provincial. Le
ruego inserte V. en La Semana el suelto que le incluyo respecto al resultado de
mi Colegio, que ha sido brillantísimo, honroso, sobresaliente, magnífico.
Liberado de obligaciones pedagógicas se
dedica por completo a la Exposición. En carta de 24 de junio le explica como
está organizando los trabajos:
En mi casa (que es de
V. desde los cimientos hasta más arriba de las tejas) he destinado una sala de
la planta baja para ir colocando los objetos recogidos. He establecido una
verdadera oficina compuesta de un escribiente dedicado a inscribir objetos y
llevar los libros de asiento y orden de la Comisaría y llenar etiquetas. Un
carpintero para hacer las cajas a propósito para el embalaje; un muchacho para
taponar botellas en la maquinita que he comprado para el efecto y dos criados
encargados de ir casa por casa recogiendo objetos y noticia del estado en que
se encuentran los trabajos que se están haciendo.
Yo inspecciono todo esto, y ordenadamente lo voy colocando por grupos y clases. Así que todo esté a la vista vendrá un día la Junta de Señoras para ver si todo lo recogido es digno de figurar en el Certamen (hablo de los trabajos hechos por las señoras) y que desechen lo que no deba presentarse y después vendrá la Junta de hombres de Quesada a prestar el mismo servicio. Una vez hecho esto estará la Comisaría dos días abierta para que la visiten todas las personas que quieran, y luego procederé al embalaje y después con las cajas marcharé yo a Jaén.
Dibujo del expositor de vinos y aceites tal como lo ideó Alcalá Menezo. |
No solo fue reuniendo la colección de
objetos y productos, Alcalá Menezo ideó como se expondrían en los salones de
Jaén. Pensó que todos los productos de Quesada llevasen una etiqueta
específica, cuyo diseño le remitió a Ruiz Jiménez para que encargase la
impresión de “200 ejemplares, en papel
bueno y algo fuerte, y que sean decentes”. Le dibujó un modelo de etiqueta (ver
imagen) aclarando que en la zona donde había pintado un ojo se debía añadir
“Nombre científico según la clasificación de …..” de manera que figurara el
nombre “vulgar” y el científico.
También pensó en cómo presentar los
trajes populares de Quesada, “que son los más bonitos y pintorescos de la
provincia”.
Vestir dos maniquís de
tamaño natural (hombre y mujer) con los trajes del país. La mujer estará
vestida con ropa tejida en el pueblo con los linos y cáñamos y sedas y
algodones aquí criados, aquí hilados, teñidos, tejidos y preparados. Es decir
que desde el alpargate hasta las cintas, enaguas y pañuelos, todo es del país. Estos
dos maniquís sostendrán un cuadro donde se dará una noticia exacta de esta
Villa en la siguiente forma: Estadística, riqueza, importancia antigua, estado
actual, su porvenir.
Para los vinos y aceites también
encontró solución: “He hecho una preciosa instalación para vinos y aceites que
representa una doble pirámide cobijada por las ramas de un árbol y coronada por
un abanico y adornada con muchos gallardetes en esta forma” y garabatea un
dibujo en la carta (ver imagen). Hay que recordar una vez más que, hasta que la
filoxera acabó con ellas, las viñas eran un elemento importante en el paisaje
del pueblo y la producción de vino superior a la de aceite. Había muchas viñas,
especialmente en los alrededores del pueblo, a veces mezcladas con olivos.
Apenas unos cuantos plantonares (en las zonas más pedregosas pegadas a los
cerros) anunciaban la posterior y enorme expansión de este cultivo.
A mediados de julio le anuncia a Ruiz Jiménez que los carros con los
productos de Quesada saldrán en pocos días y lo muy absorbido que está por los
preparativos:
Jamás he tenido tanta
creatividad como ahora. El dichoso certamen me ha quitado el sueño. Tan
solamente a él me dedico, teniendo todas mis obligaciones abandonadas. Creo que
los objetos de este pueblo podrán salir para Jaén el 18 o el 19 en dos carros.
Tengo en mi casa carpinteros, pintores, herreros y demonios. Ya avisaré a V. el
día fijo en que salimos con el convoy (…) Los carros saldrán de aquí al cuidado
de un oficial carpintero un día antes que yo para llegar al mismo tiempo.
Ha reunido una buena colección de vinos, aceites, muebles, pinturas al óleo, lanas y tejidos...
y mil cosas que no puedo enumerar, como resinas, zumaque, té,
grana, sedas, etc. etc. Pero todo en pequeñas cantidades pues como yo solo he
costeado las cajas, los embalajes, los portes, las instalaciones y hasta los
materiales para los trabajos que se exhibirán, me ha sido imposible hacer
cuantiosas cantidades.
En esta última carta le pide instrucciones
sobre las formalidades fiscales de pago de consumos y otros arbitrios a la
entrada de Jaén:
Como quiera que a los
empleados de consumos y a los rematadores de este arbitrio les temo tanto o más
que a los toreros, pues se me espina el cuerpo al pensar que tuviera yo que
hablar o con unos o con otros; espero me diga detalladamente lo que hay que
hacer para que no haya obstáculos ni altercados.
Alcalá Menezo es consciente de las
limitaciones, suyas y de su pueblo, y por eso se despide en la carta con una
humilde confesión:
No espero que sea bueno
lo que llevo; no va Quesada a competir con ningún otro pueblo; Quesada va al
certamen tal y como es. Si del examen de sus objetos resulta alguna frase
favorable a mi pueblo, queda pagado mi interés y mis sacrificios. Pronto
anunciaré mi salida. Yo soy de V. un buen amigo AAM.
En esos días de finales de julio, ya
inminente la inauguración, las tareas organizativas y protocolarias obligan a
Joaquín Ruiz Jiménez a dejar la dirección de La Semana. Se la pasa a su
amigo Alcalá Menezo, que le había acreditado su entusiasmo y capacidad durante
esos largos meses de preparativos previos. Alcalá Menezo fue el director de La
Semana mientras duró la Exposición y como tal asistió a la inauguración y
demás actos que se celebraron.
Estaba prevista la inauguración para el 4
de agosto pero finalmente el ministro de Fomento, conde de Toreno, decidió
acudir a presidirla y con este motivo se retrasó hasta el 7. Esa tarde se
celebró el solemne acto en las dependencias del Instituto Provincial de segunda
Enseñanza. Durante las siguientes semanas se celebró el certamen con un
importante éxito de publico y buena repercusión en la prensa de la época. En
muchas de las noticias que se publicaron hay referencias a la importante
participación de Quesada y a don Ángel como periodista y director de La
Mañana.
La Gaceta agrícola del Ministerio de
Fomento de 30 de septiembre destaca que Quesada contribuye “con una crecida
cantidad con relación a su importancia y 130 expositores”. Crónica de la
industria, de 30 del mismo mes, que Linares participa con 140 expositores,
Quesada 130 y Alcalá la Real 110. El Globo, La Época, La Mañana, hablan
de los vinos, aceites y tejidos de Quesada. “La Iberia”, a los pocos días de la
inauguración dice que entre los objetos raros “que por su forma o tamaño llaman
la atención del público” está “esparto de las dehesas de Quesada, que mide de
longitud vara y media”.
Antes se ha hecho mención al mueble
expositor que para los vinos y aceites diseñó Alcalá Menezo. El 22 de agosto La
Ilustración Española y Americana publicó un amplio reportaje sobre la
Exposición de Jaén que incluía, de acuerdo a la orientación de la revista,
varias ilustraciones. En una de ellas aparece el expositor de don Ángel (ver
imagen) que en el texto de la noticia se menciona como de “vinos y vinagres
elaborados en Quesada”.
Detalle de La Ilustración Española y Americana con el resultado final del expositor de vinos de Quesada. |
No se redujo la participación quesadeña a
productos agrícolas y artesanía de la tierra. En la sección de Bellas Artes
participó el pintor local, que era maestro de la escuela de niños, Isidoro
Bello López, presentando cuatro obras de carácter religioso tituladas Nuestra
Señora de Belén, San Bartolomé, San Jerónimo y San Mateo. Isidoro Bello fue el primer maestro artístico
de Rafael Hidalgo de Caviedes, cuyo busto se inauguró en las ferias de 1945 y
que hoy está instalado en el jardín. La mayoría de su obra desapareció en 1936
aunque se conserva en una colección particular la titulada El Buen Samaritano.
También hubo un apartado científico en
el que se presentaron memorias sobre muy variados temas. Dos quesadeños
presentaron trabajos que el jurado valoró de distinta forma. El maestro de
Belerda, Pedro Puerta y Martínez, participó con el titulado Programa del
sistema métrico-decimal. Según el jurado “este trabajo es un conjunto de
reglas de la aritmética más elemental con otras de aplicación al sistema
métrico y varios ejemplares de reducción y equivalencias, extractado a lo que
parece de diversos autores que han escrito sobre la materia”. No lo premiaron
aunque el jurado lo vio “con agrado”. Pedro Puerta fue también el autor de un opúsculo en verso titulado Flores de
Fantasía, dedicado a la Virgen de Tíscar a finales del siglo XIX, que se
conserva en el Fondo Carriazo de la Universidad de Sevilla.
Mayor éxito, medalla de oro en la
especialidad de medicina, tuvo el titulado Estudio sobre la putrefacción
cadavérica, principales teorías para explicarla y análisis de ella, del que
era autor el farmacéutico quesadeño Pedro Segura Mesa. Pedro tenía abierta
botica en la plaza, la misma que luego pasó a Manuel Palop y posteriormente a Rodrigo
Madrid, que la mantuvo abierta hasta su jubilación en los años setenta del siglo
XX. Pedro Segura también colaboraba con Alcalá Menezo como profesor de Física,
Química e Historia Natural en el colegio de segunda enseñanza de Quesada.
El jurado se deshizo en elegios con la
memoria de Pedro Mesa. La calificó de “magistral, en toda la extensión de la
palabra” y no solo por su contenido, también alabó la forma y expresión: “El
autor, que tan familiarizado demuestra estar con las ciencias físico-químicas,
emplea en su escrito un método excelente y un lenguaje tan preciso como
correcto e inteligible”. Como decía antes, concedieron la medalla de oro a este
trabajo sobre un tema entonces importante, porque estaba muy relacionado con la
salubridad y condiciones higiénicas de los cementerios, un problema que en
Quesada preocupaba especialmente y que no se resolvió hasta la inauguración del
actual cementerio en mayo de 1936.
También obtuvo un premio de 3ª clase el
que, aunque ya vivía en Alcalá la Real, su pueblo, presentó Aquilino Sánchez
Molero, que durante muchos años fue secretario del Ayuntamiento de Quesada. Su
trabajo se titulaba Cálculo de distancias inaccesibles y en él
mostraba grandes conocimientos como agrimensor, su otra ocupación junto a la de
funcionario municipal. Al parecer fue también pintor porque, según anota
Carriazo en sus notas personales, un óleo suyo titulado Coronación de la
Virgen y fechado en 1872, estaba colgado en la iglesia del antiguo
convento. Fuera de la cosa científica obtuvo premio la vecina de Quesada
Lorenza Vela, que presentó dos toallas bordadas y con “fleje de punto de oro”.
No hay noticia de más premios, el vino volvió a Quesada si es que no se lo
bebieron allí mismo.
Se clausuró la Exposición Provincial y
Quesada volvió a su amodorrada rutina. Pero el recuerdo de estos meses perduró
en charlas y tertulias de mesa camilla y casino. Antes he mencionado aquella
historia legendaria y no contrastada sobre el premio a los higos de Quesada.
Puede que se acabe comprobando que fue real o quizás que solo fue el eco
agrandado de boca en boca, de año en año, de liga en liga, de esta Exposición
Provincial en la que Quesada tuvo un papel bastante más importante que el que
correspondía a su importancia.
D. Ángel siguió dando clases en su
colegio. Los olmos recién plantados en el jardín fueron creciendo, dando sombra
y convirtiendo a la antigua plaza en un auténtico paseo. Un par de años después
en ese joven jardín, una tarde de agosto, don Ángel le pegó un par de tiros a
un rival político con el que discutía a causa de las inminentes elecciones
generales. Cosas de su carácter vehemente y excesivo que en más de una ocasión
lo metió en algún aprieto. Al poco, tras los correspondientes problemas
judiciales, marchó a Madrid donde pasó unos años dedicado a la política para
ser finalmente recompensado con un gobierno civil en Filipinas. El jardín
siguió creciendo y se le añadió la fuente monumental de la Explanada. Unos años
después, ya fallecido don Ángel en 1895 con apenas cincuenta años, Manuel Ciges Aparicio
comenzó a frecuentar a su familia de Quesada. En aquel jardín ya crecido, en el
casino que se instaló en una de sus esquinas, oyó contar las viejas historias
de don Ángel con el que de inmediato simpatizó por su enemistad con Weyler, su
oposición al caciquismo y esa afición a meterse en problemas que compartía
Ciges. Y así nació don Luis Obregón, el personaje central de Villavieja.
A casi 150 años de aquella historia esperemos
que Quesada proteja los pocos olmos antiguos que sobreviven, que perduren y que
no sea necesario que en el futuro alguna historiadora (los tíos habitualmente
aman menos a las plantas) tenga que recordarlos como cosa de tiempos antiguos y
olvidados.