viernes, 24 de junio de 2022

1878. QUESADA en la Exposición Provincial de Jaén. El jardín y Alcalá Menezo.

La etiqueta de los productos de Quesada
en la Exposición Provincial.


Seguramente más de uno habrá oído una vieja historia sobre la participación de Quesada en una exposición universal, al parecer alguna de las de París en el siglo XIX. En ella los higos secos de Quesada habían obtenido un segundo premio en su categoría, solo por detrás de los acreditadísimos de Esmirna. He buscado alguna referencia documental a este asunto sin encontrar nada (por cierto, a la Exposición Universal de Filadelfia de 1877 sí se mandaron desde Huesa trabajos realizados con esparto, BOPJ de 24-2-1876). Pero aunque no se pueda comparar con la de París, hay abundante documentación sobre la participación de Quesada en la Exposición Provincial de Jaén de 1878.

Con posterioridad a la publicación de este artículo, la bibliotecaria de Quesada, Teresa Heredia Laso, ha solucionado mi problema de mala cabeza recordándome que es en Villavieja donde Ciges Aparicio le hace decir a don Luis Obregón (Alcalá Menezo): 

¿Y recuerda usted el alentador ensayo que con los higos de nuestras huertas hizo mi hermano Leandro? En París les dieron el segundo lugar, después de los de Esmirna y al lado de los mejores marselleses.

Si Ciges no se inventó la cosa (las noticas de esta novela suelen tener, al menos, un fondo de realidad) esta historia de los higos fue cierta y protagonizada por Manuel Antonio Alcalá Menezo (Leandro Obregón).

Las exposiciones universales se prodigaron a lo largo del siglo XIX. Ideadas para mostrar y difundir los  avances científicos, en ellas competían (sin necesidad de guerras) las grandes potencias exhibiendo sus propios logros técnicos y económicos. Quien visitaba alguna de estas exposiciones podía decir que había visto los últimos y más novedosos inventos de la Humanidad. El espíritu de estas exposiciones fue calando hacia abajo y aparecieron exposiciones nacionales, regionales e incluso locales por todas partes. Detrás de estas exposiciones existía un interés económico, pues se suponía que daban a conocer al mercado lo mejor de las producciones de cada cual.

El 23 de enero de 1877 publicaba el periódico de Madrid La Producción Nacional, Crónicas ilustradas de exposiciones nacionales y extranjeras, una carta remitida desde Jaén por Joaquín Ruiz Jiménez. En ella el autor hace una sentida defensa de las exposiciones como instrumento de paz y concordia entre las naciones, sustituyendo la guerra por la pacífica competición y el conocimiento mutuo. Tras un balance de las numerosas exposiciones sectoriales y provinciales convocadas en España, anuncia que la Sociedad Económica de Amigos del País de Jaén había decidido organizar en el otoño de ese mismo año la correspondiente a esta provincia. Como iba a coincidir con las de Sevilla y Granada, Ruiz Jiménez proponía que fueran el germen de una exposición regional de Andalucía y que cada año se organizase en una de las ocho capitales.

Joaquín Ruiz Jiménez era un joven abogado de Jaén que más tarde inició larga carrera política dentro del partido liberal, llegando a diputado, senador, alcalde de Madrid y ministro de la Gobernación. Por retrasos en la financiación (la Diputación no llegó aquel año a consignar partida en su presupuesto) la exposición hubo de retrasarse año. En el número extraordinario del Boletín Oficial de la Provincia de 23 de enero de 1878, el gobernador civil anunciaba que se celebraría el próximo verano y que serviría para “solemnizar” en la provincia la boda de Alfonso XII con su prima Mercedes (al final lo que se solemnizó fue la muerte de Mercedes, fallecida en junio de aquel mismo año). La Exposición Provincial se inauguró el 7 de agosto de 1878 con una buena repercusión en la prensa. En ella Quesada tuvo un importante, y sorprendente, protagonismo.

La Exposición Provincial en La Ilustración
Española y Americana.


El protagonismo de Quesada no se debió ni a la pujanza económica del pueblo ni a un interés y esfuerzo colectivo, pues fue fruto de una sola persona: Ángel Alcalá y Menezo. Nacido en 1845, hijo de Eduardo Alcalá Vela, rico propietario de tendencias carlistas, fue una de las personalidades más destacables del siglo XIX quesadeño. Como político transitó desde el carlismo de su juventud hasta la izquierda dinástica. En esta corriente, seguidora de la estela del general Prim y la revolución de 1868, fue donde su implicación política resultó más activa y relevante. Su carrera continuó en Filipinas, donde desempeñó la gobernación de varias provincias hasta que, tras su enfrentamiento con el general Valeriano Weyler, fue cesado y regresó a la Península con la salud quebrantada. Murió en Quesada el 10 de mayo de 1895.

D. Ángel fue periodista, poeta y, sobre todo, autor de Pedro Hidalgo o el Castillo de Tíscar, novela histórica romántica al estilo de Gil y Carrasco en El señor de Bembibre. Publicada inicialmente como folletín por entregas en El Pabellón Nacional, 1883, y casi a la vez como libro en dos tomos, tuvo una segunda edición en 1945 a cargo de la Cofradía de la Virgen de Tíscar. En esta edición el dibujo de portada estuvo a cargo de Zabaleta, las fotos y el emotivo prólogo son de Juan de Mata Carriazo. Es la popularmente conocida como Novela de Tíscar, de la que creo se sigue vendiendo el facsímil de la edición de 1945, que reimprimió la Cofradía en 1981.

Ángel Alcalá Menezo fue también la figura que inspiró a Ciges Aparicio para el personaje central de Villavieja, don Luis Obregón. No haré aquí una biografía de Alcalá Menezo pues merece un trabajo propio que espero en algún momento abordar. Sirvan estas pocas notas para acreditar que don Ángel fue un personaje peculiar, dotado de un carácter inquieto que le hizo sobresalir a sus paisanos contemporáneos. Lo demostró por primera vez con motivo de la Exposición Provincial de 1878.

Quesada vivía en 1878 los ecos de los vaivenes políticos de los años anteriores, de la Gloriosa y de la I República. No fue una etapa conflictiva en el pueblo y la Restauración de los Borbones no supuso un cambio brusco. Los republicanos perdieron todo protagonismo pero no fueron perseguidos con la saña que se conoció décadas después. Buena parte de los carlistas se apresuraron a renegar del Tradicionalismo y juraron lealtad a Alfonso XII. Lo hicieron, el 24 de julio de 1875 en Jaén y delante del gobernador, significados quesadeños que había formado parte del disuelto Comité carlista local, entre ellos nuestro Ángel Alcalá y su padre Eduardo.

Era Quesada por entonces un pueblo remoto, aislado y con pésimas comunicaciones. La carretera de Torreperogil a Huéscar solo existía hasta Peal. Las obras entre este pueblo y Quesada se iniciaron, con lentitud, por aquellos días. En marzo de 1877 todavía estaba enredado el proyecto de carretera en la expropiación de las tierras por donde pasaría la construcción. Había otro proyecto que si se hubiese acometido hubiera ahorrado hoy 20 o 30 minutos a Granada. Se trataba de la carretera Cazorla-Quesada-Cabra-Huelma-Iznalloz, incluida en el Plan General de Carreteras de 1877. Nunca se ejecutó y todavía hoy para ir hasta Huelma y Guadahortuna se rodea por Jódar o hay que transitar los malos caminos de tierra que cruzan la Dehesa de Guadiana.

Respecto al ferrocarril, por estos años se trabajaba en el proyecto de línea entre Linares y Baza, que pasaba por Peal, Quesada, Huesa y Pozo Alcón. Llegaron a licitarse las obras en 1882 aunque sin resultado. Los fuertes intereses financieros de las empresas y familias inversoras, como los Loring de Málaga, terminaron desviando el trazado hasta el actual y semiabandonado que  enlaza con Moreda y Guadix. Tampoco había telégrafo, otro gran avance en las comunicaciones de la época. En 1877 se había acordado la construcción de una línea telegráfica aérea entre Úbeda y Villena (Alicante) que pasaría por Quesada. No obstante el Ayuntamiento, alegando su mal estado presupuestario, renunció en 1883 a la estación telegráfica. Hasta el verano de 1909 no se inauguró el servicio.

Pero si en 1878 era Quesada un pueblo incomunicado, del que solo se podía entrar o salir por viejos caminos pensados solo para el tránsito de caballerías, es también cierto que estaba en marcha una auténtica revolución urbanística que cambiaría para siempre el aspecto del centro del pueblo. Era por entonces la plaza un gran descampado cuadrado rodeado de casas entre las que destacaba la del Ayuntamiento. En una esquina de la actual explanada la torre del convento, conocida como torre del reloj porque en ella estaba el que muchos años después acabó en la fachada del Ayuntamiento. Frente a la torre una vieja y por entonces ya ruinosa fuente, la única del pueblo, que se abastecía de un caz que traía escasas y malas aguas del Chorradero. Estaba en construcción una nueva y moderna conducción de aguas, desde Nacimiento y Jorquera, que se inauguraría pocos años después.

En aquella plaza vacía se montaban los puestos del mercado, se celebraban fiestas y actos públicos y cuando pasaban tropas por el pueblo, como sucedió varias veces durante las guerras carlistas, allí era donde montaban sus tiendas y acampaban entre la curiosidad de chicos y grandes. Este era el modelo de plaza medieval, tradicional en toda Europa y razón por la que muchas de ellas se siguen llamando del Mercado. Pero los tiempos, y las modas, estaban cambiando. Durante el siglo XIX en muchas ciudades y pueblos de algún tamaño se plantaron alamedas y lugares para el paseo. Estaban pensados estos espacios (llamados salones, como el paseo del Salón de Granada) para que las clases pudientes se recreasen en ellos dejándose ver y siendo vistos. Eran lugares para saludar y prodigar el trato social mientras se caminaba a la sombra en verano o al sol tibio de los inviernos.

En Quesada el primer intento en este sentido fue el de Santa María. En el plano de Madoz de mediados de siglo ya figura como “paseo”, extramuros del pueblo y plantado de árboles. Sin embargo el lugar no triunfó porque estaba demasiado lejos del centro y porque se utilizó pronto como zona de expansión y fue rápidamente edificado. A principios de 1878 seguía Quesada sin disponer de un espacio de recreo acorde con los tiempos, algo que se consideraba imprescindible para toda localidad moderna y de alguna importancia. Por eso, en el pleno de seis de enero “a propuesta del señor alcalde se acordó construir un paseo en la Plaza de esta población y al efecto se dispuso nombrar una comisión” al objeto de que estudiase detenidamente el asunto y propusiese lo antes posible el oportuno proyecto.

La comisión estaba formada por tres concejales y presidida por el teniente de alcalde, Felipe Carrasco Carrasco. Felipe Carrasco era Venerable Maestro y cabeza de la logia masónica local, “La Luz”. Era además perito de montes, encargado de los montes del Estado en el pueblo. Sus conocimientos forestales sin duda le hicieron llevar la iniciativa y elegir los árboles que se plantarían, álamos negros del país (Ulmus minor), especie que crecía espontánea en el campo y que formaba amplias y frondosas copas que daban sombra en verano y que, sin hojas en invierno, dejaban pasar los tibios rayos de sol. El proyecto se aprobó en el mes de septiembre y se acordó iniciar la plantación aquel mismo año.

De lo orgullosos que estaban los quesadeños de este moderno paseo da idea que las cuatro farolas que se pusieron en cada esquina no se regían por las normas generales de alumbrado público en cuanto a horario, sino que se regulaban por uno propio que decía en cada momento la alcaldía a fin de adaptarse a las fiestas y ocasiones solemnes. Además, se decidió que la nueva fuente pública que remataría la conducción de aguas en construcción fuese “monumental”, con cuatro caños y dos pilares; uno dando a la explanada, cuadrado y que servía como abrevadero y otro lobulado y ornamental que daba al nuevo jardín. En muy poco tiempo la plaza cambió completamente de aspecto dejando de ser esa especie de descampado que había sido hasta el momento. Como contrapartida el mercado se quedó sin sitio, las mercancías se tuvieron que pregonar y vender por las calles en forma bastante precaria. Aparecía un nuevo problema que hubo que resolver en los siguientes años con la instalación del mercado en el claustro del viejo convento.

Así estaba Quesada el año en el que Ruiz Jiménez trabajaba en la organización de la Exposición Provincial. Poco antes, a principios de 1877, Alcalá Menezo había sido elegido diputado provincial por el distrito de Quesada. Este cargo político le obligaba a frecuentes desplazamientos a Jaén para los plenos de la Diputación. Allí conoció a Ruiz Jiménez y su proyecto, interesándose inmediatamente por el asunto. Alma inquieta, muy alejado de ese espíritu de ociosidad, naipe y alcohol en el que dormía la clase propietaria quesadeña, su paso por la Diputación no fue acomodaticio. A finales de febrero de 1878 (BOPJ de 19 de marzo de 1878), protagonizó un áspero debate oponiéndose a la convalidación del acta del diputado por Cazorla Isicio Ortega. Denunció don Ángel las irregularidades electorales en La Iruela y que era un escándalo lo ocurrido en aquel distrito pues “se había apaleado a todas las personas que apadrinaban la candidatura de oposición; hubo palos y tiros, y un bastón de autoridad se había roto en la cabeza de la misma persona que le llevaba”. Fue una de sus primeras protestas contra el caciquismo, que más tarde tanto llamaron la atención de Ciges Aparicio, declarado simpatizante del regeneracionismo de Joaquín Costa. Siguiendo por esta línea, Alcalá Menezo acabó destacando en Madrid años después en el ámbito de la Izquierda Dinástica, pero eso ya es historia para otro artículo. Ahora toca la Exposición Provincial.

Aquel invierno repartía su tiempo don Ángel entre las estancias en la capital de la provincia y sus ocupaciones personales en Quesada, como propietario y como director y profesor en el colegio de segunda enseñanza que él había fundado y al que ya me he referido en un artículo anterior. La Diputación de Jaén ha digitalizado recientemente el archivo de la Sociedad Económica de Amigos del País. En este archivo se conserva la correspondencia que con esa sociedad y con su secretario Ruiz Jiménez, mantuvo Alcalá Menezo. En su lectura se comprueba el entusiasmo con que acogió la exposición y su empeño por que Quesada hiciera un buen papel en ella. Y lo hizo, por el empuje y esfuerzo personal de D. Ángel.

La primera de estas cartas es del 10 de febrero de 1878. En ella se queja de sus muchas ocupaciones, políticas y pedagógicas, que le impedían atender como es debido a los amigos: “Mi cargo de Diputado de un Distrito desinquieto y revoltoso unido a que explico ¡asignaturas! en el Colegio de 2ª Enseñanza, me privan del placer de atender cual debía a tiempo a los amigos, (…) como Vd. a quien tanto quiero y aprecio”. Le dice también que en los próximos días le enviará para su publicación en La Semana “un par de artículos históricos y una composición en verso (narración histórica)”.  La Semana era la revista que había fundado Ruiz Jiménez como órgano de difusión y animación de los trabajos de preparatorios de la exposición. Se financiaba mediante la suscripción de sus lectores y conseguir estas suscripciones en Quesada (y lo más importante, cobrarlas) fue una de las primeras tareas a las que se aprestó.

Una de las cartas de Alcalá Menezo a
Joaquín Ruiz Jiménez.


En carta de 20 de marzo comunica a Ruiz Jiménez que por conducto de D. Pío de la Riva (comerciante natural de Ortigosa de Cameros -Logroño- establecido en Quesada y que se dedicaba al giro de pagos y cobros, entre otras cosas) le remitía 168 reales correspondientes a la suscripción trimestral de once quesadeños (14 reales cada una pues uno de los recibos era por dos trimestres). Entre ellos estaban el párroco Luis Vear Ortiz, el notario José Montiel, el secretario municipal Juan Álvarez del Peral y su propio padre, Eduardo Alcalá Vela. Tres días después Ruiz Jiménez le gira otros 14 recibos. Alcalá Menezo le contesta de forma escueta y segura: “Se cobrarán”. Le añade que como la Diputación había convocado pleno para el 1 de abril, aprovecharía para ajustar “cuenta estrecha” de lo que en Quesada se debía a La Semana. Le dice también que aprovechará el viaje para llevar los donativos que los ayuntamientos del distrito “han ofrecido a beneficio del Certamen”.

Además de Quesada los pueblos a los que Alcalá Menezo representaba como diputado provincial eran Peal, Huesa, Hinojares y Santo Tomé (Pozo Alcón y La Iruela pertenecían al distrito electoral de Cazorla). No dice que cantidad daba cada uno pero en el libro de actas municipales podemos saber que el de Quesada ofreció 150 ptas. Se aprobó el 17 de marzo. El mismo día por cierto que el constructor de Úbeda Manuel Campos Atienza se adjudico por 12.000 duros las obras de la nueva cañería de aguas potables. Esta aportación de 150 ptas. dejó muy satisfecha a la Sociedad Económica de Amigos del País, que lo agradeció solicitando al Gobierno para Quesada el título de ciudad, “logro” que no se consiguió hasta tres décadas después.

Durante estos primeros meses Alcalá Menezo ingenió otros métodos de financiación para el certamen. En concreto “un baile por la pascua de Resurrección” y dos funciones teatrales que le dieron muchos quebraderos de cabeza. Los problemas tenían su origen, como podemos imaginar, en los celos, piques y envidias de actores y actrices, que a pesar de la evidencia se consideraban poco menos que grandes estrellas. En carta de 25 de abril se lamenta a su amigo de Jaén:

Al fin tras largo penar se han realizado las dos funciones teatrales prometidas. Su importe total de 732 reales lo remitiré en la primera oportunidad, así como los trajes que me traje (sic) y que no han servido pues estos aficionados no se han conformado si no con el terciopelo, la seda y el oro (…) Las funciones verificadas me han dado muy malos ratos, y he estado en un movimiento continuado ¡Gracias a Dios que se han acabado! El resultado no ha sido mucho, pero ha sido honroso. (…) estuvo animadísimo.

En esta misma carta se lamenta don Ángel del mucho trabajo que se le acumula y le desborda:

Yo estoy atareadísimo, pues después de mis asuntos propios (que casi tengo abandonados) tengo cuatro clases diarias en mi querido Colegio de 2ª Enseñanza, un distrito revoltoso y empalagoso a quien representa y mil ocupaciones y quehaceres que no me dejan comer, sosegar ni dormir (…) Ahora a preparar los envíos (de los productos y objetos a exponer): a hacer a todo el mundo que trabaje para que mi pueblo se presente como quien es, o mejor dicho, como yo quiero que sea. (estoy recogiendo) Pinturas en lienzo, obras de ebanistería, memorias científicas, labores primorosas de mujeres, zapatería, encajes, mantas, productos químicos, maderas de mérito, plantas con uso en las artes y medicina, antigüedades, simientes, vinos, jabones, aguardientes, frutas, licores finos aquí fabricados, dibujos, ganado lanar y cabrío y un potro que tengo en las yeguas que si se puede amamar (sic) y se pone esta primavera gordo no ha de hacer mal papel y en fin, en cuanto aquí se haga, se haya hecho o se pueda hacer pienso enviar, para ver si consigo mi fin que es honroso y noble.



            Su involucración en los preparativos es entusiasta, consigue suscripciones a La Semana, organiza teatros y bailes y sobre todo, busca y selecciona productos para exponer, los prepara y los envía. Faltando poco más de dos meses para la inauguración le escribe a Ruiz Giménez que “la suscrición personal está dando más resultados que los que yo creía” y le pide que le mande desde Jaén “72 tarros tapón esmerilado de 500 g. y otros 12 de 1 kilogramo” para envasar los productos. Pero tanto trabajo va dando su fruto y está contento:

Los expositores de esta población son muchos y de mérito. Creo que Quesada hará el papel en el Certamen que corresponde a una población ilustrada y civilizada. ¡Viva mi pueblo!

            La actividad de D. Ángel había sacado de la rutina, del aburrimiento, a un pueblo en el nunca pasaba nada de importancia. El que pudo se suscribió a La Semana, muchos participaron en la junta organizadora que encabezó el notario Montiel como comisario local, otros muchos ofrecieron productos de sus huertas y fincas, objetos raros que tenían casi olvidados en sus casas. Todos opinaron sobre lo que había que hacer, pero hacerlo ya era cosa de D. Ángel. Suyo fue la mayor parte del gasto, del trabajo y suyo fue hasta el local donde se instalaron las dependencias de la organización. La novedad produjo en el pueblo la excitación propia de la ruptura de la rutina pero apenas fue una aventura más bien frívola, como se ha visto en el asunto del teatro o social. A pesar del entusiasmo compartido aquello no dejaba de ser una aventura personal de Alcalá Menezo.

En junio, a los trabajos de la exposición, se le acumularon los exámenes del colegio:

Hasta que concluyamos con mi tarea del Colegio (pronto serán los exámenes, pues estoy aguardando la Comisión de ese Instituto) no impulsaré de veras el interés de la exposición. Entonces me dedicaré exclusivamente a dicho negocio.

Pocos días después le comunicó a Ruiz Jiménez que ya habían sido los exámenes y que el resultado era muy bueno:

Gracias al divino Apolo que he concluido (por este año) de estudiantes. Ya me sobra tiempo para todo. Estoy desde ayer exclusivamente dedicado al Certamen provincial. Le ruego inserte V. en La Semana el suelto que le incluyo respecto al resultado de mi Colegio, que ha sido brillantísimo, honroso, sobresaliente, magnífico.

Liberado de obligaciones pedagógicas se dedica por completo a la Exposición. En carta de 24 de junio le explica como está organizando los trabajos:

En mi casa (que es de V. desde los cimientos hasta más arriba de las tejas) he destinado una sala de la planta baja para ir colocando los objetos recogidos. He establecido una verdadera oficina compuesta de un escribiente dedicado a inscribir objetos y llevar los libros de asiento y orden de la Comisaría y llenar etiquetas. Un carpintero para hacer las cajas a propósito para el embalaje; un muchacho para taponar botellas en la maquinita que he comprado para el efecto y dos criados encargados de ir casa por casa recogiendo objetos y noticia del estado en que se encuentran los trabajos que se están haciendo.

Yo inspecciono todo esto, y ordenadamente lo voy colocando por grupos y clases. Así que todo esté a la vista vendrá un día la Junta de Señoras para ver si todo lo recogido es digno de figurar en el Certamen (hablo de los trabajos hechos por las señoras) y que desechen lo que no deba presentarse y después vendrá la Junta de hombres de Quesada a prestar el mismo servicio. Una vez hecho esto estará la Comisaría dos días abierta para que la visiten todas las personas que quieran, y luego procederé al embalaje y después con las cajas marcharé yo a Jaén.


Dibujo del expositor de vinos y aceites
tal como lo ideó Alcalá Menezo.

No solo fue reuniendo la colección de objetos y productos, Alcalá Menezo ideó como se expondrían en los salones de Jaén. Pensó que todos los productos de Quesada llevasen una etiqueta específica, cuyo diseño le remitió a Ruiz Jiménez para que encargase la impresión de  “200 ejemplares, en papel bueno y algo fuerte, y que sean decentes”. Le dibujó un modelo de etiqueta (ver imagen) aclarando que en la zona donde había pintado un ojo se debía añadir “Nombre científico según la clasificación de …..” de manera que figurara el nombre “vulgar” y el científico.

También pensó en cómo presentar los trajes populares de Quesada, “que son los más bonitos y pintorescos de la provincia”.

Vestir dos maniquís de tamaño natural (hombre y mujer) con los trajes del país. La mujer estará vestida con ropa tejida en el pueblo con los linos y cáñamos y sedas y algodones aquí criados, aquí hilados, teñidos, tejidos y preparados. Es decir que desde el alpargate hasta las cintas, enaguas y pañuelos, todo es del país. Estos dos maniquís sostendrán un cuadro donde se dará una noticia exacta de esta Villa en la siguiente forma: Estadística, riqueza, importancia antigua, estado actual, su porvenir.

Para los vinos y aceites también encontró solución: “He hecho una preciosa instalación para vinos y aceites que representa una doble pirámide cobijada por las ramas de un árbol y coronada por un abanico y adornada con muchos gallardetes en esta forma” y garabatea un dibujo en la carta (ver imagen). Hay que recordar una vez más que, hasta que la filoxera acabó con ellas, las viñas eran un elemento importante en el paisaje del pueblo y la producción de vino superior a la de aceite. Había muchas viñas, especialmente en los alrededores del pueblo, a veces mezcladas con olivos. Apenas unos cuantos plantonares (en las zonas más pedregosas pegadas a los cerros) anunciaban la posterior y enorme expansión de este cultivo.

A mediados de julio le anuncia  a Ruiz Jiménez que los carros con los productos de Quesada saldrán en pocos días y lo muy absorbido que está por los preparativos:

Jamás he tenido tanta creatividad como ahora. El dichoso certamen me ha quitado el sueño. Tan solamente a él me dedico, teniendo todas mis obligaciones abandonadas. Creo que los objetos de este pueblo podrán salir para Jaén el 18 o el 19 en dos carros. Tengo en mi casa carpinteros, pintores, herreros y demonios. Ya avisaré a V. el día fijo en que salimos con el convoy (…) Los carros saldrán de aquí al cuidado de un oficial carpintero un día antes que yo para llegar al mismo tiempo.

Ha reunido una buena colección de vinos, aceites, muebles, pinturas al óleo, lanas y  tejidos... 

y mil cosas que no puedo enumerar, como resinas, zumaque, té, grana, sedas, etc. etc. Pero todo en pequeñas cantidades pues como yo solo he costeado las cajas, los embalajes, los portes, las instalaciones y hasta los materiales para los trabajos que se exhibirán, me ha sido imposible hacer cuantiosas cantidades.

En esta última carta le pide instrucciones sobre las formalidades fiscales de pago de consumos y otros arbitrios a la entrada de Jaén:

Como quiera que a los empleados de consumos y a los rematadores de este arbitrio les temo tanto o más que a los toreros, pues se me espina el cuerpo al pensar que tuviera yo que hablar o con unos o con otros; espero me diga detalladamente lo que hay que hacer para que no haya obstáculos ni altercados.

Alcalá Menezo es consciente de las limitaciones, suyas y de su pueblo, y por eso se despide en la carta con una humilde confesión:

No espero que sea bueno lo que llevo; no va Quesada a competir con ningún otro pueblo; Quesada va al certamen tal y como es. Si del examen de sus objetos resulta alguna frase favorable a mi pueblo, queda pagado mi interés y mis sacrificios. Pronto anunciaré mi salida. Yo soy de V. un buen amigo AAM.

En esos días de finales de julio, ya inminente la inauguración, las tareas organizativas y protocolarias obligan a Joaquín Ruiz Jiménez a dejar la dirección de La Semana. Se la pasa a su amigo Alcalá Menezo, que le había acreditado su entusiasmo y capacidad durante esos largos meses de preparativos previos. Alcalá Menezo fue el director de La Semana mientras duró la Exposición y como tal asistió a la inauguración y demás actos que se celebraron.

Estaba prevista la inauguración para el 4 de agosto pero finalmente el ministro de Fomento, conde de Toreno, decidió acudir a presidirla y con este motivo se retrasó hasta el 7. Esa tarde se celebró el solemne acto en las dependencias del Instituto Provincial de segunda Enseñanza. Durante las siguientes semanas se celebró el certamen con un importante éxito de publico y buena repercusión en la prensa de la época. En muchas de las noticias que se publicaron hay referencias a la importante participación de Quesada y a don Ángel como periodista y director de La Mañana.

La Gaceta agrícola del Ministerio de Fomento de 30 de septiembre destaca que Quesada contribuye “con una crecida cantidad con relación a su importancia y 130 expositores”. Crónica de la industria, de 30 del mismo mes, que Linares participa con 140 expositores, Quesada 130 y Alcalá la Real 110. El Globo, La Época, La Mañana, hablan de los vinos, aceites y tejidos de Quesada. “La Iberia”, a los pocos días de la inauguración dice que entre los objetos raros “que por su forma o tamaño llaman la atención del público” está “esparto de las dehesas de Quesada, que mide de longitud vara y media”.

            Antes se ha hecho mención al mueble expositor que para los vinos y aceites diseñó Alcalá Menezo. El 22 de agosto La Ilustración Española y Americana publicó un amplio reportaje sobre la Exposición de Jaén que incluía, de acuerdo a la orientación de la revista, varias ilustraciones. En una de ellas aparece el expositor de don Ángel (ver imagen) que en el texto de la noticia se menciona como de “vinos y vinagres elaborados en Quesada”.

Detalle de La Ilustración Española y Americana
con el resultado final del expositor de vinos de Quesada.


No se redujo la participación quesadeña a productos agrícolas y artesanía de la tierra. En la sección de Bellas Artes participó el pintor local, que era maestro de la escuela de niños, Isidoro Bello López, presentando cuatro obras de carácter religioso tituladas Nuestra Señora de Belén, San Bartolomé, San Jerónimo y San Mateo.  Isidoro Bello fue el primer maestro artístico de Rafael Hidalgo de Caviedes, cuyo busto se inauguró en las ferias de 1945 y que hoy está instalado en el jardín. La mayoría de su obra desapareció en 1936 aunque se conserva en una colección particular la titulada El Buen Samaritano.

También hubo un apartado científico en el que se presentaron memorias sobre muy variados temas. Dos quesadeños presentaron trabajos que el jurado valoró de distinta forma. El maestro de Belerda, Pedro Puerta y Martínez, participó con el titulado Programa del sistema métrico-decimal. Según el jurado “este trabajo es un conjunto de reglas de la aritmética más elemental con otras de aplicación al sistema métrico y varios ejemplares de reducción y equivalencias, extractado a lo que parece de diversos autores que han escrito sobre la materia”. No lo premiaron aunque el jurado lo vio “con agrado”. Pedro Puerta fue también el autor  de un opúsculo en verso titulado Flores de Fantasía, dedicado a la Virgen de Tíscar a finales del siglo XIX, que se conserva en el Fondo Carriazo de la Universidad de Sevilla.

Mayor éxito, medalla de oro en la especialidad de medicina, tuvo el titulado Estudio sobre la putrefacción cadavérica, principales teorías para explicarla y análisis de ella, del que era autor el farmacéutico quesadeño Pedro Segura Mesa. Pedro tenía abierta botica en la plaza, la misma que luego pasó a Manuel Palop y posteriormente a Rodrigo Madrid, que la mantuvo abierta hasta su jubilación en los años setenta del siglo XX. Pedro Segura también colaboraba con Alcalá Menezo como profesor de Física, Química e Historia Natural en el colegio de segunda enseñanza de Quesada.

El jurado se deshizo en elegios con la memoria de Pedro Mesa. La calificó de “magistral, en toda la extensión de la palabra” y no solo por su contenido, también alabó la forma y expresión: “El autor, que tan familiarizado demuestra estar con las ciencias físico-químicas, emplea en su escrito un método excelente y un lenguaje tan preciso como correcto e inteligible”. Como decía antes, concedieron la medalla de oro a este trabajo sobre un tema entonces importante, porque estaba muy relacionado con la salubridad y condiciones higiénicas de los cementerios, un problema que en Quesada preocupaba especialmente y que no se resolvió hasta la inauguración del actual cementerio en mayo de 1936.

También obtuvo un premio de 3ª clase el que, aunque ya vivía en Alcalá la Real, su pueblo, presentó Aquilino Sánchez Molero, que durante muchos años fue secretario del Ayuntamiento de Quesada. Su trabajo se titulaba Cálculo de distancias inaccesibles y en él mostraba grandes conocimientos como agrimensor, su otra ocupación junto a la de funcionario municipal. Al parecer fue también pintor porque, según anota Carriazo en sus notas personales, un óleo suyo titulado Coronación de la Virgen y fechado en 1872, estaba colgado en la iglesia del antiguo convento. Fuera de la cosa científica obtuvo premio la vecina de Quesada Lorenza Vela, que presentó dos toallas bordadas y con “fleje de punto de oro”. No hay noticia de más premios, el vino volvió a Quesada si es que no se lo bebieron allí mismo.

Se clausuró la Exposición Provincial y Quesada volvió a su amodorrada rutina. Pero el recuerdo de estos meses perduró en charlas y tertulias de mesa camilla y casino. Antes he mencionado aquella historia legendaria y no contrastada sobre el premio a los higos de Quesada. Puede que se acabe comprobando que fue real o quizás que solo fue el eco agrandado de boca en boca, de año en año, de liga en liga, de esta Exposición Provincial en la que Quesada tuvo un papel bastante más importante que el que correspondía a su importancia.

D. Ángel siguió dando clases en su colegio. Los olmos recién plantados en el jardín fueron creciendo, dando sombra y convirtiendo a la antigua plaza en un auténtico paseo. Un par de años después en ese joven jardín, una tarde de agosto, don Ángel le pegó un par de tiros a un rival político con el que discutía a causa de las inminentes elecciones generales. Cosas de su carácter vehemente y excesivo que en más de una ocasión lo metió en algún aprieto. Al poco, tras los correspondientes problemas judiciales, marchó a Madrid donde pasó unos años dedicado a la política para ser finalmente recompensado con un gobierno civil en Filipinas. El jardín siguió creciendo y se le añadió la fuente monumental de la Explanada. Unos años después, ya fallecido don Ángel en 1895 con apenas cincuenta años, Manuel Ciges Aparicio comenzó a frecuentar a su familia de Quesada. En aquel jardín ya crecido, en el casino que se instaló en una de sus esquinas, oyó contar las viejas historias de don Ángel con el que de inmediato simpatizó por su enemistad con Weyler, su oposición al caciquismo y esa afición a meterse en problemas que compartía Ciges. Y así nació don Luis Obregón, el personaje central de Villavieja.

A casi 150 años de aquella historia esperemos que Quesada proteja los pocos olmos antiguos que sobreviven, que perduren y que no sea necesario que en el futuro alguna historiadora (los tíos habitualmente aman menos a las plantas) tenga que recordarlos como cosa de tiempos antiguos y olvidados.