Tras
la salida de los franceses a consecuencia del tratado que con Napoleón firmó Fernando
VII, con la oposición de la Regencia y las Cortes, poder legítimo en aquel
momento, regresó a España quien en su momento fue llamado “el Deseado” y que
terminó siendo recordado como “el rey Felón”. Sin pérdida de tiempo, en mayo de
1814, abolió la Constitución de Cádiz, en lo que técnicamente fue un golpe de
estado, y restauró el absolutismo. Desde ese momento la ley fue la voluntad
real, que se ejercía sin ningún tipo de cortapisa. Se inició así el Sexenio
Absolutista durante el cual se reprimió duramente a los liberales y a los
partidarios de la Constitución y las Cortes. El pronunciamiento del general
Riego en Cabezas de San Juan obligó al rey a jurar la Constitución a principios
de 1820. La “Pepa” estuvo vigente 3 años, durante el llamado Trienio Liberal.
En 1823 una nueva invasión francesa, conocida como Los Cien Mil Hijos de San
Luis, repuso en el poder absoluto a Fernando. Mandaba la expedición el duque de
Angulema, hijo de Carlos X, último Borbón de Francia, una especie de asunto de
familia.
En
Quesada, la Constitución de Cádiz se proclamó nuevamente el 17 de marzo de 1820
y en ese mismo cabildo se convocó a los vecinos para que dos días después, el
domingo 19, eligieran en concejo abierto un nuevo Ayuntamiento según la
legislación constitucional.[1]
Durante
el Trienio se constituyó un Ayuntamiento independiente en la entonces aldea de
Huesa, agrupada con Belerda y Arroyo Molinos. El proceso se inició con una
carta que el párroco de Huesa, Nicolás Rodríguez, dirigió a la Diputación el 26
de marzo de 1821 solicitando la segregación de la jurisdicción de Quesada y la
asignación de un término municipal propio. El cura alegaba como uno de los
motivos para la separación que, aunque él explicaba “la doctrina de la sabia
Constitución”, a la aldea no mandaba el Ayuntamiento de Quesada ni órdenes ni
proclamas del Gobierno “que puedan ilustrar a aquellos habitantes”.[2]
Poco
más se puede conocer del Trienio Liberal en el pueblo porque las actas del
Ayuntamiento constitucional desaparecieron. No es una pérdida casual, faltan
todas las actas constitucionales y solo esas. Se destruyeron para borrar de la
memoria cualquier referencia a esos años en lo que sin duda es un reflejo
quesadeño del carácter despótico y vengativo de Fernando VII.
Timbre del libro capitular de 1820 |
El
nuevo Ayuntamiento realista de Quesada se constituyó el 8 de julio de 1823. Se
hizo según la Real Orden que mandaba “restablecer los ramos de la
Administración en los términos en que se hallaren en 1 de marzo de 1820”, es decir,
volver en el tiempo y rehacer las cosas tal cual estaban en aquella fecha. Fueron repuestos los regidores y demás oficios
municipales que ocupaban los cargos entonces. Los cargos y empleados
municipales del periodo constitucional cesaron de inmediato. Los miembros de la
Milicia Nacional, cuerpo de voluntarios de carácter liberal y constitucional,
fueron castigados con enormes multas de 200 escudos. Como algunos de ellos
estaban huidos y no se conocía su paradero, se hizo a sus familias responsables
del pago de las mismas.[3] Lógicamente,
y porque no existía en 1820, el Ayuntamiento independiente de Huesa fue
disuelto y las tres aldeas volvieron a la jurisdicción de Quesada.
La
vuelta del absolutismo no sucedió de forma pacífica y tranquila. Al amparo del ejército
francés del duque de Angulema se levantaron partidas locales de realistas que
imponían pueblo a pueblo la vuelta del absolutismo. En nuestra comarca se hizo
famosa la denominada “Defensores del Rey”, a cuyo frente estaba Luís Moreno,
natural y vecino de Quesada.
Moreno
había formado parte de las guerrillas que al mando del comandante Hermenegildo
Bielsa se habían enfrentado a los franceses en estas sierras. Furibundo
partidario del absolutismo, con su grupo de voluntarios realistas recorrió los
pueblos de la zona en persecución de los constitucionales. En La Iruela, por
ejemplo, dejó testimonio de su paso exigiendo para su partida hombres y provisiones.[4] No se
limitó a estos pueblos, sino que extendió sus golpes y acciones al norte de
Granada y Almería. En julio, un vecino anónimo de Quesada publicó en “La
Gaceta” una carta en la que exaltaba las andanzas de Moreno en el pueblo de Gor
(Granada): “La acción que ha tenido con los rebeldes en Gor, cerca de Baza, el
jefe Realista D. Luis Moreno, hijo de este pueblo, de donde pasó a otros de
este reino y del de Granada reuniendo gente, después de haber quitado aquí el
símbolo de la impiedad y libertinaje.” En Gor tomó prisioneros a 19 oficiales y
soldados constitucionales que se trajo para Quesada y que el anónimo
comunicante dice haber visto, encontrando que eran todos “masones” y
“comuneros”.[5]
En
octubre, Moreno pidió al Ayuntamiento de Quesada que certificase sus servicios
prestados a la causa. En el memorial que al efecto presentó decía que “siempre
se había portado con la mayor fidelidad y amor a la Patria y en defensa de
nuestro Católico Monarca” sin pretender “destino alguno”. El Ayuntamiento
confirmó que había sido teniente coronel “del escuadrón de defensores del Rey”
y que eran públicas y notorias las acciones a favor de la causa que había
efectuado, “de las cuales ha pasado por esta Villa los prisioneros que ha hecho
con el escuadrón de su mando”. Añade que durante la acción de Oria, Almería,
había aprehendido una bandera constitucional “la que ha sido regalada a la
soberana y milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Tíscar”[6]
En los prolegómenos de las
guerras carlistas volveremos a tener noticias de este vecino, que primero luchó
contra el invasor francés para años después unirse a una nueva invasión
francesa. Pero mientras él actuaba, la guerra pasaba cerca de Quesada. En el
mes de julio el general Gabriel Jean
Joseph Molitor entró en el reino de Granada procedente de Murcia. Enfrente
tenía al ejército español constitucional al mando del general Francisco López
Ballesteros. En Guadahortuna, y unos días después en Campillo de Arenas, atacó
y derrotó a Ballesteros. Lo que ocurrió a continuación lo cuenta el periódico
de Madrid “El Restaurador”[7]:
“Este último (Ballesteros) se ha internado en las montañas, y ocupa los pueblos
de Quesada, Pozo Alcón y Cazorla, teniendo siempre á su vista al general Foissac
Latour que con todas sus tropas han ido á Baeza y Villacarrillo; y como es de
presumir que quiera volver Ballesteros al reyno de Murcia, el Conde Loverdó ha
ido con su división á Guadix para observar sus movimientos.”
No
hay noticia en las actas del Ayuntamiento de Quesada, continuando la norma del
silencio sobre todo lo constitucional, de que estas tropas hubieran ocupado el
pueblo. Sólo hay una mención genérica al “apuro en que esta corporación se ve
para el suministro de las tropas que transitan por esta villa.”[8] Tiene
toda la lógica que se refugiaran en las sierras de esta comarca, entonces aún
más aislada y remota que hoy día. Y es muy posible que en Quesada tuvieran el
apoyo no solo de los liberales del pueblo, sino especialmente de los vecinos de
Huesa, que sin duda sabían que la suerte de su independencia municipal dependía
de la que corriera la Constitución.
Poco días después de estos
sucesos el general Ballesteros se entregó a los franceses firmando un acuerdo,
una de cuyas cláusulas establecía que las tropas a su mando “se acuartelarán en
los puntos siguientes, que han sido señalados de acuerdo con el general
Molitor, á saber: Quesada, Cazorla, Úbeda, Loja, Lucena,
Algarinejo y Archidona.”[9]
Aquel fue un verano
intenso en Quesada: Moreno al frente de sus voluntarios realistas exhibiendo
prisioneros y banderas capturadas, tropas que pasaban por el pueblo, soldados
constitucionales fugitivos que se refugiaron en las sierras para ser finalmente
acantonados como prisioneros en el pueblo. En septiembre el general Riego, que
había intentado reorganizar la resistencia al francés, fue completamente derrotado
en Jódar y pudo escapar a duras para esconderse en un cortijo de Arquillos,
donde fue traicionado y capturado.[10] Fue
ahorcado en Madrid y con su muerte se inicia el periodo conocido como la Década
Ominosa. Durante la misma se persiguió con saña a los liberales, siendo una de
las víctimas más conocidas Mariana Pineda.
Fernando VII murió en el
otoño de 1833 sin descendencia masculina. Antes, y en medio de intrigas y
conspiraciones palaciegas, nombró a su hija Princesa de Asturias y sucesora. Su
hermano el infante Carlos María Isidro se negó a aceptar la sucesión por línea femenina
y reclamó el trono.[11] La
sublevación de los partidarios de Carlos, reconociéndolo como sucesor y rey
legítimo, es el origen de las guerras carlistas. A grandes rasgos y simplificando
puede decirse que los carlistas, cuyo lema era “Dios, Patria, Rey”, defendían
el absolutismo, el integrismo religioso y el mantenimiento de los fueros territoriales.
Por el contrario los liberales apoyaron a Isabel.
Isabel fue jurada por las
Cortes como Princesa de Asturias en junio de 1833 y pocos meses después, a
finales de octubre y tras la muerte de Fernando, proclamada reina como Isabel II.
Tenía apenas 3 años, por lo que asumió la regencia su madre María Cristina de
Borbón como Reina Gobernadora. En Quesada se celebraron con entusiasmo ambos
acontecimientos. Los días 24, 25 y 26 de julio se celebraron funciones para
celebrar la jura de la princesa. Una “comparsa de romanos elegantemente
vestida” ejecutó “difíciles evoluciones militares” y “raras y preciosas figuras
de contradanza”. Según “La Revista Española” la asistencia a estas funciones
fue extraordinaria.[12] Hubo
también limosna a los pobres, comida especial a los presos del arresto
municipal y, por supuesto, procesión de la Virgen de Tíscar. Poco después, el 8
de diciembre se alzaron pendones “como (esta Villa) lo acostumbra desde tiempos
antiquísimos, y todos sus habitantes manifestaron el mayor entusiasmo por el
advenimiento al trono de S.M.”[13] El
Ayuntamiento hacía votos por la Reina Gobernadora “una de las tutoras más
sobresalientes que en ninguna época ha presentado la historia de España”
(finalmente sobresalió en voracidad con los caudales públicos, siendo expulsada
dos veces del país por este motivo).
Pero a pesar de estas
noticias tan entusiastas no existía la unanimidad que se pregonaba y había en
Quesada vecinos opuestos al Gobierno isabelino. Los antiguos realistas locales no
aceptaron de buen grado la sucesión. A finales de 1834 la milicia urbana
(Milicia Nacional) de Cazorla remitió una comunicación al periódico “El
Mensajero de las Cortes” explicando que estando Cazorla “tan próxima a unas
sierras escarpadas y montuosas” y temiendo que “pueda estallar alguna facción
en estas inmediaciones, y verse comprometidos” había reclamado al Gobierno
insistentemente pero sin conseguirlo que les facilitase armas. Para conseguir
un mayor efecto añadían que había rumores de una conspiración en Úbeda y que se
había descubierto otra “que su origen debía tenerlo en el término de la villa
de Quesada, distante una legua de esta”. Provocarían malestar estos comentarios
en las autoridades de ambos pueblos y poco después volvieron a escribir “con el
justo fin de evitar el mal concepto que pudiera haberse formado de ambos
pueblos” que las cosas no fueron “como se pintaron”.[14]
Quesada era un posible
foco de insurrección. Por eso la milicia, los urbanos de Cazorla, tuvieron
fácil “asustar” con un posible levantamiento. Luis Moreno debía de estar conspirando
y no estaría solo. Cuando poco después ya estaba en abierta rebeldía, el
Ayuntamiento consideraba que el peligro era grande porque “al frente de la cual
(la partida rebelde) está el Moreno, persona por nuestra desgracia ligada con vínculos
de sangre con muchos familiares y relacionada con otras por amistad por lo que
es indudable su combinación para lograr sus siniestras intenciones.”[15] En
este tenso ambiente algunos liberales, como el corresponsal en Cazorla de “El
Mensajero de las Cortes”, creían que no se estaban cumpliendo las medidas
prometidas por el Gobierno “para bien de los pueblos” de la comarca y que no se
hacía “nada de lo que convendría para que se conociesen las mejoras del nuevo
sistema.” Concluía su lamento afirmando que “si la censura aprieta y no deja
pasar verdades, callemos todos y venga cuando quiera Zumalacarregui.”[16]
Moreno fue detenido y
encarcelado en Granada, pero se fugó de la cárcel y se refugió en su tierra. El
corresponsal en Cazorla del Mensajero decía en el artículo antes citado, y de
ahí sus temores, que “Moreno el de Quesada, uno de los partidarios del
absolutismo que mandó una partida el año 23, se ha fugado de Granada donde
estaba preso, y dicen que con diez más proclama a Carlos 5º en estas sierras”.
El gobernador civil publicó una proclama explicando la situación: “El
bandido Luis Moreno, bien conocido en esta provincia por sus
atrocidades, hallándose preso en Granada logró fugarse y apareciendo en los
confines de este territorio en el día 19 del mes anterior, acompañado de otros
tres ilusos todos armados, pretendió alterar la dichosa tranquilidad que gozan
estos pacíficos y leales habitantes.” Informaba el gobernador que se habían
lanzado en su persecución una compañía de granaderos y otra de cazadores,
además del “destacamento de miqueletes destinado á la persecución de
malhechores.” También se habían puesto a disposición del Gobierno los pueblos
de Cabra del Santo Cristo, Quesada, Cazorla, Úbeda y Baeza que “corrieron á las
armas para conseguir su exterminio.” Confirmando los temores de que se le
unieran familiares y amigos, el gobernador comunicaba que en los primeros
enfrentamientos había sido capturado “por los valientes Urbanos de Quesada un
sobrino del Moreno, aprendiéndole además varias armas y efectos” Luis Moreno se
salvó “por haberse precipitado en la maleza de los bosques que solo pueden
penetrar las fieras, abandonando hasta el sombrero y la capa.”[17]
La
tensión en los pueblos era grande, especialmente en Quesada, de donde era
natural Moreno. El 3 de febrero el Ayuntamiento celebró una reunión
extraordinaria a la que fueron invitados junto a los regidores el cura párroco
Cesáreo Aguilera, el Comandante de Armas
de la Villa y el de la Milicia Urbana. Ante la gravedad de la situación se acordó
constituir una comisión permanente en el Ayuntamiento, cuyos miembros se
turnarían para que hubiera algunos de ellos las 24 horas en el edificio.
Igualmente se acordó citar a “paisanos honrados” que auxiliaran a los miembros
de la comisión “que han de permanecer toda la noche y en las rondas que han de
dar con toda la vigilancia”. Acordaron también echar mano de “cuantos fondos
existan (…) para comprar municiones, pagar los portes y otros gastos
indispensables.”[18]
El día 6 volvieron a reunirse para tratar del problema del correo, ya que se
temía que “la valija de la correspondencia pública pueda ser asaltada en la
casa del encargado”. Se decidió que este, José Antiñolo, que al parecer tampoco
era muy fiable, entregase la valija en el Ayuntamiento a los miembros de la comisión
de vigilancia y que allí se hiciera el reparto. Respecto al dinero, se acordó
utilizar los fondos producidos por el arriendo de las tierras de la Dehesa en
“la presente invernada”. [19]
Moreno mientras tanto, y
tras la captura de su sobrino, seguía con sus andanzas. Contaba con apoyos.
Según el corresponsal en Úbeda de El Mensajero, el sacristán de Cabra de Santo
Cristo, trasladado poco antes desde la iglesia de Santo Tomás en Úbeda por sus
veleidades carlistas, fue descubierto robando objetos de plata de la parroquia
para entregarlos a la facción de Moreno.[20] De
alguno de los incidentes sucedidos durante los días en que Moreno andaba suelto
dio noticia la prensa de Madrid. El 13 de febrero un “cortijero de este pueblo
(Castril) fue a la sierra en aquel mismo momento a ver sus vacas y de repente
se encuentra con Moreno y sus secuaces”. Intentaron los fugitivos quitarle la
escopeta que llevaba, pero el cortijero se defendió y consiguió dar aviso a los
urbanos de Pozo Alcón, que salieron en su persecución.[21]
Moreno
fue finalmente capturado el día 16 “en las márgenes del Guadiana Menor” cerca
de Pozo Alcón. Al día siguiente, con orgullo y satisfacción, Francisco Tercero
Luengo, alcalde mayor de Quesada, se lo comunicaba por carta al gobernador
civil. Se habían presentado a él y “al señor comandante de escopeteros de
Andalucía D. Nicolás Molinero”, el alcalde de Pozo Alcón y un tal Juan de Dios
que al parecer fue el autor material de la captura de Moreno. Se habían
adelantado al grupo que lo traía preso “con la plausible noticia de la pronta
llegada a esta villa de este rebelde conducido por los urbanos y paisanos de
dicho pueblo.” A través del de Quesada, el alcalde de Pozo Alcón solicitó al
gobernador el indulto para Juan de Dios, pues era desertor del ejército.[22]
A las cinco de la tarde
del día siguiente, 18 de febrero, Luis Moreno fue fusilado “por la espalda”
(como traidor) en la Plaza pública de Quesada: “Por el inmenso gentío que ha venido de los pueblos
inmediatos a presenciar la justicia, se deja conocer que aquel cabecilla fue
mas criminal de lo que parece.” El comandante de los escopeteros, dando parte
al gobernador decía: “Parece increíble el encarnizado encono con que todos los
entusiasmados habitantes de los pueblos de la sierra de Cazorla á porfía la
montearon toda, hasta los parajes mas escabrosos, como en pos de animales
feroces, disputándose la gloria de ser los primeros á emplear sus armas contra
los enemigos de la Reina Nuestra Señora y de las libertades patrias.”[23]
La muerte de Moreno en "El Diario Balear" |
Tras la ejecución de
Moreno, convertida en espectáculo comarcano, la tranquilidad volvió a Quesada
durante un tiempo. Apenas hubo novedades en 1935, fuera de la supresión del
convento de los dominicos, que fue clausurado en el mes de julio junto a todos
los que en el resto del país tenían menos de doce frailes.[24]
Desde entonces el caserón que dominaba el centro del pueblo quedó vacío, hasta
que unos años después se trasladaron allí las escuelas y los almacenes del
Pósito Municipal, y bastantes años después el mercado. Al año siguiente se
inició la segregación de Larva que fue separada del término de Quesada para
incluirla en la de Cabra del Santo Cristo. A finales del verano de 1836, mientras
el general Serrano Bedoya acumulaba méritos y ascensos combatiendo a los
carlistas en Cataluña, la guerra pasó cerca de Quesada.
Miguel Gómez Damas,
natural de Torredonjimeno, fue un militar de convicciones realistas. Desde el
primer momento se unió a la sublevación carlista. En junio de 1836 partió de
Amurrio (Álava) al frente de una columna con la que durante los meses
siguientes recorrió toda la Península, desde Santiago de Compostela hasta
Algeciras. La llamada Expedición Gómez causó sensación y sorpresa no solo en
España; la prensa europea del momento se hizo eco, casi día a día, de sus
andanzas y de la impotencia del ejército isabelino para detenerlo.
El 23 de septiembre Gómez
entró en Jaén por Chiclana de Segura procedente de la Mancha. Esa noche
pernoctó en Villanueva del Arzobispo. Al día siguiente entró en Úbeda y al otro
en Baeza. Salió de la provincia por Andújar camino de Córdoba, a donde llegó el
día 30. Antonio Pirala en su “Historia de la Guerra Civil”, dice que “se
apoderó Gómez en su tránsito de los caudales públicos y efectos estancados que
le convenían, del armamento y fornituras de gran número de los milicianos, de
caballos, y cuanto fue su voluntad, vejando, como es consiguiente, á las
pueblos, con sus crecidas exacciones.”[25]
El alboroto y temor en
todos los pueblos cercanos a la marcha de Gómez fueron tremendos. En los plenos
del Ayuntamiento de Quesada celebrados en esos días se reflejan las órdenes del
gobernador y del comandante militar de la provincia apercibiendo a los
ayuntamientos para que movilicen hombres y recursos en prevención ante la
cercanía de la columna. No pasaron los de Gómez por Quesada y aquí la cosa
quedó en un susto. Pasaron, esos sí, los presos de la cárcel del Partido,
entonces en Villacarrillo, cuyo juez decidió evacuarlos a Baza ante la
proximidad del carlista. Al efecto se recibió un oficio del juez de 1ª
instancia avisando a los pueblos a fin de que tuvieran previsto su paso y el
aprovisionamiento de raciones.[26]
Casualmente Quesada estaba en aquellos días de elecciones municipales,
previstas para el día 25. Como pueblo comprendido entre los 1.000 y 4.000
vecinos le correspondía elegir a dos alcaldes (el segundo era teniente de
alcalde), ocho regidores y dos procuradores síndicos. Gómez pasó de largo, las
elecciones se celebraron y resultó elegido D. Nicolás Cano como alcalde
primero.[27]
Por un par de meses la
tranquilidad regresó al pueblo, pero el 14 de diciembre de nuevo la guerra se
acercó a Quesada, esta vez con tiros. En la madrugada “protegidos de la hora y
una densa niebla” se escucharon disparos. La partida carlista encabezada por
Chinchilla y Mongero atacó Quesada con 90 soldados a caballo y 40 o 50 a pie,
según el comandante de la Milicia Nacional. La defensa fue dirigida por este
comandante y por el flamante alcalde Nicolás Cano. A la Milicia se unieron
otros vecinos del pueblo. El tiroteo en las calles del pueblo se prolongó unas
dos horas hasta que los facciosos[28] abandonaron
el campo marchando en dirección norte. En su informe al jefe militar de la
provincia, el comandante de Quesada informó que los facciosos habían tenido ocho heridos, entre ellos
Mongero, y habían perdido tres caballos. No dice nada de bajas propias.[29] El
comandante de armas de Baza informó a su vez al capitán general de Granada que
en Pozo Alcón, ante la noticia de que “la villa de Quesada había sido acometida
por una facción”, el alcalde y los vecinos se había puesto en alerta “resueltos
a defenderse si los atacan los facciosos”. Desde Baza se ordenó a la Milicia
Nacional de Zújar “ponerse sobre las armas” por si era preciso prestar ayuda a
Pozo Alcón. Ya en enero el capitán general de Granada comunicó al comandante de
Baza que la partida de Chinchilla había quedado “reducida a la nulidad
sufriendo una constante persecución” y que no había “temor por ahora de que
intenten entrar en ningún pueblo”.[30]
El libro capitular de 1836 |
En 1837 la llamada Expedición
Real, mandada personalmente por el pretendiente Carlos, estuvo a punto de tomar
Madrid en septiembre, aunque no lo
consiguió por su propia y desconcertante indecisión. Mientras, un joven
Francisco Serrano Bedoya combatía a los carlistas a las órdenes del general
Espartero, del que poco después fue nombrado ayudante de campo. Aunque la
guerra seguía en el Norte, en Cataluña y Aragón, en Quesada, y en general en la
comarca y provincia, fue un año bastante tranquilo. Como dice el lugar común, fue
la calma que precede a la tempestad.
En los primeros días de
enero de 1838 se dio lectura en pleno municipal a una circular de la Diputación
mandando que “se excite y estimule el patriotismo de la juventud y alistarse
para servir en el ejército de reserva que se ha de formar en esta provincia”.
Para su cumplimiento el Ayuntamiento acordó pregonar un edicto para que al
siguiente día festivo acudiesen los mozos a la Plaza a fin de transmitirles el
mensaje, “para cuya operación concurrirá el Sr. comandante de armas y Milicia
Nacional para que por su parte contribuya para dicha invitación.”[31]
Pocos días después, y aunque sin relación con la guerra, la Junta de Enajenación
de edificios y efectos de conventos suprimidos cedió, para que se instalase la
escuela, las habitaciones del piso superior del claustro del convento, cerrado
y sin uso hacía ya tres años. Las escuelas de niños se mantuvieron en este
lugar hasta finales de los años cuarenta del siglo XX. En la misma comunicación
la Junta de Enajenación pedía que se le enviaran para su venta “las dos
campanas que pertenecían al de Santo Domingo de esta villa.”[32]
El
26 de enero se reunieron en Alcaraz (Albacete) las columnas carlistas de don
Basilio y Tallada. Antonio Tallada Romeo, militar carlista natural de
Ulldecona, fue encargado por el general Cabrera del mando de una expedición que
recorriera Murcia y La Mancha. Basilio García Velasco, conocido como don
Basilio el de Logroño, salió desde la Rioja al frente de otra expedición que
iba desplazándose de un lugar a otro en función de los acontecimientos, como
era corriente en las columnas carlistas.[33] Juntos
intentaron penetrar en Andalucía. El 31 pasaron a Orcera y el 2 de febrero a
Villanueva del Arzobispo. Enfrente tenían a las tropas del mariscal de campo
(general de división) Laureano Sanz Alfeirán, que pocos años después sería
ministro de la Guerra con Narváez.
Don
Basilio y Tallada bajaron por Villacarrillo y Torreperogil para entrar en Úbeda
el día 4. Esa noche no permanecieron juntos, Tallada marchó a ocupar Baeza mientras don Basilio permaneció en
Úbeda. El general don Laureano Sanz, cuando supo que se habían separado, se
interpuso entre ellos situándose en el llano que separa ambos pueblos. Atacó
primero a la columna Tallada “a la que derrotó haciéndola considerable número
de prisioneros (…) La de don Basilio formó á la salida de Úbeda frente á Baeza
y apoyó la retirada de Tallada, emprendiéndola ambas columnas por Torre de
Pedro Gil” Vadearon el Guadalquivir por la parte del Puente de la Cerrada
llegando a Cazorla esa noche, día 5, donde pernoctaron.[34]
Según el parte de guerra del general Sanz, “los enemigos perdieron 10 hombres
entre muertos, heridos, pasados y prisioneros, dejando mucho mayor número de
armas y cananas esparcidas en
los campos teatro de las operaciones.”[35]
Aquella
noche, estando los carlistas en Cazorla, el Ayuntamiento de Quesada se reunió
en sesión extraordinaria. A la vista de la situación y “atendiendo órdenes
superiores”, acordaron el alcalde y los concejales que, en caso de ser
invadidos, se retirarían llevando consigo todos los fondos que hubiera para
evitar que cayeran en manos de los carlistas. Pero “no pudiendo dejar el pueblo
abandonado” y sin “personas de alguna representación”, nombraron una “junta
auxiliar interina” de vecinos que se hicieran cargo del mando en ausencia de la
corporación. Formaban parte de la misma el párroco Cesáreo Aguilera, el capitán
retirado Domingo Díaz, Tomás Bello, padre del que luego fue maestro y pintor de
obras religiosas Isidoro Bello y los propietarios José de Mora y Salvador
Segura. Además, Santiago Vicente García, de joven liberal y furibundo carlista
después, personaje del que luego hablaremos. Por la composición de la Junta se
aprecia que intentaron designar personas que, a su juicio, impusieran algo de respeto
a los invasores.[36]
Finalmente
no hubo necesidad de abandonar el pueblo y poner los dineros a salvo porque don
Basilio y Tallada salieron de Cazorla la madrugada del día 6. Guadalquivir
adelante llegaron a Hornos y al día siguiente durmieron en Santiago de la
Espada.[37] El
general Laureano Sanz pasó con sus tropas a Quesada el día 6. La presencia de
los soldados siempre suponía un gran impacto en el pueblo. No solo porque la
Plaza, entonces diáfana y sin árboles, un poco más pequeña porque entonces la Explanada
estaba ocupada por la antigua casa de la Tercia, estaba ocupada por tiendas de
campaña, militares y caballos. Para el Ayuntamiento y por tanto para los
vecinos, la estancia de los militares suponía un gasto considerable pues las
raciones de aprovisionamiento para hombres y animales corrían por cuenta del
pueblo por el que pasaban.
La mañana del día 7 Laureano
Sanz salió de Quesada persiguiendo a los carlistas, de los que tenía noticias
se movían por la parte de Segura de la Sierra. De forma bastante triunfalista
el general informaba en su parte diario que “la pérdida del enemigo se calcula hasta el día en
mas de mil hombres, entre muertos, heridos, prisioneros y pasados: estos
continúan presentándose á cada momento. Se han recogido gran número de fusiles
y demás efectos de guerra que quedaron en el campo para que puedan utilizarse
en el cuerpo de reserva.”[38] A causa del temporal don
Basilio no logró tomar Segura y retrocediendo por Santiago abandonó la
provincia llegando el día 11 a Nerpio, en Albacete, pasando al día siguiente
con grandes dificultades a Yeste. El 16 pasaron por Puebla de Don Fadrique
pernoctando en Huéscar. Allí se separaron y el coronel Tallada con su división abandonó
la zona.[39]
El general Laureano Sanz |
Económicamente la guerra
no solo repercutía en el Ayuntamiento y en los vecinos como gastos de
avituallamiento, sino mediante impuestos especiales para gastos militares. El
26 de febrero la Subdelegación de Hacienda del Partido de Baeza, de donde
dependía Quesada a efectos fiscales, remitió un oficio al Ayuntamiento
ordenando que en el término de 6 días se le remitiese el padrón o lista de
contribuyentes afectados por la “Contribución extraordinaria de Guerra y en el
término de 15 días el importe total de la misma.” El Ayuntamiento contestó
alegando que el padrón no se había formado “por las interceptaciones que ha
habido y hay en la actualidad por las tropas enemigas y nacionales.” Y que como
no había tiempo para cumplir el plazo, se formaría “tan pronto luego como se
vea libre este territorio de estas invasiones y ocupación de tropas.”[40]
Don
Basilio, ya sin Tallada, volvió a entrar en la comarca desde Castril atravesando
Pozo Alcón, Hinojares, Arroyo Molinos y Poyatos (Huesa), marchando hasta Peal por
el antiguo cordel o camino de los Arrieros evitando Quesada, donde temía la
presencia de tropas enemigas. Desde Peal cruzó el Guadiana alcanzando Jódar la
noche del día 20. Al día siguiente cruzó el Guadalquivir dirigiéndose hacia el
norte, pasando Despeñaperros el día 24.[41]
Laureano Sanz no salió
tras don Basilio, sino que se quedó en la comarca persiguiendo a los restos de
las facciones carlistas que había quedado dispersas por la zona. En su parte de
guerra firmado en Pozo Alcón el 1 de marzo, informaba que “los Nacionales de
Quesada y Cazorla persiguieron á los insignificantes restos de Tallada,
habiendo aprehendido al cabecilla titulado la Diosa con algunos rebeldes mas.”
Manifestaba el mariscal de campo su satisfacción por “el buen espíritu público
del país, pues hasta los habitantes de los mas recónditos cortijos salen
persiguiendo á los fugitivos y van presentando á los que capturan.” El día 5
Sanz estaba en Quesada con un importante grupo de prisioneros: dos jefes, dos
capitanes, siete subalternos, 11 sargentos y 33 cabos y soldados.[42]
Como vemos, durante todas
estas semanas hubo en Quesada un continuo trasiego de tropas y prisioneros
mientras muchos vecinos de la Milicia Nacional recorrían las sierras en busca
de rebeldes. Estas novedades, que rompían
la monotonía del pueblo y despertaban el interés de la chiquillería, en el
resto del vecindario inspiraban preocupación y temor. No solo por el riesgo
propio de los enfrentamientos armados, sino por la brutalidad que se les
suponía a los invasores. Aunque la columna de don Basilio inició su expedición
con tropas más o menos regulares, durante sus correrías se le fue uniendo
gente, unos por ideología, otros muchos por afanes menos nobles. Dice Antonio Pirala
que “tan vandálico era el proceder de la mayor parte de los carlistas que se le
agregaron á don Basilio“ que cuando informaron al pretendiente don Carlos del
descalabro de sus fuerzas en esta tierra afirmó encolerizado: “Las tropas de
Aragón (Tallada), cobardes é insubordinadas, huyen a la vista del enemigo, y
atropellan y roban cuanto encuentran. Las fuerzas de la Mancha (don Basilio)
son aun peores; sus jefes, oficiales y soldados, no son más que unos
facinerosos... Prefiero la muerte á tener á mis órdenes semejantes forajidos
que no conocen ni religión ni rey; son ladrones y nada mas...”[43]
Tan
pronto acabó la batalla de las armas empezó en Quesada otra, la electoral.
Siguiendo las instrucciones del gobernador se convocaron elecciones
municipales. No se piense en nada parecido a lo que conocemos hoy, por ser
diferentes no existían ni candidatos y las secciones o distritos electorales
eran las parroquias. Se elegían compromisarios que a su vez nombraban a los
miembros del nuevo Ayuntamiento. En Quesada era 15 los compromisarios a elegir
y se convocó a los vecinos para que acudieran el domingo 18 para proceder a su
elección. En el caso de Huesa, que tenía parroquia propia, se comisionó a un
concejal para que se desplazase al lugar y “presida la Junta electoral que en
aquella debe formarse y enseguida unirlos los votos (de la parroquia de Huesa) a la general votación que en esta se haga.”[44]
El
siguiente domingo, día 25, los 15 comisionados electores designaron a su
criterio, entre todos los vecinos, los miembros del nuevo Ayuntamiento. Resultó
elegido alcalde José de Mora. Los tiempos no estaban tranquilos y ejercer un
cargo municipal en el Ayuntamiento isabelino podía suponer un riesgo personal
en el caso de una nueva incursión carlista. Buena parte de los nombrados (Sabas
de Jila, Joaquín Lara, Antonio Ribera, Francisco Conde, Juan Luis Monterreal y
el propio José de Mora) intentaron rechazar el nombramiento alegando distintos
motivos de incompatibilidad. Pero aún figurando estas reclamaciones en el acta,
el Ayuntamiento se constituyó. No hubo problema en el nombramiento de alcaldes
pedáneos en las aldeas de la jurisdicción, que entonces eran Huesa, Belerda,
Arroyo Molinos, Lacra y Guadiana (Collejares), Cherrín y Tarahal, estas últimas
hoy día lugares abandonados en el término de Huesa, cerca de Cortijo Nuevo.[45]
Con
la huída de don Basilio despareció el peligro pero la Milicia Nacional de los
pueblos de la comarca se mantuvo en alerta. El 27 de agosto la facción de
Morillas, con una fuerza muy inferior a empleada en febrero (10 caballos y de
70 á 80 infantes) intentó acometer Cazorla. Según su alcalde el objetivo bien
pudo ser liberar a los numerosos presos carlistas que había en la cárcel desde
los sucesos del invierno. Hubo alarma, toque de generala y un tiroteo que duró alrededor
de tres horas. Los nacionales de Cazorla consiguieron rechazar a “aquellos
caribes”, que abandonaron su intento no sin saquear “parcialmente” La Iruela durante
su retirada. Los nacionales de Quesada fueron avisados pero para cuando
llegaron, a las 10 de la mañana del día siguiente, ya habían huido los
facciosos y no pudieron “tomar parte en el combate, cual lo habrían hecho si á
tiempo hubiera podido trasmitírseles la noticia de la invasión.” No obstante se
dio “un refresco á estos valientes”. Este alcalde, Manuel Martín Olivencia,
debía tener tentaciones literarias y compuso una proclama que se publicó en la
Gaceta y que por su estilo ampuloso y barroco resulta bastante pintoresca a
nuestros ojos. Valga de ejemplo el párrafo final dedicado a los de Quesada:
“Loor á tan dignos defensores de la segunda Isabel y libertades patrias, y loor á nuestros vecinos y amigos los valientes Nacionales de
Quesada que en recíproca correspondencia han venido en nuestro socorro, y sentido no haber llegado á tiempo
de ejercer su valor.”[46]
El
tal Morillas, que debía de ser un cabecilla menor (Antonio Pirala ni lo
nombra), siguió por estas tierras hasta que el 21 o 22 de octubre fue muerto en
un cortijo cerca de Villacarrillo. En el
Boletín extraordinario de la
provincia de 25 del mismo mes lo comunica, desde Quesada, el nuevo jefe militar
del ejército gubernamental, el general Carlos González Llanos. En un parte de Guerra posterior
el general Llanos, también desde Quesada, informó que el cabecilla José Moreno,
alias el Fraile, había sido desalojado por sus tropas “de las inmediaciones de
Quesada, pueblo de su naturaleza.” Escapó a la sierra siendo perseguido hasta
que se le localizó y tiroteó “en la aldea de Bujaraiza”. Dice Llanos que su
cadáver fue conducido a Hornos y “expuesto en la plaza al público.”[47] Es
evidente que este José Moreno era pariente del antes mencionado Luis Moreno. Su
presencia en las inmediaciones Quesada muestra que se mantenía el foco carlista
alrededor de sus parientes y partidarios, como ya hemos visto que temía el
Ayuntamiento en 1835.
Uniformes de soldados isabelinos que tanto debieron llamar la atención en Quesada. |
Quesada no volvió a tener otro año con la intensidad bélica que este 1838. Al año siguiente, el Abrazo de Vergara entre Espartero y Maroto puso fin a la primera guerra carlista. La segunda (1846-49), focalizada en Cataluña, apenas tuvo repercusión en Andalucía. En Quesada no conozco noticia alguna salvo un incidente menor que quizás esté más relacionado con el bandolerismo que con la guerra. El 20 de marzo de 1847 el juez de 1ª Instancia, entonces en Villacarrillo, avisó “de la aparición de 9 hombres sospechosos en la sierra de Pozo Alcón, Cazorla y esta villa.” El alcalde dispuso 42 hombres armados que junto a los guardias civiles del destacamento, instalado en Quesada un año antes, y los escopeteros de Pozo Alcón, “recorrieran los puntos más sospechosos de la sierra”. No se dio con ellos, solo con “dos rateros, uno con un arma muy corta y el otro desarmado” dedicados al robo de ganado, que tampoco pudieron ser prendidos y escaparon.[48]
En
mayo de 1856 murió Santiago Vicente García, que como ya se ha visto fue miembro
de la Junta que se nombró en 1838 para hacerse cargo del pueblo en el caso de
invasión y desalojo del pueblo por el Ayuntamiento. Su muerte fue recogida por
la prensa de Madrid y especialmente por “La Esperanza”, un periódico ultracatólico
y órgano oficioso de los carlistas que se habían reintegrado a la legalidad
tras el fin de la primera guerra civil carlista: “el 18 del actual falleció, a
la edad de 74 años, en su pueblo, la villa de Quesada, provincia de Jaén,
nuestro apreciable amigo el Sr. D. Santiago Vicente García, escritor
aventajado, humanista y filósofo distinguido”.[49]
Santiago
pertenecía a una familia establecida en Quesada en 1823 cuando su padre, Manuel
Vicente Moreno, fue nombrado alcalde mayor por la Chancillería de Granada. La
familia se integró rápidamente en la vida del pueblo. Su hermana Ángela se casó
con el rico propietario Juan Antonio Conde. Su hermano Manuel ejerció de
abogado y fue comisionado de la Diputación en los expedientes de separación y
división de términos de Huesa (de Quesada) y Peal (de Cazorla). Santiago fue liberal
en su juventud pero fue evolucionando hasta posiciones carlistas y
extraordinariamente conservadoras.[50] Se
dedicó a la enseñanza y hacia mediados de siglo, y hasta bastantes años después
de morir, sus obras eran utilizadas como libros de texto oficiales por toda
España. Escribió una “Gramática de la Lengua Española” muy comentada en su
momento, “Examen crítico de la nueva gramática castellana de la Real Academia
Española” y “Gramática latina con cuadros sinópticos para facilitar su
estudio”. También textos de otras materias como “Instrucción religiosa”, de
1854 y “Lecciones preliminares para el estudio de las ciencias”, de 1856, ya al
filo de su muerte.
Como
figura del carlismo quesadeño es necesario traerlo aquí, pero es un personaje con
el suficiente interés para dedicarle en su momento una entrada propia. No deja
de ser sorprendente que desde Quesada, escribiera artículos nada menos que sobre
política internacional. Los publicaba “La Esperanza” y su lectura acredita la
buena información que tenía sobre estos asuntos, impropia de una persona que
vivía en un pueblo entonces mucho más remoto y aislado que hoy. Destacan los
dedicados a la guerra de Crimea como “Costumbres de los antiguos rusos y
cambios que han experimentado”[51] y
“Origen del Imperio Otomano”[52] En
ellos, y desde un punto de vista ultraconservador, nuestro paisano defiende a
los rusos y se posiciona contra los turcos y sus aliados ingleses y franceses,
a los que llama “liberales algodoneros”. Es sin duda un interesante personaje
en la Quesada del siglo XIX al que “La Esperanza”, en la reseña de una de sus
obras, calificaba con algo de exageración como “uno de los mejores latinos de
España”[53]
Portada de la última obra de Santiago Vicente García. |
El
carlismo siguió existiendo en Quesada en la segunda mitad del siglo como
movimiento minoritario de carácter ultraconservador y católico. Pero ya se
redujo al ámbito político, no volvió la guerra, casi, en ningún momento. Solo hubo
un incidente menor durante la tercera guerra carlista, ya al final de la I
República y siendo ministro el general Serrano Bedoya. Ocurrió en octubre de
1874. El carlista Miguel Lozano Herrera alborotó las provincias de Murcia,
Albacete y norte de Granada, amenazando con entrar en Jaén. Eran otros tiempos
y otras formas de sublevarse, de manera que entre sus hazañas cuenta el asalto
a un tren, en Hellín, mediante el que consiguió un buen botín e importantes
rehenes. Su columna fue completamente desbaratada en Bogarra, Albacete, el 12
de octubre. Lozano consiguió escapar dándose a la fuga con la intención de
refugiarse en Gibraltar. No lo consiguió porque fue identificado y capturado en
Linares, siendo fusilado días después.
El
día 4 de octubre el alcalde Ramón Serrano Bedoya, hermano del general y
ministro, hizo constar en acta: "Ayer se presentó una columna del Ejército
en persecución del carlista Lozano habiéndose ocasionado grandes gastos para
raciones de caballerías y soldados y por los propios que han pasado a los
pueblos cercanos con comunicaciones sobre el paradero de la facción. Han salido
esta mañana para Beas de Segura llevándose 40 bagajes que debe pagar el Ayuntamiento
según dijo el jefe de la fuerza.”[54] Y no
hubo más; los daños de este último suceso guerrero fueron solo económicos. El
chiquillerío volvió a disfrutar con el espectáculo de los uniformes, los caballos
y la parafernalia de la tropa acampada en la Plaza.
Tras
la I República, en la Restauración borbónica, el Ayuntamiento estuvo controlado
por los dos partidos dinásticos. No obstante, parte de los ardores políticos
anteriores perduraron y existieron en Quesada, más o menos organizadas,
agrupaciones del Partido Republicano Federal y del partido Demócrata
Progresista (Castelar), cuyo jefe local fue el perito de montes Ricardo Moreno,
miembro también de la logia masónica quesadeña La Luz. Por lo que respecta a
los carlistas, el 30 de agosto de 1895 se constituyó el comité local del
Partido Integrista. Este partido fue fundado por Ramón Nocedal como una
escisión por la derecha del carlismo oficial, al que consideraba demasiado
cercano a los liberales. Su órgano de prensa fue “El Siglo Futuro” y en Jaén el
“El Pueblo Católico”.
La
fundación del partido en Quesada, “hermosa y apartada villa que tanto ama á
Nuestra Señora de Tíscar”, fue saludada con barroco entusiasmo por “El Pueblo
Católico”: “Gracias á Dios, nuestro trabajo no es estéril. Allá en las rocas y
verdes montes de Tíscar, levantase hoy un puñado de hombres de bien, en cuyos
pechos ha caído y arraiga la semilla del integrismo”. En la junta de
constitución del partido fue elegido presidente del comité local Juan Antonio
del Águila y Ribera, propietario, hermano de la Virgen y con anterioridad varias
veces concejal. Se da la circunstancia, quizás paradójica, de que fue uno de
los concejales elegidos por sufragio universal en las municipales de septiembre
de 1873 durante la I República. El vicepresidente primero fue Francisco Pérez
Herreros, natural de Ortigosa de Cameros (La Rioja), comerciante y tesorero de
la Cofradía.
Salvo
los dos anteriores, el comité estaba formado por personas sin demasiada
relevancia social. Eran pequeños propietarios y algún menestral como Francisco
Alarcón, herrero y encargado del reloj, curiosamente también por nombramiento
del Ayuntamiento republicano. Los grandes propietarios, y en general las
fuerzas vivas, participaban en los partidos dinásticos conservador y liberal,
que era donde estaba el poder. El carlismo se movía en los confines del sistema
y no lo tocaba siquiera. Como dijo Juan Antonio del Águila en su discurso
inaugural, “demasiado sabéis que aquí no se reparten dulces, ni esperanzas,
esto es, colocaciones y destinos.” Sí que hay en el comité integrista una buena
representación de personal eclesiástico (cura coadjutor, sacristán, sochantre…),
acreditando la mano que seguramente tenía en el partido Leandro Jiménez Pérez, el
párroco. Y por supuesto que la mayoría de ellos eran hermanos de la Cofradía.
El
presidente del comité exhortó en su discurso a los afiliados a “desechar el
espíritu de egoísmo y ambición, que es la hidra que destroza y mata á los
partidos liberales (los dos partidos dinásticos)” y remataba con estas
palabras: “probemos una vez más que en los alcázares derruidos de Quesada y en
los peñascos de Tíscar nacen con toda vida hijos que por sus venas corre la
sangre ardiente y cristiana que derramaron nuestros mayores en esta comarca,
preparada para asiento de la santa Religión del Crucificado. He dicho.”[55]
El
21 de octubre del mismo año se celebró en el Casino Español de Jaén una
asamblea provincial integrista presidida por el fundador del partido, Ramón
Nocedal. Uno de los intervinientes fue Juan Antonio del Águila, que habló en
nombre de “las juntas católicas nacionales constituidas en los pueblos del
distrito de Cazorla, como son Quesada, Huesa, Hinojares y Pozo-Alcón.·En su
recargado y barroco discurso se arrogó la fundación de estas juntas locales
para inmediatamente reconocer que el mérito realmente correspondía a la Virgen:
“No creáis que yo he organizado las Juntas que aquí presento por mis solas
fuerzas y simpatías, no, señores; esta es una obra que muy principalmente se la
debemos á Aquélla en cuyas manos ponemos todas las empresas arduas de nuestra
región, y sabéis quién es ésta, pues es nuestra Madre Patrona la Santísima
Virgen de Tíscar.” Se refiere también a un viaje que hizo a Roma, en tiempos de
Pio IX (es decir, antes de 1878, fecha de su muerte), llevando el estandarte de
la Cofradía, de la que era hermano: “enarbolando el antiguo y tradicional de
nuestra Patrona de Tíscar, en la gran Basílica de San Pedro en Roma.” Ignoro si
en las actas de la Cofradía, que no he manejado, se menciona este viaje y si
fue meramente personal de Juan Antonio o llevaba alguna representación de la
Cofradía como parece lógico si llevaba un estandarte.[56]
La noticia del comité integrista de Quesada |
De
los años siguientes no conozco noticias directas de este Comité Integrista. No
obstante “El Siglo Futuro” siguió publicando noticias de Quesada hasta bien
entrados los años treinta del siglo XX,[57] señal
evidente de que hasta ese momento había en el pueblo personas de su cuerda. A
finales del año 1900 tuvo lugar una de las últimas insurrecciones carlistas
antes de la sublevación de Navarra en 1936. Es conocida como la Octubrada y se
inició en Badalona extendiéndose, sin mucha fuerza, por otras partes del país. En
Andalucía solo tuvo alguna repercusión el Jaén. Según la prensa madrileña un
grupo de conspiradores, armados con pistolas y explosivos fueron sorprendidos
entre Ibros y la Estación de Linares por una pareja de guardias civiles. Fueron
detenidas 13 personas aunque algunos escaparon. Se organizó un buen revuelo y hubo
detenciones en Jaén, Linares y Úbeda. Desde Sevilla se trajo al batallón de
cazadores de Segorbe para controlar Despeñaperros (un tic de las guerras
anteriores, cuando las partidas volantes carlistas iban se movían con rapidez
de un lugar a otro). Fueron clausurados los casinos carlistas de algunos
pueblos y se suspendió la publicación del periódico “El Pueblo Católico”.
Según
González Calleja se produjo un conato de insurrección “en los alrededores de
Quesada (línea férrea Linares-Almería).”[58] No
he conseguido aclarar a que se refiere. Quizás el asunto esté relacionado con
la alarma que se produjo cuando un grupo de hombres “sospechosos” preguntó en
la estación de Jódar el horario del tren. Se interpretó que pretendían cortar
la vía. Al parecer era un grupo de soldados de Segorbe, vestidos con el traje
“de mecánica,” que volvían a Linares.[59]
Según el periodista y antiguo diputado Fernando Boccherini, que casualmente
estaba por estas tierras, el jefe del grupo que fue detenido cerca de Ibros y
que se dio la fuga, era de Poyatos
(sic), Huesa. Su hijo de 12 años Bonifacio Pérez González que le acompañaba en
la aventura sí fue detenido. Como curiosidad decir que fue acusado de organizar
la conspiración un cura de Linares llamado Sebastián Chinchilla, coincidiendo
el apellido con el cabecilla que atacó Quesada en 1836.[60]
Hubo
en realidad más revuelo de prensa y circulación de rumores que auténtico
peligro. Pero en previsión de que fuera a mayores, por precaución, se
tomaron medidas en toda la provincia. En
Quesada, el 13 de noviembre de 1900, el Ayuntamiento “con gran sentimiento”,
cesó a su administrativo interino Eugenio Bello Bello “por pertenecer al comité
carlista de esta localidad, cuyo partido se ha levantado en armas contra el
Gobierno constituido”. El mismo día de su cese el afectado, por medio del
secretario municipal, alegó que ya no pertenecía al partido y que si bien había
sido miembro del comité, había dimitido “comprendiendo que no le convenía ser
político ni seguir aquellas ideas.”
Pocos
días después y “dadas las explicaciones satisfactorias” fue repuesto en su
cargo.[61] En
el incidente también fue cesado y posteriormente repuesto el veterinario e
inspector municipal de carnes Pedro Segura Pérez, autor de una conocida “Poesía
Histórica” dedicada a la Virgen con motivo de la sequía de 1884.
[1] Cabildo de 17 de marzo de 1823.
[2] El resumen de la carta está
contenido en el expediente de segregación de Huesa, que se conserva en el
Archivo Provincial de Jaén y que amablemente me ha facilitado Francisco García
del Río.
[3] “se les hará saber a las personas
mas inmediatas a los referidos interesados y si estos se negasen al pago de la
expresada multa se procederá a embargarles y venderles la posesión de bienes
que disfruten y sean suficientes a cubrir la expresada multa” Cabildo de 14 de
agosto de 1823.
[4] “Historia de La Iruela. Una villa
del Adelantamiento de Cazorla” Rufino Almansa Tallante. Pág. 173.
[5] Gaceta de 10 de julio de 1823
[6] Archivo Municipal. Libro de actas
capitulares de 1823. 1 de octubre.
[7] En la reseña de la Hemeroteca Digital de la B.N.E.
se dice: “El más destacado y furibundo periódico de la reacción ultracatólica y
absolutista, que empieza a publicarse el uno de julio de 1823, con frecuencia
diaria, excepto los lunes, habiendo recibido también una subvención secreta de
30.000 reales del Tesoro Real.”
[8] Cabildo de 27 de julio de 1823
[9] Publicado en el “Extraordinario
de Madrid en Sevilla de este correo” periódico impreso en Sevilla
9-8-1823
[10] Será muy difícil confirmarlo documentalmente
a causa de la pérdida del archivo parroquial, pero es bastante posible que el
general Riego, Rafael del Riego Flórez, fuera pariente del quesadeño Rafael
Hidalgo del Riego, que vivía en la casa en cuyos bajos actualmente está el bar
Marisol. Fue padre del pintor Rafael Hidalgo de Caviedes.
[11] En realidad la sucesión femenina se
correspondía con la tradición castellana. La preferencia absoluto por le varón
fue traida por el primer Borbón, Felipe V, de acuerdo a la costumbre francesa.
[12] “La Revista Española” 16 de agosto
de 1833.
[13] “Gaceta de Madrid. 13 de febrero de
1834.
[14] El Mensajero de las Cortes” 17 de
octubre y 6 de diciembre de 1834.
[15] Cabildo de 6 de febrero de 1835.
[16] Mensajero de las Cortes. 13 de febrero de 1835.
[17] La proclama se reproduce en “La
Revista Española” de 21 de febrero de 1835.
[18] Cabildo de 3 de febrero de 1835.
[19] Cabildo de 6 de febrero de 1835.
[20] “Mensajero de las Cortes”. 24 de febrero de 1835 “El
corresponsal en Úbeda comunica el robo de plata en la iglesia de Cabra para
apoyar a Moreno”.
[21] “El Eco del Comercio” 27 de febrero
de 1835.
[22] “El Eco del Comercio” 24 de febrero de 1835.
[23] “La Revista Española” 27 de febrero de 1835.
Fusilamiento de Moreno.
[24] “Gaceta de Madrid” de 29 de julio
de 1835
[25] “Historia de la Guerra Civil y de
los partidos liberal y carlista” Antonio Pirala. Tomo III capítulo CLX.
[26] Cabildo de 23 de septiembre de
1836.
[27] Cabildo de 21 de septiembre de
1836.
[28] De facción.
[29] “El Español” 1 de enero de 1837.
[30] Archivo Histórico Nacional.
Diversos-Colecciones, 205. Nº 33 y 54. Portal PARES.
[31] Pleno de 7 de enero de 1838.
[32] Pleno de 22 de enero de 1838.
[33] “Historia de la Guerra Civil y de
los partidos liberal y carlista” Antonio Pirala. Tomo IV. Libro VII. Capítulo
I.
[34] ibíd.
[35] “Gaceta de Madrid” 12 de febrero de 1838.
[36] Pleno de 5 de febrero de 1838.
[37] Pirala. Op. cit.
[38] “Gaceta de Madrid” 20 de febrero de 1838.
[39] Pirala. Op. cit.
[40] Pleno de 26 de febrero de 1838.
[41] Pirala. Op. cit.
[42] “Gaceta de Madrid” 11 de marzo de 1838.
[43] Pirala. Op. cit.
[44] Pleno de 15 de marzo de 1838.
[45] Plenos de 25 y 26 de marzo de 1838.
[46] “Gaceta de Madrid” 8 de septiembre de 1838.
[47] “Gaceta de Madrid” 29 de octubre y 6 de noviembre de
1838.
[48] Archivo Municipal. Copiador de correspondencia 1847.
Carta del alcalde al jefe político (gobernador) de 20 de marzo.
[49] “La Esperanza” 28 de mayo de 1856.
[50] En 1831 fueron interceptadas en
Sevilla unas cartas, escritas en clave, dirigidas a un tal Santiago Vicente
García por las que la policía de Fernando VII dedujo que estaba en marcha una
conspiración liberal. Santiago fue detenido y, tras los pertinentes
interrogatorios, denunció como cabecilla del supuesto complot al coronel
Bernardo Márquez, que durante la Guerra de la Independencia había sido jefe de
las guerrillas de Jaén y comandante del batallón de cazadores de la ciudad. A
resultas de la denuncia, Márquez fue detenido y ahorcado en marzo de 1832. No
he conseguido contrastar documentalmente que este Santiago Vicente sea el
personaje de Quesada, pero su apellido no es corriente y existe compatibilidad
por edad y fecha. Además, Santiago vivió en Jaén capital a principios de siglo
y bien pudo conocer allí al coronel
Márquez e iniciar una relación política. Tiene todo el sentido que,
estigmatizado como traidor en los círculos liberales de Sevilla, cuando poco
después estos alcanzaron el poder se apartara retirado a su pueblo donde
sabemos que vivía en 1836. Con posterioridad a su muerte el coronel Márquez fue
honrado como mártir y se le erigió un monumento que aún existe. Esta versión
también explicaría sus orígenes liberales de los que habla “La Esperanza”. Pero
a fecha de hoy es mera hipótesis a la espera de una confirmación documental. La
noticia de la detención y proceso están en el volumen I del “Boletín de
Jurisprudencia y Legislación” págs. 262 y ss.
[51] “La Esperanza” 22 de abril de 1854.
[52] “La
Esperanza” 24 de junio de 1854.
[53] “La Esperanza” 28 de agosto de
1852.
[54] Pleno de 4 de octubre de 1874.
[55] La noticia de la constitución del Comité local
Integrista fue ampliamente recogida en “El Pueblo Católico” y reproducida en
“El Siglo Futuro” 10 de agosto de 1895.
[56] “El Siglo
Futuro” 29 de octubre de 1895.
[57] La última el 25 de septiembre de
1935, “España cada vez más católica”, donde se habla del esplendor con el que
se había celebrado la Romería de Tíscar.
[58] “La razón de la fuerza: Orden
público, subversión y violencia política en la España de la restauración
(1875-1917)” Eduardo González Calleja. 2013. Pág. 210.
[59] “El Pais” 9 de noviembre de 1900.
[60] “El Imparcial” 7 de noviembre de
1900.
[61] Plenos de 11 y 18 de noviembre de
1900.