Plano de la tubería de abastecimiento de agua inaugurada en 1929 |
Este artículo está escrito para la Revista de Ferias, en cuya edición de 1021 ha sido publicado. Solo cabe añadir que la primera noticia documentada sobre abastecimiento de aguas potables en Quesada es de 1556. El 8 de octubre Felipe II autoriza al concejo de Quesada a un repartimiento de 50.000 maravedíes entre los vecinos para finalizar la traída de aguas desde las fuentes llamadas de las Cuevas y del Olivarejo. Hasta entonces el pueblo se abastecía con agua del río, que la mayor parte del año dicho rrío venía muy turbio y suzio con las abenidas y cresçientes, e demás dello el agua dél no hera del todo buena.
El documento fue publicado por Juan de Mata Carriazo con el n.º 122 de su Colección diplomática de Quesada. Esta es la construcción que fue reformada en 1698 según se trata a continuación.
Siglos XVII – XVIII.
Una de las primeras noticias sobre el abastecimiento público aguas en
Quesada se conserva en el edificio del actual Ayuntamiento, en su escalera,
donde podemos ver una lápida de piedra fechada en 1698 que dice:
“Reinando Carlos 2 Nuestro Señor Que Dios Guarde se hizo la cañería y se
redificó la fuente de esta Villa siendo su corregidor y capitán a guerra el
señor licenciado D. Dionisio Antonio de Peñarroxa abogado de los Reales Consejos
y regidor perpetuo de la Ciudad de Alhama y comisarios D. Juan Antonio Serrano
y D. Rodrigo Pedro de Urrutia sus regidores perpetuos. Año de MDCLXXXXVIII.”
Placa conmemorativa de la inauguración de las obras de 1698
Junto a ella, también en la escalera, hay una fuente de pared, que no es
exenta, pensada para pegarla a una fachada. Es un escudo de piedra de cuyo
extremo inferior tiene un caño metálico. Según una nota manuscrita de Juan de
Mata Carriazo, que cita a Argote de Molina en su obra “Nobleza de Andalucía”,
este escudo es el de la familia Serrano, a la que pertenecía uno de los
regidores perpetuos citados en la inscripción anterior por ser uno de los dos
comisionados (encargados) de la obra de la cañería. Cuando lo conoció Carriazo,
el escudo estaba colocado en la fachada de la fonda “La Moderna”, junto al
Ayuntamiento.
Fuente pública del siglo XVII actualmente en la escalera interior del ayuntamiento. |
Por otra parte, según el plano de Quesada que hizo Francisco de Coello
para el “Diccionario
geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar”, que
se puede fechar alrededor de 1850, la fuente pública estaba en la Explanada, en
la fachada del actual número 17 de la plaza de la Constitución y casi haciendo
esquina con la plaza de la Coronación, entonces calle de San Juan o del
Convento.
A la vista de lo anteriormente dicho se puede concluir que al menos desde 1698 había una conducción de aguas potables, que antes de esa fecha existía una fuente pública que se reconstruyó ese año y que con toda seguridad es la que se conserva en la escalera del Ayuntamiento. El agua no sobraba en el pueblo, que solo se abastecía para el consumo humano de esta fuente, de los pozos que había en algunas casas y, aunque nos sorprenda, directamente del río y de los caces de riego.
La cañería que llevaba el agua a la fuente era
realmente una especie de pequeña acequia o caz. Las tormentas y los temporales la
aterraban y a menudo la rompían en las zonas quebradas por las que atravesaba.
El suministro de agua era escaso e irregular; su mantenimiento requería de
continuos trabajos y gastos tal como se recoge regularmente en las actas de los
plenos municipales.
Siglo XIX.
Una de las primeras menciones al problema del
abastecimiento que he conseguido localizar es la del pleno del 28 de noviembre
de 1846, cuando la corporación acordó reparar (nuevamente) la cañería de la fuente, para “remediar en lo
posible la escasez de aguas que hay en el pueblo.” Tenía entonces Quesada 3.895
almas y 1.034 vecinos.
Era evidente que la cañería del siglo XVII no daba más de sí y que se
precisaba acometer la construcción de una nueva. En 1854 el problema llegó a
ser acuciante y se temía que la falta de agua acarrease problemas “en
el caso fácil de ocurrir el verse infestado de una epidemia, por surtirse de
agua sucia del rio” (en 1855 hubo efectivamente una terrible epidemia de cólera
morbo), sin contar con que la escasez de dicho elemento impedía acudir a los
incendios “con un remedio pronto”. Para solucionar el problema el Ayuntamiento
(pleno de 4 de diciembre) acordó la construcción de una nueva cañería desde los
veneros “del Chorradero y fuente Jorquera” por ser sus aguas de “inmejorable
calidad” y las más cercanas al pueblo. Para financiar la obra se procedió a la
venta de algunas fincas de propiedad municipal (quiñón de la Tercia y el del
Juncar, haza de la Breña y la del Melgar) y se sacaron a subasta los derrames
de la fuente pública que resultarían una vez se concluyera la obra.
A pesar de las mejoras, la
escasez de suministro subsistía. Veinte años después, durante la I República, se
hizo necesario volver a tratar el problema. El 16 de noviembre de 1873 el
alcalde, ciudadano Francisco Calatrava, expuso al pleno municipal que, como a
todos constaba, “la mayor parte del año carece este pueblo de agua a causa de
que la cañería de la única fuente pública de esta Villa se encuentra en mal
estado de conservación por hacer muchísimo tiempo se formó y haberlo verificado
en malas condiciones”.
Calatrava propuso que, por persona competente, se reconociera un nuevo
venero, “llamado del Nacimiento” (bajo el cerro de Vítar), y que “teniendo
en cuenta que el vecindario desea con ansiedad el que se construya una nueva
cañería” (la población había aumentado hasta 1.600 vecinos, unos 6.500
habitantes), se solicitara “al arquitecto de esta provincia” que trazase “el
camino por donde mejor pueda hacerse la nueva cañería”. Aunque las vicisitudes
políticas retrasaron algunos años el inicio de las obras, en el verano de 1879
la conducción estaba a punto de terminarse. No obstante, y como todavía no se
había hecho el proyecto de nueva fuente pública, se acordó que el agua llegase
hasta la parte baja de la calle Monte, donde se haría una excavación “para
poder llenar los cántaros”. Las aguas sobrantes se derivarían por la calle
Nueva y Alcaraz (actual de los Arcos) hasta el Pozo Airón.
Lo que quedaba de la antigua fuente estaba en un estado ruinoso y se
mandó retirar para “evitar su desplome”. Acabaron sus piedras en la fachada de
lo que luego fue la fonda de Bonifacio Amador y posteriormente en la escalera del
Ayuntamiento, como ya se ha visto. La nueva fuente se retrasó porque por
aquellos años se estaba remodelando la plaza, que había dejado de ser una
explanada diáfana donde se celebraba el mercado y se estaba plantando un jardín,
de que algunos de sus árboles aún sobreviven. Estaban muy orgullosos concejales
y vecinos del moderno paseo que le daba al centro del pueblo un aspecto urbano,
muy acorde con los gustos del momento. Se quería rematar la reforma con una
fuente a tono, “monumental”, de la suficiente prestancia para rematar
dignamente la reforma.
A los pocos meses, el 20 de junio de 1880, se encargó el proyecto de
fuente al arquitecto provincial Jorge Porrúa. Como al parecer el caudal de los
manantiales había mermado la fuente tendría solo dos caños, aunque estaba
diseñada para cuatro. Tres años después concluían las obras y se procedió a la
inauguración en junio de 1883. La fuente monumental se construyó en la
Explanada, en el espacio que hay entre
las dos actuales. Estaba formada por una
gran peana de piedra con escaleras de acceso y un cuerpo vertical cuadrado con los
caños en lados opuestos. Por la parte de la Explanada había un gran pilar
rectangular y por la del jardín otro más decorativo compuesto de tres lóbulos.
Los espacios donde se recogía el agua quedaban en alto y estaban protegidos por
barandillas de hierro. Los caños no tenían cierre, es decir, manaban
continuamente, por lo que se originaban unos derrames casi permanentes
(especialmente de noche) que fueron subastados a particulares (casas cercanas y
alguna fábrica de aceite como la de Santa Catalina, propiedad de Lázaro Segura).
La fuente se convirtió rápidamente en el centro del pueblo, punto de
encuentro, lugar de chismorreos y transmisión de noticias reales… Marcó la
memoria de los quesadeños de los últimos años del siglo XIX y primer tercio del
XX. Quedan algunas fotografías de ella, la de Cerdá Rico de principios de
siglo, la publicada en la Esfera por Luis Bello en 1928 y alguna más. Donde se
muestra con más claridad es en la que hizo Juan de Mata Carriazo a finales de
los años veinte, un día de nevazo, desde las ventanas de las escuelas que había
sobre el mercado, en el antiguo convento. Rafael Zabaleta se inspiró en esta
foto en un magnífico óleo con la fuente y la nieve cayendo sobre los álamos del
jardín.
La fuente de la Explanada en una foto de J.M. Carriazo de final de los años veinte. |
Siglo XX.
El pago de las obras al contratista de la conducción de aguas, Manuel
Campos Atienza, fue origen de serios litigios y diferencias, en parte porque
aquel mismo año de la inauguración ya hubo averías ocasionadas por defectos en
la construcción. Para 1900 el Ayuntamiento era consciente de que había que
reformar completamente el “viaje de aguas potables” y por eso elaboraron un
informe que convenciese de su necesidad a las autoridades provinciales. Aquel
mismo año se limpiaron los depósitos que abastecían la fuente, “donde se dice
haber visto culebras, lagartos y otros animales muertos”, además de que los
pilares de la Explanada, que servían de abrevadero, estaban infectados de
sanguijuelas.
Las obras de reparación y limpieza fueron constantes durante las tres
primeras décadas del siglo XX. Hay que tener en cuenta para valorar la
situación que, a pesar de todas sus deficiencias, el suministro de aguas de
Quesada no destacaba para mal pues incluso en capitales de provincia había
casos de peor suministro. El agua que se consumía en Granada a principios del
siglo XX era temida por sus pésimas condiciones higiénicas. El tifus era
endémico y, por ejemplo, Juan de Mata
Carriazo lo contrajo durante sus estudios en aquella universidad. De ahí la
popularidad de los aguadores que vendían por las calles agua traída en borricos
desde fuentes más saludables, como la del Avellano.
El problema de Quesada, más que de la calidad, venía de la cantidad
disponible. Las sequías, que mermaban el caudal cíclicamente, y las tormentas,
que rompían la conducción, provocaban una casi continua escasez. Durante los
años veinte otra vez se decidió resolver definitivamente el problema. En el
pleno municipal de 10 de noviembre de 1927 se aprobó el “PROYECTO DE MEJORA Y AMPLIACION DEL ABASTECIMIENTO DE AGUAS DE LA CIUDAD
DE QUESADA” redactado por el ingeniero José Martínez-Falero Arregui. El
presupuesto total, según el anuncio de la subasta en la “Gaceta de Madrid” de 1
de febrero de 1928, alcanzaba un total de 167.909,70 ptas.
Martínez-Falero
era en realidad un ingeniero forestal que adquirió notoriedad con la
repoblación de la cuenca del río Guadalmedina, iniciada para proteger a la
ciudad de Málaga de las periódicas inundaciones y avenidas que sufría. Su
elección se debió seguramente a que por aquel tiempo residía en Cazorla como
jefe de la segunda sección forestal de la sierra. Recientemente he podido
conseguir la carpeta del proyecto en un anticuario madrileño. Se compone de
planos, memoria, pliego de condiciones técnicas y presupuesto.
En la Memoria, y
como justificación del proyecto, se exponen los problemas de la conducción
existente en aquel momento. Consistía en una atarjea de ladrillo, recubierta de
cemento en algunas partes, que por atravesar terrenos quebrados sufría
continuas roturas y fugas. La pérdida de agua se podía comprobar por la
vegetación que crecía en sus inmediaciones. Parte de la atarjea se había
sustituido por una tubería de cemento de 10 centímetros de diámetro y se había
desviado para evitar alguna zona de quebradas, pero tampoco era completamente
impermeable. En alguno de los manantiales, como el de Melgar, se seguían
utilizando atanores de barro, lo que, junto a su mal alumbramiento (trabajos
para aflorar el agua), ocasionaba que este nacimiento apenas aportara caudal.
Al llegar al
pueblo el aforo, medido para el proyecto, era de 4 litros por segundo con una
pérdida de más de una cuarte parte del caudal. Tras una pequeña fuentecilla, la
del Tesorillo, la conducción bajaba hasta la plaza, donde surtía la fuente de la
Explanada, única que abastecía al pueblo. El suministro era insuficiente
especialmente en verano y, al estar centralizado en la plaza, resultaba muy
penoso para los barrios extremos, sobre todo de la parte baja del pueblo,
“padeciendo con esto mucho la higiene”. La calidad del agua que llegaba no era
buena porque la escorrentía de las lluvias penetraba en la atarjea arrastrando
estiércol y abonos de los terrenos agrícolas circundantes. Sin embargo y según
el proyecto, en origen eran “sanas, potables, sin ninguna preparación, frescas,
limpias, sin olor ni sabor desagradables (…) cuecen bien las legumbres y
disuelven el jabón”.
Carpeta del proyecto de nueva conducción de aguas de 1927. |
La nueva
conducción debía resolver ambos problemas, el de la cantidad y el de la
calidad. El proyecto preveía captar 9 manantiales en las zonas de Nacimiento,
Jorquera y Melgar, situados entre los 800 y los 975 metros de altitud y con un
caudal superior a los 6 litros por segundo, que podría aumentarse con un mejor
alumbramiento. La obra se componía de tres partes: tubería de conducción,
depósito regulador y red de distribución en el pueblo. Además se reformó el
depósito existente en Jorquera (que todavía sigue en pie, aunque sin uso) y junto
a la Venta de los Feos se construyó una caseta para la recogida del agua de
todas fuentes, desde donde arrancaba la tubería principal hasta el pueblo.
El depósito
regulador, del que se carecía en el anterior sistema, era una de las claves del
proyecto. Tenía como finalidad compensar los excesos de consumo que se
producían en determinadas horas, almacenar el agua durante la noche cuando el
consumo era reducido, y contener en todo momento la cantidad suficiente para
combatir un incendio. El depósito se planeó con una capacidad de 500 metros
cúbicos y permitía durante 12 horas el suministro de un caudal doble al de
entrada. Se componía de dos compartimentos “de igual capacidad a fin de
permitir las limpias o reparaciones, vaciando el uno y conservando lleno el
otro”. Para su construcción se eligió el terreno de una de “una de las eras que
existen por debajo del camino de Santiago, encima del Matadero Público”, donde
sigue estando en la actualidad. Cerca del depósito se construyó un “pequeño
lavadero-abrevadero (…) por ser esta zona la más necesitada de ambas cosas”.
Desde el Tesorillo la tubería de distribución bajaba por la calle Sepulcro (actual ONG Quesada Solidaria) y calle Monte hasta la plaza. Se proyectaron 11 fuentes, incluida la ya existente en la Explanada, cada una de ellas con una toma contra incendios, completándose el sistema con nueve bocas de riego y baldeo de calles. Todas las fuentes tenían grifos automáticos (que se tenían que apretar para que manaran) “con el fin de que en todo momento se disponga en el depósito del mayor caudal de agua posible” sin el desperdicio que suponía el estar continuamente abiertos.
Las dos primeras fuentes se proyectaron en la citada calle Sepulcro. Otra
era en realidad una antigua (que se arregló, porque entonces estaba seca)
conocida como fuente del Perro, en la calle Ángel esquina con la actual Navas
de Tolosa. En la carretera, frente al cuartel de la Guardia Civil, donde poco
después se construyó un lavadero y un pequeño abrevadero, se puso la cuarta. El
resto eran las siguientes: plaza de la Lonja, calle Espinillos esquina a
Escudero de la Torre, plaza de Santa Catalina, calle Bache esquina actual Arte
Flamenco, final de la calle del Agua y Don Pedro esquina Fernando III. La
undécima la de la Explanada, que se reformó sustituyendo el cuerpo central por
una fuente “con
dobles caños (…), elegida entre los tipos comerciales, con el fin de que
resulte bonita, y no muy cara”.
Plano de las conducciones interiores y fuentes públicas del proyecto de 1927.
La entrada en servicio del
nuevo abastecimiento de aguas potables en 1929 supuso una auténtica revolución
en la vida del pueblo. Con las fuentes distribuidas por todo el pueblo ya no era
preciso ir a diario hasta la plaza para coger agua. La vieja fuente monumental dejó
ser el punto de reunión y palique de las mujeres y desde entonces la Explanada
quedó casi reservada a los hombres. Esta pérdida de importancia se vio
subrayada porque el sistema trajo aparejado el suministro de agua a domicilio.
Las casas que se beneficiaron fueron las del centro del pueblo, las más
cercanas a la Explanada, que ya no tuvieron necesidad de abastecerse allí.
El cierre automático de
los caños provocó además que los pilares quedaran con poca agua, que ya no
corría permanentemente como antes, y que se convirtieran en foco de suciedad y
avispas. Fue la sentencia de muerte para la fuente de piedra porque se quedó
sin utilidad alguna. En algún momento de los años cuarenta fue completamente
eliminada, dejando paso a los aparcamientos junto al muro del jardín (donde las
actuales fuentes). También a causa del cierre automático de los grifos
desaparecieron los derrames y sobrantes de agua, lo que originó protestas y
reclamaciones de los vecinos que tenían derecho a su aprovechamiento.
A pesar de la enorme
inversión realizada, que se financió en buena parte con un préstamo del Banco
de Crédito Local, y de la indudable mejora que supuso para el vecindario, el
agua siguió dando que hablar en Quesada. Pronto se produjeron averías y
roturas, problemas de pago a la constructora, fraudes en el suministro
domiciliario y -no podía faltar- sospechas de irregularidades en la ejecución del
proyecto.
A los pocos meses de la
inauguración, 15 de mayo de 1930, se convocó un pleno municipal extraordinario durante
el cual el alcalde expuso que “la cañería que parte del Nacimiento estaba rota
y brotaba agua en abundancia anegando sembrados”. Según el maestro alarife
Bernardo Sánchez y el fontanero Juan Ramón Revueltas, que habían reconocido la
avería, la capa interior de brea asfáltica se había desprendido, “a causa sin
duda del calor”, taponando el paso y haciendo reventar la tubería. En la
sesión, que resultó muy agitada, se escucharon las primeras acusaciones y
sospechas y se acordó que el ingeniero provincial elaborase un informe sobre el
estado de la obra. Poco después de esta avería, en enero de 1931, se recibieron
las primeras reclamaciones de la constructora, la sociedad de Barcelona “Técnica
de Construcción S.A.” Durante varios años se sucedieron las quejas de la
compañía y la negativa del Ayuntamiento al pago de plazos y certificaciones. La
empresa acabó pidiendo al gobernador civil que interviniese como mediador.
El proyecto fue tan
costoso que lo puso en el punto de mira de proveedores y fabricantes. La “Federación
Nacional de Constructores de Material Eléctrico e Hidráulico” denunció al
Ayuntamiento ante la Jefatura de Industria de Jaén porque, según esa entidad,
se habían adquirido los contadores de los domicilios a “la casa extranjera
Aster habiendo habido ofertas nacionales a mejor precio y calidad”. El
Ayuntamiento se defendió alegando que los contadores se habían adquirido
individualmente por los abonados y no en concurso público. Lo cierto es que
alguno de estos “abonados” no necesitaba contador porque se había enganchado por
su cuenta a la conducción. Al lado mismo del Ayuntamiento, la propietaria de la
fonda La Moderna fue multada en 1934 por tener “un grifo sin contador”.
El informe antes citado
sobre el estado de la conducción que se encargó al ingeniero provincial se
remitió al gobernador para que determinase “posibles responsabilidades”. Sin
embargo, la intensidad política de aquellos días haría que el gobernador
tuviese la cabeza en otras cosas y el informe quedó en nada. Por eso, el nuevo
Ayuntamiento republicano, elegido el 31 de mayo de 1931, tomó el acuerdo
unánime de volver a enviar la memoria al gobernador. Aunque fue entregada al secretario
municipal por uno de los concejales, para que lo tramitara en el Gobierno Civil,
nunca llegó a Jaén. Los cambios políticos se sucedieron y en 1932, ya con nuevo
alcalde, el mismo concejal que había entregado el informe al secretario, el
cual se había dado poco antes a la fuga acusado de irregularidades, denunció la
desaparición del informe “para depuración de responsabilidades que se acordaron
sobre la traída de aguas”, exigiendo que se procediese contra el responsable de
la pérdida por “infidelidad en la custodia”.
Lo cierto es que el
proyecto debía estar mal concebido o mal ejecutado porque el agua seguía escaseando.
Apenas a tres años de su inauguración, finales de 1932, a la vista del
“lamentable estado” en que estaba el abastecimiento de aguas, el Ayuntamiento
acordó contratar “al arquitecto de Madrid” Rafael Hidalgo de Caviedes para que hiciese
un nuevo informe sobre las posibles mejoras técnica de la obra y “de paso
determinar las responsabilidades que hubiere en la ejecución de la obra”. Las
vicisitudes políticas que siguieron (guerra civil incluida) ocasionaron que
aquello quedase otra vez en nada. En julio de 1940, ya en posguerra, la
Corporación acordó “plantearse de una vez y para siempre" la solución a
los problemas de agua. A finales de los años cuarenta se acometió un nuevo
proyecto de conducción que tampoco solucionó gran cosa.
La gente cercana a mi edad
recordará que en las casas había depósitos, que el suministro era de pocas
horas al día, y del cuidado que había que tener con el consumo para no
malgastar el agua del depósito cuando estaba cortado el suministro. No hace
tantos años que se dispone en Quesada de agua potable las 24 horas al día.
Los planos del depósito y lavadero público del proyecto de 1927. |