martes, 19 de agosto de 2014

1928. LUIS BELLO y la instrucción pública en QUESADA.

El jardín de Quesada en el verano de 1928. Foto de Luis Bello. La Esfera
Luis Bello Trompeta fue un conocido periodista y político nacido en Alba de Tormes el 6-12-1872 y fallecido en Madrid  el 5-11-1935. Fundador de varias revistas, dirigió El Liberal de Bilbao y escribió en El Heraldo de Madrid, El Imparcial y otros periódicos, pero fue en el diario El Sol donde alcanzó fama y reconocimiento. Entre 1926 y 1929 emprendió una campaña de viajes por toda España describiendo la situación de las escuelas de los lugares que visitaba. Estos artículos se recogieron más tarde en la obra “Viaje a las escuelas de España”.

Miembro de Acción Republicana, antecesora de Izquierda Republicana, fue elegido diputado por Madrid en las constituyentes de 1931. Participó en la comisión que redactó la Constitución de la República y presidió la comisión que debatió el Estatuto de Cataluña. Murió de un grave problema intestinal en noviembre de 1935. La Libertad dijo al día siguiente: “Ha muerto Luis Bello. Un valor intelectual menos, un republicano menos, un periodista menos”.

Luis Bello en la revista Nuevo Mundo, mayo de 1928


En sus artículos, difundió la necesidad de apoyar la enseñanza pública y el Magisterio y hacer de la educación la base de todo progreso. Fue un auténtico activista, “el viajero infatigable que recorre los pueblos y aldeas de España predicando el amor a la Enseñanza”.  En una entrevista para la revista Nuevo Mundo publicada en mayo de 1928 declaraba: “La verdadera realidad de España es el analfabetismo. Hay que abrir los ojos  españoles a la curiosidad de la letra escrita. Hacen falta escuelas, escuelas, escuelas… No hay la mitad de las escuelas que debía haber”

En esta entrevista también se le preguntó por sus planes inmediatos a lo que respondió: “Tengo que volver a Jaén. Después quiero hacer el recorrido del Pirineo”. En Jaén, además de visitar Úbeda y Baeza, se proponía volver a la Sierra de Segura comarca que le interesaba por arrojar uno de los índices de analfabetismo mayores del país. Pero aprovechó el viaje para ampliar y completar sus visitas. El 18 de agosto de 1928 decía en El Sol: “Dos derivaciones del viaje a Sierra Segura vamos a hacer aquí: una a Quesada, otra a Cazorla”. El resultado fueron cinco artículos de la serie "Visita de Escuelas", dedicados a las escuelas de Quesada, Cazorla, Peal, Tíscar y Belerda y un último dedicado a la Sierra donde conoció a un maestro ambulante de quien hace el retrato más detallado del periplo.

Aparte de  los artículos de El Sol, el viaje de Bello se reflejó en otros que publicó simultáneamente la revista La Esfera y que se agruparon bajo el título genérico de “ITINERARIOS ESPAÑOLES”. Su contenido, como corresponde al semanario, es más turístico e histórico, no hay crítica ni análisis social. Destacan en ellos las fotografías, la mayoría del propio autor, que son magníficas.

El Sol, visita de escuelas a Quesada


El viaje por la comarca se llevó a cabo en el verano de 1928. Aunque los artículos se publicaron entre el 11 de agosto y el nueve de septiembre, su itinerario empezó en algún momento del mes de julio con la visita a Baeza y Úbeda. A continuación estuvo en Peal donde Rafael Lainez le hizo de guía en la visita a Toya. Después estuvo en Quesada donde le acompañó Juan de Mata Carriazo realizando una excursión a Tíscar y Belerda. Desde Quesada fue a  Cazorla, pueblo y sierra, para desde allí continuar a la Sierra de Segura.

La situación de la instrucción pública en la comarca era absolutamente calamitosa. Bastante peor que la media del país. Dice Bello: “Cifra oficial de analfabetos en el partido: 79,04 por cien. No encontraremos otra mayor por este lado sino en el de Orcera”.  Pero ese porcentaje es realmente mayor porque no recoge el analfabetismo funcional:  “La mitad de la población española no sabe leer. Y de esa mitad que sabe leer hay que descontar un ochenta por ciento que le llaman leer a deletrear.” En Quesada, según el Censo de Población de 1920, hay un 83,96% de analfabetismo, 81,73% en los hombres y 88,16% en las mujeres. Para Luis Bello faltan escuelas en toda la comarca. Hay pocas y en condiciones lamentables, pocos maestros. La asistencia de los alumnos es corta e irregular. Y hay razones para esta penalidad…

Las causas del analfabetismo en Quesada

El martes 21 de agosto de 1928, publicó El Sol el capítulo correspondiente a Quesada. Le guiaba  Juan de Mata Carriazo, entonces novísimo profesor de la Universidad de Sevilla enfrascado ese verano en los hallazgos argáricos del Cerro de La Magdalena. Según Bello “erudito de tipo moderno, estudioso, cauto, mesurado”. De Carriazo obtuvo la información histórica (y turística) que trasladó al artículo de La Esfera. Pero aquí hablamos de enseñanza.

El autor busca “un fondo lógico para la estadística de analfabetos y se pregunta por “las causas de la incultura regional”. No hay que buscarlas, según él,  en razones étnicas o geográficas, “esta no es una raza ineducable. Ninguna fatalidad la agobia”. La explicación es mucho más próxima y sencilla: “Más breve será decir que en Quesada, villa de nueve mil habitantes, ha habido hasta ahora dos maestros y dos maestras. No está en los cráneos ni en la sangre la razón que busco; por lo menos directamente. Está -hay que decirlo aquí, como en otros muchos lugares- en el régimen social.” La falta de escuelas no es culpa de “los hombres de la Edad del Bronce con su cultura argárica, ni los que entraron luego a saquear los montes argentarios, ni siquiera los moros tienen culpa de que aquí no halla escuelas. Más bien han sido los cristianos, y esto no es un juego de palabras.” Piensa Bello que el origen está en "el adelantado con su corte, nombrados por la mitra toledana, viviendo sobre el país; a su arbitrio las rentas de la tierra, como la justicia y la vida de sus habitantes; administrando el favor, gobernando en función delegada. Así han vivido hasta hace poco Quesada y Cazorla.” “Tal sistema crea fatalmente dos castas; y así ha llegado a ser esta tierra la mejor para los olivos y para los caciques.

Lo cierto es que Quesada nunca perteneció al Adelantamiento y su relación con Toledo fue casi exclusivamente eclesiástica aunque su trayectoria social y educativa en nada se diferenciaba de las villas arzobispales. Pero en realidad poco importan estas disquisiciones porque como el mismo dice: “Lo único importante es afirmar desde aquí la enemiga del cacique a la escuela. Tierra de caciques no dará nunca escuelas. En la ignorancia del pueblo se funda su poder; y si alguna vez se ve obligado por azares del mando a construirlas o solicitarlas, ya buscará manera de desvirtuar la buena labor de los maestros.” Y el caciquismo, en aquel momento, independientemente de sus profundas raíces históricas, venía dado por el carácter elitista, escasamente democrático, del reinado de Alfonso XIII, por el “turnismo” dinástico de los partidos liberal y conservador repartiéndose presupuesto y poder sin mayor preocupación por los problemas sociales.

Luis Bello había leído Villavieja y menciona a Ciges, aunque con poco sentido y poca ilación dentro del artículo, diciendo en realidad nada: “Preferiría contar historias y anécdotas de las bárbaras luchas políticas, tal como Ciges Aparicio en su novela Villavieja, que desde luego no es Quesada, ni Cazorla, ni Orcera. Pero no lo creo preciso.”  Da la sensación (es suposición mía) que Bello, hablando  de Quesada, siente la necesidad ineludible de conocer, de mencionar a Ciges, su colega de profesión y de ideales políticos y a quien sin duda conocía. Pero por otra parte da la sensación de que no quiso afrentar a sus anfitriones. Por el artículo de La Esfera relativo a Tíscar sabemos que fue recibido y atendido por Pedro Villar (Lorenzo Delmás en la novela) en su cortijo de Fique. El encuentro fue cordial pues Bello se refiere a él en La Esfera usando palabras elogiosas y amables. Esa gentileza social impidió a Bello usar una novela que es paradigma de ese “régimen social” que explica buena parte del 80 por ciento de analfabetismo quesadeño de la época.

En este entorno del viaje de Bello a la comarca hay un episodio interesante sucedido en Cazorla. Cuenta el periodista que habiendo visitado la escuela regentada por “una buena maestra, abnegada, que entró en el Magisterio con espíritu religioso” se espantó porque el aula y la aneja vivienda de la maestra estaban en unas condiciones tales que en cualquier momento podía aplastarla a ella y a sus alumnos,  con tales rajas que “por ellas pueden asomar –y asoman- las miradas curiosas”. Poco después entabla conversación con un cura sobre la necesidad de escuelas y maestros: Lo que aquí hace falta- nos decía en Cazorla un sacerdote con elocuencia bélica de guerrillero de la fe –es que la enseñanza esté bien traspasada de espíritu cristiano. ¿Hacer muchas escuelas? ¿Nombrar muchos maestros? ¿Y la idealidad? ¡Lo que hace falta es que los maestros que nos envíen sean buenos cristianos!-“ Bello recuerda en su crónica a la buena cristiana a quien se le hundía encima el edificio de la escuela: “No se contentan con santos y santas. Quieren mártires”. La anécdota, contada como al paso, tiene su aquel pues la enseñanza  era un asunto de especial interés para la Iglesia en quien el Estado hacía dejación de buena parte de su responsabilidad.

Las escuelas de Quesada

Para nueve mil habitantes dos maestras y dos maestros. “En esa misma plaza están las escuelas, alojadas en un viejo convento de dominicos, que es, además, mercado. Tres clases, no muy cómodas, ni muy seguras. Podría habilitarse todo el edificio llevando el mercado a otra plaza. Ahí o en cualquier lugar, sería necesario crear más escuelas, llenarlas, no sólo de muchachos y de maestros, sino de espíritu.” Estamos en el verano de 1928. En el Anuario Riera de 1905 se da cuenta de  seis escuelas municipales, tres para niñas y tres para niños.  De las seis dos corresponden a  Belerda como se comprueba en el bastante más detallado Anuario del comercio de 1909. En el pueblo solo hay cuatro. Dos maestros, D. Manuel Bautista de la Fuente y D. Francisco Fernández y dos maestras, D.ª Dolores Fernández y D.ª Felipa Martín.  Sólo cuatro escuelas en el pueblo de Quesada pero 14 tabernas y dos sociedades de ocio, El Círculo del Progreso y el Círculo de Obreros Católicos. El Círculo del Progreso tenía incluso mesa de billar como corresponde a todo pueblo próspero y acomodado.

Verano de 1928. Las Cuatro Esquinas. Foto de Luis Bello en La Esfera


Luis Bello habla también de solo cuatro maestros en Quesada. Respecto a Tíscar y Belerda, el artículo publicado  el 28 de agosto se emplea sólo en temas históricos y paisajísticos olvidando por una vez los pedagógicos. Nada dice de las escuelas. Parece que Carriazo le dio buenas y largas explicaciones de lo suyo, de manera que no le dejó lugar para investigaciones escolares. Para colmo, una tormenta de verano les obligó a abreviar la visita: nos sale al camino una nube que viene bruscamente y se anuncia con gran aparato de truenos (…) No hay tiempo ya sino para asomarnos a Belerda. Casas pobres, población humilde, almas primitivas, de trazo moro, berberisco; gestos lentos…” No hubo pues visita escolar. Nos quedamos sin saber si en 1928 había también maestro y maestra en Belerda. Suponiendo que los hubiera, en los 30 primeros años del siglo el número de maestros y maestras se mantuvo en la mínima cantidad de 6. Sin embargo la población aumentó de 7.571 a 10.350. Poco o nada hizo la Restauración por la escolaridad, poco o nada hicieron sus diputados comarcales forondistas o fusionistas. Tampoco se tienen noticias de que existiera preocupación en el Círculo del Progreso por este estado de cosas. Esa carta no estaba en su baraja.

De unos años anteriores al viaje de Bello, entre 1910 y 1920, son las memorias inéditas de Juan de Mata García Carriazo, que ya he utilizado en otras ocasiones (Quesada en 1920). Contienen un par de estampas que ilustran como eran las escuelas de Quesada a principios del siglo XX.  La primera de ellas se refiere a las escuelas municipales de niños:

“Creo a los seis años, fui ya a la escuela con mi hermano primero a la de D. Manuel Bautista, hasta que nos echó, en represalia por que mi padre a la sazón Alcalde o Concejal del Ayuntamiento, anuló una subvención que venia figurando en el presupuesto, de seis mil reales, para que aquel fuera a Zújar todos los años a tomar las aguas para el reuma, como otra según me contara (…)pasando a la contigua de D. Francisco, instalada como aquella en el principal del claustro del convento de los Dominicos, donde estaba el mercado”

“En la escuela, ya leíamos en alta voz, el Juanito, qué nos describía un niño repugnante de puro bueno y aplicado (…) y las tablas que aprendíamos y cantábamos en alta voz, lo que unido a las que abajo daban los vendedores pregonando sus mercancías, hacia que todo el edificio fuera un infierno.”

“Los castigos usuales eran, de pie en un rincón, de rodillas con los brazos cruzados y sobre todo con la temida palmeta, que era como una regla de madera, con la que nos daban en la cara y dorso de las manos, produciéndonos un gran dolor, todo lo que hacia nos resultara aquella odiosa, soñando oír  la hora del reloj de la inmediata torre”

No es mala imagen la del griterío en el viejo convento desamortizado. Abajo el pregón de los vendedores y arriba los niños leyendo y recitando las tablas todos a la vez y en voz alta. Ni lo es tampoco esa de los alumnos ansiando oír la hora en la torre del reloj para “salir disparados escaleras abajo los niños de ambas escuelas, que al ser aquellas huecas y de madera, sonaban como una estampida de caballos salvajes.”

Los dos maestros que cita Juan de Mata son los mismos que menciona el Anuario de 1909, D. Francisco Fernández y D. Manuel Bautista de la Fuente. Este último fallecido, según “El Defensor Escolar”, el primero de mayo de 1923 a los 60 años de edad: “Desempeñó el finado durante 30 años la primera escuela  nacional de dicha ciudad…”

Foto de Luis Bello en La Esfera


Juan de Mata García cita también la escuela de la Niña Ana de la que no da cuenta Luis Bello (mucho debió distraerle Juan de Mata Carriazo, seguramente de forma involuntaria, con sus atenciones y explicaciones arqueológico-históricas para que se le escaparan tan buenos detalles). Ana Roca Varas no tenía titulación pero ejerció en su propia casa y por su cuenta enseñando a los párvulos de uno y otro sexo. Según Juan de Mata García cobraba una peseta mensual por alumno. Mi abuela fue alumna suya y recuerdo que me contaba detalles como el de las sillitas de anea que cada alumno debía llevar a diario para poder sentarse. 

Como ya va uno para viejo puedo decir que la llegué a conocer. Vecina nuestra, en verano mis hermanos y mis primos de la calle D. Pedro pasábamos buenos ratos jugando en su casa, escuchando sus historias y cuentos (alguno bastante  escatológico). Recuerdo con cariño el suelo de tierra pisada y las cuatro sillas en la pared de una habitación casi vacía que en tiempos le había servido de aula. Y la recuerdo a ella vestida toda de negro, viejísima, tal como se la ve en la foto que acompaña a estas palabras. 


La Niña Ana



Para nueve mil habitantes cuatro escuelas sin contar la de la Niña Ana. Un 80% de analfabetismo mantenido sin mejora alguna durante toda la Restauración. Un casino con mesa de billar. Era la Quesada de Villavieja: “Tierra de caciques no dará nunca escuelas”. Las respuestas a las preguntas que se hacía Bello eran evidentes. 

La obsesión de Luis Bello fue la instrucción pública. Fue la obsesión de la República y la de sus maestras y maestros. Y caro lo pagaron.