El jardín de Quesada en el verano de 1928. Foto de Luis Bello. La Esfera |
Luis Bello Trompeta fue un
conocido periodista y político nacido en Alba de Tormes el 6-12-1872 y fallecido
en Madrid el 5-11-1935. Fundador de
varias revistas, dirigió El Liberal de Bilbao y escribió en El Heraldo de Madrid, El Imparcial y otros
periódicos, pero fue en el diario El Sol
donde alcanzó fama y reconocimiento. Entre 1926 y 1929 emprendió una campaña de
viajes por toda España describiendo la situación de las escuelas de los lugares que visitaba. Estos artículos
se recogieron más tarde en la obra “Viaje a las
escuelas de España”.
Miembro de Acción Republicana, antecesora de Izquierda Republicana, fue elegido diputado por Madrid en las
constituyentes de 1931. Participó en la comisión que redactó la Constitución de
la República y presidió la comisión que debatió el Estatuto de Cataluña. Murió
de un grave problema intestinal en noviembre de 1935. La Libertad dijo al día
siguiente: “Ha muerto Luis Bello. Un valor intelectual menos, un republicano
menos, un periodista menos”.
Luis Bello en la revista Nuevo Mundo, mayo de 1928 |
En sus artículos, difundió
la necesidad de apoyar la enseñanza pública y el Magisterio y hacer de la
educación la base de todo progreso. Fue un auténtico activista, “el viajero infatigable que recorre los
pueblos y aldeas de España predicando el amor a la Enseñanza”. En una entrevista para la revista Nuevo Mundo
publicada en mayo de 1928 declaraba: “La
verdadera realidad de España es el analfabetismo. Hay que abrir los ojos españoles a la curiosidad de la letra escrita.
Hacen falta escuelas, escuelas,
escuelas… No hay la mitad de las escuelas que debía haber”
En esta entrevista también
se le preguntó por sus planes inmediatos a lo que respondió: “Tengo que volver a Jaén. Después quiero hacer el recorrido del Pirineo”.
En Jaén, además de visitar Úbeda y Baeza, se proponía volver a la Sierra de
Segura comarca que le interesaba por arrojar uno de los índices de analfabetismo mayores del país. Pero
aprovechó el viaje para ampliar y completar sus visitas. El 18 de agosto de 1928
decía en El Sol: “Dos derivaciones del
viaje a Sierra Segura vamos a hacer aquí: una a Quesada, otra a Cazorla”. El
resultado fueron cinco artículos de la serie "Visita de Escuelas", dedicados a las escuelas de Quesada, Cazorla, Peal, Tíscar y Belerda y un último dedicado a la
Sierra donde conoció a un maestro ambulante de quien hace el retrato más
detallado del periplo.
Aparte de los artículos de El Sol, el viaje de Bello se
reflejó en otros que publicó
simultáneamente la revista La Esfera y que se agruparon bajo el título genérico de “ITINERARIOS
ESPAÑOLES”. Su contenido, como corresponde al semanario, es más turístico e
histórico, no hay crítica ni análisis social. Destacan en ellos las fotografías,
la mayoría del propio autor, que son magníficas.
El Sol, visita de escuelas a Quesada |
El viaje por la comarca se llevó a cabo en el verano de 1928. Aunque los artículos se publicaron entre el 11 de agosto
y el nueve de septiembre, su itinerario empezó en algún momento del mes de julio con la visita a
Baeza y Úbeda. A continuación estuvo en Peal donde Rafael Lainez le hizo de guía en la visita a Toya. Después estuvo en Quesada donde le acompañó Juan de
Mata Carriazo realizando una excursión a Tíscar y Belerda. Desde Quesada fue a
Cazorla, pueblo y sierra, para desde allí continuar a la Sierra de Segura.
La situación de la
instrucción pública en la comarca era absolutamente calamitosa. Bastante peor
que la media del país. Dice Bello: “Cifra oficial
de analfabetos en el partido: 79,04 por cien. No encontraremos otra mayor por
este lado sino en el de Orcera”. Pero ese porcentaje es realmente mayor porque no
recoge el analfabetismo funcional: “La mitad de la población
española no sabe leer. Y de esa mitad que sabe leer hay que descontar un
ochenta por ciento que le llaman leer a deletrear.” En Quesada, según el Censo de Población de 1920, hay un 83,96% de
analfabetismo, 81,73% en los hombres y 88,16% en las mujeres. Para Luis Bello faltan escuelas en toda la comarca. Hay
pocas y en condiciones lamentables, pocos maestros. La asistencia de los alumnos es corta
e irregular. Y hay razones para esta penalidad…
Las
causas del analfabetismo en Quesada
El martes 21 de agosto de 1928, publicó El Sol el capítulo correspondiente
a Quesada. Le guiaba Juan de Mata Carriazo, entonces novísimo
profesor de la Universidad de Sevilla enfrascado ese verano en los hallazgos
argáricos del Cerro de La Magdalena. Según Bello “erudito de tipo moderno, estudioso,
cauto, mesurado”. De Carriazo obtuvo la información histórica (y turística) que
trasladó al artículo de La Esfera. Pero aquí hablamos de enseñanza.
El
autor busca “un fondo lógico para la estadística de analfabetos” y se pregunta por “las causas de la incultura
regional”. No hay que buscarlas, según él, en razones étnicas o geográficas, “esta no es una raza ineducable.
Ninguna fatalidad la agobia”. La explicación es mucho más próxima y sencilla: “Más breve será decir que en Quesada, villa
de nueve mil habitantes, ha habido hasta ahora dos maestros y dos maestras. No
está en los cráneos ni en la sangre la razón que busco; por lo menos
directamente. Está -hay que decirlo aquí, como en otros muchos lugares- en el
régimen social.” La falta de escuelas no es culpa de “los hombres de la Edad del Bronce con su cultura argárica, ni los que
entraron luego a saquear los montes argentarios, ni siquiera los moros tienen
culpa de que aquí no halla escuelas. Más bien han sido los cristianos, y esto
no es un juego de palabras.” Piensa Bello que el origen está en "el adelantado con su corte, nombrados por la
mitra toledana, viviendo sobre el país; a su arbitrio las rentas de la tierra,
como la justicia y la vida de sus habitantes; administrando el favor,
gobernando en función delegada. Así han vivido hasta hace poco Quesada y
Cazorla.” “Tal sistema crea
fatalmente dos castas; y así ha llegado a ser esta tierra la mejor para los
olivos y para los caciques. “
Lo cierto es que Quesada nunca perteneció al Adelantamiento y su
relación con Toledo fue casi exclusivamente eclesiástica aunque su trayectoria social y educativa
en nada se diferenciaba de las villas arzobispales. Pero en realidad poco importan estas disquisiciones porque como el mismo dice: “Lo único importante es afirmar desde aquí
la enemiga del cacique a la escuela. Tierra de caciques no dará nunca escuelas.
En la ignorancia del pueblo se funda su poder; y si alguna vez se ve obligado
por azares del mando a construirlas o solicitarlas, ya buscará manera de
desvirtuar la buena labor de los maestros.” Y el caciquismo, en aquel momento, independientemente de sus profundas raíces históricas, venía dado por el
carácter elitista, escasamente democrático, del reinado de Alfonso XIII, por el “turnismo” dinástico de los partidos liberal y conservador repartiéndose presupuesto y poder sin mayor preocupación por los problemas sociales.
Luis
Bello había leído Villavieja y menciona a Ciges, aunque con poco sentido y poca
ilación dentro del artículo, diciendo en realidad nada: “Preferiría contar historias y anécdotas de las
bárbaras luchas políticas, tal como Ciges Aparicio en su novela Villavieja, que
desde luego no es Quesada, ni Cazorla, ni Orcera. Pero no lo creo preciso.” Da la
sensación (es suposición mía) que Bello, hablando de Quesada, siente la necesidad ineludible de conocer, de mencionar a Ciges, su colega de profesión y de ideales políticos y a quien sin duda conocía. Pero por otra parte da la sensación de que no quiso afrentar a sus anfitriones.
Por el artículo de La Esfera relativo a Tíscar sabemos que fue recibido y atendido por
Pedro Villar (Lorenzo Delmás en la novela) en su cortijo de Fique. El encuentro fue cordial pues Bello se refiere a él en La Esfera usando palabras elogiosas y amables. Esa gentileza social impidió a Bello usar una novela que es paradigma de ese “régimen social” que explica buena parte del 80 por ciento de analfabetismo quesadeño de la época.
En este entorno del viaje de Bello a la comarca hay un
episodio interesante sucedido en Cazorla. Cuenta el periodista que habiendo visitado la escuela regentada por “una
buena maestra, abnegada, que entró en el Magisterio con espíritu religioso” se espantó porque el
aula y la aneja vivienda de la maestra estaban en unas condiciones tales que en cualquier momento podía aplastarla a ella y a sus alumnos, con tales rajas que
“por ellas pueden asomar –y asoman- las
miradas curiosas”. Poco después entabla conversación con un cura sobre la necesidad de escuelas y maestros: “–Lo que aquí hace falta- nos decía en Cazorla
un sacerdote con elocuencia bélica de guerrillero de la fe –es que la enseñanza
esté bien traspasada de espíritu cristiano. ¿Hacer muchas escuelas? ¿Nombrar
muchos maestros? ¿Y la idealidad? ¡Lo que hace falta es que los maestros que
nos envíen sean buenos cristianos!-“ Bello recuerda en su crónica a la buena cristiana a quien se le hundía encima el edificio de la escuela: “No se contentan con santos y santas. Quieren
mártires”. La anécdota, contada como al paso, tiene su aquel pues la
enseñanza era un asunto de especial
interés para la Iglesia en quien el Estado hacía dejación de buena parte de su
responsabilidad.
Las
escuelas de Quesada
Para nueve mil habitantes
dos maestras y dos maestros. “En esa
misma plaza están las escuelas, alojadas en un viejo convento de dominicos, que
es, además, mercado. Tres clases, no muy cómodas, ni muy seguras. Podría
habilitarse todo el edificio llevando el mercado a otra plaza. Ahí o en
cualquier lugar, sería necesario crear más escuelas, llenarlas, no sólo de
muchachos y de maestros, sino de espíritu.” Estamos en el verano de 1928. En el
Anuario Riera de 1905 se da cuenta de seis escuelas municipales, tres para niñas y
tres para niños. De las seis dos corresponden a Belerda como se comprueba en el bastante más detallado Anuario del
comercio de 1909. En el pueblo solo hay cuatro. Dos maestros, D. Manuel Bautista
de la Fuente y D. Francisco Fernández y dos maestras, D.ª Dolores Fernández y
D.ª Felipa Martín. Sólo cuatro escuelas en el pueblo de Quesada pero 14 tabernas y dos sociedades de ocio, El Círculo del Progreso y el Círculo de Obreros Católicos. El Círculo del Progreso tenía incluso mesa de billar como corresponde a todo pueblo próspero y acomodado.
Verano de 1928. Las Cuatro Esquinas. Foto de Luis Bello en La Esfera |
Luis
Bello habla también de solo cuatro maestros en Quesada. Respecto a Tíscar y Belerda, el artículo publicado el 28 de agosto se
emplea sólo en temas históricos y paisajísticos olvidando por una vez los pedagógicos. Nada dice de las escuelas. Parece que Carriazo le dio buenas
y largas explicaciones de lo suyo, de manera que no le dejó lugar para investigaciones escolares. Para colmo, una tormenta de verano les obligó a abreviar la visita:
“nos
sale al camino una nube que viene bruscamente y se anuncia con gran aparato de
truenos (…) No hay tiempo ya sino para asomarnos a Belerda. Casas pobres,
población humilde, almas primitivas, de trazo moro, berberisco; gestos lentos…”
No hubo pues visita escolar. Nos quedamos sin saber si en 1928 había también
maestro y maestra en Belerda. Suponiendo que los hubiera, en los 30 primeros años del siglo el número de maestros y maestras se mantuvo en la mínima cantidad de 6. Sin embargo la población aumentó de 7.571 a 10.350. Poco o nada hizo la Restauración por la escolaridad, poco o nada hicieron sus diputados comarcales forondistas o fusionistas. Tampoco se tienen noticias de que existiera preocupación en el Círculo del Progreso por este estado de cosas. Esa carta no estaba en su baraja.
De unos años anteriores al viaje de Bello, entre
1910 y 1920, son las memorias inéditas de Juan de Mata García Carriazo, que ya he utilizado en otras ocasiones (Quesada en 1920). Contienen un par de estampas que ilustran como eran las escuelas de
Quesada a principios del siglo XX. La primera
de ellas se refiere a las escuelas municipales de niños:
“Creo
a los seis años, fui ya a la escuela con mi hermano primero a la de D. Manuel
Bautista, hasta que nos echó, en represalia por que mi padre a la sazón Alcalde
o Concejal del Ayuntamiento, anuló una subvención que venia figurando en el
presupuesto, de seis mil reales, para que aquel fuera a Zújar todos los años a
tomar las aguas para el reuma, como otra según me contara (…)pasando a la
contigua de D. Francisco, instalada como aquella en el principal del claustro
del convento de los Dominicos, donde estaba el mercado”
“En
la escuela, ya leíamos en alta voz, el Juanito, qué nos describía un niño
repugnante de puro bueno y aplicado (…) y las tablas que aprendíamos y
cantábamos en alta voz, lo que unido a las que abajo daban los vendedores
pregonando sus mercancías, hacia que todo el edificio fuera un infierno.”
“Los
castigos usuales eran, de pie en un rincón, de rodillas con los brazos cruzados
y sobre todo con la temida palmeta, que era como una regla de madera, con la
que nos daban en la cara y dorso de las manos, produciéndonos un gran dolor,
todo lo que hacia nos resultara aquella odiosa, soñando oír la hora del reloj de la inmediata torre”
No es mala imagen la del
griterío en el viejo convento desamortizado. Abajo el pregón de los vendedores
y arriba los niños leyendo y recitando las tablas todos a la vez y en voz alta.
Ni lo es tampoco esa de los alumnos ansiando oír la hora en la torre del reloj para
“salir disparados escaleras abajo los
niños de ambas escuelas, que al ser aquellas huecas y de madera, sonaban como
una estampida de caballos salvajes.”
Los dos maestros que cita Juan de Mata son los mismos que menciona el Anuario de 1909, D. Francisco Fernández y D. Manuel Bautista de la Fuente. Este último
fallecido, según “El Defensor Escolar”, el primero de mayo de 1923 a los 60 años de edad: “Desempeñó el finado durante 30 años la primera escuela nacional de dicha ciudad…”
Foto de Luis Bello en La Esfera |
Juan de Mata García cita también la escuela de la Niña Ana de la que no da cuenta Luis Bello (mucho debió distraerle Juan de Mata Carriazo, seguramente de forma involuntaria,
con sus atenciones y explicaciones arqueológico-históricas para que se le escaparan tan buenos detalles). Ana Roca Varas no tenía titulación pero ejerció en su propia casa y por su cuenta
enseñando a los párvulos de uno y otro sexo. Según Juan de Mata García cobraba una peseta mensual por alumno. Mi abuela fue alumna suya y recuerdo que me contaba detalles como el de las sillitas de anea que cada alumno debía llevar a diario para poder sentarse.
Como ya va uno para viejo puedo decir que la llegué a conocer. Vecina nuestra, en verano mis hermanos y mis primos de la calle D. Pedro pasábamos buenos ratos jugando en su casa, escuchando sus historias y cuentos (alguno bastante escatológico). Recuerdo con cariño el suelo de tierra pisada y las cuatro sillas en la pared de una habitación casi vacía que en tiempos le había servido de aula. Y la recuerdo a ella vestida toda de negro, viejísima, tal como se la ve en la foto que acompaña a estas palabras.
Como ya va uno para viejo puedo decir que la llegué a conocer. Vecina nuestra, en verano mis hermanos y mis primos de la calle D. Pedro pasábamos buenos ratos jugando en su casa, escuchando sus historias y cuentos (alguno bastante escatológico). Recuerdo con cariño el suelo de tierra pisada y las cuatro sillas en la pared de una habitación casi vacía que en tiempos le había servido de aula. Y la recuerdo a ella vestida toda de negro, viejísima, tal como se la ve en la foto que acompaña a estas palabras.
La Niña Ana |
Para
nueve mil habitantes cuatro escuelas sin contar la de la Niña Ana. Un 80% de
analfabetismo mantenido sin mejora alguna durante toda la Restauración. Un
casino con mesa de billar. Era la Quesada de Villavieja: “Tierra de caciques no
dará nunca escuelas”. Las respuestas a las preguntas que se hacía Bello eran evidentes.
La obsesión de Luis Bello fue la instrucción pública. Fue la obsesión de la República y la de sus maestras y maestros. Y caro lo pagaron.
La obsesión de Luis Bello fue la instrucción pública. Fue la obsesión de la República y la de sus maestras y maestros. Y caro lo pagaron.