LA GUERRA CIVIL EN QUESADA

 




            El viernes 22 de abril de 2022 se presentó en el Museo Zabaleta La Guerra Civil en Quesada, del que soy autor. Está publicado por el Ayuntamiento de Quesada. Intervino el alcalde José Luis Vílchez Molina y Luis Garzón Cobo, que se expresaron términos que por pudor no reproduzco pero que sí agradezco.

             La transcripción aproximada de mi intervención fue el siguiente texto que me sirvió de guion. Agradezco su presencia a todas las personas que acudieron al acto y a los que quisieron pero no pudieron hacerlo. El libro ya está agotado, pero se puede descargar gratuitamente en formato PDF en Dialnet, pinchando en este enlace

 


            PRESENTACIÓN:

         Agradecimientos. Alcalde actual José Luis Vilchez y anterior, Manuel Vallejo. Concejal de Cultura J.A. López, a todo el Ayuntamiento y a su personal, especialmente a Juani Pérez. A José Javier García Sánchez, lector 0, y a Luis Garzón Cobo, compañero de investigaciones y que ha conocido y participado en cada capítulo de este trabajo.

El tema del que os voy a hablar hoy es un asunto que muchos consideran delicado. Incómodo para el autor porque inmediatamente genera rechazo e incluso ofensa en ciertos sectores. Es difícil hablar de él sin que inmediatamente la conversación salga del terreno de la historia para entrar en el de la política, incluso de la más actual. 

Con estos antecedentes parece necesario tratar de la justificación de esta obra. Para el aficionado a la historia no haría falta explicar el porqué de cualquier estudio sobre otro periodo. A ningún aficionado a la historia hay que explicarle el porqué  de una obra sobre las guerras del Peloponeso, la Revolución Francesa o, por decir algo, el origen de la peseta y su relación con la Unión Monetaria Latina. 

En el caso de la Guerra Civil parece que sí, cuando menos para evitar que le pregunten a uno, como ya me ha ocurrido, la necesidad que hay, con la que nos está cayendo, de seguir dándole vueltas “a lo mismo”. Y eso que sobre  la guerra en Quesada las vueltas que se han dado han sido una o ninguna. 

¿Por qué una historia de la Guerra Civil en Quesada? Pues porque fue la mayor tragedia vivida en el pueblo desde que se tiene memoria histórica. Más de treinta vecinos perdieron la vida a causa de la violencia y la represión posterior; decenas de soldados quesadeños murieron combatiendo en los frentes; fueron centenares los presos en cárceles y campos de concentración; innumerables las familias que quedaron en el desamparo y la miseria. La Guerra destrozó para siempre la vida de buena parte de dos o tres generaciones. Junto a la conquista castellana de 1231 es, sin duda, el episodio más importante y con mayor repercusión de la historia de Quesada.

Esta historia de La Guerra Civil en Quesada es la segunda parte de la que publiqué en 2018 sobre los años de la República anteriores a la Guerra. Aquella abarcaba desde 1931 a 1936 y esta desde las elecciones de febrero de 1936 hasta la represión de los años cuarenta.


        


Este es un trabajo de investigación histórica, no es otra cosa. Sé que compito con infinidad de historias “verídicas” que mucha gente conoce porque se las han contado de buena fuente. Yo por mi parte he procurado ceñirme a las fuentes documentales, buscando que detrás de cada afirmación haya un papel. Cuando he utilizado memorias y recuerdos personales de alguien lo he indicado debidamente.

He trabajado con casi 12.000 documentos procedentes del Archivo Municipal de Quesada, Archivo Militar Territorial 2º de Sevilla (digitalizado por la Diputación de Jaén),  Archivo Histórico Nacional y Centro Documental de la  Memoria Histórica de Salamanca. También he utilizado los boletines oficiales (Gaceta de la República, Diario Oficial del Ministerio de Defensa Nacional y Boletín Oficial de la Provincia de Jaén) y la prensa del momento, si bien las noticias de estos años son muchas menos que las de los años 1931-32, cuando el pueblo se hizo famoso por su conflictividad social. Por último, he contado con testimonios de quesadeños y con algunas memorias personales, inéditas en su mayoría.

Los dibujos de portada y contraportada están hechos por mí. Representan el alfa y omega de la República en Quesada. En la portada la celebración del primer aniversario de la proclamación de la República. El dibujo de contraportada representa la madrugada del 29 de marzo de 1939. Una columna de camiones organizada por el diputado Peris atravesó el pueblo buscando la huida desde algún puerto del Mediterráneo.

Antes de explicaros brevemente el contenido me gustaría hacer tres precisiones.

La primera es para los que no conozcan la primera parte y que lleguen por primera vez a estos años. En una provincia como Jaén, claramente socialista, Quesada fue la excepción anarquista. Aquí la UGT era el segundo y minoritario sindicato siendo la CNT muy mayoritaria. En el congreso de la CNT de Zaragoza en mayo de 1936, Quesada fue el pueblo con más afiliados representados de toda la provincia, más del doble que Linares.

La segunda es que he intentado no solo conocer lo que pasó, los sucesos trágicos, sino también cómo vivía la gente sencilla los avatares de la guerra, cómo era su vida cotidiana, los sufrimientos de los soldados y de sus familias, los miedos de unos y las ilusiones revolucionarias y colectivistas de los primeros meses.

Por último una consideración que parece superflua pero no les. El tiempo pasa, el mundo nunca se para. Sin embargo, a menudo tendemos a pensar en los periodos del pasado como etapas homogéneas. Hablamos de Roma como si hubiese sido una sola cosa, siempre igual. Y no es así, poco tienen que ver los tiempos de Julio César con los de Constantino en la Bajo Imperio. De la misma manera se tiende a pensar que la guerra fueron tres años más o menos iguales. Y por supuesto tampoco fue así. Poco tiene que ver la vida de la gente, la política y el ambiente de las calles en el otoño de 1936 con el de 1938. El tiempo nunca se paró y las cosas fueron evolucionando y cambiando día a día.

Por eso, para una mejor comprensión he estructurado este trabajo en una secuencia cronológica, por etapas.


Dibujo de portada. Primer aniversario de la proclamación de la República en Quesada


En la INTRODUCCIÓN se trata de los meses previos. Desde las elecciones de febrero hasta la mañana del 18 de julio.

La situación en Quesada, contra lo que pueda parecer, era bastante tranquila, incluso ilusionada a la vista de los proyectos que se acometieron o que se iban a empezar: construcción de dos grupos escolares con doce escuelas y viviendas para maestros (aprobada por el Ministerio días antes del golpe militar), la nueva carretera de Santa Cruz hasta El Chorro o la subvención concedida para reconstruir las casas arruinadas por el hundimiento de las murallas (en aquella ocasión no hubo daños personales), trabajos que darían una gran cantidad de jornales que paliarían el paro. En mayo se inauguró el teatro Álvarez Quintero, en la calle del mismo nombre, y la situación política era relativamente tranquila. Al contrario que en otros lugares se mantuvo el Ayuntamiento anterior a las elecciones.

Hay en esta Introducción dos pequeños estudios que aportan información creo que relevante.

El primero es un análisis de los resultados de las elecciones por mesas y distritos. Se deduce del escrutinio que una parte de la derecha local se había escorado a posiciones políticas muy extremas. El sistema electoral era muy complejo y sería largo de explicar. Me remito a las páginas correspondientes.

El segundo aborda la cuestión de las armas que existían en el pueblo mediante el análisis de las licencias de arma corta y de caza concedidas por el Gobierno Civil desde 1931. Había muchas y no estaban repartidas por igual.

La mañana del 18 de julio se reunió el pleno municipal. Tenía que ser una sesión feliz en la que se acordó dar el nombre de Carriazo a uno de los grupos escolares y se felicitó a los que habían colaborado en la consecución de este logro. Pero la tarde anterior se había sublevado en Marruecos el ejército colonial e iniciado un golpe de estado cuyo fracaso provocó la Guerra Civil. A la sublevación y a la oposición que se hizo a la misma se dedica el primer capítulo, VERANO del 36.

El golpe, protagonizado por el Ejército y buena parte de las Fuerzas de Orden Público, tuvo como consecuencia inmediata la desaparición de la legalidad republicana y el hundimiento del Estado. La Guardia Civil abandonó Quesada el día 19 de julio y el pueblo quedó en manos de la anarcosindicalista CNT, organización mayoritaria desde 1931.

Inmediatamente se procedió a la detención todos aquellos elementos que pudieran eventualmente sumarse al golpe. Estos primeros detenidos fueron trasladados a Jaén y desde allí, el 11 de agosto, hasta Alcalá de Henares. El azar hizo que los veintiún detenidos quesadeños salvaran la vida, lo que no sucedió con los de Cazorla y Peal que viajaron en el tren del día siguiente. La reconstrucción del traslado a Jaén y del dramático viaje en tren está hecho con las declaraciones que los propios presos hicieron años después para la Causa General.

La detención de elementos potencialmente rebeldes obedeció a consignas recibidas por los sindicatos desde Jaén. Sin embargo, de forma espontánea y casi instintiva, como en el resto de la zona republicana, se desató una ola de furia iconoclasta y anticlerical. Aquí se hace una especial mención a la desaparición de la Virgen de Tíscar. Tras su lectura se comprende porqué utilizo el término desaparición y no el de destrucción.

El segundo capítulo va aproximadamente desde agosto a diciembre de 1936 y se titula LOS MESES REVOLUCIONARIOS. Tras los primeros días de reacción al golpe la vida del pueblo cambió radicalmente, nada permaneció igual. Los que siempre habían mandado se vieron en manos de los que nunca lo habían hecho.

Poco a poco una nueva realidad revolucionaria fue imponiéndose. Todos los concejales, menos uno, dimitieron. El Ayuntamiento prácticamente desapareció. El pueblo quedó en manos del Comité del Frente Popular, pero solo nominalmente pues  fue la CNT quien se hizo con todo el poder, dando órdenes incluso al Comite, coalición de la que no había formado parte.

En Quesada la violencia fue sensiblemente menor que en muchos pueblos del entorno. En comparación con Cazorla y sobre todo con Peal, el ambiente era relativamente tranquilo. No obstante la violencia que los nuevos dueños de la situación aplicaron a las antiguas clases dirigentes existió y fue vivida con terror por sus víctimas. Por eso le dedico un apartado.

Hasta bien entrado septiembre no hubo en Quesada ningún episodio de violencia realmente grave. Entiéndase  grave, en aquel momento tan violento, como lo definitivo, la muerte. Tardó en llegar, pero finalmente lo hizo. El 23 de septiembre siete vecinos fueron asesinados en la carretera de Peal por un grupo de milicianos anarquistas de paso por el pueblo. Basándome en las declaraciones que los muchos testigos hicieron en los procesos militares de posguerra y sobre todo en la Causa General, creo que he reconstruido con cierta precisión lo sucedido aquella mañana.

 Desde que la CNT se hizo con el control se emprendió un proceso de colectivización de la economía, lento al principio, que hizo que en octubre todas las tierras, el comercio e incluso los oficios artesanos se hubieran colectivizado. Nadie podía tener más tierra que la que pudiera cultivar él y sus familiares directos. Se prohibió el trabajo a jornal fuera de las colectividades.

Para cuando el 1 de octubre se creó la Colectividad Campesina y el Consejo Obrero, Quesada era una comuna autogestionaria, casi ajena a cualquier poder exterior, provincial y por supuesto gubernamental. Durante bastante tiempo el poder del Gobierno, del gobernador, en Quesada fue poco más que simbólico. Fueron meses en los que Quesada podríamos decir que casi independiente, ni el alistamiento de soldados funcionaba y a la guerra iba, literalmente, quien quería.

Este proceso lo dirigieron los anarquistas veteranos de los primeros años de la República, gente con fuerte motivación ideológica  y que sabía a donde se dirigía. La CNT no proclamó expresamente el Comunismo Libertario,  pero el resultado fue el mismo que si lo hubiera hecho.

Pero desde la formación del Gobierno de Largo Caballero se inició un lento proceso de reconstrucción del Estado Republicano, ejemplificado en la creación del Ejército Popular de la República que acabó integrando a las milicias populares que habían resistido a los golpistas en los primeros meses.

El gobernador de Jaén desde el 3 de octubre fue José Piqueras, un veterano de la UGT y del partido socialista. Es indudable que tenía en su agenda acabar con la excepción que suponía la comuna anarquista quesadeña. La ocasión se presentó en diciembre con el asesinato de Antonio Toral y Visitación Morán.

La muerte de la hermana del párroco es el episodio de la Guerra en Quesada del que circulan más versiones orales, con toda clase de detalles a menudo truculentos. La reconstrucción de los hechos que aquí hago recoge solo lo que he podido documentar, sin entrar en esas historias que son imposibles de contrastar. Fue también el que más consecuencias tuvo en la represión de posguerra pues al menos 10 personas fueron fusiladas con este motivo.

La caída en desgracia, detención y muerte de Antonio Toral se produjo a causa de una oscura crisis interna de las Juventudes Libertarias en la que no participaron los veteranos de la CNT. Todo sucedió de forma muy rápida, en apenas 24 horas. Toral y Visitación Morán fueron asesinados a la vez. La coincidencia fue casual y es muy posible que si no se hubiera dado, Visitación no hubiera muerto. Toral fue el personaje más sorprendente de aquellos años. Su misteriosa vida fuera del pueblo, su muerte junto a Visitación y su enfrentamiento con Zabaleta del que era tío político, lo convirtieron en el malo perfecto y legendario de esta historia.  

Estos asesinatos provocaron en el pueblo un cataclismo político. Como consecuencia, a los pocos días el gobernador nombró una Gestora Municipal. Fue un primer paso  para demoler la comuna quesadeña sin provocar una violenta reacción anarquista porque, aunque CNT tuvo mayoría de concejales, y el nuevo alcalde Ramón Garrancho era suyo, la UGT, apoyada por UR. casi la igualaba. Fue el principio del fin de la comuna libertaria.

A primeros de enero el Gobierno disolvió todos los ayuntamientos y los comités populares  y organismos locales que habían proliferado por todas partes. En su lugar, y asumiendo todas las funciones de los anteriores, se creaban los consejos municipales, que en realidad eran los ayuntamientos de siempre con otro nombre.

El de Quesada se constituyó a finales de mes con igualdad de concejales entre UGT y CNT. UR tenía un solo concejal que apoyó al candidato de UGT resultando elegido nuevo alcalde, seguramente por indicación del gobernador, Ramón Segura Úbeda, persona con experiencia política que ya había sido concejal entre 1931 y 1934, conocía los entresijos del poder institucional y no había estado implicado en ninguno de los sucesos ocurridos durante los meses revolucionarios.

La CNT quedó descolocada. Incapaces de entender la importancia de controlar las instituciones por las que sentían una repulsión instintiva, poco a poco se fueron situando ellos mismos en una posición casi irrelevante.

Desde la constitución del Consejo se fue poco a poco notando en Quesada la restauración del orden republicano. A explicar este proceso se dedica el tercer capítulo, El REGRESO DEL GOBIERNO. 1937.

A lo largo de 1937 se dio marcha atrás a la colectivización de la economía, se restituyeron los comercios a sus antiguos propietarios y las tierras de la Colectividad se parcelaron en pequeños lotes que se distribuyeron entre los campesinos para su cultivo individual. Solo las grandes fincas del Guadiana Menor (El Salón, Hermosillas, Capellán…) permanecieron en manos de colectividades de la CNT.

En la primavera se instaló en Quesada un destacamento de la Guardia de Asalto. La presencia de una fuerza pública armada permitió al gobernador y al alcalde restituir el orden y la legalidad republicana. El aspecto de las calles, el ambiente, era completamente distinto a finales de 1937, al que se había vivido durante los meses revolucionarios.

En 1937 el poder político de la UGT y del alcalde Ramón Segura crece mes a mes. Pero este año ve también la aparición del PCE, desconocido en Quesada hasta ese momento. El crecimiento de los comunistas es grande y rápido. Su imagen de partido republicano de orden atrajo a muchas personas, no necesariamente izquierdistas, que vieron en él un freno al “caos anarquista”. Partidario del cultivo individual de la tierra y del fin de la colectivización, los pequeños labradores y arrendatarios nutrieron sus filas.

A principios de 1937 el Taller Penitenciario de Alcalá estaba repleto de presos, de muchos de los cuales se ignoraba por qué estaban allí. Entre ellos los veintiún quesadeños. Para dar salida a esa situación anómala y peligrosa se creó un Jurado Popular Especial para que instruyese los oportunos procesos que aclarasen las circunstancias de cada uno.

Casi todos los presos obtuvieron avales e informes favorables en Quesada. Muestra de esta benevolencia fue que el alcalde Ramón Segura, pidiendo la libertad de dos falangistas, le decía al Jurado que

si en las detenciones de los primeros días, por la precipitación y circunstancias del momento, se habían cometido errores, serenados ya los ánimos no había motivo para persistir en ellos.

Prácticamente todos los quesadeños quedaron en libertad, incluyendo al párroco Morán y al coadjutor Ballesteros.



Como antes dije las cosas iban cambiando. En 1938 ya han desaparecido los primeros ardores revolucionarios que son sustituidos por el cansancio y desgaste acumulado por tanto tiempo de guerra.  1938 es el año de la guerra, cuando con más fuerza se dejan sentir sus terribles efectos. Por eso el capítulo 4 lo he titulado, LA GUERRA. 1938.

Normalizado el reclutamiento, que siguió el tradicional sistema de quintas, se llegaron a movilizar más de veinte reemplazos, lo que afectó a casi 2.000 quesadeños. En el pueblo apenas quedaron mujeres, niños y viejos. Los soldados de Quesada se incorporaron mayoritariamente a las Brigadas Mixtas, pero los hubo en todas las unidades del ejército: en las Brigadas Internacionales, en la Aviación, en la Marina, en Intendencia, Transmisiones, Ingenieros y hasta en el batallón presidencial.

Algunos estuvieron en frentes tranquilos, pero otros conocieron las batallas más feroces como la defensa de Madrid, Brunete, Teruel y la mayor de todas, el Ebro. Docenas de ellos perdieron la vida. Las familias esperaban con ansiedad y miedo la llegada del correo, esas cartas desde el frente que a menudo traían funestas noticias.

El Ayuntamiento se convirtió en una especie de gestoría que ayudaba a las familias de los soldados muertos o desaparecidos a tramitar pensiones, a localizar a los soldados heridos en los hospitales de guerra y en algún caso a interceder con los mandos de las unidades para que los soldados pudieran regresar unos días al pueblo para casarse o para despedirse de algún familiar gravemente enfermo…

Si los soldados abandonaban el pueblo, otros llegaban. Refugiados y evacuados procedentes de las zonas de combate o que habían sido ocupadas por el enemigo (Córdoba, Teruel…), abarrotaban Quesada. Fueron repartidos en su mayoría  entre las familias del pueblo. En el caso de los niños, evacuados en su mayoría de Madrid, se improvisaron albergues en el santuario de Tíscar y el cortijo de Santa Cruz. A pesar de que la penuria y la escasez era grande, no hubo grandes tensiones y Quesada compartió con ellos lo poco que tenía.

En 1938 ya no hay paro. Este endémico problema desapareció de buenas a primeras, y ahora faltaban brazos para trabajar el campo, para recoger las cosechas. Casi todos los hombres en edad de trabajar estaban en el Ejército. Por eso se prohibió que hombres aptos para el trabajo entrasen en tabernas y barberías durante el día. Solo se le permitía a los viejos y a los soldados de permiso.

El ambiente bélico impregnaba la vida cotidiana, todas las mañanas delante del ayuntamiento los mozos que se iban a incorporar al Ejército realizaban ejercicios de instrucción premilitar.

La economía y la producción estaban en 1938 completamente orientadas al esfuerzo bélico, era una economía de guerra. Empezaba a faltar de todo, aparece el racionamiento y, como consecuencia, el comercio ilegal, el mercado negro. Cuando se recibían camiones de suministros las mujeres se arremolinaban alrededor y la Guardia de Asalto tenía que proteger las mercancías. Eran las penas de un pueblo en guerra y así he titulado el apartado correspondiente.

Ejemplifica este estado de cosas la falta de agujas de coser y de clavos y herraduras para las caballerías. Se suministraba para todo el pueblo algún paquete de cuando en cuando, que un empleado municipal tenía que recoger en Jaén.

En el verano de 1938 el desgaste acumulado por la población estalló con rabia y desesperación. Los soldados movilizados en agosto se negaron a subir a los camiones que los llevarían al centro de reclutamiento de Úbeda. Se produjeron altercados y el gobernador tuvo que enviar refuerzos al destacamento de Asalto.

El amotinamiento de soldados en tiempos de guerra era algo gravísimo. Circunstancias parecidas suelen resolverse a tiros y con muertos. Por suerte la prudencia y mano izquierda de Ramón Segura y del jefe de Asalto dieron fruto y la cosa se solucionó con apenas 12 detenidos, que semanas después fueron puestos en libertad y enviados al frente.

Lo curioso de este suceso es que entre los amotinados había de todo, rojos y derechistas, una transversalidad que muestra cómo no se trataba de  una revuelta con trasfondo político, sino fruto del desgaste y desesperación que en todos iba acumulando la prolongación de la guerra.

En enero de 1939 se hundió el frente de Cataluña y miles de refugiados cruzaron la frontera. Es el EL FINAL DEL SUEÑO, al que está dedicado el capítulo 5.

Él ambiente era de derrota, desánimo y temor a lo que vendría. Aumentaron las deserciones, en algún caso en grupo como el de cuatro quesadeños y tres hueseños que lo hicieron a la vez en el frente de Aragón.

A principios de marzo el coronel Casado dió un golpe de estado contra el gobierno Negrín. Los comunistas, los únicos que le hicieron frente, fueron detenidos y perseguidos. Verán el final de la guerra desde la cárcel. También en Quesada fueron detenidos los comunistas.

A final de mes se hundió el frente de Córdoba y las tropas franquistas avanzaron hasta Jaén. Los últimos días resultaron caóticos. Soldados derrotados, hambrientos y agotados regresaban andando al pueblo.

La tarde del día 28 un grupo de quintacolumnistas se hizo con la Comandancia Militar de Úbeda. Desde allí dieron orden a los ayuntamientos de los pueblos para que  entregasen el poder a los elementos derechistas organizados en improvisadas juntas. En Peal se dio la extraordinaria circunstancia de que durante unas horas funcionó una junta de la que formaron parte falangistas, el alcalde socialista y el anterior comunista.

No he encontrado las actas municipales de aquellos días pero en Quesada el traspaso también se hizo pacíficamente. Aquella mañana una manifestación de mujeres celebró delante de correos, actual Caixa, la victoria franquista. Pero todavía no habían llegado las tropas vencedoras. Fueron días de nadie, de tensa espera, en los que ya no había República pero el ejército de ocupación tampoco había entrado en Quesada.

Antes de que llegaran los militares hubo una desgracia final. La mañana del 29 una bomba de mano, abandonada en la carretera por el Llano de las Canteras, explotó cuando la manipulaba un pastor. El pastor resultó muerto y su sobrino, que fue quien la encontró, herido grave. El 1 de abril el juez municipal remitió al juzgado de instrucción las diligencias practicadas. Este fue el último documento oficial de la República en Quesada.

Dibujo de contraportada. Columna de camiones cruzando Quesada
la madrugada del 29 de marzo  de 1939


Finalmente, el 4 de abril entró con estrépito militar el 6º batallón del Regimiento de Infanteria Granada 6. Los militares, auxiliados por falangistas locales, de inmediato procedieron a detener a todo aquel que hubiera tenido alguna relación con los partidos y organizaciones del Frente Popular, a cualquiera que hubiera colaborado de alguna manera con la República. Cuando entraron las tropas ocupantes, así se llamaban ellos mismos, todos fueron considerados culpables hasta que no demostrasen su inocencia. Incluso los que habían luchado en la clandestinanidad a favor de los franquistas: el caso de Lorenzo Polainoque fue uno de los que tomaron la Comandancia Militar de Úbeda la tarde del día 28.

Se habilitó la iglesia del Hospital como prisión. En este pequeño edificio, constituido en campo de concentración dependiente de la 22 División franquista, se llegaron a amontonar hasta 200 presos. Por su parte, todos los que había integrado el ejército republicano, incluso los soldados rasos movilizados de forma forzosa con su reemplazo, fueron encerrados en campos de concentración repartidos por todo el país. Para el verano centenares de quesadeños estaban en ellos. Centenares de familias que dependían de los encarcelados quedaron en completo desamparo.

Todos los detenidos fueron sometidos a la justicia militar acusados, paradójicamente, de rebelión militar o de auxilio a la rebelión y fueron sometidos a consejo de guerra. Conforme se les iba instruyendo proceso sumarísimo, en su mayoría por el juzgado militar de Cazorla nº11, eran trasladados a las tres cárceles de Jaén, a la Provincial o las que se habilitaron en los conventos de Santa Úrsula y Santa Clara, este último destinado a mujeres.

Las condiciones en estas prisiones eran atroces. El número de internados multiplicaba su capacidad y los presos se hacinaban no solo en las celdas sino en los patios e incluso en las escaleras, donde debían atarse a las barandas para no rodar cuando dormían. No fueron pocos los que no resistieron estas condiciones y murieron. El primer muerto quesadeño en la carcel, Vicente Morillas, de Belerda, se produjo en enero de 1940 por peritonitis. Poco después murió de caquexia en Santa Clara el hijo de siete meses de una reclusa vecina de la calle Dr. Carriazo.

Los procesos militares sumarísimos a los que fueron sometidos carecían de cualquier tipo de garantía; a menudo los presos conocían a su defensor en la misma sala donde eran juzgados; en no pocos casos la sentencia estaba dictada antes de iniciarse el expediente.

Eran procedimientos muy lentos, de manera que incluso los que eran absueltos pasaban uno o dos años en la cárcel, que eran uno o dos años en el infierno. Una vez condenados, lo habitual es que fueran desplazados a otras cárceles lejanas en cualquier punto del país. En bastantes casos Auditoría de Guerra decidió que estos que resultaban absueltos completasen su paso por la cárcel con 12 meses de trabajos forzados.

Por su parte muchos soldados internados en campos de concentración fueron trasladados a campos y batallones de trabajo, condenados a trabajos forzados incluso sin haber sido sometidos a juicio. Los dedicaron a obras de fortificación en los Pirineos y en la parte del Estrecho de Gibraltar. También hubo quesadeños en el “canal de los presos”, el canal del Bajo Guadalquivir.

Al menos 17 quesadeños fueron condenados a muerte y fusilados; otros 7 murieron en la cárcel. Casi todos siguen a día de hoy en la fosa 702 del cementerio de San Eufrasio de Jaén, donde se amontonan más de mil cadáveres.

Entre ellos está el alcalde Ramón Segura Úbeda, que no estuvo implicado en ningún suceso de 1936, que intercedió por los presos quesadeños internados en Alcalá de Henares y en cuyo mandato no se produjeron actos violentos.

También sigue en esa fosa Juan Francisco Esquinas Rivera y aquí tengo que detenerme un momento para agradecer públicamente a su familia, a sus nietas, que me hayan facilitado y permitido publicar el que es sin duda el documento más estremecedor de este libro. La dramática carta de despedida a su mujer Eladia escrita poco antes de morir. De su lectura lo que a mí más me impresiona es como le cuenta que anda buscando unos alpargates para que lo fusilen con ellos y así poder enviar sus botas militares de sargento a la familia para que las aprovechasen.

Según las últimas noticias de prensa, en estos días se iniciarán los trabajos para delimitar la enorme fosa, paso previo a su apertura. La familia de Juan ya ha solicitado oficialmente la exhumación e identificación de los restos efectuando las correspondientes pruebas de ADN.

Con M. Carmen. Nieta de Juan Francisco Esquinas.


El último capítulo es la CONCLUSIÓN. El nuevo régimen no fue una vuelta a los tiempos anteriores a la República. Fue algo distinto que ni siquiera se parecía a la dictadura del general Primo de Rivera. El llamado Nuevo Estado Nacional Sindicalista fue la versión española de las dictaduras nazis y fascistas europeas del momento. Su ideología era totalitaria y afectó no solo a los aspectos sociales y económicos, a la política y a la vida pública, sino también a la vida privada, a las costumbres y a las creencias.

La penuria, el hambre, no solo no se redujeron con el fin de la guerra sino que aumentaron, especialmente para las familias de las viudas de guerra, de las familias de los presos.

Los últimos párrafos de esta historia los he titulado El silencio y el olvido: la República nunca existió. Desde el primer día de la ocupación, la República fue borrada de la vida pública. Salvo a efectos represivos se ignoró su existencia. Incluso su nombre fue sustituido sistemáticamente por expresiones tales que “el dominio rojo”, “gobierno marxista”, etc.

Muy pocas veces he leído la palabra República en los documentos de posguerra y nunca su nombre oficial: República Española. Seguramente para no reconocerle siquiera su nacionalidad.

Y sin embargo la República Española existió hasta que fue derribada por la fuerza de las armas. Una triste paradoja pues en su Constitución, aprobada por las Cortes Constituyentes el 9 de diciembre de 1931, se decía en su artículo sexto:

España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional.

Muchas gracias a todos. 





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