viernes, 20 de diciembre de 2019

1873. PROCLAMACIÓN DE LA PRIMERA REPÚBLICA EN QUESADA

Placa de mármol que se colocó en la plaza de Quesada


1873. PROCLAMACIÓN DE LA PRIMERA REPÚBLICA EN QUESADA


El catorce de febrero de 1873 se reunió el Ayuntamiento de Quesada en sesión extraordinaria y urgente. Abierta la sesión, el secretario dio lectura a una comunicación, de fecha doce del mismo mes, que dirigía el "ciudadano Gobernador Civil de la Provincia" al "ciudadano Alcalde de esta Villa". En ella se informaba que el día once se había verificado "la proclamación de la República Democrática por el Congreso y el Senado." Esa misma noche se había hecho igual proclamación en la capital de la provincia y ordenaba el ciudadano gobernador que así se hiciera en Quesada.

La mañana de aquel once de febrero de 1873 había abdicado el rey Amadeo I y Congreso y Senado, reunidos en Asamblea Nacional, habían votado la primera República Española. Se iniciaba así el último capítulo del vertiginoso periodo iniciado con la revolución de 1868, La Gloriosa o Septembrina. Nació la República en mitad de una grave crisis económica mundial, con la abierta hostilidad de los imperios y monarquías que entonces dominaban Europa. Estallaron levantamientos carlistas y cantonales, y la pugna entre radicales, republicanos unitarios y federales le negaron un solo día de tranquilidad y calma a la nueva República.

Como muestra de tan tremenda inestabilidad quedó la frase que el primer presidente del Poder Ejecutivo de la República, Estanislao Figueras, desesperado y superado por los enfrentamientos, dijo en un consejo de ministros durante los tumultuosos días de junio: "Señores, estoy hasta los cojones de todos nosotros". Figueras cogió un tren en Atocha y se marchó a Francia, desde donde mandó un telegrama comunicando su dimisión.

"La Niña Bonita" Alegoría de la República publicada en la
revista satírica "La Flaca"


En Quesada desde la revolución de 1868 la vida política local estaba en manos de los parientes y amigos del general Serrano Bedoya, que había sido uno de los protagonistas en el derrocamiento de Isabel II. El respaldo de tan importante político, que podía influir y recomendar en Madrid los intereses locales, daba a sus partidarios en el pueblo gran prestigio y poder.

La ascendencia de Serrano en Quesada quedó simbolizada con el cambio de nombre de la plaza, que de ser plaza de la Villa pasó a llamarse del General Serrano Bedoya.[1] Cuando aquel febrero de 1873 llegó la República era alcalde Ramón Serrano Bedoya, hermano del general, y eran concejales otro de sus hermanos, José, y sus primos Hilario, Pablo y Francisco Serrano. Por cierto, también formaba parte de aquella Corporación Rafael Hidalgo del Riego, padre del pintor Rafael Hidalgo de Caviedes.

La salida de Amadeo I y la proclamación de la República provocaron en Quesada una crisis que, aunque apenas duró dos días, el catorce y quince de febrero, sin duda supuso un auténtico terremoto en la amodorrada rutina del pueblo.

Constitución de la Junta de Gobierno Republicana del Ayuntamiento de Quesada


Aquella mañana del día 14 el ciudadano alcalde, Ramón Serrano, a la vista del escrito del ciudadano gobernador y de "la reunión confidencial que hubo lugar ayer entre varios vecinos de la localidad y entre ellos Don Francisco Calatrava Presidente  del Comité Republicano de este Pueblo"  propuso y así se acordó con el apoyo unánime de la Corporación, "resignar en este (el Comité Republicano) la misión de Administración y demás funciones concejiles". Tras dimitir, los miembros de la Corporación abandonaron la sala capitular e invitaron al Comité "para que proceda al nombramiento de la Junta de Gobierno que se constituya."

Inmediatamente entraron en el salón de plenos los miembros de dicho Comité para constituir la Junta de Gobierno provisional. En el acta anotó el secretario municipal: "Constitución de la Junta de Gobierno Republicana Federal". La República proclamada no lo había sido con el carácter de Federal, ese fue un debate que enfrentó a unitarios y federales durante todo el año de su existencia. Pero como en Quesada existía un activo grupo de republicanos federales (que se mantuvo incluso durante el posterior reinado de Alfonso XII) no dudaron en proclamar la Federal. En la reunión de la tarde anterior los federales ya habían elegido "por aclamación unánime del Comité Republicano y demás ciudadanos que pertenecen a esa comisión política" a los miembros de la Junta de Gobierno. Quedó pues constituida la Junta en el acto, y fue presidida por el ciudadano Francisco Calatrava León.[2] Don Francisco cerró el acto constitutivo con un ¡Viva la República Federal!

El ¡Viva! a la República Federal de Francisco Calatrava


Inmediatamente la "Junta Revolucionaria Republicana Federal" celebró su primera sesión ordinaria y tomó un acuerdo que el secretario tituló "Cesantías de todos los Empleados Municipales y nombramientos para cubrir las vacantes." Fueron cesados y sustituidos los dos médicos municipales, el depositario de fondos, el cartero "o administrador de Correos de esta localidad",  el  encargado del reloj, el portero del Ayuntamiento, los guardas rurales, los guardas mayor y menor de la Dehesa del Guadiana, el inspector de (venta de) carnes, el "Inspector de Policía y Alcalde de Cárcel", los guardas de montes y el juez municipal. Solo se libraron de la remoción el secretario y los dos oficiales del Ayuntamiento. También se acordó cesar y amortizar las plazas de maestro y maestra de Belerda "mediante a que de nada sirben en dicha Aldea por no tener niños que asistan".[3]

Es de imaginar que aquella noche del catorce al quince de febrero fue inolvidable para muchos vecinos. De alegría para los nombrados y de preocupación para los cesados. También es de imaginar el golpe que supuso para la anterior clase dirigente, pues de un plumazo se le arrebataba el poder municipal. Pero ni los unos ni los otros se sorprenderían. Cinco años antes había ocurrido lo propio. Cuando en 1868 una Junta controlada por los partidarios de Serrano sustituyó al Ayuntamiento isabelino anterior, su primer acto fue el cese de toda la plantilla municipal. Lo hicieron atendiendo las disposiciones de la Junta Provincial que, además de cesar a todos los ayuntamientos, dejaba sin efecto "los nombramientos de los empleados de todos los ramos de la Administración pública".[4] No existían entonces  las carreras funcionariales como ahora se entienden y estas cesantías, generales o dedicadas a un individuo, eran comunes. De manera que ahora la Junta Republicana actuaba siguiendo un guión ya conocido.

Sin embargo, las penas y alegrías con el amanecer cambiaron de bando, quedando como si hubiera sido simplemente un sueño. Esa mañana "se reunieron en casas Capitulares los señores que componen el Ayuntamiento que cesó el día de ayer bajo la presidencia del ciudadano Francisco Calatrava". Abierta la sesión, "se dio lectura a la Circular del Señor Gobernador Civil de la Provincia fecha 13 de los que cursan". Mediante la misma el gobernador cesaba a todas las juntas de gobierno nombradas en los pueblos de la provincia y ordenaba reponer a los ayuntamientos preexistentes. Calatrava "en su vista de la circular y teniendo deseo de que tenga cumplido efecto manifestó declinaba la Autoridad recibida en el día de ayer en manos del Alcalde y Munícipes de quien la había recibido." Acatando unos y otros la orden, quedó el Ayuntamiento "constituido cual lo estaba". Tras acordar que se fijase la circular del gobernador "en el sitio de costumbre", firmaron el acta conjuntamente: Francisco Calatrava por la Junta Republicana cesada y Ramón Serrano y los concejales presentes en la reunión por el Ayuntamiento repuesto.[5]

Una vez abandonó la sala el efímero presidente de la Junta Republicana, continuó reunido el Ayuntamiento repuesto. Su primer acuerdo fue reponer en sus respectivos destinos a los maestros de escuela, guardas de la Dehesa y rurales, cartero, alcalde de Cárcel " y cualquier otro destino que por la misma hubiese sido sustituido".

En 1868 fue la autoridad revolucionaria la que disolvió ayuntamientos y removió funcionarios. En 1873 el gobernador republicano hizo lo contrario. La explicación está en que en 1868 se produjo una ruptura revolucionaria con la legalidad anterior, mientras que la República vino por el voto de Congreso y Senado, tras la abdicación del rey y sin que se produjera ruptura legal. De todas formas llama la atención la tranquilidad con la que se produjeron estos cambios en Quesada, con unos y otros firmando actas conjuntamente. La primera República transcurrió en Quesada con mucha tranquilidad, al menos por lo que se deduce de las actas municipales porque es de imaginar que en calles y tabernas alguna discusión sí que habría.

Los ayuntamientos republicanos de Quesada se ocuparon de asuntos corrientes, del día a día de la vida del pueblo. Hicieron unas ordenanzas municipales que se mantuvieron en vigor bastantes años, atendieron los pleitos de lindes en la Dehesa, que era la fuente principal de ingresos para el Ayuntamiento, dieron los primeros pasos para buscar un lugar adecuado al mercado, por entonces celebrado al aire libre, en la plaza, donde aún no había jardín. Se ocuparon también de ordenar la feria de ganado, de resolver peticiones de vecinos, de discutir las cuentas municipales... No hubo, al parecer, grandes causas ni luchas.

El libro de las Ordenanzas Municipales de 1873


Como ejemplo de esa tranquilidad, de lo que podría llamarse "normalidad", puede valer la forma que tuvieron los republicanos federales de celebrar la proclamación de la República, que ahora sí había sido votada por el Congreso, cuando a principios del verano consiguieron la alcaldía y el poder municipal. El día dos de julio "se acordó que se pague con cargo al Capítulo de Imprevistos los gastos ocasionados en la función de Iglesia que se celebró en el día de ayer por la proclamación de la República (Federal) en esta localidad y en obsequio a Nuestra Patrona la Santísima Virgen de Tíscar". Firmaba el acta el alcalde y jefe de los republicanos federales, Francisco Calatrava León. Varias semanas después fue necesario aclarar que en esos gastos se debía incluir "el importe del refresco dado al Municipio, clero y algunos convidados" por la misma ocasión.[6]

En Cazorla, según escribió Medardo Laínez en 1935,[7] las cosas fueron de similar tranquilidad. Los pueblos de la comarca no se constituyeron en cantones independientes, ahorrándonos así el espectáculo de que hubieran llegado entre ellos a más que palabras, cosa nada improbable considerando que la "flota de Cartagena" bombardeó Almería y Alicante.

Tiempo habrá en estas mismas páginas de entrar en detalles sociales, políticos, de costumbres, etc. no solo de la primera República sino de todo el agitado periodo que se inició con La Gloriosa de 1868. Por ahora, y por no cansar mucho, creo que es suficiente con mencionar los dos cambios que se produjeron en la Corporación quesadeña durante esta primera República.

En el mes de junio de 1873 se inició la etapa más convulsa de la República. El día ocho las Cortes Constituyentes proclamaron la República Federal por doscientos dieciocho votos a favor y dos en contra. El día diez se produjo la huida y dimisión de Figueras. El once fue elegido el federal Francisco Pi y Margall como segundo presidente del Poder Ejecutivo de la República. Casi al tiempo los federales "intransigentes" iniciaron la sublevación cantonal a la que hubo de hacer frente el almeriense Nicolás Salmerón,  tercer presidente y federal "moderado".

Sello del Gobierno Civil


Quesada, que en su aislamiento vivía un poco al margen de las convulsiones políticas,  en este inicio del verano de 1873 no pudo sustraerse a ellas. Fuera por disconformidad con la nueva situación o por temor a sus consecuencias, el Ayuntamiento en pleno presentó su dimisión. La Diputación Provincial aceptó las renuncias y procedió de inmediato a nombrar un Ayuntamiento interino "ante la proximidad de las Elecciones Municipales". El día veintinueve de junio se celebró pleno extraordinario al que asistieron los concejales salientes y los nuevos. Tomada posesión, los entrantes procedieron a elegir como alcalde a Francisco Calatrava León y sin perder un minuto cesaron a los empleados municipales nombrado otros en su lugar.[8] Fue este el Ayuntamiento que celebró con una fiesta a la Virgen su acceso al poder, en el que se mantuvo hasta principios de 1874.

El tres de enero de ese año triunfó el golpe de estado del general Pavía que disolvió las Cortes y desalojó al cuarto presidente, Emilio Castelar. Fruto del golpe, el quinto y último presidente, Francisco Serrano Domínguez, formó un gobierno de concentración del que excluyó a los republicanos federales. Se mantuvo en el poder hasta fines de año en que fue derrocado por el golpe de estado de Martínez Campos en Sagunto, que precipitó la restauración borbónica. Fue durante este gobierno cuando Serrano Bedoya ocupó la cartera de Guerra.

La dictadura republicana de Serrano Domínguez tuvo como objetivo desalojar a los federales de todas las instancias de poder, incluidos ayuntamientos.[9] Por eso, el veintisiete de enero el gobernador Civil destituyó al alcalde y concejales de Quesada, nombrando un nuevo Ayuntamiento del que sería alcalde Ramón Serrano Bedoya, hermano del general. El cambio se hizo con la tranquilidad ya habitual y en presencia del alcalde saliente Francisco Calatrava. Fue una vuelta a los ayuntamientos moderados del periodo 1868 a 1873 y representó el apogeo en el poder local de los partidarios de Serrano.

El general volvió a ser el referente de la política local y "protector" de los intereses de Quesada ante las instancias gubernamentales. Cuando se conoció el resultado favorable a Quesada en el pleito de límites de la Dehesa, Serrano mandó una carta al Ayuntamiento felicitándolo, o mejor dicho felicitándose, por la noticia: "Ciertamente que interpuse mi influencia en favor de dicho pleito, pero es la verdad que asistía a Quesada la Justicia, y es así mismo cierto que como hijo de ese Pueblo, tenía el sagrado deber de velar por los intereses de su comunidad".[10]

Con el fin de la República y la restauración monárquica en Alfonso XII se produjeron los correspondientes cambios en el Ayuntamiento -y en sus empleados- pero eso ya queda para otra ocasión.

Para terminar, una explicación sobre la foto que abre estas líneas. Se trata de la placa o lápida que se colocó, seguramente en la torre del reloj, cuando se dedicó la plaza a la República Federal. En el pleno de diez de agosto de aquel año (1873) se acordó cargar al capítulo de Imprevistos "el importe de la lápida para la plaza de esta Población" así como el cuadro de la República para las Casas Capitulares y "los honorarios de la orquesta que estuvo tocando ínterin se ponían ambas cosas y en la noche del tres de agosto para festejar la proclamación de la República”.

La placa reza: "PLAZA DE LA REPUBLICA FEDERAL 1873" y muestra cuatro fechas, una en cada esquina: once de febrero, veinte de marzo, veintitrés de abril y ocho de mayo. La primera y la última corresponden a la proclamación de la República y de la República Federal respectivamente. El veintitrés de abril fue el día que el entonces ministro de Gobernación Pi y Margall sofocó un serio intento de golpe de estado salvando a la República. Por último, el veinte de marzo fue el día en que la Asamblea Nacional debatió y aprobó la abolición de la esclavitud en Puerto Rico.[11] Curiosamente era este un asunto con el que el pueblo de Quesada se sentía implicado. Durante una de las últimas sesiones del Congreso en tiempos de Amadeo I, el quesadeño Laureano Delgado Alférez, diputado por el distrito de Cazorla, presentó varios escritos firmados por los vecinos de Quesada, Hinojares, Huesa y Pozo Alcón "con sus ayuntamientos a la cabeza", pidiendo "la abolición inmediata de la esclavitud" en la isla.[12] Sin duda los quesadeños y especialmente los republicanos federales, se sentían muy orgullosos de haber puesto su granito de arena en el asunto y quisieron inmortalizar la fecha en la placa o lápida que colocaron en la plaza.







[1] Pleno del 18 de octubre de 1868. Justificaba el acuerdo el Ayuntamiento revolucionario en la necesidad de "inmortalizar en esta Población el preclaro nombre de nuestro Ylustre Patricio el Excelentísimo Señor General Serrano Bedoya, uno de los caudillos e iniciador del glorioso alzamiento Nacional contra la ominosa y caída Administración moderada". Este nombre se mantuvo, con un pequeño paréntesis en 1873, hasta que en 1931 fue sustituido por el de Plaza de la República.

[2] Era vicepresidente Simón  del Águila y vocales Miguel Muñoz y Justo Vela. Como secretario quedó nombrado el que era secretario municipal, Gaspar Antonio de Salas.

[3] Evidentemente no se trataba de que no hubiera niños en Belerda; los habría y muchos. La justificación de los ceses estaba en que no los había "que asistieran". Y es que, efectivamente, la asistencia a la escuela era una rareza reservada solo a los pocos miembros de las "clases pudientes".

[4] "Boletín Oficial Extraordinario de la Provincia de Jaén" de fecha 30-9-1868.

[5] Eran estos concejales presentes Pablo Serrano, José Montiel, Antonio Rodríguez, Antonio Alférez, José Hidalgo del Riego, Carlos Pérez, Antonio de Lara, Hilario Serrano, Nicolás Valdés, Francisco Serrano y Godoy y José Serrano Bedoya.

[6] Acta del pleno de diez de agosto de 1873.

[7] Vida política y literaria desde la primera a la segunda República" El Adelantado de Cazorla. 1935. Pág. 183 y ss.

[8] Secretario -el anterior dimitió junto a los concejales-, oficiales de secretaría, depositario, médicos, cartero, encargado del reloj y guardas rurales y de la Dehesa. En este caso se sustituyó también al "peón público", "cargo" que fue ocupado por Julián Salcedo.

[9] También acabar con la tercera guerra carlista, tarea en la que tuvo un papel activo como capitán general de Cataluña el general Serrano Bedoya, antes de ser ministro.

[10] Carta fechada en Barcelona a primero de mayo de 1874 y adjunta al libro de actas municipal. En ese año se dejó constancia de otras gestiones de Serrano, como la reducción del cupo de soldados de Quesada según carta del ministro de Gobernación Sagasta a Serrano, transcrita en el pleno de veinticuatro de agosto.

[11] Ley publicada en la "Gaceta de Madrid" de veintiséis de marzo de 1873.

[12] Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados de cuatro de febrero de 1873.

lunes, 9 de diciembre de 2019

"EL FUNCIONARIO MUNICIPAL".Una revista publicada en Quesada en 1930.


El primer número de la revista



El 31 de enero de 1930 veía la luz en Quesada la revista "El Funcionario Municipal-Revista Órgano de los empleados administrativos". Era su director Valentín de las Marinas Degiuli, y la redacción y administración de la revista estaban en la calle García Prieto 35 principal de Quesada, domicilio de Valentín.[1] En la Biblioteca Municipal de Quesada se conserva la colección completa de la revista, que la familia de Valentín de las Marinas donó al Ayuntamiento tras su muerte en 1973. Teresa Heredia, bibliotecaria municipal, ha puesto amablemente a mi disposición esta publicación periódica sorprendentemente nacida en Quesada en 1930.

El contenido de la revista es corporativo, dedicado a los intereses, reivindicaciones y problemas de los funcionarios y empleados municipales. Alcanzó una notable difusión por casi todo el país como se puede ver tanto en la correspondencia recibida como en la publicidad. Tuvo dos etapas: la inicial en los años 1930 y 1931 y otra posterior iniciada en 1960, ya fuera y al margen de Quesada. Es a esa primera etapa a la que me referiré, pues, además del contenido profesional propio de la publicación, a menudo aparecen en sus páginas noticias de Quesada y referencias a la vida social y cultural quesadeña.

El primer número salió a la calle con fecha de 31 de enero de 1930 con una vocación quincenal que se anunciaba en la propia cabecera: "se publicará los días quince y final de cada mes". No obstante, y seguramente a causa de la dedicación que requería y del coste del proyecto, desde junio de ese año pasó a mensual, siendo finalmente los dos últimos números bimensuales. En total salieron veinte números; el último de esta primera época fue el correspondiente a mayo y junio de 1931.

Coinciden estos dos años con un periodo de cambios radicales en España, de convulsiones políticas reflejadas en sus páginas. Así, nacida en la dictadura[2] del general Berenguer, conoció los últimos esfuerzos de Alfonso XIII por mantenerse en el poder con el gobierno del almirante Aznar, las elecciones municipales de abril y la proclamación de la II República. Estos cambios políticos afectaban de manera inmediata a los ayuntamientos y repercutían directamente en los trabajadores municipales, destinatarios de la revista.

Biografía de Valentín de Las Marinas en un homenaje de 1967


Hijo de Francisco de las Marinas, secretario del juzgado municipal, Valentín de las Marinas nació en Quesada en 1902. En 1930 era oficial mayor del Ayuntamiento; posteriormente fue varias veces secretario interino hasta su marcha a Peal, ya en la posguerra. Fue un personaje inquieto, muy implicado y activo en la vida local de aquellos años. Periodista aficionado, escribió como corresponsal para el periódico conservador “La Regeneración” de Jaén, Boletín de la Cruz Roja Provincial, etc.

En 1935 fue encargado de la redacción de uno de los tres capítulos dedicados a Quesada en la obra colectiva “El Adelantado de Cazorla”. Lo tituló Quesada. Religión, ciencia, arte.” En él hace la consabida referencia a la Virgen de Tíscar, al calendario de fiestas y a las figuras destacadas que había dado el pueblo: Serrano, el gramático Santiago Vicente, Alcalá y Menezo, el pintor Isidoro Bello… De su tiempo cita al indiscutible Juan de Mata Carriazo y a Juan Arroquia Herrera como animador del teatro de aficionados. Hay en este artículo una curiosa mención al entonces joven Zabaleta: “Hoy, con más base artística, aunque no con menos vocación, puede reemplazarle (a Isidoro Bello) ventajosamente Rafael Zabaleta, diplomado de la Escuela de San Fernando; tiene condiciones, pero, tímido y vacilante, no se lanza a conquistar los lauros que, sin duda, el arte le reserva.”

La revista no tiene un carácter político marcado, pero se amolda a cada momento acatando el “poder constituido” con cierto entusiasmo. Esta adhesión la comprendería perfectamente su público de pequeños funcionarios acostumbrados a sobrevivir en medio de los cambios políticos que a menudo repercutían con fiereza en la vida municipal.

La portada del primer número está dedicada al retrato del gobernador civil “que prometió ayudarnos en la obra que vamos a emprender”; se le ofrenda “nuestro homenaje de veneración y afecto”.  Es enero de 1930, con el general Berenguer en el gobierno intentando salvar a la Monarquía. Tras las elecciones municipales de abril de 1931 y la proclamación de la República, el editorial del que sería último número de la revista, titulado "El nuevo Régimen”, la recibe con entusiasmo: “Hemos anochecido, oprimidos por un régimen infamante donde campeaban a placer las inmoralidades y la tiranía y nos lanzó prestos de la cama el vivo fulgor de la libertad”. Nos puede parecer  un descarado chaqueteo, pero como decía arriba, hay que valorar el contexto. Son tiempos de cesantías, y de unos empleados públicos desprotegidos y a merced y capricho del munícipe de turno.



En las páginas de “El Funcionario Municipal”, y a pesar de sus objetivos gremiales, por estar editada aquí se refleja inevitablemente la vida local quesadeña. Ya en su primer número y en lugar destacado hay un artículo del jefe de Valentín, Manuel Palop Sanchíz, secretario del Ayuntamiento, con un tono paternalista y condescendiente hacia su subordinado[3].

Especial atención presta a los cambio en el Ayuntamiento, cambios que afectan directamente a él y a sus compañeros. En febrero de 1930, a raíz de las disposiciones del gabinete Berenguer, los nuevos concejales le merecen aprobación y entusiasmo: “A nosotros nos han parecido excelentes ya que conocemos la cultura, ecuanimidad e independencia de referidos señores[4]

Y de la misma manera, en el número de junio de 1931 se informa de la constitución del primer ayuntamiento republicano “de mayoría socialista” y "como consecuencia de las elecciones del día 31 de mayo”. En Quesada, como en numerosos pueblos, hubo que repetir en esta fecha y a causa de irregularidades, las elecciones municipales de abril que habían traído la República. El tono con el que recibe a la nueva Corporación, "de mayoría socialista", no es menos entusiasta que lo había sido con los anteriores cambios: “La (falta de) cultura es suplida con espléndidas luces naturales; la ciencia política, con la buena voluntad; y la veteranía de mando, con una exacta idea de libertad y justicia.” Preside la corporación republicana el “obrero Eustaquio López Sánchez, tantas veces perseguido y encarcelado por su romántica y tenaz pretensión de redimir al proletariado de esta ciudad.”[5]

En las páginas de la revista abundan las noticias sobre sus compañeros en el Ayuntamiento de Quesada, como la toma de posesión del nuevo oficial Antonio Rodríguez, el ascenso de Ricardo Ortega Amador, oficial encargado de quintas, o la muerte de Muerte de Camila Salas Carriazo, mujer del secretario Palop. También hay otras noticias del mundo político como la visita del gobernador civil acompañado del  inspector de 1ª Enseñanza, quien por la noche ofreció una conferencia en el jardín. O la asamblea de alcaldes de la comarca y de pueblos vecinos de Granada, celebrada en Tíscar en septiembre de 1930 para reclamar la finalización de la carretera de Tíscar a Pozo Alcón.

En “El Funcionario Municipal” publican, además del fundador y director, otros personajes de la vida quesadeña de los años treinta, como el ya citado secretario Palop o Juan de Mata Carriazo, entonces joven catedrático de Sevilla, que escribe sobre los orígenes medievales de la ley municipal. Son también asiduos como poetas el administrador de Correos Juan Arroquia y el farmacéutico de Pozo Alcón Manuel Antiñolo Quiñones.

De Juan Arroquia son también los artículos de la serie “Guía sentimental de Quesada” publicados originalmente en la revista “Don Lope de Sosa” que dirigía el cronista oficial de la provincia Alfredo Cazabán, quien también firma un artículo sobre Quesada y Tíscar, la verdad que lleno de lugares comunes. De Arroquia son también los imprescindibles artículos sobre la Virgen y sus fiestas.

En algún caso firmó con pseudónimo seguramente el propio director. Un tal Galán mantiene durante varios números una sección, bastante cursi a nuestros ojos, que titula “¿Quién es quién?”. Consiste esta en la descripción, sin decir sus nombres a modo de adivinanza, de seis señoritas de Quesada.[6]

La solución a "¿Quien es quien?"

Hay más referencias quesadeñas en “El Funcionario”. Desde el traslado a La Coruña de Antonio Serrano, tras aprobar las oposiciones a magisterio, al banquete ofrecido por el mismo motivo a  Vicente Bosquet Molina. Se celebró en Tíscar y fue servido “por el fondista Jaime Palop”.

El primer aniversario de “El Funcionario Municipal” fue celebrado con una comida que tuvo lugar el 20 de enero de 1931 en el “Gran Hotel Victoria” de Jaime Palop.[7] Fue todo un banquete. El menú consistió en “tortilla de jamón, lomo con tomate, merluza al limón, entremeses, vinos dulces, frutos, café, coñac y habano”. Intervino a los postres el secretario Manuel Palop. El brindis y los versos fueron por cuenta de Juan Arroquia, y Valentín de las Marinas cerró el acto con un discurso de exaltación quesadeña que remató con un ¡Viva Quesada!

Concluido el acto, los asistentes[8] posaron para una foto que publicó “El Funcionario” y que hizo el también comensal Juan José Trujillo, posteriormente director de la banda municipal.

La comida del primer aniversario de la revista en el Gran Hotel Victoria, en la calle Nueva


La publicidad insertada en la revista está compuesta mayoritariamente por comercios de muy distintas provincias dedicados al suministro de ayuntamientos. Solo en sus últimos meses aparecen algunos anuncios quesadeños. El del “Hotel Victoria” regentado por Jaime Palop, una fonda que estaba al principio de la calle Nueva: “Inmejorable comida y gran confort. Pensión económica”. La Farmacia de Tomás Baras, en la Explanada y en la que “se despachan toda clase de especialidades nacionales y extranjeras”. Hilario Serrano, representante mercantil o Andrés Rodríguez Aguilera, médico, en plaza del general Serrano Bedoya, 4 (jardín), que tenía consulta de 12 a 14 y de 18 a 20.

A pesar de su corta vida quesadeña y de su orientación corporativa, “El Funcionario Municipal” tuvo relevancia en la vida local. Fue la única publicación editada en Quesada en aquellas primeras décadas del siglo XX. Una revista en un pueblo era cosa rara, pero Quesada la tuvo y se difundió por buena parte del país.

Uno de los anuncios locales de la revista
Número de mayo-junio de 1931, último de su etapa Quesadeña



[1] García Prieto había sido presidente del Senado y varias veces del Gobierno. Se había formado en el bufete de Montero Ríos, donde coincidió con el quesadeño Laureano Delgado. Era cabeza del Partido Liberal Democrático al que pertenecía Pedro Villar, yerno de Laureano. Por esta relación con personajes influyentes de la vida política local se le dio su nombre a la calle Nueva. Desde septiembre de 1930 la dirección de la revista pasó a la calle Numancia nº 4, frente al antiguo museo, entonces ruinas del convento, donde estaba la casa familiar de la esposa de Valentín, Prudencia Alférez.

[2] Conocida como la “dictablanda” por contraposición a la de su antecesor, Primo de Rivera.

[3] Posteriormente, en 1932, este secretario fue expedientado y cesado por irregularidades.

[4] El 26 de febrero tomaron posesión los concejales, designados por Mayores contribuyentes, José María Godoy Aguilar, Rafael Ortiz Rodríguez y Pedro Villar Gómez, excusándose por enfermedad dentro de este grupo Isabel Antonia Aguilera García y Antonio Segura García. Juan Ramón de la Riva no compareció. Por el grupo de quienes habían sido anteriormente concejales se incorporaron Juan Bautista Palop Marín, Lázaro Segura García, Diego Herrera Muñoz, Francisco Malo Marín, Nicolás Carrasco Radial y Tomás Bedoya Serrano. Fue designado alcalde Antonio Rodríguez Conde.

[5] El texto completo dice: "Como consecuencia de las elecciones del día 31 de mayo, se ha constituido nuestro Ayuntamiento por mayoría socialista. 
Los Concejales, genuina representación de la democracia, han elegido Alcalde, al obrero Eustaquio López Sánchez, tantas veces perseguido y encarcelado por su romántica y tenaz pretensión de redimir al proletariado de esta ciudad.
Los Tenientes de Alcalde, también de la clase modesta, Ramón Segura Ruiz, Maximiano Plaza Salas y Antonio Serrano Linares, suponen la plena confianza de la Casa del Pueblo.
Nosotros podemos decir que las primeras iniciaciones no pueden ser más justas y acertadas. La cultura es suplida con espléndidas luces naturales; la ciencia política, con la buena voluntad; y la veteranía de mando, con una exacta idea de libertad y justicia.
Esperamos mucho de estos bisoños concejales. Vienen sin prejuicios ni malicias: razón más que sobrada para que su labor sea fructífera y regeneradora. La herencia que la antigua política ha dejado a su óbito, está marchita e hipotecada.
Si cupiera la renuncia a beneficio de inventario, se quitaría una agobiadora preocupación el flamante Concejo. Pero como no cabe este sano recurso, es necesario que el obrero de Quesada, con buena fe y sanas intenciones, reedifique la hacienda y la administración, en lamentable y ruinoso estado.
Saludamos con entusiasmo al demócrata Ayuntamiento, prometiéndole toda nuestra abnegación para ayudarle en su penosa empresa.

Nuestro fraternal abrazo a todos."

[6] Finalmente, en el número de febrero de 1931, se descubre el misterio: las señoritas eran Emilia y Lola Villar, Isabelita Rodríguez, Rosario Ortiz, Caridad de las Marinas y Trini García Carriazo.

[7] Este hotel o más bien fonda estaba (pendiente de confirmar) en la calle Nueva, frente a la calle de la Virgen, donde actualmente está el semáforo.

[8] Antonio Rodríguez Conde, alcalde; Manuel Palop, secretario; Tomás Baras Velasco, farmacéutico; Bernardo Aguilera Jerez, veterinario; Vicente Bosquet Molina, maestro; Juan Arroquia, administrador de Correos; Enrique Bedoya Serrano, Oficial 1; Antonio Rodríguez Aguilera Oficial 2; Ricardo ortega Amador Oficial 3;Andrés Rodríguez Conde Oficial 3; Antonio Mesa Bedoya, auxiliar; Luis Navarrete Ruiz, estudiante; Emilio Palop Salas, estudiante; Juan José Trujillo del Barco, músico; Ángel Sesé Morillas, comerciante; y Manuel Rodríguez Aguilera, comerciante.


sábado, 17 de agosto de 2019

Rafael Zabaleta en el año de la Victoria



Rafael Zabaleta. “Paisaje de Zújar” (68x89), 1937.

Nota. Este artículo se publicó originalmente en el nº 2 de la revista "Sueños de Quesada" de la Asociación “Amigos de Rafael Zabaleta”.


Enero de 1939, año de la Victoria. La República se apaga. Se ha hundido el frente de Cataluña. Mientras los primeros refugiados llegan a la frontera francesa, Rafael Zabaleta sobrevive en Baza como delineante del Servicio de Caminos del republicano Ejército de Andalucía. Ha conseguido este puesto, que es un un premio de la lotería, un seguro de vida lejos del frente, tras una serie de peripecias que en tiempos normales serían tomadas por novelescas pero que en tiempos de guerra son sencillamente normales.[1] Baza es la capital de la provincia de Granada porque la ciudad cayó en manos de los rebeldes en los primeros días del golpe militar.

Los franquistas han tomado Barcelona y la República agoniza. Todos, Zabaleta el primero, dedican su tiempo a pensar en el día después del final. A imaginar, adivinar, cómo será para ellos y preparar ardides y coartadas. Una buena historia bien contada a tiempo puede significar la salvación.  Por eso Zabaleta ha vuelto a ser el "señorito propietario perseguido por los rojos que tuvo que huir de su pueblo". Anda por Baza contándoselo a todo el mundo. Bueno, a los que sabe que son de los otros, de los inminentes vencedores.[2]

En un cajón de su memoria cerrado con llave ha guardado Valencia, capital y rompeolas de las Españas republicanas: calle de la Paz, Ideal Room, refugio del ambiente artístico republicano. En Valencia Zabaleta alternó, pintó y disfrutó un poco ajeno a la guerra, como casi todo el mundo aquel año en aquella ciudad.[3] En algún lugar perdido ha olvidado su nombramiento por Timoteo Pérez Rubio, diciembre de 1937, como delegado de la Junta del Tesoro Artístico para salvar el patrimonio de Guadix. Fue aquello un año antes, en la primera mitad de 1938. Rafael tenía mando allí, ordenaba y era obedecido. Mandaba guardar, mudar, tapiar el coro de la Catedral, recoger y ordenar papeles del archivo catedralicio. Salvó bastantes cosas. Quizás fue su primer contacto con los paisajes capadócicos de Purullena que luego tantas veces reprodujo.

A mediados de 1938 cambia su suerte. Los comunistas, a los que había frecuentado en Valencia, pierden el ministerio de Instrucción y el control de la Junta del Tesoro. En abril se moviliza el reemplazo de 1928, el suyo. Para evitar ir al frente se inventa una historia falsa sobre su vida en los años de guerra. La va contando para conseguir el favor y recomendación de gente  como el teniente González y el delegado de Tabacalera, nacionalistas camuflados pero cada vez más crecidos.

Para finales de febrero de 1939 las noticias que llegan a Baza son cada vez peores. Inglaterra y Francia han reconocido al gobierno de Burgos, el presidente Azaña ha dimitido y la playa de Argelès-sur-Mer  está repleta de refugiados. La República ha quedado reducida al rincón sureste de la Península. Cada vez está mas cerca el día después.


En marzo los frentes de Extremadura y Pozoblanco se desmoronan y la 25 Brigada Mixta, repleta de soldados y de oficiales quesadeños, se desintegra. El 28 del mismo mes los franquistas entran en Madrid. Muere la República y empieza la Posguerra. Esa noche, como en casi todos los pueblos de la comarca, desaparece el Ayuntamiento republicano de Quesada.[4] Un convoy de camiones atraviesa la noche quesadeña hacia el puerto de Tíscar,  estrépito completamente inusual de motores  en la madrugada que desvela a los vecinos. Van huyendo camino de algún puerto mediterráneo desde donde aún se pueda escapar.[5]

También aquella misma noche se ha deshecho en Baza la provincia republicana de Granada. Cada uno tira para donde puede. Rafael Zabaleta se despide de los compañeros y echa a andar carretera adelante. Se cruza con los camiones que habían pasado por Quesada y atraviesa el puente de Zújar.[6] En la construcción de ese puente, que había pintado meses antes y que por fin comunicaba Quesada con Baza y Guadix, se había empeñado el cuerpo de carreteras al que teóricamente él pertenecía. De Baza a Quesada son unos setenta kilómetros; son días malos para andar por ahí, por esas carreteras caóticas repletas de soldados vencidos que vuelven a sus pueblos.

Cuando Zabaleta llega a Quesada ya no hay República pero aún no han entrado las tropas ocupantes. Ese día, a media mañana, había explotado una bomba que alguien que huía abandonó en el Llano de las Canteras. Dejó un muerto y un herido grave. Zabaleta es bien recibido en el pueblo. En realidad han ganado los de su clase, no tiene nada que temer, nadie sabe de los tiempos de Valencia ni de su nombramiento en Guadix. La gente de orden, triunfante, lo tiene por uno de los suyos que tuvo que huir en 1936 acosado por los anarquistas, por su tío político Antonio Toral, cabecilla de la FAI.

El descanso dura poco. El 4 de abril entran las tropas ocupantes del 6º batallón del regimiento de infantería de Granada, 22 división, y se ordena que todos los que han servido, voluntarios o forzosos, en el Ejército Popular de la República marchen al campo de concentración de Higuera y Santiago de Calatrava. Son dos pueblos destrozados y abandonados por la guerra que se han rodeado de alambradas para albergar a los cautivos.[7] Allí los presos son clasificados y los que reciben avales salen rápidamente. Es el caso de Rafael que, aunque un poco raro de carácter y parco en palabras, un poco artista, es al fin y al cabo de buena familia y propietario.

Rafael Zabaleta.“Puerto de Valencia” (81x65), 1945.
Quesada en este abril del 39, tan distinto de aquel del año 31, está repleta de militares. Se detiene gente a mansalva. Son tantos los presos que ha sido preciso habilitar la iglesia del Hospital para encerrarlos. En pocos días se abarrota. Como la puerta de la iglesia está frente a la casa y al balcón de Zabaleta, como es verano y se duerme con las ventanas abiertas, se escucha todo: los ayes y gritos, los malos tratos y las órdenes secas… De día no es la cosa mucho mejor. Es imposible poner un pie en la calle sin toparse con el trasiego de familiares desesperados, o directamente con los presos que son llevados diariamente a punta de fusil a la Tercia, para evacuen. Es difícil pintar y concentrarse este verano; las calles están ocupadas por oficiales altivos y altaneros; los denunciantes denuncian los sufrimientos sufridos y también los imaginados; fanfarronadas de borrachos vencedores alborotando en las tabernas; el ejército de los rebeldes inicia los procesos sumarísimos de urgencia por rebelión militar, o por adhesión y auxilio a la rebelión en los casos más leves o menos graves.

Aquel verano negro un terrible accidente de camión deja en el puente de entrada a Peal nueve cadáveres, siete de ellos muchachas jóvenes. Llevaban a Jaén las pequeñas joyas y medallas con las que los quesadeños contribuían, imagino que voluntariamente, a reponer las reservas del Banco de España que los marxistas habían expoliado, el famoso "oro de Moscú". Ni los que han ganado pueden celebrar su alegría. La Auditoría de Guerra del Ejército del Sur, en Sevilla, recibe una denuncia sobre Zabaleta y con parsimonia burocrática la tramita. Son los últimos días de agosto y poca feria ha habido; no se ha despedido a la Virgen en la Cruz porque no hay Virgen. En septiembre Zabaleta viaja a Granada y queda sobrecogido cuando le cuentan lo que allí se ha padecido.[8]

Conforme se van tramitando los procesos militares y los presos se van trasladando a Jaén, la cárcel de la iglesia del Hospital se va quedando vacía. Auditoría de Guerra de Sevilla traslada a Jaén la denuncia de un tal Bergante, que acusa de expoliador y rojo iconoclasta a Rafael. Avanza lenta pero cierta la premiosa burocracia judicial militar.

Parece que la cosa se va tranquilizando y como al fin y al cabo él es propietario, gente de orden y se supone que nada debe temer, empieza a planificar de nuevo su vida de artista. Y como poco se puede hacer en Quesada donde ya es otoño, apenas hay luz por la noche y está el ambiente de un luto espeso, decide que es mejor marchar a Madrid. A fines de octubre el Juzgado Militar de Jaén recibe de la Auditoría de Guerra los papeles con la denuncia del tal Bergante. Zabaleta  se ha ido a Madrid y está en una pensión de la calle Caballero de Gracia 34, 3ª. Se ha llevado debajo del brazo los dibujos que pintó durante la guerra, dibujos que lucen puños, hoces, martillos y siglas de partidos… ¿Cómo se le ocurriría?

Madrid, de nuevo la capital, tiene este año un otoño casi tan negro como el de Quesada, con la misma falta de luz, la misma tristeza… Pero como es más grande y hay más cosas, la Gran Vía se parece y recuerda en algo a la antigua Gran Vía.  El juez militar nº 7 de Jaén abre proceso sumarísimo de urgencia, dicta prisión preventiva y recaba informes sobre Zabaleta. El sargento Ciriaco Moya, de la Guardia Civil, hace averiguaciones y envía un escrito al juez militar comunicándole que Zabaleta no está en Quesada. El juez manda apresarlo.

Día primero de diciembre. No ha empezado aún el invierno cuando Zabaleta, ajeno a todo lo que se tramitaba desde agosto, es detenido y conducido primero a la D.G.S. y luego a la prisión de la calle del Barco. Los dibujos de Guerra desaparecen (¿en que cajón, carpeta o muladar estarán, si es que están todavía?). Zabaleta es conducido en tren hasta Jaén, seguramente esposado. Los juzgados militares funcionan a pleno rendimiento. Las cárceles están a reventar. Son tantos los presos y tan pequeño el espacio que es imposible no cruzarse con alguno de los muchos paisanos que penan por allí. Algunos de ellos ya no volverán; por enfermedades “sobrevenidas” durante su encierro algunos y por causa de arma de fuego otros. Cada día en aquella prisión es un día en el infierno que se graba a fuego en la memoria.

Como al fin y al cabo, y aunque sea raro de carácter, un "artista" introvertido, es propietario y de la clase de las personas de orden, en pocos días lo sueltan y vuelve a Quesada. Es aquel un final de año extraño, negro, oscuro, triste y espectral. El día primero de 1940 vuelve a Granada y de inmediato a Guadix, Baza, Madrid, Toledo, Valencia… a pedir avales. Se los pide a los unos, claro, que a los otros como Timoteo Pérez, que se ha “ido” de España, ni puede pedírselos ni convendría hacerlo.

El año de 1940 Rafael Zabaleta recita, jura y firma su adhesión inquebrantable al Glorioso Movimiento Nacional, su arraigada y profunda fe católica. Repite donde haga falta la historia de sus enormes sufrimientos durante la dominación roja… No es que valgan para mucho tales confesiones pero, como efectivamente es propietario y de la clase de los vencedores, le dan la razón y lo absuelven.

Se ha escapado por la gatera de la magnánima justicia de la Nueva España, de las trampas y encrucijadas de estos años tremendos que tantas vidas y cosas han truncado. Y a pesar de todo lo padecido, de los pelos perdidos en la huida, o quizás por todo eso, sigue pintando.







[1] En el museo se conserva una carta que en los años ochenta escribió a Cesáreo Rodríguez Aguilera el teniente Francisco González Jiménez, en la que le informa sobre las peripecias de Zabaleta en Baza. Luis Garzón la reproduce en su blog personal, donde también se encuentra toda la información disponible sobre la vida de Zabaleta en estos años:
[2] Se lo cuenta al teniente González y al delegado de Tabacalera con quien tenía buena relación y confianza.
[3] El café Ideal Room , en la calle de la Paz, fue un referente cultural y artístico en la etapa de Valencia como capital de la República. Consta que lo frecuentó Zabaleta.
[4] Desde la comandancia militar de Úbeda, el cazorleño Lorenzo Polaino llamó a los ayuntamientos de la zona, instando a mantener el orden y entregar el poder a improvisadas juntas franquistas. Expediente del procedimiento judicial digitalizado por el Instituto de Estudios Giennenses I_243 10132.
[5] Los camiones que atravesaban el pueblo en el silencio de la noche causaron un fuerte impacto. Véanse las memorias de Eloy Revuelta, pp. 109-10. El convoy organizado por el diputado Peris evacuaba a unos doscientos políticos y sindicalistas de Jaén. Fue interceptado cerca de Baza y la mayoría de sus integrantes fusilados.
[6] Hoy en día está cubierto por el pantano del Negratín.
[7] Lo cuenta Cesáreo Rodríguez en "Zabaleta de Quesada".
[8] Ibid.