lunes, 13 de septiembre de 2021

El abastecimiento de aguas potables en Quesada. Breve reseña histórica.

 

Plano de la tubería de abastecimiento de agua inaugurada en 1929

Este artículo está escrito para la Revista de Ferias, en cuya edición de 1021 ha sido publicado. Solo cabe añadir que la primera noticia documentada sobre abastecimiento de aguas potables en Quesada es de 1556. El 8 de octubre Felipe II autoriza al concejo de Quesada a un repartimiento de 50.000 maravedíes entre los vecinos para finalizar la traída de aguas desde las fuentes llamadas de las Cuevas y del Olivarejo. Hasta entonces el pueblo se abastecía con agua del río, que la mayor parte del año dicho rrío venía muy turbio y suzio con las abenidas y cresçientes, e demás dello el agua dél no hera del todo buena.

El documento fue publicado por Juan de Mata Carriazo con el n.º 122 de su Colección diplomática de Quesada. Esta es la construcción que fue reformada en 1698 según se trata a continuación.

 

 Siglos XVII – XVIII.

 

Una de las primeras noticias sobre el abastecimiento público aguas en Quesada se conserva en el edificio del actual Ayuntamiento, en su escalera, donde podemos ver una lápida de piedra fechada en 1698 que dice:

 

“Reinando Carlos 2 Nuestro Señor Que Dios Guarde se hizo la cañería y se redificó la fuente de esta Villa siendo su corregidor y capitán a guerra el señor licenciado D. Dionisio Antonio de Peñarroxa abogado de los Reales Consejos y regidor perpetuo de la Ciudad de Alhama y comisarios D. Juan Antonio Serrano y D. Rodrigo Pedro de Urrutia sus regidores perpetuos. Año de MDCLXXXXVIII.”

 

Placa conmemorativa de la inauguración de las obras de 1698

Junto a ella, también en la escalera, hay una fuente de pared, que no es exenta, pensada para pegarla a una fachada. Es un escudo de piedra de cuyo extremo inferior tiene un caño metálico. Según una nota manuscrita de Juan de Mata Carriazo, que cita a Argote de Molina en su obra “Nobleza de Andalucía”, este escudo es el de la familia Serrano, a la que pertenecía uno de los regidores perpetuos citados en la inscripción anterior por ser uno de los dos comisionados (encargados) de la obra de la cañería. Cuando lo conoció Carriazo, el escudo estaba colocado en la fachada de la fonda “La Moderna”, junto al Ayuntamiento.

 

Fuente pública del siglo XVII actualmente en la escalera interior del ayuntamiento.

Por otra parte, según el plano de Quesada que hizo Francisco de Coello para el “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar”, que se puede fechar alrededor de 1850, la fuente pública estaba en la Explanada, en la fachada del actual número 17 de la plaza de la Constitución y casi haciendo esquina con la plaza de la Coronación, entonces calle de San Juan o del Convento.

 

A la vista de lo anteriormente dicho se puede concluir que al menos desde 1698 había una conducción de aguas potables, que antes de esa fecha existía una fuente pública que se reconstruyó ese año y que con toda seguridad es la que se conserva en la escalera del Ayuntamiento. El agua no sobraba en el pueblo, que solo se abastecía para el consumo humano de esta fuente, de los pozos que había en algunas casas y, aunque nos sorprenda, directamente del río y de los caces de riego.

 

La cañería que llevaba el agua a la fuente era realmente una especie de pequeña acequia o caz. Las tormentas y los temporales la aterraban y a menudo la rompían en las zonas quebradas por las que atravesaba. El suministro de agua era escaso e irregular; su mantenimiento requería de continuos trabajos y gastos tal como se recoge regularmente en las actas de los plenos municipales.

 

Siglo XIX.

 

Una de las primeras menciones al problema del abastecimiento que he conseguido localizar es la del pleno del 28 de noviembre de 1846, cuando la corporación acordó reparar (nuevamente) la cañería de la fuente, para “remediar en lo posible la escasez de aguas que hay en el pueblo.” Tenía entonces Quesada 3.895 almas y 1.034 vecinos.

 

Era evidente que la cañería del siglo XVII no daba más de sí y que se precisaba acometer la construcción de una nueva. En 1854 el problema llegó a ser acuciante y se temía que la falta de agua acarrease problemas “en el caso fácil de ocurrir el verse infestado de una epidemia, por surtirse de agua sucia del rio” (en 1855 hubo efectivamente una terrible epidemia de cólera morbo), sin contar con que la escasez de dicho elemento impedía acudir a los incendios “con un remedio pronto”. Para solucionar el problema el Ayuntamiento (pleno de 4 de diciembre) acordó la construcción de una nueva cañería desde los veneros “del Chorradero y fuente Jorquera” por ser sus aguas de “inmejorable calidad” y las más cercanas al pueblo. Para financiar la obra se procedió a la venta de algunas fincas de propiedad municipal (quiñón de la Tercia y el del Juncar, haza de la Breña y la del Melgar) y se sacaron a subasta los derrames de la fuente pública que resultarían una vez se concluyera la obra.

 

A pesar de las mejoras, la escasez de suministro subsistía. Veinte años después, durante la I República, se hizo necesario volver a tratar el problema. El 16 de noviembre de 1873 el alcalde, ciudadano Francisco Calatrava, expuso al pleno municipal que, como a todos constaba, “la mayor parte del año carece este pueblo de agua a causa de que la cañería de la única fuente pública de esta Villa se encuentra en mal estado de conservación por hacer muchísimo tiempo se formó y haberlo verificado en malas condiciones”.

 

Calatrava propuso que, por persona competente, se reconociera un nuevo venero, “llamado del Nacimiento” (bajo el cerro de Vítar), y que “teniendo en cuenta que el vecindario desea con ansiedad el que se construya una nueva cañería” (la población había aumentado hasta 1.600 vecinos, unos 6.500 habitantes), se solicitara “al arquitecto de esta provincia” que trazase “el camino por donde mejor pueda hacerse la nueva cañería”. Aunque las vicisitudes políticas retrasaron algunos años el inicio de las obras, en el verano de 1879 la conducción estaba a punto de terminarse. No obstante, y como todavía no se había hecho el proyecto de nueva fuente pública, se acordó que el agua llegase hasta la parte baja de la calle Monte, donde se haría una excavación “para poder llenar los cántaros”. Las aguas sobrantes se derivarían por la calle Nueva y Alcaraz (actual de los Arcos) hasta el Pozo Airón.

 

Lo que quedaba de la antigua fuente estaba en un estado ruinoso y se mandó retirar para “evitar su desplome”. Acabaron sus piedras en la fachada de lo que luego fue la fonda de Bonifacio Amador y posteriormente en la escalera del Ayuntamiento, como ya se ha visto. La nueva fuente se retrasó porque por aquellos años se estaba remodelando la plaza, que había dejado de ser una explanada diáfana donde se celebraba el mercado y se estaba plantando un jardín, de que algunos de sus árboles aún sobreviven. Estaban muy orgullosos concejales y vecinos del moderno paseo que le daba al centro del pueblo un aspecto urbano, muy acorde con los gustos del momento. Se quería rematar la reforma con una fuente a tono, “monumental”, de la suficiente prestancia para rematar dignamente la reforma.

 

A los pocos meses, el 20 de junio de 1880, se encargó el proyecto de fuente al arquitecto provincial Jorge Porrúa. Como al parecer el caudal de los manantiales había mermado la fuente tendría solo dos caños, aunque estaba diseñada para cuatro. Tres años después concluían las obras y se procedió a la inauguración en junio de 1883. La fuente monumental se construyó en la Explanada,  en el espacio que hay entre las dos actuales.  Estaba formada por una gran peana de piedra con escaleras de acceso y un cuerpo vertical cuadrado con los caños en lados opuestos. Por la parte de la Explanada había un gran pilar rectangular y por la del jardín otro más decorativo compuesto de tres lóbulos. Los espacios donde se recogía el agua quedaban en alto y estaban protegidos por barandillas de hierro. Los caños no tenían cierre, es decir, manaban continuamente, por lo que se originaban unos derrames casi permanentes (especialmente de noche) que fueron subastados a particulares (casas cercanas y alguna fábrica de aceite como la de Santa Catalina, propiedad de Lázaro Segura).

 

La fuente se convirtió rápidamente en el centro del pueblo, punto de encuentro, lugar de chismorreos y transmisión de noticias reales… Marcó la memoria de los quesadeños de los últimos años del siglo XIX y primer tercio del XX. Quedan algunas fotografías de ella, la de Cerdá Rico de principios de siglo, la publicada en la Esfera por Luis Bello en 1928 y alguna más. Donde se muestra con más claridad es en la que hizo Juan de Mata Carriazo a finales de los años veinte, un día de nevazo, desde las ventanas de las escuelas que había sobre el mercado, en el antiguo convento. Rafael Zabaleta se inspiró en esta foto en un magnífico óleo con la fuente y la nieve cayendo sobre los álamos del jardín.


La fuente de la Explanada en una foto de J.M. Carriazo de final de los años veinte.


 

Siglo XX.

 

El pago de las obras al contratista de la conducción de aguas, Manuel Campos Atienza, fue origen de serios litigios y diferencias, en parte porque aquel mismo año de la inauguración ya hubo averías ocasionadas por defectos en la construcción. Para 1900 el Ayuntamiento era consciente de que había que reformar completamente el “viaje de aguas potables” y por eso elaboraron un informe que convenciese de su necesidad a las autoridades provinciales. Aquel mismo año se limpiaron los depósitos que abastecían la fuente, “donde se dice haber visto culebras, lagartos y otros animales muertos”, además de que los pilares de la Explanada, que servían de abrevadero, estaban infectados de sanguijuelas.

 

Las obras de reparación y limpieza fueron constantes durante las tres primeras décadas del siglo XX. Hay que tener en cuenta para valorar la situación que, a pesar de todas sus deficiencias, el suministro de aguas de Quesada no destacaba para mal pues incluso en capitales de provincia había casos de peor suministro. El agua que se consumía en Granada a principios del siglo XX era temida por sus pésimas condiciones higiénicas. El tifus era endémico y, por ejemplo,  Juan de Mata Carriazo lo contrajo durante sus estudios en aquella universidad. De ahí la popularidad de los aguadores que vendían por las calles agua traída en borricos desde fuentes más saludables, como la del Avellano.

 

El problema de Quesada, más que de la calidad, venía de la cantidad disponible. Las sequías, que mermaban el caudal cíclicamente, y las tormentas, que rompían la conducción, provocaban una casi continua escasez. Durante los años veinte otra vez se decidió resolver definitivamente el problema. En el pleno municipal de 10 de noviembre de 1927 se aprobó el “PROYECTO DE MEJORA Y AMPLIACION DEL ABASTECIMIENTO DE AGUAS DE LA CIUDAD DE QUESADA” redactado por el ingeniero José Martínez-Falero Arregui. El presupuesto total, según el anuncio de la subasta en la “Gaceta de Madrid” de 1 de febrero de 1928, alcanzaba un total de 167.909,70 ptas.

 

Martínez-Falero era en realidad un ingeniero forestal que adquirió notoriedad con la repoblación de la cuenca del río Guadalmedina, iniciada para proteger a la ciudad de Málaga de las periódicas inundaciones y avenidas que sufría. Su elección se debió seguramente a que por aquel tiempo residía en Cazorla como jefe de la segunda sección forestal de la sierra. Recientemente he podido conseguir la carpeta del proyecto en un anticuario madrileño. Se compone de planos, memoria, pliego de condiciones técnicas y presupuesto.

 

En la Memoria, y como justificación del proyecto, se exponen los problemas de la conducción existente en aquel momento. Consistía en una atarjea de ladrillo, recubierta de cemento en algunas partes, que por atravesar terrenos quebrados sufría continuas roturas y fugas. La pérdida de agua se podía comprobar por la vegetación que crecía en sus inmediaciones. Parte de la atarjea se había sustituido por una tubería de cemento de 10 centímetros de diámetro y se había desviado para evitar alguna zona de quebradas, pero tampoco era completamente impermeable. En alguno de los manantiales, como el de Melgar, se seguían utilizando atanores de barro, lo que, junto a su mal alumbramiento (trabajos para aflorar el agua), ocasionaba que este nacimiento apenas aportara caudal.

 

Al llegar al pueblo el aforo, medido para el proyecto, era de 4 litros por segundo con una pérdida de más de una cuarte parte del caudal. Tras una pequeña fuentecilla, la del Tesorillo, la conducción bajaba hasta la plaza, donde surtía la fuente de la Explanada, única que abastecía al pueblo. El suministro era insuficiente especialmente en verano y, al estar centralizado en la plaza, resultaba muy penoso para los barrios extremos, sobre todo de la parte baja del pueblo, “padeciendo con esto mucho la higiene”. La calidad del agua que llegaba no era buena porque la escorrentía de las lluvias penetraba en la atarjea arrastrando estiércol y abonos de los terrenos agrícolas circundantes. Sin embargo y según el proyecto, en origen eran “sanas, potables, sin ninguna preparación, frescas, limpias, sin olor ni sabor desagradables (…) cuecen bien las legumbres y disuelven el jabón”.

 

Carpeta del proyecto de nueva conducción de aguas de 1927.



La nueva conducción debía resolver ambos problemas, el de la cantidad y el de la calidad. El proyecto preveía captar 9 manantiales en las zonas de Nacimiento, Jorquera y Melgar, situados entre los 800 y los 975 metros de altitud y con un caudal superior a los 6 litros por segundo, que podría aumentarse con un mejor alumbramiento. La obra se componía de tres partes: tubería de conducción, depósito regulador y red de distribución en el pueblo. Además se reformó el depósito existente en Jorquera (que todavía sigue en pie, aunque sin uso) y junto a la Venta de los Feos se construyó una caseta para la recogida del agua de todas fuentes, desde donde arrancaba la tubería principal hasta el pueblo.

 

El depósito regulador, del que se carecía en el anterior sistema, era una de las claves del proyecto. Tenía como finalidad compensar los excesos de consumo que se producían en determinadas horas, almacenar el agua durante la noche cuando el consumo era reducido, y contener en todo momento la cantidad suficiente para combatir un incendio. El depósito se planeó con una capacidad de 500 metros cúbicos y permitía durante 12 horas el suministro de un caudal doble al de entrada. Se componía de dos compartimentos “de igual capacidad a fin de permitir las limpias o reparaciones, vaciando el uno y conservando lleno el otro”. Para su construcción se eligió el terreno de una de “una de las eras que existen por debajo del camino de Santiago, encima del Matadero Público”, donde sigue estando en la actualidad. Cerca del depósito se construyó un “pequeño lavadero-abrevadero (…) por ser esta zona la más necesitada de ambas cosas”.


Desde el Tesorillo la tubería de distribución bajaba por la calle Sepulcro (actual ONG Quesada Solidaria) y calle Monte hasta la plaza. Se proyectaron 11 fuentes, incluida la ya existente en la Explanada, cada una de ellas con una toma contra incendios,  completándose el sistema con nueve bocas de riego y baldeo de calles. Todas las fuentes tenían grifos automáticos (que se tenían que apretar para que manaran) “con el fin de que en todo momento se disponga en el depósito del mayor caudal de agua posible” sin el desperdicio que suponía el estar continuamente abiertos.


Las dos primeras fuentes se proyectaron en la citada calle Sepulcro. Otra era en realidad una antigua (que se arregló, porque entonces estaba seca) conocida como fuente del Perro, en la calle Ángel esquina con la actual Navas de Tolosa. En la carretera, frente al cuartel de la Guardia Civil, donde poco después se construyó un lavadero y un pequeño abrevadero, se puso la cuarta. El resto eran las siguientes: plaza de la Lonja, calle Espinillos esquina a Escudero de la Torre, plaza de Santa Catalina, calle Bache esquina actual Arte Flamenco, final de la calle del Agua y Don Pedro esquina Fernando III. La undécima la de la Explanada, que se reformó sustituyendo el cuerpo central por una fuente “con dobles caños (…), elegida entre los tipos comerciales, con el fin de que resulte bonita, y no muy cara”.

 

Plano de las conducciones interiores y fuentes públicas del proyecto de 1927.

La entrada en servicio del nuevo abastecimiento de aguas potables en 1929 supuso una auténtica revolución en la vida del pueblo. Con las fuentes distribuidas por todo el pueblo ya no era preciso ir a diario hasta la plaza para coger agua. La vieja fuente monumental dejó ser el punto de reunión y palique de las mujeres y desde entonces la Explanada quedó casi reservada a los hombres. Esta pérdida de importancia se vio subrayada porque el sistema trajo aparejado el suministro de agua a domicilio. Las casas que se beneficiaron fueron las del centro del pueblo, las más cercanas a la Explanada, que ya no tuvieron necesidad de abastecerse allí.

 

El cierre automático de los caños provocó además que los pilares quedaran con poca agua, que ya no corría permanentemente como antes, y que se convirtieran en foco de suciedad y avispas. Fue la sentencia de muerte para la fuente de piedra porque se quedó sin utilidad alguna. En algún momento de los años cuarenta fue completamente eliminada, dejando paso a los aparcamientos junto al muro del jardín (donde las actuales fuentes). También a causa del cierre automático de los grifos desaparecieron los derrames y sobrantes de agua, lo que originó protestas y reclamaciones de los vecinos que tenían derecho a su aprovechamiento.

 

A pesar de la enorme inversión realizada, que se financió en buena parte con un préstamo del Banco de Crédito Local, y de la indudable mejora que supuso para el vecindario, el agua siguió dando que hablar en Quesada. Pronto se produjeron averías y roturas, problemas de pago a la constructora, fraudes en el suministro domiciliario y -no podía faltar- sospechas de irregularidades en la ejecución del proyecto.

 

A los pocos meses de la inauguración, 15 de mayo de 1930, se convocó un pleno municipal extraordinario durante el cual el alcalde expuso que “la cañería que parte del Nacimiento estaba rota y brotaba agua en abundancia anegando sembrados”. Según el maestro alarife Bernardo Sánchez y el fontanero Juan Ramón Revueltas, que habían reconocido la avería, la capa interior de brea asfáltica se había desprendido, “a causa sin duda del calor”, taponando el paso y haciendo reventar la tubería. En la sesión, que resultó muy agitada, se escucharon las primeras acusaciones y sospechas y se acordó que el ingeniero provincial elaborase un informe sobre el estado de la obra. Poco después de esta avería, en enero de 1931, se recibieron las primeras reclamaciones de la constructora, la sociedad de Barcelona “Técnica de Construcción S.A.” Durante varios años se sucedieron las quejas de la compañía y la negativa del Ayuntamiento al pago de plazos y certificaciones. La empresa acabó pidiendo al gobernador civil que interviniese como mediador.

 

El proyecto fue tan costoso que lo puso en el punto de mira de proveedores y fabricantes. La “Federación Nacional de Constructores de Material Eléctrico e Hidráulico” denunció al Ayuntamiento ante la Jefatura de Industria de Jaén porque, según esa entidad, se habían adquirido los contadores de los domicilios a “la casa extranjera Aster habiendo habido ofertas nacionales a mejor precio y calidad”. El Ayuntamiento se defendió alegando que los contadores se habían adquirido individualmente por los abonados y no en concurso público. Lo cierto es que alguno de estos “abonados” no necesitaba contador porque se había enganchado por su cuenta a la conducción. Al lado mismo del Ayuntamiento, la propietaria de la fonda La Moderna fue multada en 1934 por tener “un grifo sin contador”.

 

El informe antes citado sobre el estado de la conducción que se encargó al ingeniero provincial se remitió al gobernador para que determinase “posibles responsabilidades”. Sin embargo, la intensidad política de aquellos días haría que el gobernador tuviese la cabeza en otras cosas y el informe quedó en nada. Por eso, el nuevo Ayuntamiento republicano, elegido el 31 de mayo de 1931, tomó el acuerdo unánime de volver a enviar la memoria al gobernador. Aunque fue entregada al secretario municipal por uno de los concejales, para que lo tramitara en el Gobierno Civil, nunca llegó a Jaén. Los cambios políticos se sucedieron y en 1932, ya con nuevo alcalde, el mismo concejal que había entregado el informe al secretario, el cual se había dado poco antes a la fuga acusado de irregularidades, denunció la desaparición del informe “para depuración de responsabilidades que se acordaron sobre la traída de aguas”, exigiendo que se procediese contra el responsable de la pérdida por “infidelidad en la custodia”.

 

Lo cierto es que el proyecto debía estar mal concebido o mal ejecutado porque el agua seguía escaseando. Apenas a tres años de su inauguración, finales de 1932, a la vista del “lamentable estado” en que estaba el abastecimiento de aguas, el Ayuntamiento acordó contratar “al arquitecto de Madrid” Rafael Hidalgo de Caviedes para que hiciese un nuevo informe sobre las posibles mejoras técnica de la obra y “de paso determinar las responsabilidades que hubiere en la ejecución de la obra”. Las vicisitudes políticas que siguieron (guerra civil incluida) ocasionaron que aquello quedase otra vez en nada. En julio de 1940, ya en posguerra, la Corporación acordó “plantearse de una vez y para siempre" la solución a los problemas de agua. A finales de los años cuarenta se acometió un nuevo proyecto de conducción que tampoco solucionó gran cosa.

 

La gente cercana a mi edad recordará que en las casas había depósitos, que el suministro era de pocas horas al día, y del cuidado que había que tener con el consumo para no malgastar el agua del depósito cuando estaba cortado el suministro. No hace tantos años que se dispone en Quesada de agua potable las 24 horas al día.


Los planos del depósito y lavadero público del proyecto de 1927.


 

lunes, 21 de junio de 2021

Los NOMBRES de las CALLES de QUESADA.

 

Placa de la calle Pedro Sánchez Guerrero, recientemente destrozada en una obra de reforma

El callejero tradicional.

La idea actual de calle como una vía o segmento de ella, alineada en una o dos aceras y con todas sus casas numeradas, el concepto de dirección postal, no es algo que haya existido siempre. En tiempos antiguos se entendía por calle algo mucho más difuso. El nombre podía agrupar varias vías, manzanas y casas sueltas sin seguir otro criterio que la proximidad o la costumbre. Por ejemplo, la del Bache no era una calle como tal sino una parte, una zona del pueblo; las casas que se construyeron al hacer la carretera de Peal pertenecían a la calle del Ángel, como todos los callejones y bocacalles de la actual.

Los nombres de las calles de Quesada con anterioridad a 1850 eran pocos y en su mayoría han sobrevivido. Aprovechaban el lugar donde estaban como ocurre con la del Alcázar, el Cinto (del recinto amurallado), Adentro (dentro del arrabal amurallado) o del edificio principal al que daban acceso: la calle de las Monjas (actual Hospital y callejón de las Monjas), San Juan (plaza de la Coronación), en ambos casos por los conventos masculino y femenino que existían en el pueblo, y también la de Madre de Dios (por la ermita de ese nombre y cementerio anejo).

Otras adquirieron el nombre de algún vecino de la calle que en su día fue famoso y del que se ha perdido el recuerdo: Don Pedro (también citada como Don Pedro Gámez, quizás por el teniente de corregidor de finales del siglo XVII, Don Pedro Gámez Negrillo o alguien de su familia), Rodrigo de Poyatos (Dr. Carriazo) o Pedro Sánchez Guerrero. Esta última empezaba en la plaza, al principio de la actual calle del Agua, pero en la primera bifurcación seguía por la actual Dr. Muñoz. Desde esa bifurcación la calle de la derecha tomaba el nombre tradicional de Agua, porque por ella corrían los derrames de la fuente pública y las escorrentías de la lluvia.

La plaza era conocida simplemente como plaza a secas, aunque a veces se le añadía “de la Villa” o “del mercado”, por ser allí donde se celebraba. Como Nueva se conocía a la que se abrió cuando tras las guerras de Granada el pueblo se extendió más allá de la muralla. Bache recibía su nombre del que hubo allí (bache es un sitio donde se encierra amontonado el ganado lanar para que sude antes de esquilarlo). De otros muchos nombres no he conseguido averiguar con precisión su origen: Alcaraz (actual de los Arcos), Ángel, Concejo (actual Correo), Corralazo (las dos manzanas finales de la acera izquierda de Don Pedro), Espinillos, Patona,  Cruz Verde (a veces conocida como Cruz Colorada, al final de la actual Dr. Muñoz).

Quizás el más chocante de todos estos nombres tradicionales sea, por el equívoco que puede provocar, el de Franco. Sobrevivió hasta hace unos treinta años y contra lo que pueda parecer es un nombre muy antiguo, calle o casas de Franco, y hace referencia a una parte del pueblo libre de algunos arbitrios y tasas. Tiene el mismo sentido que el que actualmente se da a zonas o puertos francos. 

La ambigüedad e indefinición del callejero afectaba poco a la vida cotidiana de los vecinos que para manejarse no necesitaban ni nombres ni números. Sin embargo, la falta de estos dificultaba los registros catastrales que eran fundamentales para la recaudación de impuestos. Todas las reformas del callejero que se han emprendido hasta llegar a la actual configuración urbana, tuvieron un origen fiscal y la finalidad de ordenar e identificar contribuciones y repartimientos. De hecho, todos los nombres tradicionales se pueden documentar desde antiguo en las relaciones de los repartimientos de alcabalas ( antiguo tributo que se pagaba al fisco en compraventas y permutas) conservadas en el archivo municipal. Incluso hoy, además del uso postal, el callejero tiene una función catastral.

El callejero tradicional de los siglos XVII, XVIII y primera mitad del XIX está recogido en el conocido plano de Quesada que, para el diccionario geográfico de Pascual Madoz, hizo hacia 1850 Francisco Coello de Portugal y Quesada, el más famoso de los cartógrafos españoles del siglo XIX.


Plano de Coello, hacia 1850

 


Reforma de 1860.

Durante el reinado de Isabel II se acometió una de las primeras reformas del nomenclátor. La Real Orden de 24 de febrero de 1860 (publicada en la Gaceta del 28), Reglas para efectuar la rotulación de calles y numeración de casas, ordenaba que en cada pueblo se abriera un registro de calles y números donde se anotaran en el futuro los cambios que se produjesen. Establecía también que las calles estuvieran rotuladas y las casas numeradas. Se debía procurar que las calles tuvieran un solo nombre, a menos que llegue a variar de dirección en ángulo recto, o que esté atravesada por un rio, o cortada por una calle más ancha o por una plaza. Para determinar donde empezaban y acababan se ordenaba que se colocaran placas en la entrada y salida a la izquierda del transeúnte y en el sentido en que han de leerse.

Respecto a la numeración de las casas los números se debían asignar en el orden de pares e impares a derecha e izquierda, a empezar del punto de partida, que en los pueblos donde hubiese una plaza situada próximamente en el centro sería esta y la numeración debía empezar en el punto más próximo a ella. En el caso de Quesada el punto de inicio es la plaza y más concretamente la casa del ayuntamiento.

Son cosas que, aunque hoy día nos parezcan evidentes, supusieron una pequeña revolución. Fue necesario nombrar una comisión de concejales (Tomás Bello y Fermín Serrano) para que aplicasen las reglas al casco urbano de Quesada. Con la reordenación se crearon nuevos nombres por división de los antiguos, como Sepulcro (actual Quesada Solidaria), Chanzas (actual Bernardo López ), Escuelas (izquierda plaza de la Coronación) y alguna más. Bache fue desdoblada en Bache Alta (Josefina Manresa) y Bache Baja (la actual Bache). Sin embargo, otras como Ángel o Corralazo, mantuvieron la ambigüedad y siguieron nombrando varios trozos de calle.

Este callejero que se usó durante la segunda mitad del siglo XIX es el recogido en el plano del casco urbano de Quesada que hizo en 1896 el Instituto Geográfico y Estadístico, antecedente del actual Instituto Geográfico Nacional.


Plano del Instituto Geográfico y Estadístico. 1896

 

La primera vez que en Quesada se adoptó el nombre de un político fue en 1868, cuando la plaza fue nombrada oficialmente como del General Serrano Bedoya, denominación que mantuvo hasta 1931. Después, ya en el siglo XX, se añadieron otros políticos, ya no quesadeños ilustres como Serrano, sino líderes y personajes de los partidos dinásticos, liberal y conservador, de acuerdo con las preferencias e intereses de alcaldes y concejales de turno.

La calle Nueva se llamó avenida García Prieto (Manuel García Prieto, jefe del partido Liberal, presidente del Consejo de Ministros tres veces entre 1917 y 1923, compañero y amigo de Laureano Delgado, importante figura política local del momento). Para el partido Conservador fue la histórica calle de San Juan (lateral derecho de Coronación), que se llamó Prado Palacio (José del Prado y Palacio. Jefe del partido Conservador en Jaén, alcalde de Jaén y de Madrid (1914-15), ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes con Maura). La calle del Agua se convirtió en Mariano Foronda (diputado conservador por el distrito entre 1907 y 1923) y la del Hospital en Ramón de la Higuera (Farmacéutico con establecimiento abierto en Jaén, diputado provincial y presidente de la Diputación en 1913-14. Era natural de Quesada, hijo del farmacéutico que ejerció en la calle Nueva buena parte del siglo XIX llamado también Ramón).

Sin esa significación política, en los primeros años del siglo XX se dio el nombre del Dr. Muñoz (lo sigue manteniendo) a la calle de Pedro Sánchez Guerrero, también conocida en tiempos como Cruz Verde y Cruz Colorada (el médico Antonio Muñoz Ruiz de Pasanís, natural de Cazorla, se había casado con la viuda de Caviedes viviendo hasta su muerte en Santa Cruz).

Pero seguramente resultó más extravagante y menos aceptado el cambio que sufrió la calle Madre de Dios. En 1921 se le dio el nombre de Florencio Villalta, quien al parecer había nacido en esa calle. Florencio Villalta Claverías era inspector de policía, fue jefe de la Brigada de Anarquismo y Socialismo de Barcelona y posteriormente de la Brigada Nocturna de Madrid. No hay mucha noticia más sobre el personaje y no pertenecía a ninguna familia relevante de Quesada.

También a principios del siglo XX la calle de Don Pedro perdió su antiguo nombre por razones político-sociales. Se le dio el de su más “ilustre” vecino, Laureano Delgado. Ciges Aparicio se había inspirado en él para el personaje de don Dámaso Espino, el viejo cacique de Villavieja. En algún momento de los años veinte se volvió a cambiar el nombre para darle el de su yerno, Pedro Villar (Lorenzo Delmás en Villavieja) casado con su única hija y heredera. En 1931 se mantuvo la denominación, pues Villar era por entonces destacado miembro en Jaén del Partido Republicano Radical (derecha republicana) y más tarde animador provincial de su escisión, Unión Republicana.

 

Reforma de 1930.

La reforma de 1860 fue ampliada 70 años después por la real orden de 4 de enero de 1930 (Gaceta del día 7), que disponía que los ayuntamientos procediesen a rectificar la rotulación de las calles y la numeración de los edificios como trabajo preliminar del Censo de población. Sus normas eran mucho más estrictas y modernas y provocaron un cambio radical en el callejero de Quesada. Cuando pocos meses después concluyó su implantación habían desaparecido las anomalías de que un nombre abarcase vías extrañas y separadas, así como de que estuviesen sin numerar casi todos los edificios. De la separación y ordenación de calles habían resultado 31 nuevas vías a las que había que nombrar. En el pleno de 2 de julio de 1930 el alcalde presentó una propuesta destinada a recordar personajes que tuviesen relieve en el pasado local.

Son 18 los personajes históricos que se propusieron. En el acta del pleno municipal se añadió a cada nombre una pequeña indicación de sus méritos y relación con Quesada. Leyendo esta lista viene inmediatamente a la cabeza Juan de Mata Carriazo, pues no pudo ser otro su autor. Se aprecia su mano, su estilo y su sensibilidad histórica. Hay en la relación personajes muy raros y completamente desconocidos que Carriazo había “descubierto” y citado en sus muchas publicaciones sobre Quesada. En anexo final se reproduce esta relación literal de personajes y su argumento. Muchos de los nombres siguen existiendo en la actualidad y permiten comprobar, una vez más, como Carriazo fue la sombra permanente que cobijó (y lo sigue haciendo) la Historia de Quesada.

Además de los personajes relacionados con el pueblo se propusieron otros 12 nombres que incluían glorias nacionales (Cervantes, Velázquez, Lope de Vega, Goya y Colón), ilustres y preclaros comprovincianos (Bernardo López García poeta de Jaén – y Martínez Montañés – escultor nacido en Alcalá la Real–) y heroicos hechos de armas, que tan alto pusieron nuestro nombre: Bailén, Navas de Tolosa, Numancia y Dos de Mayo). Finalmente, y como homenaje sentido de cariño merece calle el Betis famoso, que nace del seno de nuestro término, se puso su nombre a una parte del Paseo de Santa María.

La propuesta de los 30 nombres fue aprobada por unanimidad acordándose además que, para completar el total de 31, el trozo de la calle de Franco, conocida de siempre por Sepulcro, recuperara su nombre tradicional. Se aprovechó también la ocasión para retirar el de Florencio Villalta, en palabras de uno de los concejales porque de este modo se quitaría de sus conciencias el peso de la ingrata resolución que así lo puso y que por añadidura nuestro paisano se ha hecho poco acreedor a tan señalada distinción. Volvió a llamarse Madre de Dios.

Con este callejero, en el que se mantenían los nombres políticos anteriormente citados, Quesada dejó atrás la Monarquía y entró en la República. Pero antes de llegar a lo que fue su reforma del callejero, hay que decir que a primeros de mayo de aquel 1930 habían presentado un escrito Juan Arroquia y Valentín de las Marinas. Pedían que se aprovechara la reforma del nomenclátor para dedicar calles a Eusebio Marín Rodríguez, soldado que murió heroicamente en Marruecos el año 1925, de otros que también perdieron la vida en África y del teniente Ceballos, también desaparecido en 1921. Además, solicitaron el mismo reconocimiento para el gran pedagogo y artista Isidoro Bello y para el cantor de nuestro temple y de nuestra historia Pedro Hidalgo. Solo se aceptó, y porque ya estaba en la lista de Carriazo, a este último.


Elaboración propia

 

Reforma  de 1931.

Tras la proclamación de la República se hizo cargo del Ayuntamiento una comisión gestora de la “Derecha Republicana”. El 31 de mayo se repitieron las elecciones municipales que ganó la candidatura socialista quedando en minoría la derecha (Partido Republicano Radical). El nuevo Ayuntamiento se constituyó el 5 de junio de 1931. Apenas una semana después el alcalde, Eustaquio López, informó al pleno que desde hacía días estaba recibiendo peticiones para que se cambiasen las calles y que se evocase a figuras relevantes de la democracia y del socialismo. Se acordó que la comisión de Ornato lo estudiase e hiciese una propuesta.

En pocos días estuvo lista de cambios, que fue aprobada en el pleno del 23 de junio y que relaciono en un segundo anexo final. Los nombres eliminados incluían, lógicamente, los de políticos de la etapa anterior: Prado Palacio, García Prieto, Foronda, y Ramón de la Higuera. También algunos de los incluidos en la reforma de 1930: Navas de Tolosa, Goya, Lope de Vega, Martínez Montañés, Velázquez, Bailén, Numancia, Cristóbal Colón y El Edrisi. Pero además se eliminaron algunos otros tradicionales: Sepulcro, Adentro, Cinto, Espinillos, Bache, Patona, Carrasca y Paseo de Santa María. Excepto en el primer grupo no se observa otro criterio que el de conseguir vacantes para las nuevas denominaciones.

Estas denominaciones fueron sustituidas por otras acordes con el nuevo régimen: Carrera de la Libertad, Fermín Galán y García Hernández (los capitanes de Jaca), 14 de Abril, Alcalá Zamora (presidente de la República), Mariana Pineda, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar (presidentes de la I República). Además, y como ya había ocurrido anteriormente, no era ninguna novedad, se incluyeron personalidades políticas de la preferencia de los gobernantes municipales: Pablo Iglesias, Largo Caballero, Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos, Andrés Saborit (político socialista afín a Besteiro) y Lucio Martínez (diputado socialista por Jaén en 1931, consejero de la O.I.T.). Lógicamente la plaza se denominó de la República.

Pero el dictamen de la comisión de Ornato incluía otras dos importantes propuestas. El segundo punto del acuerdo municipal para el cambio de nombres dice literalmente: Que se evoque las figuras locales del Doctor Carriazo Arroquia, ilustre paisano y sabio catedrático y de los mártires de África.

Juan de Mata Carriazo había conseguido pocos años antes la cátedra de Historia Antigua y Medieval de la Universidad de Sevilla. Fue el primero que excavó Bruñel (el 11 de agosto de 1924 según consta en su cuaderno personal de notas), trabajos que financió con una suscripción popular. Los quesadeños estaban familiarizados con la imagen de un joven Carriazo recorriendo el pueblo y sus alrededores ocupado en localizar y documentar cualquier vestigio del pasado. Para la gran mayoría su actividades resultaban inescrutables y sorprendentes, pero él fue enormemente respetado y se le tenía, con razón, por el sabio local. 

Se le dio su nombre a la antigua calle Rodrigo de Poyatos (personaje antiguo y desconocido), que es la que actualmente lo sigue llevando, de manera que es la única calle de la República que permanece en la actualidad. Este verano se cumplen 90 años de aquel homenaje al Dr. Carriazo. En el pleno de unos días después (el 27 de julio), el alcalde dio cuenta de que se había recibido una carta de Carriazo dirigida al Ayuntamiento. En ella agradecía efusivamente a la corporación el acuerdo de rotular con su nombre una calle de esta ciudad pero rogaba que se demore esta muestra de cariño con que su pueblo le distingue, por diez años, para mejor merecerlo (tenía por entonces apenas 32 años). Además, encarecía que se ordene, coleccione y arregle el archivo municipal, donde existen documentos de gran valor histórico, que han de ser de gran utilidad y que darán mucha luz para que el pasado de Quesada brille con todo esplendor, en el libro que sobre la historia de Quesada y Tíscar piensa publicar (lo hizo muchos años después con su “Colección diplomática de Quesada”).

El Ayuntamiento, por aclamación y con el mayor entusiasmo, acordó que se proceda sin demora de ninguna clase a la reorganización y arreglo del archivo municipal, pero también rechazó la demora en la rotulación de la calle destinada a perpetuar el nombre del preclaro y prestigioso hijo de Quesada, D. Juan de Mata Carriazo, acuerdo del que se le remitió copia certificada.

La otra propuesta se refería a los “Mártires de África”, los soldados quesadeños muertos en las campañas coloniales de Marruecos. Como ya se ha visto, el año anterior Arroquia y Marinas habían pedido que se les homenajeara, pero no fue hasta la llegada de la República cuando se tomó en consideración la propuesta.

Eran siete los soldados muertos en África. De cuatro de ellos no he conseguido averiguar la fecha y circunstancias de su muerte: Juan Plaza Sánchez, Blas Alacio Segura, Cándido Padilla Leiva y Víctor Gámez Moreno.

De los otros tres hay alguna información. El muerto más reciente era Eusebio Marín Rodríguez, soldado del batallón de montaña de Estella, que murió en julio de 1925 durante la defensa de la posición de Casa Hamido, cabila de Beni Lait (zona occidental entre Tetuán y Xauen). Según publicó el periódico de Melilla “Telegrama del Rif” (24-7-1925), fue mencionado en el “orden del día” por el general Saro:

Soldado, Eusebio Marín Rodríguez, que puso fuera de combate a dos rebeldes, y cuando jocosamente decía, «voy por el tercero», recibió dos balazos en la cabeza, cayendo muerto.

Se le dio su nombre a la calle del Agua.

José Esquinas Carmona fue soldado de la 2ª compañía del regimiento de Artillería de Melilla. Fue declarado desaparecido el 1 de agosto 1922 (D.O. Ministerio de la Guerra 6-11-1924). La declaración oficial se producía legalmente al año de su desaparición, de manera que murió en los últimos días de julio de 1921, durante los terribles sucesos desencadenados en Annual. Su cuerpo nunca fue identificado pues entonces no se utilizaban todavía chapas con los datos personales. Fue uno más de los miles de cadáveres insepultos y en descomposición que se encontraron durante los meses posteriores al Desastre. Su calle, la del Grajo.

Por último, Ramón Rodríguez Ceballos, nacido en la calle de la Carrasca, un caso de auténtica mala suerte. Se había reenganchado en el ejército y en 1919, estando destinado en el regimiento Borbón 17, había sido ascendido a alférez (“Diario oficial del Ministerio de la Guerra” 29/06/1919). A principios de 1920 intercambió destino con otro alférez, incorporándose al regimiento San Fernando 11. Este regimiento tenía su base en Dar Drius, Comandancia de Melilla, desde donde partía el camino hacia Annual. A finales de agosto de 1921 se le concedió el traslado al regimiento Ceuta 60. Si le hubiera dado tiempo a incorporarse hubiera salvado la vida, pero fue cuestión de días.

La madrugada del 22 de julio se produjo el ataque de Abd-El-Krim al campamento de Annual, la muerte del general Fernández Silvestre y la desbandada de las tropas. El desastre fue absoluto, todas las posiciones fueron cayendo en pocas horas o días. Los soldados huían en completa desorganización dejando en el camino centenares de muertos, que al final de los sucesos se contaron por miles. Muchos de ellos se refugiaron en Drius, donde estaba Ramón Rodríguez.

El día 23 el general Navarro, sustituto de Silvestre, ordenó abandonar el acuartelamiento de Drius formando una columna que, en penosa marcha, plena de desgracias y peripecias como la carga de la caballería de Alcántara en el río Igan, consiguió llegar a Monte Arruit el día 29 de julio. No pudieron continuar porque todo el territorio hasta las mismas puertas de Melilla se había perdido. Allí quedaron sitiados 3.000 soldados, sin agua y sin suministros.

Tras la rendición de los sitiados se produjo una terrible matanza y quedaron más de 2.000 cadáveres abandonados a la intemperie. Cuando se recuperó Monte Arruit, ya en el otoño, los cuerpos seguían insepultos donde habían caído. No pudieron ser identificados por el terrible estado en que se encontraban y fueron declarados desaparecidos. Uno de ellos fue Ramón Rodríguez Ceballos, que perdió la vida por cuestión de días, los que le faltaron para alcanzar su traslado a Ceuta. Fue ascendido a teniente a título póstumo. A la calle donde nació, Carrasca, se le dio su nombre.

Volviendo al pleno de 23 de junio de 1931, a propuesta de un grupo de vecinos se tomaron otros dos acuerdos para sendas calles. Primero,  dar el nombre de las hermanas Eloisa y Francisca Serrano Rivera, a la calle donde estas costeaban la construcción de un teatro, que a su vez llevaría por nombre hermanos Álvarez Quintero. Como cantores de nuestro hijo, el glorioso Betis se les nombró hijos adoptivos y se le dio su nombre a la actual calle Isabel La Católica. 

El acuerdo se aprobó por mayoría, con el voto en contra de los concejales de la minoría de la derecha republicana (PRR), que se opuso a la desaparición de nombres de paisanos tan ilustres como Ramón de la Higuera y Santiago García. Santiago Vicente García, hoy completamente olvidado, fue un conocido autor de libros de texto de gramática y latín a mediados del siglo XIX y su calle era la que pasó a llamarse Dr. Carriazo (en otra entrada -enlace- hice una breve reseña de este personaje). La de Ramón de la Higuera era la del Hospital, que pasó a llamarse Mariana Pineda.

Como suele suceder, las calles siguieron siendo conocidas popularmente por su nombre tradicional y se utilizaba el oficial solo a efectos postales y legales. Tan es así que en plena guerra, en 1937 y 38, incluso en las actas del Consejo Municipal se utilizaba la denominación tradicional, de manera que no era raro que la calle Pablo Iglesias, por ejemplo, fuera citada como Paseo de Santa María. En 1939 todo volvió a cambiar.

A las pocas semanas de la entrada de las tropas ocupantes, en mayo de 1939, la plaza de la República pasó a ser del Generalísimo, la carrera de la Libertad (Nueva) avenida de José Antonio y la de la Lonja plaza de los Mártires (por los asesinados en 1936). Tuvieron también su nombre los generales Queipo de Llano (Don Pedro), Sanjurjo (Monte) y Mola (Hospital). Igualmente, los únicos tres soldados muertos en el bando franquista: Fernando Baras (actual Niña Ana), Ramón Vela (Postigos) y Bruno Marín (Bache). Completaban la nómina Onésimo Redondo (Rafael Alberti), Capitán Cortés (Adentro), Ruiz de Alda (María la Galiana) y el “protomártir” Matías Montero.

Con el crecimiento de los años sesenta y setenta se crearon calles nuevas y nuevos nombres y en 1983 se eliminaron los franquistas apareciendo el callejero actual. Este cambio quedó simbolizado en la plaza, que dejó de ser del Generalísimo para pasar a Constitución. De forma sorprendente Lorenzo Delmás (Villavieja) “recuperó” su nombre y hoy día la muy antigua calle de Don Pedro se llama Don Pedro Villar. Pero esto más que historia es actualidad.

 

 

 

 

RELACIÓN DE PERSONAJES DE LA HISTORIA LOCAL PROPUESTA EN 1930 POR CARRIAZO PARA LAS NUEVAS CALLES.

 

Alfonso VII, Primer conquistador de Quesada en 1157.

San Fernando, Segundo conquistador de Quesada, en 1224.

Arzobispo Jiménez de Rada, Tercer conquistador de Quesada en 1230; reedificó sus murallas, le otorgó fuero en 1245 y fundó el Adelantamiento de Cazorla, relatando estos sucesos en su crónica Latina.

Alfonso X, concedió a Úbeda en 1275 “Tíscar, Huesa e Velerda castillos que tiene Mahomad fijo de Handón”.

Infante don Enrique, hijo de San Fernando y adelantado mayor de Andalucía, que construyó hacia 1300 la atalaya del puerto de Tíscar.

Fernando IV, recupero en 1310, día de San Pedro y San Pablo, la plaza de Quesada, que se había perdido en 1295 y otra vez, en 1302.

Infante don Pedro, tío y tutor de Alfonso XI, conquistó en 1319 el castillo de Tíscar.

Pedro de Hidalgo, Escudero de García López de Padilla, maestre de Calatrava, que se distinguió heroicamente en la conquista de Tíscar.

María de Quesada, heroica mujer que se destacó rechazando un ataque de los moros durante el reinado de Enrique cuarto.

Felipe II, declaró villa exenta a Quesada, qué desde 1331 pertenecía a Úbeda, por privilegio de Alfonso XI y le concedió las dehesas de Grillera y otras mercedes.

El Edrisí, Geógrafo musulmán del siglo XII, qué hace la cita más antigua de Quesada cómo “fuerte poblado como una villa que tiene bazares, baños, posadas y arrabales”.

Ruiz Díaz de Quesada, autor, en 1466, de una Memoria o Calendario de las cosas acaecidas en Quesada, manuscrito citado por Argote de Molina.

Luis Valera de Mendoza. Autor de una ”Historia de Cazorla y de Quesada”, que cita Argote de Molina.

Argote de Molina, autor de la “Nobleza de Andalucía”, en la que se habla mucho de Tíscar y Quesada.

Ruiz de Villaviciosa, Cristóbal Ruiz de Villaviciosa y Villalta, prior de Valdepeñas de Jaén, escribió una “Descripción en octavas de la Villa de Quesada”, en fecha incierta del siglo XVII.

Escudero de la Torre, el licenciado Fernando Alonso Escudero de la Torre, imprimió en Madrid, en 1669, una “Historia de los célebres santuarios del Adelantamiento de Cazorla… y nuestra señora de Tíscar de la Villa de Quesada”.

Cronista Amador Gutiérrez, el licenciado Fernando Amador Gutiérrez (escribió) en 1670 una “Historia de Quesada”, manuscrito en la colección del duque de T´Serclaes.

Isabel la Católica, que pernoctó en Quesada cuando fue al cerco de Baza.

 

 

Nuevos nombres aprobados en el pleno municipal de 23 de junio de 1931.

García Prieto (Nueva), pasa a denominarse Carrera de la Libertad

Mariano Foronda (Agua), id Eusebio Marín

Santiago García, id Dr. Carriazo Arroquia

Navas de Tolosa, id García Hernández

Paseo de Santa María, id Pablo Iglesias

Adentro, id Fermín Galán

Ramón de la Higuera (Hospital), id Mariana Pineda

Goya, (id) Largo Caballero

Lope de Vega (Grajo), id José Esquinas

Martínez Montañés (Quebradas), id Indalecio Prieto

Sepulcro (ONG Quesada Solidaria), id Andrés Saborit

Cinto, id Víctor Gámez

Cristóbal Colón (Antonio Navarrete), Blas Alacio Segura

Espinillos, id Juan Plaza

Carrasca, id alférez Rodríguez Ceballos

Velázquez, id Cándido Padilla

Prado Palacio, (Coronación) Niceto Alcalá Zamora

Patona , id Lucio Martínez

Bache, id Nicolás Salmerón

Bailén, (no identificada) id 14 de Abril

Numancia, (Cuesta de San Juan) id Fernando de los Ríos

El Edrisi, (no identificada) id Emilio Castelar