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Retrato oficial del ministro Serrano Bedoya en la alcaldía de Quesada |
En el número 14 de la plaza de la Constitución de Quesada hay una placa que dice: En este lugar nació D. Francisco Serrano Bedoya (1813-1882), Ministro de la Guerra durante la I República. Sustituye a la que estuvo en el mismo sitio hasta 2019, en la que erróneamente se decía que fue ministro de Isabel II. Serrano Bedoya fue el quesadeño más famoso del siglo XIX. Alcanzó la graduación de teniente general, fue ministro de la Guerra, dos veces director general de la Guardia Civil, capitán general de Cataluña, presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina, senador vitalicio del Reino y diputado en el Congreso durante seis legislaturas.
Sobre la fecha de nacimiento hay cierta discrepancia en las fuentes. La Real Academia de Historia da por bueno el año 1812, el 26 de octubre. Es la misma que en el momento de su muerte, en 1882, utilizó la prensa de la época en los obituarios.[1] Sin embargo, en su ficha del Congreso de los Diputados se da como buena el 26 de octubre de 1813. Ese mismo año es el que utiliza El Consultor del Rey, colección de semblanzas de las personas notables existentes hoy en España, obra publicada en 1876, todavía en vida de Serrano. Hay una tercera fecha que aporta el manuscrito inédito MEMORIAS del siglo XVIII al presente, calendario de sucesos ocurridos en Quesada hasta principios del siglo XX. En él se dice: “En octubre 4, 1812, nació en esta villa Don Francisco Serrano y Bedoya, hijo de Don Tomás, teniente General que fue del Ejército, ayudante de Espartero y después ministro de la guerra”. Poca importancia tiene que fuera uno u otro año, pero en cualquier caso será imposible de precisar por la destrucción de los libros parroquiales en 1936, de los que se hubiera podido obtener la fecha de su bautismo.
Su padre fue don Tomás Serrano Rubiales, natural de Villacarrillo.[2] Su madre, doña Ana Bedoya, procedente de una de las familias tradicionales quesadeñas, hidalgos del estado noble. También era hidalgo don Tomás, miembro de una antigua familia con ramificaciones en Huéscar, Villacarrillo y Quesada.[3] Rico propietario y ganadero, Tomás Serrano era políticamente negro, apodo que dieron los absolutistas a los liberales constitucionalistas. Cuando murió en 1857 la prensa se refirió a él como “honrado y constante liberal (que) militó siempre en las filas del partido liberal."[4] En la Plaza de Quesada pasó Francisco Serrano la infancia y primera juventud. Allí vivió la proclamación constitucional de Riego, su final en 1823 con la segunda invasión francesa y los años absolutistas que siguieron. Influido y educado por su padre, desde muy joven descubrió “instintos muy liberales”, que mantuvo toda su vida.
Ingreso en la carrera militar y guerra civil.
Con 17 años, en lugar de seguir la vida plácida de propietario acomodado que por origen le estaba destinada, se sintió tentado por la vocación militar. Ingresó el 26 de julio de 1830 como cadete en el regimiento Provincial de Guadix. Los regimientos de milicias provinciales eran un cuerpo militar de reserva, establecidos por distritos o partidos, y se costeaban, armamento y uniformes, por los ayuntamientos de cada uno de ellos. Quesada pertenecía a estos efectos al distrito de Guadix. Allí “prestó sus primeros servicios”, siendo en febrero de 1831 “puesto sobre las armas” y destinado “de guarnición a Cádiz”. Allí recibió la formación militar, “obteniendo nota de sobresaliente en Táctica, Ordenanza, Detall (intendencia), Contabilidad y Procedimientos”. Sus rápidos progresos llamaron la atención de los oficiales, que en mayo de 1832 le confiaron la instrucción de los quintos de su regimiento. En enero de 1833 obtuvo el empleo de subteniente y el 2 de octubre de 1835 el de teniente.[5] Para entonces estaba ya destinado a la guarnición de Córdoba. Ese año, a las órdenes del capitán Gualda, participó en la persecución del cabecilla carlista Orejita, uno de los primeros sublevados en Andalucía contra Isabel II y el gobierno de su madre, la reina gobernadora María Cristina.[6] Unos meses antes, en febrero, Luis Moreno, famoso realista quesadeño, había sido apresado tras fugarse de la cárcel de Granada y fusilado en la Plaza de Quesada.
En enero de 1836 el regimiento Provincial de Córdoba fue trasladado a Cataluña, donde ardía la rebelión carlista. Los primeros meses Serrano estuvo destinado en Barcelona, dedicado a servicios de guarnición y de instrucción. Desde el mes de septiembre fue destinado a primera línea, participando en numerosas acciones a las órdenes del general Gurrea. Por méritos de guerra, el 1 de marzo de 1837 fue ascendido a capitán y puesto al mando de la segunda compañía de su regimiento. Se distinguió en la defensa de Sant Quirze de Besora y en el levantamiento del cerco de Puigcerdá, concediéndosele la Cruz de primera clase de San Fernando. A principios de 1838, mientras los cabecillas carlistas Tallada y don Basilio irrumpían en la comarca y obligaban al Ayuntamiento de Quesada a evacuar el pueblo, Serrano fue citado en los partes como “el capitán más decidido y ansioso de ser empleado en las empresas más arriesgadas”.[7] El 12 de abril resultó gravemente herido por una bala de cañón, en la pierna y cadera derecha, en las cercanías de Sant Quirze. Por sus “méritos y circunstancias” fue ascendido al empleo de segundo comandante. Convaleció de las heridas sufridas hasta marzo de 1839, en que se reincorporó y volvió a participar en numerosas acciones.
Ayudante de campo de Espartero y exilio.
En mayo de 1839 fue destinado al cuartel general del ejército isabelino como ayudante de campo de su jefe, el general Joaquín Baldomero Fernández-Espartero. Al poco y por el acuerdo negociado entre Espartero y el carlista Maroto, conocido como abrazo de Vergara, concluyó la larga y sangrienta guerra civil. Serrano continuó siendo ayudante personal de Espartero, proclamado duque de la Victoria. En noviembre de 1840 Serrano Bedoya fue recompensado con el ascenso a primer comandante.
La derrota de los carlistas y el fin de la guerra civil convirtieron a Espartero en la estrella política del momento y en la cabeza del partido liberal progresista. Seriamente enfrentado a la reina gobernadora María Cristina, de convicciones próximas al absolutismo, la forzó a que renunciara a la regencia y abandonara el país en su primer exilio. En marzo de 1841 Espartero fue votado por las Cortes regente único del Reino. Serrano Bedoya, persona de confianza del nuevo regente, fue destinado al primer regimiento de granaderos de la Guardia Real.[8] En Quesada su padre Tomás, sus hermanos Ramón, José, Agustín y Pedro, alcalde de Villacarrillo, comprendieron, como el resto de sus familiares y todo el pueblo, que al futuro general le esperaba un brillante futuro. Desde entonces constituyeron una especie de partido “serranista” que se movió siempre al compás de los vaivenes políticos de don Francisco, control del poder municipal cuando Serrano estaba en situación y apartamiento y marginación cuando lo perdía.
En 1841 Serrano Bedoya se casó en Madrid con la almeriense Eloísa Aizpurúa Gómez. Casi inmediatamente tuvo que acompañar el regente para sofocar los conatos de revueltas carlistas en el Norte. Durante los sucesos del mes de octubre participó en primera línea defendiendo el Palacio Real, que los conspiradores moderados intentaban ocupar para hacerse con la persona de la reina, todavía menor de edad. En noviembre de 1842 acompañó a Espartero durante la represión de la sublevación de Barcelona. Fue este episodio el célebre bombardeo, que terminó de enemistar al regente con buena parte de su propio partido, que lo calificaba de autoritario. La situación política se volvió cada vez más difícil. En la primavera de 1843 se produjeron numerosas revueltas y pronunciamientos contra el gobierno de Espartero. Participaron los moderados, pero también muchos progresistas e incluso los embrionarios movimientos democráticos. Como en tantas provincias, en Jaén se constituyó una Junta revolucionaria, que fue acatada sin oposición por el Ayuntamiento de Quesada, donde todavía tenían poca representación los “serranistas”. Aquel verano se produjeron numerosos enfrentamientos armados, una pequeña guerra civil esta vez entre los propios liberales. Serrano Bedoya participó en ellos, lógicamente de parte del regente, dirigiendo acciones importantes como la toma del castillo de Chinchilla. Sin embargo Espartero no pudo controlar la situación, que de revolución pasó a contrarrevolución moderada, y se vio obligado a expatriarse, embarcando en Cádiz con destino a Londres. Serrano Bedoya, como el resto de militares más cercanos al ya exregente, también embarcó en Cádiz y acompañó a su jefe al exilio. Por su ayuda durante aquel verano, Espartero lo ascendió a teniente coronel. Ya casi a punto de embarcar y como último gesto de agradecimiento, lo nombró brigadier. Ninguno de los dos empleos le fue reconocido por el nuevo gobierno moderado de Narváez.
El 27 de noviembre de 1841 había nacido su primer hijo, Tomás Enrique Serrano Aizpurúa. Siguió la carrera militar de su padre, pero con mala fortuna, porque murió de cólera en la Habana en 1872, habiendo alcanzado el grado de comandante y con apenas treinta años. En mayo de 1845 nació el segundo, José Serrano Aizpurúa, que llegó a general de división a principios del siglo XX y fue gobernador militar de Cádiz. Poco antes, el día diez de abril de 1844, nacía en Quesada Manuel Serrano Ruiz, hijo de José Serrano Bedoya y de su esposa Eduvigis Ruiz. En contra del parecer de su padre, pero con el apoyo y patrocinio de su tío Francisco, ya por entonces general, se incorporó al Ejército en 1865 marchando a Cuba, donde conoció al general Valeriano Weyler, al que siguió a Filipinas, donde fue gobernador militar de Manila.[9] En 1890, por encargo de Weyler y en medio del enfrentamiento que por la posesión de las islas Carolinas enfrentó a España con el Imperio alemán, ocupó la isla de Panopé.[10] Serrano Ruiz, a pesar de sus ausencias profesionales, no perdió la relación con Quesada y con su familia. Su última visita documentada al pueblo fue en 1893, al poco de la muerte de su tío Ramón Serrano Bedoya.[11] Serrano Ruiz murió, con el grado de general de división, siendo gobernador militar de Melilla en 1904. Francisco Serrano Bedoya tuvo al menos dos hijas, Eloísa y Francisca Serrano Aizpurúa. Ambas murieron sin llegar a la vejez, causando a su padre fuertes crisis de ánimo, como en su momento se verá.
Serrano Bedoya estuvo exiliado en Londres algo más de un año. A las dificultades del destierro se añadió la grave enfermedad que sufría su mujer. Angustiado por la situación, con el conocimiento y licencia de Espartero, en septiembre de 1844 solicitó y obtuvo del embajador español en Londres un pasaporte con el que poder regresar. A final de año cruzó la frontera francesa dirigiéndose a Barcelona, donde estaba su familia. Estuvo poco tiempo en la ciudad, siempre vigilado estrechamente por las autoridades militares, recelosas de él como persona de confianza de Espartero que era. A primeros de marzo, dado que su estancia era legal y no clandestina, se presentó al capitán general de Cataluña, que le dio un plazo perentorio de días para regresar al extranjero, pues temía que la razón de su vuelta no fuera la salud de su mujer sino la conspiración política. Finalmente el gobierno Narváez, ya más seguro de su propia situación, le permitió el regreso en el mes de mayo de 1845. Fijó su residencia en Madrid, donde permaneció en situación de cuartel, es decir, disponible sin mando directo alguno. En noviembre de 1846 fue rehabilitado parcialmente y se le reconoció el empleo de teniente coronel.
Fue por estos meses cuando decidió iniciar carrera política, presentando su candidatura como diputado al Congreso por el distrito de Cazorla en las elecciones de 6 de diciembre de aquel año. Se presentaba como candidato progresista, frente al moderado marqués de Gerona, el granadino Francisco de Paula Castro. Era la suya una candidatura testimonial, con el único fin de mostrar fidelidad a Espartero, porque en aquellas elecciones tan forzadas y poco transparentes resultaba imposible vencer al candidato gubernamental, máxime siendo este un figurón del partido moderado destinado a la presidencia del Congreso. Obtuvo apenas un 12 por ciento de los votos contra el 88 de Castro Orozco.[12] También en este año de 1846 hay noticia de que formaba parte de la logia masónica de la calle Carretas, en Madrid. A esta logia pertenecían políticos y militares de renombre, como Agustín Argüelles y el general Dulce. El dato procede de la obra La francmasonería española, de Nicolás Díaz y Pérez. Lo menciona expresamente al hablar del enfado de la reina porque la policía de Narváez no conseguía desarticular la logia, pues tanto Serrano Bedoya como sus compañeros “guardaron siempre la mayor reserva sobre los días de sesión y los asuntos que en ella trataban”.[13]
A pesar de su derrota electoral, como buen militar del momento no dejó la actividad política, que entonces se traducía en conspiraciones para hacerse con el poder mediante un pronunciamiento. A principios de 1848 estaba establecido en Granada.[14] Según José Luis Isabel Sánchez, su biógrafo en la reseña de la RAH, “fue uno de los organizadores” de las insurrecciones contra Narváez del mes de mayo. Por ese motivo el día 10 de octubre el gobierno ordenó su detención, para conducirlo como desterrado a Filipinas. Serrano lo supo y consiguió escapar a tiempo de Granada refugiándose en Málaga. En aquel puerto consiguió embarcar clandestinamente en un barco francés que lo condujo a Orán. Desde allí pasó a Marsella y más tarde a Montpellier.[15] En marzo de 1849 estaba en Montpellier, enfermo y apartado, sin actividad política, según informe del vicecónsul español, por lo que se le autorizó regresar.
Los destierros y la postergación en su carrera militar hicieron que Serrano sufriera problemas económicos. Según el periodista Ángel María Segovia, que escribió una biografía suya en 1881 estando aún vivo Serrano, “para poder atender a la educación de sus hijos, tuvo que apelar a la generosidad del que hoy es marqués de Salamanca, quien (…) le confió una plaza en su ferrocarril de Aranjuez”.[16] Es un dato interesante, porque seguramente influyó en su trayectoria política posterior, al ser uno de los muchos que debían favores a Salamanca, rico banquero y sobre todo gran intrigante político.
En julio de 1851 se le rehabilitó el empleo de coronel, concedido por Espartero en 1843, lo que regularizó y estabilizó su posición militar y económica. En estos últimos años de la década moderada estuvo destinado en Burgos a las órdenes directas y la estrecha vigilancia del capitán general. En 1854 la descomposición del gobierno del conde de San Luis, la indisimulada corrupción de la reina madre y de muchos ministros, el temor a una reacción antiliberal, llevaron a que los sectores templados del partido moderado pasaran a la oposición y formaran una colación con los progresistas. En ese ambiente tenso, con un gobierno temeroso de las conspiraciones y de un posible golpe, Serrano Bedoya, conocido partidario de Espartero y del progresismo, fue desterrado a Albarracín en febrero de 1854.
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Retrato de Serrano como gobernador militar de Madrid |
Revolución de 1854 y Unión Liberal.
Serrano estuvo en Albarracín varios meses hasta que la Vicalvarada e inmediatamente el Manifiesto de Manzanares, firmado por O´Donnell el 7 de julio, dieron inicio a la revolución que a punto estuvo de acabar con el reinado de Isabel II. Ante la crítica situación, el capitán general de Aragón ordenó el 11 de julio que Serrano fuese conducido preso a Zaragoza para evitar que se uniese a la insurrección. Pero ya no había remedio y la revolución triunfaba en todo el país. El general Espartero, que vivía retirado en Logroño de donde era su esposa, se dirigió inmediatamente a Zaragoza para encabezar el movimiento. Para entonces Serrano Bedoya ya había sido liberado y participaba activamente en el movimiento revolucionario. La Junta que se formó en la ciudad lo había nombrado segundo cabo (segundo al mando) de la capitanía general de Zaragoza y gobernador militar de la plaza.[17]
El triunfo de la revolución llevó a Espartero a la presidencia del Gobierno y al general O´Donnell al ministerio de la Guerra. Serrano Bedoya volvía a estar cercano al poder y su recuperada influencia se reflejó inmediatamente en su pueblo y en su familia. Quesada se pronunció a favor de los generales rebeldes el 22 de julio, el 24 se proclamó la constitución de 1837 y se repuso la Milicia Nacional.[18] Ese mismo día se formó una Junta provisional de gobierno que se hizo cargo de los poderes municipales. Estaba presidida por Hilario Serrano Águila, primo hermano de Serrano. El 4 de agosto tomó posesión un nuevo Ayuntamiento elegido, según la ley electoral de 1823, por medio de asambleas de vecinos. Como alcalde primero, el citado Hilario Serrano; entre los concejales, Ramón y José Serrano Bedoya. Otro de sus parientes, Simón Bedoya, además de concejal fue nombrado comandante de la Milicia Nacional quesadeña. Era la primera vez que el partido “serranista” se hacía con el Ayuntamiento de Quesada.
Serrano Bedoya fue ascendido a brigadier por el gobierno Espartero y se ratificó su nombramiento como segundo cabo de la capitanía general de Aragón. En agosto se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes. Serrano Bedoya se presentó por la circunscripción provincial de Jaén en las filas progresistas de los seguidores de Espartero. Fue el segundo diputado más votado, inmediatamente detrás del otro Serrano, el general Francisco Serrano Domínguez.[19] La legislatura del llamado Bienio Progresista resultó complicada. El Gobierno se suponía formado por una coalición de progresistas con sectores procedentes del antiguo moderantismo, representados respectivamente por Espartero y O´Donnell. Serrano Bedoya vivió las diferencias entre ambos generales y sus partidarios votando siempre con la mayoría gubernamental, lo que no resultaba fácil, porque a menudo el Gobierno no tenía una posición unitaria. En abril de 1855 fue nombrado segundo cabo de la capitanía general de Castilla la Nueva y gobernador militar de Madrid, primero con carácter de interino. Al producirse intentonas de sublevación carlista fue encargado de combatirlas al mando de una brigada. Consiguió apresar al cabecilla Marcos de Bello y restablecer la calma en el Maestrazgo. Por estas acciones fue promovido por el Gobierno a mariscal de campo.
Según Ángel María Segovia, durante el tiempo que permaneció en la Corte como diputado y gobernador militar, Serrano Bedoya fue “una de las personas de la intimidad del duque de la Victoria (Espartero), presidente a la sazón del Consejo de ministros”. Añade que, en las diferencias que pronto resultaron entre los vicalvaristas de O´Donnell y los progresistas de Espartero, siempre intentó conciliar posturas para prolongar la unión de los partidos que habían propiciado la revolución. Le trajo esta conducta, bien vista por Espartero, el alejamiento de algunos sectores progresistas más extremos. Finalmente, en el verano de 1856 O´Donnell dio por terminada la coalición y propició un golpe contrarrevolucionario que acabó con el bienio progresista. A pesar de su talante conciliador, durante estos sucesos Serrano se ofreció a Espartero, como gobernador militar de Madrid, para que permaneciese al frente del Gobierno, pues “estaba de su parte” la fuerza moral y la material, “en caso de tener que recurrir a ella”.[20] No lo estimó necesario ni bueno don Baldomero, que presentó su dimisión a la reina y se retiró para siempre de la política. En consecuencia, Serrano Bedoya dimitió de sus cargos y quedó en situación de cuartel.[21]
Durante 1857 y 1858 los sectores más reaccionarios del moderantismo intentaron restablecer la etapa moderada de los años cuarenta y anular lo conseguido por la revolución impidiendo que se promulgara la nueva constitución formada por las Constituyentes. En enero de 1857 Narváez consiguió que la reina convocara nuevas elecciones a Cortes. En estas elecciones, especialmente amañadas, se dificultó al extremo que pudieran presentarse elementos progresistas e incluso candidatos moderados cercanos a la naciente Unión Liberal de O´Donnell. Serrano, todavía progresista, sufrió los manejos gubernamentales. Al tiempo de la convocatoria electoral salió de Madrid para dirigirse a Villacarrillo, el pueblo de su padre y donde vivía su hermano Pedro, noticia que reflejó la prensa. Según publicó el periódico liberal El Clamor Público, había escrito a un conocido de aquel pueblo para que le enviase unas caballerías a Santa Elena con las que completar el viaje. El gobernador civil quiso interpretar que los fines del viaje de Serrano eran políticos y electorales y actuó en consecuencia. Considerando “seriamente amenazado el orden social”, ordenó la detención de Serrano y la apertura de un proceso judicial que duró toda la campaña electoral, con gran escándalo de la prensa progresista.[22] Su intención era efectivamente presentar su candidatura, pero el proceso le obligó a retirarla. El periódico moderado conservador La Época dijo que Serrano y otro candidato de Huesca habían abandonado “por creer que no pueden resistir las coacciones que en uno y otro punto hacían imposible su elección”.[23]
Por estos mismos días murió en Quesada su padre, don Tomás Serrano Rubiales. Su madre, doña Ana Bedoya, había muerto antes, en noviembre de 1851. La prensa progresista de Madrid se hizo amplio eco del fallecimiento, calificando a don Tomás de “honrado y constante liberal (…) que contaba 73 años de edad, militó siempre en las filas del partido liberal, por lo cual, y por su firmeza de principios, fue objeto de las persecuciones que ha sufrido el partido” (se refiere al partido liberal progresista).[24] Es muy probable que la salida de Serrano de Madrid estuviera relacionada, además de con el asunto de las elecciones, con la salud de su padre, pues acudió rápidamente a Quesada. Don Tomás “expiró a las seis de la mañana del día 16 en los brazos de su hijo el joven general”.[25] Para reponerse de los disgustos políticos y de la muerte de su padre, Serrano decidió pasar el verano en los baños de Panticosa “tomando las aguas”. Allí se habían congregado numerosas personalidades de signo progresista, encabezadas por doña Juana de Vega, viuda de Espoz y Mina, condesa de Mina, activa progresista que había sido haya de la reina durante la regencia de Espartero. Es seguro que en aquel retiro del Pirineo, entre vaso y vaso de agua, se habló mucho de política, de la apertura de una nueva etapa.[26]
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Retrato como diputado de las Cortes Constituyentes de 1854 |
La incapacidad de los gobiernos reaccionarios de Narváez, Istúriz y Amareo presagiaba la llegada al poder de O´DonnelI y su nuevo partido, la Unión Liberal, que agrupaba a moderados de centro derecha y a progresistas templados. Serrano Bedoya, huérfano de Espartero y con su partido sumido en una profunda crisis, se aproximó a la Unión Liberal, como otros muchos progresistas a los que se denominó “resellados”, por tener en el carné un segundo sello. La actitud conciliadora que Serrano mantuvo durante el gobierno Espartero-O´Donnell favoreció esta aproximación y que fuera bien recibido por O´Donnell y los unionistas. Del acercamiento de Serrano a su nuevo partido quedaron en la prensa algunas noticias curiosas. En noviembre de 1857 se inauguró en Madrid el Circo gallístico, un local destinado a peleas de gallos, espectáculo por aquellos tiempos elegante y de buen tono. El acto se convirtió en un homenaje público a Leopoldo O´Donnell, que presidió la inauguración acompañado de conocidos militares de su confianza, como Ros de Olano y Concha. La significación política del acto hizo que la presencia de prensa fuera numerosísima. Entre los asistentes se dejó ver, como un simpatizante más de la Unión Liberal, el general Serrano Bedoya.[27] Tuvo buen olfato Serrano, porque el 30 de junio de 1858 Isabel II nombró a O´Donnell presidente del gobierno.
O´Donnell consiguió que la reina disolviera las Cortes y convocase elecciones, que se celebraron en el otoño de 1858. Serrano, que nunca perdió su relación con Quesada donde conservaba propiedades y familia, centró siempre en la comarca y provincia sus intereses electorales. En estas elecciones consiguió el acta de diputado por el distrito de Cazorla, como candidato gubernamental de la Unión Liberal. Obtuvo 309 votos, frente a los 30 del moderado León González. Tan pequeño número de electores se explica porque el derecho a sufragio era censitario, solo los que pagaban una determinada cantidad de contribución podían votar. Serrano fue además profeta en su tierra, porque en la sección segunda, Quesada, obtuvo todos los votos emitidos, 119. Aunque estas elecciones fueron bastante más transparentes que las anteriores, también se dieron irregularidades. La mucha inercia de elecciones amañadas que se arrastraba hizo que, a pesar de la intención de la Unión Liberal por conseguir un resultado más o menos real, en algunos distritos, especialmente en los más aislados y distantes como el de Cazorla, se denunciaran fraudes. En el periódico conservador La España, propiedad de Fernando Muñoz, segundo marido de la reina madre María Cristina, se publicó semanas después una detallada crónica sobre el desarrollo, desde su punto de vista, de las votaciones en las que resultó electo Serrano Bedoya.
La España denunciaba que se había alterado la composición de las mesas electorales, ejercido violencias en los locales de votación y presionado a los electores para que no votasen al candidato moderado. Todo para obtener el triunfo del “candidato protegido por el señor general O'Donnell”. Según denunciaba el candidato moderado, el alcalde de Cazorla afirmaba sin disimulos que “el gobernador le había mandado sacar diputado al general Serrano Bedoya, y conseguirlo a toda costa”. Añade La España que en Quesada, “de cuyo pueblo es natural el general Serrano”, cincuenta y dos electores moderados aceptaron el “consejo” de abstenerse y no votar que difundieron las distintas autoridades. Sin duda que se dieron en Quesada presiones y arreglos, pero no fueron estrictamente necesarios, porque a lo largo del siglo XIX en Quesada siempre se votó masivamente al candidato local cuando lo hubo.[28] Sucedió con el párroco Cesáreo Aguilera, del partido moderado y elegido varias veces diputado provincial con la totalidad de los votos y luego con los liberales Ángel Alcalá Menezo y Laureano Delgado. Por otra parte no dejan de ser algo cínicas estas protestas de los moderados, pues ya se ha visto que, con ellos en el poder, muy pocos fueron los que votaron a Serrano en las elecciones del 46 y que en las del 57 fue obligado a retirar la candidatura.
O´Donnell inició una agresiva política internacional a imitación de las grandes potencias coloniales del momento. Se organizaron expediciones a Conchinchina y México, ambas de pobre resultado y a la sombra del emperador francés Napoleón III. Pero la gran aventura, la que consiguió un enemigo exterior que hiciese olvidar las divisiones internas, fue la campaña de África. Cuando ya parecía inevitable la guerra, por los incidentes en Ceuta y Melilla que sirvieron de pretexto para la declaración oficial, mayo de 1859, el Gobierno nombró a Serrano Bedoya comandante militar del Campo de Gibraltar. Era este un cargo de mucha importancia, porque Serrano, pese a no participar directamente en los combates, fue el encargado desde Algeciras de gestionar la intendencia y el apoyo al ejército expedicionario. Durante toda la campaña, hasta la conquista de Tetuán y la batalla de Wad Ras que obligó a pedir la paz al sultán, Serrano dirigió el envío de refuerzos y suministros, la repatriación de heridos y enfermos, etc. Fueron unos meses intensos, durante los cuales estrechó lazos con el presidente O´Donnell y con el general Prim, que inició allí su exitosa carrera militar y política. Por sus servicios en aquella campaña fue premiado con la Gran Cruz de Isabel la Católica.[29]
Cuando se firmó la paz Serrano fue nombrado, agosto de 1860, capitán general de Burgos y más tarde comandante militar de las provincias vascas, punto siempre caliente y delicado por ser la base principal, junto al interior de Cataluña, del legitimismo carlista. Permaneció en sus importantes destinos hasta que dimitió en enero de 1864, oficialmente por motivos de salud. Si bien es cierto que arrastraba problemas de salud, la dimisión obedeció a razones políticas, pues meses antes Isabel II había cesado a O´Donnell como presidente del Gobierno, sustituyéndolo por el moderado marqués de Miraflores. Durante los siguientes meses, Serrano permaneció en Madrid en situación de cuartel, hasta que le reina, en otro de sus frecuentes bandazos políticos, volvió a encargar el ministerio al general O´Donnell en junio de 1865. De inmediato fue nombrado capitán general de Castilla la Vieja, cargo en el que permaneció hasta que en diciembre pasó a ocupar la Dirección general de la Guardia Civil, primera de las ocasiones en que ejerció el mando del instituto armado.[30] En marzo de 1866 fue ascendido a teniente general.[31]
La vuelta al poder de la Unión Liberal en 1865 ocasionó un pequeño terremoto político en Quesada y en toda la comarca, que el periódico La Regeneración —moderado extremo y próximo al carlismo— relacionó con la recobrada influencia de Serrano Bedoya. Según La Regeneración, un delegado del gobernador recorría aquel verano la comarca cesando “a unos” y “amenazando a otros para que hagan dimisión”. En Quesada consiguió el nombramiento de un secretario municipal saltándose la normativa legal, según este periódico.[32] También destituyó a los dos estanqueros del pueblo y al de Belerda. La Regeneración denunciaba que se había sustituido al administrador y al interventor de las salinas de Peal y Porcel, nombrando en su lugar a “don Ramón Serrano Bedoya, hermano del general”, y a don José Sanmartín Rubiales, “tío de los anteriores”. No lo dice el periódico, pero en septiembre el gobernador cesó a don Patricio del Águila, alcalde moderado de la fracción más extrema y que había sido en su juventud carlista declarado. Había encabezado la oposición a don Patricio el primo del general, Hilario Serrano. Como venía siendo ya costumbre, cuando Serrano volvía a las esferas de poder sus familiares tomaban la iniciativa en Quesada.
Las maniobras denunciadas por La Regeneración se explicaban por la convocatoria de elecciones para final de año. Serrano volvió a presentarse en su tierra por la Unión Liberal. Esta vez por el partido de Baeza, en el que estaba incluido Quesada. No están publicados los resultados separados para Quesada, pero en el conjunto del distrito fue el candidato más votado con 1.723 votos de un total de 1762 votantes.[33] No obstante resultar electo, no llegó a ocupar el escaño, pues permaneció en la dirección de la Guardia Civil. Pero duró poco esta segunda etapa de gobierno de la Unión Liberal. A finales de junio se produjo un nuevo bandazo en la situación política: cesó O´Donnell y la reina encargó el gobierno al espadón de Loja, el moderado Ramón Narváez. Casi inmediatamente, 11 de julio, fue cesado Serrano Bedoya como director general de la Guardia Civil. Como si fuera causa y efecto, dos semanas después el gobernador civil repuso como alcalde de Quesada a don Patricio del Águila, el alcalde moderado cesado meses antes. Los “serranistas” quesadeños quedaron completamente apartados y siguieron la estela política del general, que los llevaría dos años después a la ruptura completa con la monarquía de Isabel II. Buena muestra de ello fue que al año siguiente, en marzo, la Gaceta de Madrid publicó una carta de protesta del “cuerpo electoral de Quesada”, por las “preparadas y maliciosas publicaciones” de la prensa europea contra la “augusta Soberana y su Real familia”. Firmaban la carta setenta y cinco vecinos de Quesada de clase acomodada. Entre ellos no hay ningún Serrano ni ningún Bedoya.[34]
En 1866 se produjo la primera crisis financiera española provocada en buena medida por la quiebra de bancos y sociedades de crédito relacionados con la construcción de ferrocarriles. La crisis financiera se acompañó de muy malas cosechas y fuertes carestías, lo que provocó un gran descontento popular, que los gobiernos moderados se veían incapaces de controlar. La crisis y las protestas anunciaban el agotamiento del reinado de Isabel II y su Corte de los Milagros. Serrano Bedoya, que permanecía apartado y en situación de cuartel, visitó Quesada en junio de 1867 según recogía El Imparcial.[35] La visita no tenía motivos políticos sino familiares y de administración de los bienes que seguía poseyendo en el pueblo. En Quesada las cosas estaban muy mal. El 2 de junio de 1867, cinco días antes de que Serrano visitara el pueblo, el Ayuntamiento acordó suspender el padrón de pobres y mendigos, una especie de registro que les autorizaba a pedir públicamente limosna. La situación era tan mala que muchos que propiamente no eran pobres y no estaban incluidos en él, dado lo malo del año se veían obligados a pedir por necesidad. En los siguientes meses las cosas no hicieron más que empeorar. El 18 de diciembre hubo una traída extraordinaria de la Virgen por la extremada necesidad de agua. El 2 de mayo seguía sin llover y se organizó una procesión general con la Virgen y todos los santos del pueblo. Aunque parece que el día 4 empezó a llover abundantemente y “hubo alegrías grandes, música, tiros, convites y bromas”, la cosecha estaba ya muy perjudicada y continuó la escasez y carestía.[36]
El país estaba agotado y el malestar era profundo, el desprestigio de Isabel II, amplio y transversal, y la incapacidad de los moderados reaccionarios por enderezar la situación manifiesta. Desde su exilio en Londres, el general Prim movía los hilos de la revolución conspirando con progresistas, demócratas e incluso republicanos. A ellos se unieron los generales cercanos a la Unión Liberal. El republicano José Paul Angulo escribió años después que estos generales no eran auténticos revolucionarios, pero que fueron aceptados en la conspiración por una decisión personal y equivocada de Prim.[37] Fueron no obstante los primeros que sufrieron las represalias represoras del gobierno del ultraconservador González Bravo. La madrugada del 8 de marzo de 1868, como respuesta a los rumores de un inminente pronunciamiento militar, fueron detenidos en sus domicilios los más destacados generales unionistas. Los encabezaba, O´Donnell ya había muerto, el duque de la Torre, don Francisco Serrano Domínguez, el general bonito, que había sido amante de la reina y ahora era uno de los principales cabecillas de los que querían destronarla. Entre los generales unionistas detenidos estaba Francisco Serrano Bedoya. Los generales fueron desterrados a las Canarias y separados entre las distintas islas. A Serrano Bedoya le tocó Las Palmas.[38] Durante su estancia en las islas, según El Pabellón Nacional, volvió a manifestarse su mala salud y estuvo enfermo: “nos dicen (…) que el general Serrano Bedoya había estado gravemente enfermo, pero se hallaba ya restablecido”.[39] Que llegaran a la presa de Madrid noticias sobre el estado de los desterrados muestra el gran impacto que había tenido su detención y deportación.
Pensó el gobierno que con esta operación de los generales unionistas había logrado eliminar la amenaza revolucionaria, pero no fue así. En medio de un creciente malestar y descontento la conspiración avanzaba, se extendía y era de dominio público. Rumores de marejada política que infundían temores en el siempre miedoso mundo del dinero. ¿Qué pasa en Cádiz?, preguntaba muchos años después Valle Inclán en Baza de Espadas, una de las novelas de la serie El Ruedo Ibérico:
Fluctuación en los cambios. La Bolsa en baja. Valores en venta. El Marqués de Salamanca sonríe entre el humo del veguero. Un agente de cambio se pega un tiro: ¿Qué pasa en Cádiz?
Y pasaba que el 16 de septiembre, vía Gibraltar y procedente de su exilio londinense, desembarcaba en Cádiz el general Juan Prim. Dos días después, junto al jefe de la flota almirante Topete, se declaró en rebeldía a Isabel II y su gobierno.
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Orla con los primeros directores de la Guardia Civil. Serrano es el segundo por la derecha. |
La Gloriosa. Revolución de 1868.
Al tiempo que regresaba Prim, los generales unionistas escaparon de su destierro embarcando con destino a la Península en el vapor Buenaventura, fletado en secreto por los dirigentes de la conspiración. La partida fue accidentada. El barco llegó al puerto de la Orotava al anochecer del día 11, pero como Serrano Bedoya todavía no había llegado desde las Palmas, abandonó el puerto el día 12 para no levantar sospechas. Regresó la tarde noche del día 14, subieron los generales al barco clandestinamente “arrostrando gravísimos peligros” y sin pérdida de tiempo se hicieron a la mar.[40] El 19 desembarcaron en Cádiz, que ya se encontraba en plena efervescencia revolucionaria. Ese mismo día hicieron público un manifiesto que se haría famoso y que se conocería por su grito final: ¡Viva España con honra! Lo firmaban Serrano Domínguez, Prim, Topete, Dulce y Serrano Bedoya entre otros.
Los generales rebeldes se dividieron en dos grupos. Uno que al mando de Serrano Domínguez avanzó hacia Madrid y que el 28 de septiembre derrotó en el puente de Alcolea a las desmoralizadas tropas enviadas desde Madrid para sofocar la rebelión. El otro grupo, encabezado por Prim y Serrano Bedoya, embarcó en la fragata Zaragoza y recorrió los puertos del Mediterráneo, desde Málaga a Barcelona, extendiendo la revolución. En Málaga, el 25 de septiembre, Prim y Serrano Bedoya fueron recibidos triunfalmente, con repique de campanas, salvas de artillería y un recorrido en coche descubierto por las calles de la ciudad entre las aclamaciones del público... La proclama que dirigieron ambos generales a los malagueños concluía con vítores a la libertad, la soberanía nacional y la unión del pueblo y el Ejército.[41]
Serrano Bedoya solo acompañó a Prim hasta Cartagena, desde donde regresó el 30 de septiembre a Málaga para ocupar la capitanía general de Andalucía y Extremadura. Ese mismo día la ya destronada Isabel II cruzaba la frontera por Irún camino del exilio.[42] La entrada en Madrid de Serrano Domínguez, vencedor de Alcolea, fue apoteósica. Según el periodista y escritor Ildefonso Antonio Bermejo, en la comitiva triunfal a caballo figuraba también Serrano Bedoya.[43] El 3 de octubre la Junta Revolucionaria formada en Madrid encargó a Serrano Domínguez la formación de un gobierno provisional. Con él empezaba el llamado sexenio revolucionario, trepidante etapa en la que se sucedieron el Gobierno Provisional, la regencia de Serrano Domínguez, la monarquía democrática de Amadeo I y la primera República. El 25 de octubre el Gobierno Provisional volvió a encargar a Serrano Bedoya la dirección general de la Guardia Civil.
En Quesada el triunfo de La Gloriosa alteró completamente la vida local. Como siempre que Serrano Bedoya alcanzaba posiciones de poder, fueron sus familiares y partidarios los que protagonizaron el convulso momento. El 1 de octubre, al día siguiente de que la reina pasara a Francia, se eligió “por aclamación popular” una Junta revolucionaria que asumió el “mando municipal” en sustitución del alcalde y concejales, “destituidos también por la voz de la inmensa mayoría de la población”. Formaban la junta Hilario Serrano Águila como presidente, Ramón Serrano Bedoya como vicepresidente y como vocales Manuel Bedoya Serrano, Valentín Gallego Alférez, Francisco Serrano Godoy, Gaspar Antonio de Salas y Ramón Valdés Bedoya. Por los apellidos ya se adivina que, además de su hermano Ramón, todos ellos, excepto Gallego y Salas, eran parientes del general.
La revolución en Quesada fue tumultuosa y la presión popular desbordó en un primer momento a sus dirigentes. Ejemplo de esto fue la supresión de los derechos de consumos, impuesto muy odiado porque afectaba a los productos básicos como el trigo, la carne o el vino. La junta revolucionaria, en el mismo día de su constitución, suprimió el pago de estos derechos “mediante la actitud hostil y amenazadora del Pueblo” y a que habían sido inútiles los medios que la junta había empleado para disuadir a las masas. La supresión acordada se mantendría “mientras que se restablece la calma y viene el periodo legal, en el que la superioridad, a quién se dará cuenta, resuelva”. Como sucedía normalmente en estos tiempos, los estallidos de furia popular, que en Quesada nunca fueron realmente violentos, se recondujeron rápidamente a un nuevo “periodo legal”. Pero excedería los fines biográficos extenderse en los sucesos ocurridos en Quesada durante la revolución, por lo que me limitaré a los que afectan directamente al general Serrano.
El 16 de octubre del año de 1868 la Junta revolucionaria, que ya se autotitulaba “de Gobierno”, propuso “inmortalizar en esta población el preclaro nombre de nuestro ilustre patricio el Excelentísimo Señor General Serrano Bedoya, uno de los caudillos e iniciador del glorioso alzamiento nacional contra la ominosa y caída administración moderada”. Al efecto se acordó sustituir el nombre de la plaza del pueblo “con el de su Excelencia” y que desde entonces llevase el “nombre de Plaza del General Serrano Bedoya”. Cuando Serrano tuvo conocimiento de este acuerdo, contestó con una carta de agradecimiento fechada en Madrid el 31 de octubre y a la que se dio lectura en el pleno del 6 de diciembre. El general, luego de manifestarse muy agradecido por semejante distinción, comunicaba su renuncia a “tan alta honra”. Alegaba Serrano que los “sitios públicos e importantes de las poblaciones” no deberían llevar el nombre de personas, “que las vicisitudes de los tiempos puedan hacer más o menos apreciables”, sino el de “sucesos memorables que ninguna generación pueda rechazar, dado que la permanencia de aquellos nombres es una conveniencia y acaso una necesidad social”. Finalizaba rogando que se aceptara su renuncia y afirmando que “modesto además por carácter y por convicción, únicamente aspiro al aprecio de mis conciudadanos y en todo caso a que la historia en alguna de sus páginas consigne mi nombre como el de un buen español que hizo cuanto pudo por el bien de su patria”. Se le concedió lo solicitado y no se le dio su nombre a la Plaza, aunque años después, tras su muerte, se acordó que la plaza llevara el nombre del general. Se mantuvo esta denominación hasta que en 1931 pasó a llamarse Plaza de la República. Año este de 1931 en el que por cierto se dio un caso parecido, cuando Juan de Mata Carriazo pidió que se aplazara al menos diez años, hasta que hubiera hecho más méritos, el nombre de Dr. Carriazo a la calle que aún hoy lo ostenta.
Sin embargo Serrano no consiguió librarse completamente de los honores que le querían dispensar sus familiares y partidarios. La Junta revolucionaria había disuelto la cofradía de la Virgen de Tíscar en el mes de octubre, por razones que serían largas de explicar y a las que ya me referí en otro artículo.[44] Una vez que la Junta fue sustituida por un nuevo Ayuntamiento, presidido como alcalde por Ramón Serrano Bedoya, se procedió a “refundarla”, procediendo a nombrar sus 24 hermanos según los estatutos de 1842. La comisión municipal que se había creado al efecto propuso, y así se acordó, crear una plaza honorífica de hermano para que la ocupase el “ilustre patricio y digna persona, el excelentísimo Señor Don Francisco Serrano Bedoya”. No hay noticia de que renunciase a ella, seguramente por ser algo exclusivamente honorífico que a nada obligaba y que no resultaba tan exageradamente excesivo como el nombre principal del nomenclátor del pueblo.
El triunfo de La Gloriosa y el protagonismo que en ella tuvo el general quesadeño facilitaron la colocación de sus hermanos: Pedro fue elegido alcalde de Villacarrillo; Ramón, primero alcalde de Quesada y luego jefe provincial de Rentas Estancadas; Agustín, jefe de la sección de Fomento de Jaén. Sin embargo para el “cabeza” de familia, para el general, el año no terminó demasiado bien. Según la prensa de Madrid, el 15 de diciembre “se indispuso tan gravemente que llegó a temerse por su existencia”.[45] Aunque se decía que estaba mejorando, tuvo que guardar cama hasta mediados de febrero. Durante este tiempo delegó en su segundo el mando de la Guardia Civil, que no reasumió hasta estar completamente restablecido a primeros de marzo.[46] La mala salud de Serrano, con frecuentes e importantes recaídas, fue una constante a lo largo de toda su vida. No hay ninguna fuente que aclare cuáles eran sus dolencias. En algunos casos las parecen relacionar con las graves heridas sufridas en Sant Quirze de Besora durante la guerra civil, en otros parecen relacionarlas con afecciones asmáticas. La prensa hacía mención solo en términos genéricos, sin entrar lógicamente en detalles. Fuera la que fuese “su enfermedad”, parece que empeoraba con la cercanía del mar. Así lo dijo La Iberia en su respuesta al conde de Cheste, militar monárquico isabelino, cuando se quejó del trato que le había dado el Gobierno Provisional. Le echó en cara que fue peor y más cruel el trato que el último gobierno de Isabel II dio a los generales unionistas cuando los desterró a Canarias: “¿Quién desconocía lo peligrosa que era para el digno Serrano Bedoya la proximidad del mar y su embarque con la enfermedad que padece?”.[47] Fuera cual fuese esta enfermedad, las recaídas fueron constantes y la prensa se hacía eco de ellas cuando ocupaba algún cargo importante, como la dirección de la Guardia civil, porque le obligaba a dejar el mando en manos de un segundo.
El 15 de enero de 1869 se celebraron elecciones a Cortes Constituyentes, las primeras de la historia de España mediante sufragio universal masculino. Las ganó por amplia mayoría la coalición monárquico-democrática de los progresistas de Prim y la Unión Liberal, encabezada por Serrano Domínguez. No obstante consiguieron significativas minorías los demócratas y sobre todo los republicanos de Pi Margall. Serrano Bedoya de nuevo presentó su candidatura por el distrito de Baeza, en el que seguían incluidas Quesada y la comarca. Lo hizo por la Unión Liberal, el más conservador o menos revolucionario de los grupos y partidos que participaron en La Gloriosa. De los cuatro diputados que se elegían, Serrano fue el más votado con 22.273 votos, muy por encima del siguiente, el progresista Lorenzo Rubio con 14.285. El acta del distrito de Baeza fue protestada ante la comisión de reclamaciones del Congreso, pero no a causa de Serrano, sino por el último diputado, José Gallego Díaz, que obtuvo el escaño por solo 46 votos de diferencia sobre el histórico republicano León Merino. El diputado Figueras, el que sería primer presidente de la República, solicitó sin éxito que se aplazara la aprobación del acta hasta poder comprobar la escasa diferencia de votos y las irregularidades denunciadas en algunos pueblos. Que las reclamaciones se admitieran, que se discutieran en la comisión de actas del Congreso, es muestra de que estas elecciones fueron mucho más fiables que cualquiera de las anteriores. Era algo que antes ni se solía hacer, porque las irregularidades venían del Gobierno, que siempre ganaba las elecciones, y era esfuerzo vano cualquier reclamación.
Durante toda la campaña electoral Serrano estuvo en cama. Por el mismo motivo tampoco ejercía el mando de la Guardia Civil, lo que no fue obstáculo para que en febrero se publicase en La Igualdad, subtitulado Diario republicano, un duro artículo criticando su gestión al frente de ella. Según el autor del artículo, la Guardia Civil se había fundado para mantener el “orden en lo criminal, pero no en lo político”. Sin embargo sucesivos gobiernos moderados la habían implicado en la represión política, actuando sus mandos como si la política y la libertad fuesen “un crimen”. Preguntaba el artículo qué medidas había tomado el nuevo director general, Serrano, para depurar y adaptar el cuerpo a las nuevas circunstancias y concluía que ningunas, que incluso había mantenido a los oficiales que encabezaron en 1865 la dura represión de estudiantes en la noche de San Daniel o noche del Matadero.[48] Serrano, tras sus orígenes progresistas con Espartero y la persecución a que le sometieron los gobiernos moderados, a estas alturas se alineaba con la Unión Liberal, con Serrano Domínguez y los sectores más templados del Gobierno Provisional. Por eso recibía acerbas críticas de los republicanos y de los elementos más izquierdistas.
El 1 de junio las Cortes aprobaron la Constitución de 1869, en la que se recogía como forma de gobierno la monarquía democrática. Quedaba pendiente elegir por las Cortes un rey que sustituyese a la destronada Isabel II. Hasta que eso sucediese, el general Francisco Serrano Domínguez fue elegido regente del Reino. Juan Prim pasó a la presidencia del Consejo de Ministros. Serrano Domínguez era el más destacado general unionista y por trayectoria, por militancia política, por ser ambos de la provincia de Jaén, Serrano Bedoya mantenía una privilegiada relación con él. La amistad con Su Alteza Real el Regente, duque de la Torre, llevó a Serrano Bedoya al primer plano de la vida social de la Corte, por encima de la importancia real de su cargo en la Guardia Civil y diputado. La prensa recogía su nombre entre los invitados del regente a las cacerías de la Casa de Campo —por entonces cazadero real cerrado al público hasta 1931— y sobre todo su asistencia a cenas de gala en “el palacio de la regencia”. La Correspondencia de España dio cuenta de la cena con la que el regente y su esposa daban por concluida la temporada e iniciaban su descanso estival. Asistieron políticos, aristócratas y cuerpo diplomático. El periódico describe cómo estaban sentados los invitados. A la derecha del regente duque de la Torre, se sentaba la condesa de Campo Alange “y seguidamente el general Sr. Serrano Bedoya”.[49] Es de imaginar el asombro y admiración con que se vería en Quesada que un hijo de la villa alcanzase tales distinciones en la Corte y por el jefe del Estado.
A principios de 1870 la actividad parlamentaria de Serrano fue intensa, especialmente en el debate de la Ley de Reemplazos, pues era miembro de la comisión de estudio encargada de la misma. Fue un asunto delicado, porque la supresión de las quintas era una de las reivindicaciones de las juntas revolucionarias que se formaron en el otoño del 68. En Quesada, el 18 de abril de 1869, llegó a celebrarse una asamblea vecinal en el teatro del convento para proponer alternativas a la llamada “contribución de sangre” (quintas). El debate de la ley fue muy enconado y provocó fuertes tensiones dentro de la mayoría gubernamental, entre los unionistas y los partidarios de Prim. Aunque las diferencias no rompieron la coalición, llegaron al punto de que se difundió el rumor del cese o dimisión de Serrano, que no se produjo finalmente.[50] En el mes de mayo Serrano volvió a pasar 15 días en cama y en agosto de nuevo pasó unas semanas en Panticosa. A su vuelta se dedicó a preparar un plan de reorganización de la Guardia Civil que aumentaba los medios y el personal y que fue aprobado por el Gobierno en el mes de noviembre.[51]
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Retrato como diputado Cortes Constituyentes de 1869 |
Amadeo I.
La cuestión política que absorbió al gabinete Prim, y en la que participó activamente Serrano, fue la elección de nuevo rey. El Trono estaba vacante, ocupada la regencia por Serrano Domínguez, y las Cortes pendientes de votar un candidato, cuestión que tenía implicaciones fundamentales no solo en la política interna sino en la internacional.
Se barajaron distintos candidatos, como el duque de Génova, sobrino del rey de Italia, el rey viudo consorte de Portugal Fernando II, que rechazó la oferta, o el príncipe alemán Leopoldo Hohenzollern-Sigmaringen, que el humor local inmediatamente tradujo como Leopoldo Ole-Ole si me eligen. El rechazo frontal de Napoleón III a este último por ser alemán acabó siendo el pretexto para el inicio de la guerra franco prusiana. Se llegó incluso a sondear al general Espartero sobre si aceptaría la corona. Don Baldomero rechazó la oferta, como dice Fontana, “en una de las pocas decisiones políticas sensatas de su vida”. Finalmente el candidato apoyado por el general Prim fue Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia. Los unionistas, entre los que estaba Serrano, apoyaban al duque de Montpensier quien, además de tener también la oposición de Napoleón III por ser un Orleans, tenía el grave inconveniente de estar casado con la infanta Luisa Fernanda, hermana de Isabel II, lo que levantaba una fuerte oposición porque suponía una continuación de los borbones.
A pesar de los inconvenientes, Serrano Bedoya, como los demás integrantes de la Unión Liberal, apoyaba firmemente la candidatura de Montpensier, porque no dejaba de ser la opción más próxima a los ideales moderados y poco revolucionarios de los unionistas y porque evitaba una ruptura histórica radical por su matrimonio con la infanta. También apoyaba a Montpensier el marqués de Salamanca, que financió buena parte de las maniobras e intrigas en que se embarcó el duque. Años después, en su exilio francés, el republicano José Paúl y Angulo, en su opúsculo sobre el asesinato de Prim, incluyó un capítulo que tituló Los partidarios pagados del duque de Montpensier. Entre estos partidarios menciona a cuatro militares, el almirante Topete, Serrano Domínguez (duque de la Torre), Caballero de Rodas y Serrano Bedoya, “la plana mayor militar del célebre partido llamado Unión Liberal”. Según Paúl Angulo y Ángulo “esos señores unionistas que dejo citados eran partidarios del duque de Montpensier, del cual recibieron sendos millones”.[52] No aporta el republicano mayor prueba, pero la historia resultaba creíble por la trayectoria del duque y sobre todo por la de Salamanca, auténtico veleta político, que financió en su propio interés todo tipo de conspiraciones de todo el espectro político. Incluso el general Prim tuvo con él una oscura y extraña relación. Por lo que toca a Serrano, cabría recordar el auxilio que Salamanca le prestó en 1849 “colocándolo” en su empresa ferroviaria. Sería absurdo juzgar y pronunciarse aquí sobre este punto con la poca información disponible. Pero nada tendría de extraño que fuera cierto, dada la época y la conducta del banquero.
Prim consiguió finalmente el apoyo de los unionistas a la candidatura de Amadeo de Saboya, que fue elegido rey por las Cortes en la sesión del 16 de noviembre de 1870. Serrano Bedoya fue uno de los diputados que votó a favor del nuevo rey. Sin embargo manifestó reticencias hasta casi el último momento, por lo que suponía de ruptura con los compromisos que había tomado. Para asegurar el voto favorable de todos los diputados de la mayoría gubernamental, la noche del día 14 se celebró una reunión a la que acudieron 183 diputados. En ella Serrano manifestó “no tener compromisos más que con su propia conciencia; que estaba decidido a votar al duque de Montpensier en el primer escrutinio, pero que votaría desde luego al duque de Aosta si sus compañeros hallaban la fórmula que satisficiese a su conciencia”. Lo convencieron alegando el bien supremo de la patria y la necesidad de que la nueva monarquía naciese fuerte.[53]
Serrano consideró que, además de lo dicho en la reunión de diputados, debía hacer públicas las razones que le habían movido a cambiar de posición. Al efecto remitió el misma día de la votación, 16 de noviembre, una carta al almirante Topete que firmaba también su amigo y diputado el brigadier López Domínguez. Se publicó en la prensa por deseo expreso de sus autores. En ella decían que “siendo estériles nuestros votos para el candidato que deseábamos ardientemente” y siendo ya imposible el triunfo de Montpensier, “debíamos elegir entre la eventualidad de no constituir definitivamente el país o ayudar con entera fe y decisión a levantar el trono de España sobre los cimientos de una dinastía que arrancara del sufragio popular, por su representación legal las Cortes Constituyentes”.[54]
Las semanas entre la elección del rey y su llegada a Madrid fueron trágicas para Serrano y también para el país. A primeros de diciembre estaba en cama con “fiebre catarral”, lo suyo de siempre. Al mismo tiempo su hija Francisca sufría un agravamiento de la viruela que padecía. Francisca Serrano Aizpurúa falleció el día 6 con 19 años de edad.[55] Tras su muerte, Serrano Bedoya pidió licencia para para pasar en Aranjuez unos días de descanso que le permitiesen recobrar completamente la salud y recobrarse del terrible golpe que le supuso la muerte de su hija. Partió el día 12 acompañado por su hijo José y su secretario particular, el capitán Rodrigo Bruno. Al frente de la Guardia Civil quedó su segundo, el brigadier Montero Gabuti.[56] En Aranjuez pasó lo que quedaba de diciembre, hasta que el día 27 tuvo noticia del atendado sufrido por el presidente del Gobierno, general Prim, y regresó precipitadamente a Madrid para hacerse cargo del mando de la Guardia Civil.[57] Prim murió el día 30 de diciembre.
A falta de Prim, el rey Amadeo encargó formar gobierno a Serrano Domínguez. De esta forma, y a pesar de haber apoyado casi hasta última hora al duque de Montepensier, los fronterizos procedentes de la Unión Liberal vieron reforzado su poder. Serrano Bedoya continuó como director del Guardia Civil, aumentando incluso su protagonismo social y protocolario, en parte gracias al hueco dejado en la Corte a causa del boicot al nuevo rey por la vieja aristocracia isabelina. En enero formó parte de la comisión que fue a Irún a recibir a la reina María Victoria. En marzo formó parte, acompañado por su secretario Bruno, un ayudante y un criado, de la comitiva que acompañó al rey en su viaje a Alicante.[58] Fue asiduo invitado a las cenas de gala en el palacio real, junto los políticos y militares de relieve y el cuerpo diplomático.[59]
Amadeo I, en uso de sus facultades constitucionales, procedió a disolver las Cortes Constituyentes y a convocar elecciones. Para celebrarlas se modificaron los distritos electorales. Quesada quedó incluida en el distrito de Cazorla, que incluía todo el partido judicial, buena parte del de Huelma y Villanueva del Arzobispo, con un censo total de 37.593 electores. Serrano se presentó como candidato gubernamental por el distrito y obtuvo el triunfo con 5.809 sobre un total 8.172 votos emitidos. No hay noticia de quien fuera el oponente, pero tuvo que ser un candidato del nuevo partido radical, formado a la muerte de Prim por los antiguos progresistas y el sector de los demócratas monárquicos, encabezados por Zorrilla y Sagasta. Se dio la muy curiosa circunstancia de que, según el periódico progresista La Nación, Serrano fue apoyado por una “abigarrada coalición” que tuvo “el auxilio de los republicanos” del distrito.[60] Era una noticia sensacional que los republicanos apoyasen a un candidato dinástico. Por eso, al día siguiente, el diario republicano La República Ibérica, decía que si la noticia era cierta, se alegraba de la burla que hacía La Nación de sus correligionarios, porque así “aprenderán a no ser totos otra vez”.[61] Hasta qué punto fue cierto es difícil de saber, pero no tendría nada de raro, porque los distritos electorales funcionaban en clave local y a veces de forma contradictoria con la política nacional, como a menudo se vio en elecciones posteriores.
Amadeo I era hijo de Víctor Manuel de Saboya, el rey que para unificar Italia había acabado con los Estados Pontificios y entrado en Roma por la fuerza de las armas ante la negativa de Pío IX a cualquier arreglo pacífico. Este enfrentamiento de los Saboya con el papado fue aprovechado en España por los sectores opuestos al nuevo rey, tanto por los carlistas como por los legitimistas borbónicos. Posicionarse con el Papa suponía indirectamente rechazar la monarquía de Amadeo. En septiembre Pío IX, autodeclarado prisionero en el Vaticano, celebró el XXV aniversario de su pontificado. En Quesada el Ayuntamiento no podía hacer gesto alguno contra el rey, pero por otra parte tampoco podía hacerlo contra el Papa. Por eso guardó las formas costeando discretamente una misa que presidió el alcalde Francisco Serrano Godoy. Sin embargo los sectores carlistas del pueblo quisieron ir más lejos. Agrupados en una asociación llamada Academia de la Juventud Católica, celebraron un acto de homenaje al Papa, en el que se leyeron composiciones dedicadas “en honor de Su Santidad”, compuestas por “ilustrados jóvenes”. La Academia envió a Roma una carta de felicitación en latín y en castellano y una copia de las composiciones. Presidía esta academia un joven Ángel Alcalá Menezo, por entonces furibundo carlista, siendo vocales el presbítero Toribio Bello López, hermano del pintor, el maestro Antonio Redondo y el veterinario Agustín Segura, todos ellos carlistas declarados y enemigos de los “serranistas”.[62]
Mientras tanto Serrano Bedoya, que por su posición debía guardar las formas con Amadeo y abstenerse de exaltaciones papales, continuaba con su vida social en la Corte. A principios de julio se disponía a partir a los baños de Panticosa con su amigo el general López Domínguez, ayudante militar del rey, y sus respectivas familias.[63] Pero se vieron obligados a suspender el viaje ya que se produjo entonces la primera crisis ministerial del reinado, con la renuncia de Serrano Domínguez y el encargo de formar gobierno a Manuel Ruiz Zorrilla. Inmediatamente todos los militares unionistas, entre ellos Serrano Bedoya, hicieron dimisión de sus cargos. Serrano Bedoya pidió audiencia para despedirse del rey, siendo recibido en palacio el día 26. La entrevista fue filtrada, como se diría hoy, por el diario unionista La Política. Según este periódico, Amadeo manifestó su sorpresa por la dimisión que hacía Serrano de un cargo militar, director de la Guardia Civil, por lo que no era más que un cambio político. Serrano le contestó que esa era “la costumbre en España”, que los altos dignatarios dimitiesen cuando no estaban conformes con el Gobierno. A las razones de Serrano el rey replicó algo irritado:
—¿Los generales también?
—No hay más remedio, si no aprueban el sistema de su jefe.
— Es que el jefe del ejército soy yo.
Continuó la conversación afirmando Amadeo que los militares se debían al rey y a la Patria, y contestando el general con la ya citada costumbre y la imposibilidad de retirar la dimisión, porque era colegiada y lo pondría en una difícil situación con sus compañeros. Acabó la reunión con buen tono y grandes protestas de lealtad por parte de Serrano.[64] Las gestiones de Amadeo I actuando como rey constitucional, tanto con los generales como con Zorrilla, dieron resultado y tras una entrevista de Serrano Bedoya y demás generales unionistas con el ministro de Guerra, las dimisiones fueron rechazadas y los militares continuaron en sus cargos. Durante la crisis de gobierno se produjo otro incidente de tintes escandalosos que afectó a Serrano. El duque de la Torre, inmediatamente antes de dimitir como presidente del Gobierno, había hecho una serie de nombramientos por los que ascendía a familiares de sus partidarios. Es lo que se llamó “el testamento de Serrano”. En este “testamento” fue incluido José Serrano Aizpurúa, hijo de Serrano Bedoya, que pasó de capitán a comandante. El escándalo fue tan grande que el diario conservador El Tiempo, autor de la “exclusiva”, decía que hasta la prensa gubernamental reprobaba “el digno epílogo de la historia de abusos, arbitrariedades e ilegalidades del general Serrano”.[65]
Una vez concluida la crisis, Serrano tomó el tren a Zaragoza camino de Panticosa la noche del 30 de julio.[66] Regresó a Madrid en los primeros días de septiembre, pero no lo hizo directamente. Antes pasó unos días en la localidad guipuzcoana de Placencia, reunido con otros generales y con Sagasta, que aunque del mismo partido que Zorrilla, estaba enfrentado a él. Esta junta, que tenía según la prensa un aire antigubernamental, tuvo como consecuencia para Serrano el inicio de su relación con Sagasta.[67] Como resultado de las conversaciones de Placencia se difundieron rumores sobre una nueva crisis ministerial, abonados por la entrevista que Serrano Bedoya mantuvo con el presidente del Gobierno nada más regresar a Madrid. La prensa relacionó las reuniones de agosto con estas gestiones de Serrano Bedoya. Se decía que los fronterizos, antiguos unionistas llamados así por estar en la “frontera” conservadora de los revolucionarios del 68, se habían ofrecido a Sagasta, ala más conservadora del partido Radical, para derribar el gobierno Zorrilla y votar a favor de un gobierno presidido por él. En ese hipotético gobierno Sagasta decía la prensa que Serrano Bedoya ocuparía el ministerio de Guerra.[68] No se produjo la crisis esperada, pues aunque Zorrilla dimitió a primeros de octubre, el rey encargó gobierno a José Malcampo, correligionario de Zorrilla. Durante esos días Serrano estuvo nuevamente enfermo y guardando cama, aunque parece que de poca gravedad. El 10 de octubre ya estaba restablecido y asistía a las sesiones del Congreso.[69]
La trepidante vida política de aquel tiempo no bajaba el ritmo. El 21 de diciembre Malcampo fue sustituido en la presidencia del Gobierno por Práxedes Mateo Sagasta. Serrano no obtuvo la cartera de Guerra como se había rumoreado, lo que desató nuevos rumores sobre su futuro, diciéndose que ocuparía la capitanía general de Cuba, entonces en plena insurrección.[70] En enero de 1871 se volvió a hablar de una remodelación ministerial en la que se daba por seguro que, esta vez sí, ocuparía el ministerio de Guerra.[71] En todos aquellos rumores, especialmente en los de su paso a Cuba, se planteaba siempre la duda de si su estado de salud le permitiría aceptar los cargos.
Sagasta consiguió del rey la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones, que se celebraron en abril de 1872. El periodo electoral se inició por la designación de candidatos, algo que siempre generaba —y genera— problemas dentro de los partidos. Serrano Bedoya volvió a postularse por el distrito de Cazorla y Serrano Domínguez, duque de la Torre, por Jaén capital. Ambas candidaturas eran indiscutibles por ser elementos muy destacados del recién creado partido constitucional, creado por los antiguos unionistas o fronterizos y los sectores progresistas próximos a Sagasta y contrarios a Zorrilla. Ambos Serranos chocaron en la designación de candidatos, lo que sorprendió a la prensa pues se les suponía —y así era realmente— buena sintonía y amistad. Serrano Domínguez había controlado la provincia desde tiempo atrás sin que nadie discutiese su autoridad. Sin embargo en esta ocasión “los amigos de Serrano Bedoya” disputaron los distritos de Úbeda, La Carolina, Villacarrillo y Baeza, “combatiendo las indicaciones del duque de la Torre”.[72] La prensa se recreó con este enfrentamiento de los generales, especialmente la de la oposición, que llegó a especular con la posible derrota de ambos.[73]
Lo que publicaba la prensa opositora obedecía más a sus propios deseos que a la realidad. No hubo ruptura entre los generales y, por supuesto, ambos salieron elegidos por amplísimo margen en unas elecciones en las que la coalición constitucional de Sagasta obtuvo mayoría aplastante. Las elecciones fueron en abril. Antes, en el mes de marzo, los médicos aconsejaron a Serrano que buscase un cambio de clima y a ese efecto viajo unas semanas a Cabeza de Buey, Badajoz, en compañía de su hijo José.[74] Tras regresar a Madrid, el 27 de marzo entregó al rey Amadeo en palacio un ejemplar del nuevo reglamento militar de la Guardia Civil, recientemente promulgado.[75] En este mes también se produjeron protestas por la circular que había dictado Serrano en la que, según el parecer de la oposición demócrata y republicana, por primera vez se hacía intervenir a la Guardia Civil en asuntos electores. La Libertad mostraba su preocupación por “los innumerables abusos y atropellos que sus individuos (los guardias) se verán obligados a cometer por obra y gracia de un director general fronterizo”.[76] No fue la única crítica que recibió Serrano Bedoya relacionada con el manejo de las elecciones. Se hicieron también referencias al aprovechamiento electoral, léase presiones y manejos, que hacía de su influencia en los guardas de montes del Estado y como director de la Guardia Civil.[77]
Las elecciones se celebraron el 2 de abril. Con los primeros datos parciales recibidos en Madrid, la prensa opositora daba como perdedor a Serrano.[78] Nuevamente pusieron sus propios deseos antes que la realidad, que fue muy otra. Se enfrentaba Serrano a otro quesadeño, el joven candidato de la oposición demócrata-radical Laureano Delgado Alférez. Serrano obtuvo 4.272 votos contra 679 de Delgado. Con este triunfo la situación política de Serrano era inmejorable: diputado de la mayoría y bien relacionado con el presidente Sagasta. Se volvieron a difundir rumores, esta vez parece que muy fundados, de su entrada en el Gobierno. Sin embargo, una nueva desgracia familiar amargó sus éxitos de aquella primavera.
Casi al mismo tiempo que las elecciones moría en La Habana, víctima del cólera, su hijo mayor Tomás Serrano Aizpurúa, comandante en el regimiento de Cazadores de Antequera. El golpe para el general fue terrible. Viudo desde muy pronto[79], era el segundo hijo que perdía en menos de dos años. Según La Época, Sagasta le había ofrecido la cartera de Guerra, pero Serrano renunció a ella “porque el pesar reciente de la pérdida de su hijo no le permite consagrarse a los negocios”.[80] Como satisfacción mínima a sus desgracias, su hijo José dio otro paso en su carrera militar al ser nombrado ayudante del senador y general Echagüe.[81]
En Quesada a principios de 1872 se habían celebrado elecciones municipales por sufragio universal. El “Ayuntamiento popular electo” tenía una fuerte mayoría “serranista”, como sucedía siempre que Serrano Bedoya estaba en posición. Tomó posesión el 1 de febrero, procediendo los doce concejales electos a votar entre ellos alcalde. Resultó elegido por unanimidad Ramón Serrano Bedoya. Entre los concejales estaban José María Serrano Bedoya, Pablo Serrano Águila y Francisco Serrano Godoy, primos del general, y Nicolás Valdés, sobrino.
La división interna de los partidos provocaba —lo hizo durante casi todo el siglo— continuas crisis ministeriales. El gabinete Sagasta no pudo sostenerse y, en medio de fuertes enfrentamientos dentro de la propia mayoría gubernamental, fue sustituido a finales de mayo por Serrano Domínguez. A su vez el duque de la Torre fue incapaz de formar gobierno y renunció a los veinte días. El rey Amadeo resolvió encargando de nuevo la presidencia al radical-demócrata Ruiz Zorrilla. En consecuencia dimitieron los mandos militares afectos al partido constitucional, los fronterizos. Entre ellos estaba Serrano Bedoya, que dejó la dirección de la Guardia Civil por la crisis ministerial, pero también por el estado anímico en el que estaba desde la muerte de su hijo. Esta vez el rey, agotado ya por intentar ejercer su papel constitucional en medio de una situación política tan enrarecida, no intentó como el año anterior revertir las dimisiones.[82] El 17 de julio Serrano Domínguez y Serrano Bedoya estuvieron en palacio despidiéndose del rey. Ambos quedaron en situación de cuartel, disponibles. A primeros de julio Serrano Bedoya marchó a Panticosa donde permaneció hasta principios de agosto. De nuevo iba acompañado por su amigo el general López Domínguez y familia.
Zorrilla no podía gobernar con la mayoría parlamentaria que había conseguido Sagasta, por lo que consiguió del rey la convocatoria de nuevas elecciones que se celebraron el 28 de agosto. Esta vez Serrano no presentó su candidatura. Los constitucionales estaban ahora en la oposición, las posibilidades de ganar eran escasas y, tras sus desgracias familiares, Serrano se veía sin fuerzas ni ánimo para luchar. Dejó el campo libre a Laureano Delgado Alférez, que obtuvo el acta como candidato radical venciendo al cazorleño Eduardo Gómez Sigura, también radical. Delgado obtuvo 5.244 votos del total de 8.890 emitidos.[83]
Serrano Bedoya, apartado de la vida pública y arrastrando problemas de salud, dejó Madrid a mediados de septiembre para dirigirse a los baños de Zújar, donde estuvo tomando las aguas hasta finales de octubre.[84] Necesariamente en el trayecto tenía que pasar por Quesada, consolándose con la cercanía de sus hermanos y familiares. Durante su paso por el pueblo tuvo ocasión de encontrarse con su sobrino Manuel Serrano Ruiz, a quien tiempo atrás había animado y apoyado en el inicio de su carrera militar. Manuel era entonces capitán del regimiento de cazadores de Valmaseda y estaba recién llegado de Cuba, enfermo de paludismo y con licencia para recuperarse de la enfermedad en Quesada. Era otra víctima de las enfermedades que diezmaban al ejército español en Cuba, que sufrió más bajas por ellas que por disparos de los mambises.
República.
En noviembre Serrano Bedoya volvió a caer en cama durante varias semanas y acabó el año apartado de toda actividad política.[85] No fue hasta enero de 1873 en que recuperó cierto protagonismo asistiendo a la reunión del partido constitucional en la que se le ofreció la jefatura del mismo al duque de la Torre, que la rechazó. La situación política seguía deteriorándose y la posición del rey se estaba volviendo imposible. El conflicto del arma de artillería, que enfrentó al ministro de Guerra y a los artilleros, fue el detonante de la crisis final del reinado. Amadeo en un primer momento se negó a firmar el decreto de reorganización del arma, lo que provocó graves tensiones que movieron a un grupo de generales, entre los que estaba Serrano Bedoya, a ofrecer su apoyo al rey para disolver las Cortes mediante un golpe de fuerza. Benito Pérez Galdós lo cuenta así en el número 43 de sus Episodios Nacionales, el titulado Amadeo I:
Paralelamente a esta indisciplina moral de los ofendidos, los generales palatinos Gándara, Rosoli y Burgos, en connivencia y contacto secreto con Serrano Bedoya, el Duque de la Torre y todo el patriciado constitucional, preparaban un acto de audacia política que bien podría llamarse golpe de Estado.[86]
Amadeo comprendió que el ejército estaba dividido y que se corría un grave riesgo de guerra civil, algo que ya era demasiado para quien pretendió siempre ejercer como rey constitucional. El gobierno obtuvo el voto favorable del Congreso al decreto de reorganización, tras lo que Amadeo I lo firmó. Inmediatamente después, el día 10 de febrero, comunicó su abdicación. La tarde del 11 de febrero de 1873 Congreso y Senado proclamaron la República.
La noticia corrió rápidamente por todo el país. En Jaén se proclamó la República la noche del mismo día 11. El día 12 el “ciudadano Gobernador Civil” remitió una comunicación al alcalde de Quesada anunciando “la proclamación de la República Democrática” y ordenó que se hiciese lo mismo. El día 13 se reunió el “Comité Republicano de este Pueblo”, presidido por Francisco Calatrava León, para nombrar una “Junta de Gobierno Republicana”. Al día siguiente el alcalde Ramón Serrano Bedoya convocó un pleno extraordinario en el que “resignó” el poder municipal en Calatrava. Inmediatamente tomó posesión la Junta, que se componía de cinco miembros entre los que no había ningún familiar ni amigo de Serrano. El acto concluyó con un “Viva que dio el Sr. Presidente a la República Federal”. Aunque el cambio se hizo sin violencia ni tensión, no dejaba de ser un acto legalmente irregular, porque el Ayuntamiento depuesto lo era por elección popular según la Ley Municipal vigente. Había ocurrido lo mismo en muchas localidades y por eso el gobernador, que solo había ordenado la proclamación de la República, emitió una circular comunicando “la destitución de las Juntas Revolucionarias creadas y reposición de los Ayuntamientos destituidos”. En Quesada se recibió la circular la tarde del mismo día 14. Al día siguiente se reunieron Ayuntamiento y Junta y se procedió a ejecutar las órdenes del gobernador. Ramón Serrano Bedoya volvió a ser alcalde tras un paréntesis de 24 horas. Lo fue varios meses más, hasta el final de la primavera.
Con la proclamación de la República el general Serrano, como todos los viejos militares fronterizos que habían destacado durante el breve reinado de Amadeo I, quedó apartado de la vida política. En los distritos electorales de Jaén, los que había controlado en los años anteriores, se levantaron críticas acusándolo de prácticas caciquiles. Así por ejemplo a finales de febrero el alcalde y el teniente alcalde de Baeza tuvieron una reyerta en la que hubo disparos mutuos, aunque sin consecuencias. El periódico La Opinión atribuyó el incidente a que “los pueblos de aquella provincia (están) a merced de cuatro alcaldes de monterilla, hechura de Serrano Bedoya” y pedía su intervención al ministro de Gobernación Pi Margall.[87] Pero seguramente Serrano se preocupó bastante poco por estos ataques, pues tenía la cabeza en otra cosa. En abril se vio obligado a viajar precipitadamente a Villacarrillo ante la grave enfermedad de su hija Eloísa, casada en aquel pueblo.[88] Murió a los pocos días, siendo el tercer hijo que fallecía en apenas dos años.[89] La relación del general con Villacarrillo siempre fue grande, porque de allí era su padre y vivía su hermano Pedro, además de la fallecida Eloísa.[90] En el estado anímico imaginable regresó a Madrid, de donde no se movió en los siguientes meses salvo para su ya acostumbrada estancia en Panticosa en el mes de agosto.
En este tiempo, mientras la situación política era cada vez más difícil y se proclamaba la República Federal, Serrano permaneció en situación de cuartel, no teniendo más actividad pública que la visita protocolaria, junto a un grupo de generales, al ministro de Guerra.[91] En Quesada la proclamación de la República Federal provocó la dimisión del Ayuntamiento en pleno. La Diputación procedió a nombrar un Ayuntamiento provisional hasta la celebración de nuevas elecciones. Desaparecieron de la corporación todos los “serranistas” destacados y ocupó la alcaldía Francisco Calatrava. El 30 de junio tomó posesión la corporación republicana, que lo festejó al día siguiente “con una función de Iglesia costeada por este municipio (…) en honor a nuestra patrona la Madre de Dios de Tíscar” y un refresco dado al “Municipio, clero y algunos convidados.” El 3 de agosto, estando Serrano en Panticosa, la plaza que quiso denominarse en 1868 del general Serrano Bedoya, pasó a llamarse Plaza de la República Federal. Se colocó una lápida de piedra con el nombre y también un cuadro de la República presidiendo la sala capitular. La “orquesta” municipal estuvo tocando “ínterin se ponían ambas cosas” para festejar la proclamación de la Republica.[92]
La República tuvo que afrontar tres guerras simultáneas: la sublevación cantonal, la de independencia cubana y la insurrección carlista. En septiembre las Cortes Constituyentes nombraron presidente del Poder Ejecutivo de la República a Emilio Castelar en sustitución de Salmerón. Se le otorgaron plenos poderes para acabar con la guerra civil y se suspendieron las sesiones del Congreso hasta el 2 de enero. Acababa el periodo federal y se iniciaba la etapa unitaria. A primeros de octubre Serrano Bedoya viajó a Quesada y Villacarrillo para restablecer su salud.[93] El cambio de clima político, los esfuerzos de Castelar por recuperar el orden y la paz, hizo que se volviese a hablar de los viejos militares que habían estado apartados en los meses anteriores. Ya en octubre se extendieron rumores sobre la vuelta de Serrano Bedoya a la dirección general de la Guardia Civil.[94] A primeros de diciembre se hablaba de su próximo nombramiento como capitán general de Madrid.[95]
Se acabó con la sublevación cantonal, pero la guerra civil con los carlistas se recrudecía cada vez más. En Cuba continuaba la insurrección independentista y el incidente con un barco estadounidense estuvo a punto de adelantar la guerra con aquel país. El 2 de enero debía dar cuenta al Congreso de su gestión. Castelar estaba convencido de que obtendría su apoyo y no atendió los avisos del capitán general de Madrid de que intervendría si perdía la votación y se abandonaba la política de orden y fuerza. El Congreso negó la confianza a Castelar por 120 votos contra 100. De madrugada, mientras se elegía nuevo presidente, el general Pavía ordenó a la Guardia Civil que irrumpiese en el edificio para disolver a los diputados. Si Castelar hubiera nombrado a Serrano Bedoya capitán general de Madrid, como se había rumoreado a principios de diciembre, quién sabe si el famoso “caballo de Pavía” hubiera sido conocido con el nombre del general quesadeño y pasado a la historia de los golpes de estado.
Inmediatamente después del golpe en el edificio del Congreso se reunieron militares, encabezados por el propio Pavía y Serrano Domínguez, así como algunos políticos, Sagasta entre ellos, para debatir lo que se debía hacer con la gobernación del país. A esta reunión asistió Serrano Bedoya y en ella se acordó que continuara la República, pero sin parlamento abierto. Nombraron presidente del Poder Ejecutivo de la República a Serrano Domínguez. Según Fontana, la intención del duque de la Torre era establecer un modelo autoritario inspirado en el modelo del mariscal Mac-Mahon en Francia.[96] En cualquier caso para Serrano Bedoya, amigo y correligionario del duque de la Torre, la presidencia de Serrano Domínguez supuso salir del apartamiento de la vida pública en la que había vivido casi todo el año anterior. Aunque ni por salud ni por las desgracias familiares sufridas parecía estar muy predispuesto, ya al día siguiente corrieron rumores de que volvería a la Guardia Civil.[97] Pero no sería este su destino.
El Consejo de Ministros del día 14 de enero lo nombró director general de Infantería. Parece que en un principio se resistió a aceptar el cargo por su delicada salud.[98] Según escribió en 1881 el periodista Ángel María Segovia, el nombramiento se hizo “contra su voluntad y hasta sin su conocimiento”.[99] Esta circunstancia, la de aceptar a su pesar, se repitió a lo largo del año en todos sus nombramientos. Podría tener algo de cálculo e incluso de vanidad, pero también parece razonable que su edad, salud y situación personal, no le animasen mucho a nuevas empresas. El nombramiento como director de Infantería fue muy bien recibido en el Ejército según la prensa gubernamental, por su fama de “enérgico y organizador” y por haber salvado a la Guardia Civil de “las muchas dificultades”, después de la revolución del 68.[100] La primera decisión que tomó en este puesto fue nombrar ayudante de órdenes a su hijo el comandante José Serrano Aizpurúa.[101]
En Quesada los sucesos del 3 de enero no tuvieron repercusión inmediata. Aunque sin reunirse en pleno por falta de quorum, continuó el Ayuntamiento popular electo presidido por Francisco Calatrava. No fue hasta final de mes que el gobernador procedió a destituir a la corporación y designar una nueva, que no deja de ser sorprendente. Repuso como alcalde al que lo había sido hasta el verano anterior, Ramón Serrano Bedoya, hermano del general. Incluyó entre los concejales a “serranistas” destacados como Hilario Serrano, Manuel Antonio Bedoya o Nicolás Valdés. También al que había sido diputado Laureano Delgado, el antiguo radical ahora en la esfera del Gobierno. Pero por otra parte nombró concejales a individuos favorables, o al menos muy próximos, al carlismo, como Patricio del Águila, Ildefonso Poza o Eduardo Alcalá, padre de Alcalá Menezo. Es difícil interpretar las razones por las que en plena guerra civil se confió en estas personas, pero en cualquier caso el nuevo Ayuntamiento se mantuvo, como no podía ser de otra manera, en la más estricta obediencia gubernamental.
Serrano duró poco en la dirección de Infantería. La guerra en Cataluña iba mal, los carlistas se habían hecho con casi toda la provincia de Gerona, acosaban Lérida y Tarragona e incluso se acercaban a Barcelona. La moral tanto de los soldados como de la población “liberal” era baja y se temía un serio descalabro. A finales de febrero la prensa hablaba de que el duque de la Torre pensaba en su amigo y compañero Serrano Bedoya para que enderezase la situación como capitán general de Cataluña. Serrano se resistió nuevamente a aceptar, pues suponía cambiar, según comentaba La Época, un puesto tranquilo en Madrid por el “azaroso y agitado” mando militar del principado.[102] Finalmente las presiones del presidente Serrano Domínguez, recogidas por la prensa, consiguieron que aceptase.[103] La Gaceta de Madrid del 16 de marzo publicó el decreto del presidente del Poder Ejecutivo de La Republica nombrándolo “general en jefe del ejército de Cataluña y capitán general del mismo distrito”.
Nuevamente fue su primera decisión disponer que le acompañaran a Barcelona como ayudantes su hijo José Serrano y el capitán de la Guardia Civil Rodrigo Bruno Pérez, su ayudante de campo y secretario personal desde hacía muchos años.[104] Para evitar un viaje azaroso por tierra, muy próximo a las zonas de actuación de las partidas facciosas, estaba previsto que viajara en tren hasta Alicante y desde allí a Barcelona en la corbeta Diana.[105] No pudo ser así porque los carlistas interceptaron la línea férrea y hubo que posponer el viaje y cambiar de planes. Esta anécdota muestra la gravedad de la situación que se iba a encontrar Serrano, pues la situación en Cataluña era mucho peor que la de Albacete y el sureste.
Aprovechó el retraso de su partida para entrevistarse con una comisión del Ayuntamiento y Diputación de Barcelona, que estaban en Madrid y que le informaron de la, muy mala, situación que se atravesaba allí, especialmente en la moral de las población.[106] También se entrevistó con Práxedes Mateo Sagasta, reunión con fuerte significado político porque aumentó la relación y confianza entre ambos con el resultado que se verá. Finalmente la mañana del día 25 pudo salir de Madrid en tren camino de Zaragoza, seguido por otro convoy que transportaba tropas de refuerzo. Según la prensa gubernamental, llevaba amplios poderes, con facultad “para adoptar cuantas determinaciones conduzcan a levantar el espíritu público”.[107] El nuevo capitán general llegó sin novedad a Lérida la tarde del día de su partida, siendo recibido con un gran desfile militar de varios miles de soldados.[108]
Serrano llegó a Barcelona el 2 de abril. Según La Época, en los días siguientes el palacio de capitanía se vio invadido por autoridades y comisiones de las cuatro provincias que ofrecían sus respetos y expresaban su esperanza de que pudiera enmendar la deplorable situación bélica y cumplir lo prometido en su proclama pública hecha a su llegada.[109] En esa proclama había dicho que venía a combatir a los que habían enarbolado “una bandera cuyos principios son el despotismo y la intransigencia”, que no era su idea “hacer la guerra con saña y crueldad”, sino convencer que la guerra era una “lucha fratricida, sin esperanza de ningún beneficio, que solo trae a vuestros pueblos la desolación y la ruina”.[110] Serrano consiguió desde el principio frenar a los carlistas y levantar la moral de la población “liberal”. La reorganización de las fuerzas a su mando produjo éxitos como el levantamiento del cerco de Olot y permitió al que sería su sucesor, su amigo el general López Domínguez, poner a los carlistas a la defensiva. La actuación militar de Serrano en Cataluña puede resumirse en el comentario que publicó el 4 de mayo el semanario satírico y republicano barcelonés El Cañón Krupp:
Desde que el general Serrano Bedoya se ha encargado de la capitanía general de Cataluña, parece que no andan los carlistas tan a sus anchas, como desde tiempo inmemorial venía sucediendo (…) felicitamos ardientemente al general.
Paradójicamente, y siendo estos meses de intensa actividad bélica, de guerra civil, Serrano se vio envuelto en algunos debates políticos periodísticos y comprometido en problemas sociales. Barcelona era uno de los principales focos del incipiente movimiento obrero. Hay que considerar que los liberales españoles, no ya los moderados sino los progresistas, demócratas e incluso muchos republicanos, tuvieron durante todo el siglo pánico a la revolución social, a que los cambios se hicieran “desde abajo”.[111] Durante los meses anteriores, en la etapa federal, la conflictividad social y las huelgas habían sido intensísimas en Barcelona. Los capitanes generales tenían competencia no solo en materia militar, sino también de orden público.
Para frenar la conflictividad, el 30 de abril Serrano publicó un bando prohibiendo las sociedades obreras que tuvieran por objeto la organización de huelgas “con carácter de imposición a los demás trabajadores del mismo arte u oficio, o de otro distinto que no quieran tomar parte en ellas”. Era un argumento clásico de la patronal contra el naciente sindicalismo y lo siguió siendo. Serrano recordaba en su bando el decreto del “gobierno de la República con fecha 10 de Enero último” por el que quedaban prohibidas y disueltas “todas las reuniones y sociedades en que de palabra u obra se conspire contra la seguridad pública y otros altos intereses”.[112] La posición de Serrano era la normal en la clase política del momento, la esperable en casi toda autoridad y se alineaba exactamente con los intereses de la burguesía liberal local. No es de extrañar que cuando en el verano dejó el cargo se recogiesen 2.500 firmas, “de los hombre más importantes en letras e industria” de Barcelona, pidiendo al Gobierno que lo mantuviese en la capitanía general.[113]
En julio volvió a enfrentarse a los conflictos sociales y reaccionó de manera similar. Se produjeron en Barcelona tumultos contra el impuesto de consumos, muy odiado porque gravaba productos de primera necesidad —ya se vio que en Quesada su supresión fue la principal reivindicación popular en la revolución del 68— y Serrano reaccionó con otro bando por el que declaraba rebelde a todo el que se opusiera activamente al establecimiento de los consumos.[114] Serrano seguramente vivió estos conflictos con normalidad, porque eran los propios que un capitán general debía atender. Pero el debate periodístico, entre prensa gubernamental y de oposición, en el que se vio envuelto le debió incomodar bastante más. En aquellos meses extraños, de régimen republicano en manos de dirigentes que no lo eran mucho, los partidos republicanos, incluidos los más moderados y partidarios del “orden” como los seguidores de Castelar, estaban marginados del poder. Al mismo tiempo los conservadores, encabezados por Cánovas del Castillo, maniobraban para conseguir la restauración de la monarquía con los Borbones en la persona del príncipe Alfonso, hijo de Isabel II. Durante el mes de mayo una comisión de la Diputación de Tarragona visitó a Serrano para ofrecerle su apoyo en la lucha contra los rebeldes carlistas.
De lo tratado en aquella reunión se difundieron distintas versiones. La prensa republicana, como el diario El Orden, dijo que Serrano se había mostrado partidario de una política “liberal y republicana”, con la formación de un ministerio “de conciliación” que integrase a todas las sensibilidades liberales nacidas de la revolución del 68.[115] La prensa gubernamental, como La Correspondencia de España y la alfonsina, como El Tiempo, reaccionaron negando vivamente que ese hubiera sido el sentido de las palabras de Serrano. Durante semanas se sucedieron las réplicas y contrarréplicas en la prensa de Madrid. En la de Barcelona, más alejada de las polémicas de la Corte, lo que se publicó fue que al referirse los diputados de Tarragona a un posible enfrentamiento con los alfonsinos, Serrano replicó, “con voz enérgica”, que él “era un soldado de la Patria, cuyas opiniones políticas había encerrado en la gaveta antes de salir de Madrid” para hacerse cargo del mando militar de Cataluña.[116] Entre el griterío periodístico es difícil formarse una idea de lo que dijo o no dijo Serrano, pero lo cierto es que el talante político de Serrano fue habitualmente conciliador. Se vio durante los enfrentamientos entre progresistas y unionistas durante el bienio 1854-56, cuando su postura favorable a la concordia consiguió la simpatía de O´Donnell sin perder la de Espartero.
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Carta de Serrano al Ayuntamiento de Quesada |
Mientras tanto en Quesada el año se presentaba con claroscuros. Por un lado el invierno había sido tremendamente seco. Tanto que para evitar la pérdida de la cosecha, si en la primavera continuaba la sequía, el 1 de abril acordó el Ayuntamiento adelantar la traída de la Virgen, que se hizo el 5 de abril, “como viene siendo de costumbre cuando hemos tenido el disgusto de presenciar épocas iguales”. Pero por otro hubo también buenas noticias. Se había ganado en la Audiencia de Granada un largo pleito contra un grupo numeroso de vecinos de Cabra propietarios en la Dehesa de Guadiana. Era la culminación de una agria disputa con Cabra que duraba ya más de cien años. El Ayuntamiento de Quesada, presidido como alcalde por su hermano Ramón, había pedido a Serrano que, como personalidad política de relevancia, utilizase sus buenos oficios. El día 24 de abril le enviaron una carta informando de la sentencia favorable y pidiéndole nuevamente apoyo, pues los de Cabra habían recurrido al Supremo.[117]
Serrano contestó a vuelta de correo con una carta fechada en Barcelona el día primero de mayo. En ella decía que “si en medio de la tristeza y el pesar en que me sumieron dolorosas desgracias de familia, ha habido para mí un momento de satisfacción”, había sido el conocimiento de la sentencia favorable a Quesada. Como estaba fuera de Madrid y no podía “gestionar directamente en pro de aquello”, los encomendaba a un amigo de su total confianza, el veterano abogado y político progresista Escolástico de la Parra, para que les buscase abogado y procurador adecuado ante el Supremo. Serrano justificaba así su intervención a favor del pueblo:
Ciertamente que interpuse toda mi influencia a favor de dicho pleito, pero es la verdad que asistía a Quesada la justicia y es así mismo cierto que como hijo de ese pueblo tenía al sagrado deber de velar por los intereses de su comunidad.
La carta, con filo negro por el luto que guardaba y cuyo membrete dice “EJÉRCITO Y CAPITANÍA GENERAL DE CATALUÑA. PARTICULAR”, se cosió al libro capitular, donde continúa.
Pero no fue esta la única ocasión en que la corporación quesadeña recurrió a las influencias de su ilustre paisano. Durante aquel verano, en una de las quintas para atender la necesidad de soldados en Cuba y en la guerra contra los carlistas, el Ayuntamiento consideró que se le había asignado a Quesada un número de soldados excesivo, por haberse utilizado para su cálculo el censo de 1860, erróneo según la corporación. Aunque el sorteo de mozos ya se había efectuado en el local del teatro el 28 de julio, se volvió a recurrir a Serrano para que nuevamente interpusiese sus influencias y se redujese el número de mozos incorporados. El 24 de agosto, estando el general en plena negociación con el duque de la Torre para su entrada en el gobierno, Serrano Bedoya envió al Ayuntamiento una copia de la nota que había recibido del ministro de Gobernación, Sagasta. En ella el ministro le informaba a Serrano que, prescindiendo de los posibles errores del censo, el cupo de soldados quesadeños se reduciría: “serán complacidos los deseos del Ayuntamiento de Quesada”. Fue un claro caso de tráfico de influencias, un favor de Sagasta a Serrano y así lo tomo el Ayuntamiento, que “acordó darle las más expresivas gracias por haber interpuesto su influencia en tan interesante negocio al excelentísimo señor Serrano Bedoya”.
La mala salud del general no se vio beneficiada por el clima de Barcelona, que le hacía mucho daño. La proximidad del mar, como ya se vio durante su destierro a Canarias, había “agravado sus padecimientos”.[118] Por eso a mediados de julio remitió a Madrid la dimisión como capitán general de Cataluña “fundada en su notoria falta de salud”.[119] La dimisión fue aceptada y se le dio destino en Madrid nombrándolo director general de los cuerpos de estado mayor. Le sustituyó en la capitanía de Barcelona su amigo y compañero de veraneos en Panticosa, el general López Domínguez.[120] Antes de salir de Cataluña Serrano dirigió, junto al nuevo capitán general, las operaciones de levantamiento del cerco de Olot. El día 10 llegó a Madrid, “algo indispuesto” según la prensa.[121] El día 13 informó al consejo de ministros de la situación en Cataluña. Según el alfonsino El Tiempo, interesado en extender el miedo a los viejos republicanos, Serrano en su informe a los ministros dijo “que la mayoría de los individuos que forman las partidas en Cataluña pertenece al federalismo socialista, por más que militen en las filas del Pretendiente”.[122] La información causó sorpresa, pero fue ignorada por el resto de la prensa madrileña, que se ocupó solo de la presencia de Serrano en el consejo y de si esto podía significar una inminente crisis ministerial.[123]
Serrano no terminaba de aceptar el cargo en el estado mayor, porque no le gustase o porque tuviera otras miras. El día 20 El Imparcial anunciaba que había dimitido, alegando una vez más razones de salud, pero que no le había sido aceptada por el momento. En los últimos días del mes mantuvo varias reuniones con el duque de la Torre y con Sagasta, que la prensa interpretó inmediatamente como consultas previas a un cambio de gobierno. Fueron tantas las entrevistas que el alfonsino El Tiempo comentó con ironía: “Por falta, pues, de consultas no ha de peligrar el paciente”. En esta ocasión sí hubo crisis y el duque de la Torre encargó a Sagasta formar gobierno, incluyendo en él a Serrano como ministro de la Guerra. Según relata La Correspondencia de España, Serrano estaba enfermo en cama la mañana del día 3 de septiembre, y Sagasta tuvo que desplazarse a su casa para ofrecerle el ministerio. Serrano le contestó que la salud no le permitía aceptar, pero Sagasta insistió y finalmente quedaron en que aquella noche le daría respuesta. Sagasta regresó a Gobernación para informar al resto de ministros y al duque de la Torre de su gestión y del estado de la crisis ministerial. A las once y cuarto se presentó Serrano aceptando la cartera de Guerra.[124] Inmediatamente se constituyó el gabinete, último republicano antes de la restauración de Alfonso XII. El día 4 la Gaceta de Madrid publicó el decreto del presidente del Poder Ejecutivo de la República, Francisco Serrano Domínguez, firmado por el presidente del Consejo de Ministros, Práxedes Mateo Sagasta:
Atendiendo a las circunstancias que concurren en el teniente general don Francisco Serrano Bedoya, vengo en nombrarle Ministro de la Guerra. Madrid 3 de septiembre de 1874.
El nombramiento de Serrano fue aplaudido en general, pues se decía que eran “notorias la actividad e inteligencia que ha desplegado en la dirección de los distintos ramos militares que han estado a su cargo”.[125] Sin embargo por la prensa alfonsina fue recibido con reticencia, pues no dejaba pertenecer a los revolucionarios del 68 que derrocaron a los Borbones, aunque dentro de estos perteneciera a la facción más moderada del partido constitucional. Las críticas le llegaban por su salud y estado de ánimo. El Tiempo se preguntaba que si el cambio en el ministerio se había hecho para sustituir al viejo Cotoner por “un militar joven y en la plenitud de sus fuerzas físicas”, cual era la razón de nombrar a Serrano, “que está enfermo y agobiado por repetidas desgracias de familia, de la que es amantísimo”.[126] Como a los pocos días padeció una de sus frecuentes crisis que lo dejaban en cama, El Tiempo se lamentaba de su estado, porque en plena guerra civil el departamento de Guerra exigía una actividad “que solo se tiene con salud”.[127]
La prensa madrileña, que vivía en su cerrada burbuja vecina del poder y que daba gran importancia a cualquier cosa que en realidad no la tenía, desde el primer día y hasta los sucesos finales del cambio de año, publicó rumores sobre la dimisión de Serrano, presagio de crisis ministerial. Buen ejemplo de ese espíritu periodístico, creador de rumores que a continuación analizaba como noticias, fue la interpretación que algunos dieron a las palabras que dirigió a sus subordinados cuando tomó posesión. Según La Prensa había dicho que no llegaba para hacer política sino para arreglar las cuestiones militares “partiendo de lo existente”. Como lo existente era “de hecho y de derecho revolucionario”, suponía el periódico que estas palabras significaban un pronunciamiento claro en contra de los que querían restaurar la monarquía en el príncipe Alfonso.[128] Otro incidente, más absurdo todavía, se produjo cuando Sagasta se desplazó a casa de Serrano para conferenciar con él, pues como solía estaba guardando cama. Resulta que Serrano vivía —no se guardaban los periódicos de publicar la dirección: Bajada de San Martín número 8— en el mismo edificio donde lo hacía Ruiz Zorrilla, el que fue presidente del Gobierno con Amadeo I y rival de Sagasta. Inmediatamente se hicieron “extrañas suposiciones” sobre que Sagasta había ido a ver a Zorrilla y que algo tramaban.[129] Este tipo de polémicas periodísticas ficticias, que afectaban no solo a Serrano sino a toda la política en general, se sucedieron durante los cuatro meses que estuvo en el ministerio.
Como en todos los destinos y cargos que ocupó en este año, la primera medida que tomó Serrano al llegar al ministerio fue nombrar a su hijo José Serrano y al ya comandante de la Guardia Civil Rodrigo Bruno como ayudantes personales. También nombró a Ramón Echagüe, hijo del general de ese apellido, en devolución del favor que este le hizo al nombrar a su hijo José como ayudante de campo. Al igual que en todas las organizaciones y grupos, el pago de favores, el cobro de afrentas, las simpatías y antipatías, explican a menudo la pequeña historia de la vida militar del momento. Fueron probablemente estas las razones que motivaron el polémico cese por Serrano del jefe del Ejército del Centro, general Pavía. El cese, más que en aquel momento, fue polémico con posterioridad, cuando ambos generales se enzarzaron en una polémica con cruce de folletos impresos incluido.
En Quesada mientras tanto, al mes de ocupar Serrano el ministerio, una columna de tropas gubernamentales pernoctó en el pueblo el día 3 de octubre. Perseguían a la partida del carlista Lozano, que campaba por todo el sureste invadiendo pueblos, asaltando trenes y ocasionando toda clase de incidentes armados. Los soldados salieron la mañana del día 4 con dirección a Beas de Segura. Dejaron en el pueblo “grandes gastos por las raciones de caballerías y soldados” y el pago de los propios que se desplazaron a los pueblos cercanos indagando el paradero de la facción. El alcalde decidió cargar el importe al capítulo de imprevistos del presupuesto municipal, “sin perjuicio de reclamarlo a Diputación”. No obstante este incidente, esta guerra civil, la tercera guerra carlista, apenas tuvo repercusión directa en Quesada, al contrario de lo sucedido en la primera, especialmente en 1838.
Los meses de Serrano en el ministerio de Guerra, aparte de los chismes de prensa y los rumores sobre su mala salud, fueron también de intenso trabajo reorganizando el ejército y mejorando sus medios para afrontar la guerra. El periodista Ángel María Segovia, en la pequeña biografía que le dedicó poco antes de su muerte, lo resumió diciendo que mejoró el armamento, completó las unidades, recuperó a “más de 6.000 hombres dispersos cuyo paradero se ignoraba”, envío refuerzos a Cuba y estableció grandes depósitos de víveres y municiones que permitieron afrontar las siguientes campañas. Según Segovia, sus “grandes y trascendentales reformas” crearon “un poderoso ejército provisto de todo, que pudieron aprovechar sus sucesores con éxito” y que permitió alcanzar “la paz por todos anhelada” un año más tarde.[130] Pero mientras Serrano se dedicaba a sus tareas ministeriales, la situación política evolucionaba rápidamente. Los conservadores, encabezados por Cánovas del Castillo, trabajaban sin mucho disimulo por la restauración de los Borbones en la persona del príncipe Alfonso. Era su objetivo una monarquía constitucional que cerrara definitivamente el paso a radicales, demócratas, republicanos y otros elementos “demagógicos”. No se enfrentaron directamente al gobierno, sino que fueron allegando apoyos políticos y militares aguardando el momento propicio, que Cánovas deseaba que llegara por una acción política pacífica que llevara a una mayoría del país el convencimiento de ser la restauración la única solución posible y definitiva que trajera la necesaria estabilidad. No quería Cánovas que la proclamación de Alfonso como rey se produjese mediante un pronunciamiento militar clásico, pero no lo pudo evitar y se le adelantó un general.
Los apoyos en el ejército a favor de Alfonso estaban muy extendidos. Según escribió unos años más tarde el periodista y político Andrés Borrego, en diciembre la situación era tal que “al primer grito que en aquel sentido se hiciese oír por un jefe militar, seguiría todo el ejército del Centro”. Según Borrego, Serrano Bedoya, como ministro de Guerra, no podía ignorar ese ánimo.[131] Esta crítica por su inacción ante el peligro de pronunciamiento se le hizo a Serrano de forma más o menos abierta ya en aquel momento. Sin embargo, del relato de la prensa sobre lo que sucedió se deduce que hasta el último momento Serrano confió en la disciplina del ejército y sobre todo en la lealtad del capitán general de Madrid, Primo de Rivera. Una confianza quizás ingenua y desde luego defraudada. El general Martínez Campos, protagonista del golpe, no compartía la idea de Cánovas de aguardar a que una campaña política pacífica trajese la restauración monárquica. Por eso el Gobierno y el ministerio lo tenían sin mando directo de fuerzas y vigilado. Martínez Campos consiguió eludir la vigilancia, mintiendo a todos sobre sus intenciones, y se dirigió a Sagunto, donde el 29 de diciembre sublevó a la tropa y proclamó rey al príncipe Alfonso.
Aquel día el presidente del Poder Ejecutivo de la República, Serrano Domínguez, estaba en Tudela dirigiendo las operaciones contra los carlistas y el jefe del gabinete, Sagasta, acababa de enterrar a su hija. El gabinete había celebrado consejo ordinario sin la presencia de ambos. Las primeras noticias del pronunciamiento llegaron al ministerio de Guerra e inmediatamente Serrano lo comunicó a sus compañeros. El Gobierno se reunió nuevamente, esta vez presidido por Sagasta. La noche fue muy larga. Serrano Bedoya telegrafió a las distintas capitanías generales para indagar sus intenciones y, según la prensa gubernamental, casi todas las capitanías manifestaron su disciplina y lealtad.[132] Pero la verdad no era exactamente esa. Según publicó semanas después la Gaceta Internacional, el capitán general Primo de Rivera había dado orden de que nadie entrara ni saliera del ministerio de Guerra, lo que suponía que el ministro “se hallaba poco menos que preso”. Según el periódico de Bruselas, hubo una violenta escena entre Primo de Rivera y el ministro, en la que Serrano “echó mano de un revolver para levantarse la tapa de los sesos, diciendo que se hallaba vendido por aquellos en quienes más confianza había puesto”.[133] Primo, que hasta el último momento mantuvo una posición ambigua, vaciló y levantó el bloqueo del ministerio.
De inmediato Serrano telegrafió lo sucedido a Gobernación y el Gobierno se constituyó en el palacio de Buenavista presidido por Sagasta. Se telegrafió a Serrano Domínguez a Tudela, discutiéndose con él si debía regresar a Madrid o debían los ministros salir de la ciudad para unirse al presidente en algún punto a determinar. Se decidió no tomar de momento ninguna de las dos opciones y ya de madrugada el Gobierno lanzó un manifiesto en el que rechazaba el pronunciamiento y afirmaba estar “más resuelto que nunca a cumplir su deber, y (que) lo cumplirá”.[134] Se acordó también que al día siguiente el ministro Serrano Bedoya recorriese las guarniciones de Madrid tanteando su posición y lo que de ellas debía esperarse.[135]
En la mañana del día 30 Serrano Bedoya recorrió los cuarteles acompañado de varios generales y del capitán general, en el que incomprensiblemente seguía confiando. El ministro dirigió la palabra a los distintos jefes, “recomendándoles la mayor disciplina y la más ciega obediencia al gobierno constituido”.[136] La prensa gubernamental anunció rápidamente que todas las guarniciones habían expresado al ministro su lealtad. Pero otra vez la realidad era muy distinta. Como informó aquella tarde Serrano a los demás ministros, buena parte de las guarniciones simpatizaban con el pronunciamiento; las que permanecían fieles advertían que, en cualquier caso, no dispararían contra sus compañeros rebeldes. A la vista de estas noticias, y aunque la Milicia Nacional se movilizó espontáneamente y los republicanos y radicales se ofrecieron al Gobierno, se comprobó que era imposible resistir sin provocar graves y violentos enfrentamientos, otra guerra civil acaso.
En un ministerio de la Guerra cercado ya por militares y paisanos alfonsinos, el Gobierno entabló una conferencia telegráfica con el presidente Serrano Domínguez. Fue algo parecido a una videoconferencia actual, pero utilizando el telégrafo. En esa larga conferencia, reproducida textualmente por la prensa,[137] se ratificó que nada se podía hacer pues la resistencia solo podía resultar en un triunfo de los carlistas. El duque de la Torre pidió protección para su mujer y familia, quedando complacido al saber que Sagasta había tomado medidas para protegerlos y que su “querido amigo” Serrano Bedoya los había visitado con igual fin. Alrededor de las nueve de la noche el presidente dio por concluida la conferencia y se despidió de los ministros: —Adiós, que nos volvamos a ver y a abrazar.
Dos días después se formó un ministerio-regencia presidido por Cánovas del Castillo. El 14 de enero el príncipe Alfonso entraba en Madrid como nuevo rey. No solo desaparecía la República, acababa una etapa de seis años surgida de la Gloriosa en 1868. Los Borbones recuperaban el trono. Isabel II, sin embargo, murió en su exilio de París en 1904. No se le permitió regresar porque era políticamente tóxica y su presencia solo podía perjudicar a su hijo Alfonso.
Restauración. Alfonso XII.
Desde el triunfo alfonsino Serrano Bedoya quedó en situación de cuartel, sin mando alguno. No hubo grandes represalias, porque Cánovas quería integrar al máximo de tendencias políticas y buscaba de ellas el reconocimiento de la nueva monarquía, pero políticamente Serrano, como todos sus compañeros, fue completamente apartado del poder. Nunca volvió a tener el protagonismo de los años anteriores. En Quesada el gobernador civil nombró una nueva corporación de la que, como siempre que Serrano dejaba situaciones de poder, desaparecieron todos los “serranistas”. La presidía como alcalde el muy conservador Ildefonso Poza y era teniente de alcalde Rafael Hidalgo del Riego, padre del pintor Hidalgo de Caviedes, y alcalde efectivo por las repetidas enfermedades del primero.
Los constitucionales, los seguidores del duque de la Torre y Sagasta, tras unas primeras semanas ocupadas en asimilar la nueva situación, debieron posicionarse sobre la restauración monárquica. A mediados de marzo, según el alfonsino El Tiempo, 19 miembros de la directiva del partido Constitucional, sus dos líderes entre ellos, habían aceptado expresamente la nueva monarquía. Otros 13 se resistían y todavía no se habían pronunciado de una manera “explícita y terminante” ni a favor ni en contra. Según El Tiempo, mantenían una “actitud nebulosa” y entre ellos estaba Serrano Bedoya.[138] No parece que a este “retraso” de Serrano deba atribuirse significado político. Seguramente influía también en esa “actitud nebulosa” su propia situación personal. Tenía ya más de sesenta años, para la época casi un viejo, y estaba muy baqueteado por la vida. En cualquier caso Serrano, influido por la actitud del duque de la Torre y de Sagasta, acabó reconociendo la monarquía restaurada. Durante todo el año 75 vivió retirado y casi sin actividad pública, viajando “a sus posesiones de Jaén” donde pasaba temporadas, a los baños de Zújar y sin abandonar su ya tradicional estancia veraniega en Panticosa.[139] En agosto compró en el término de Torreperogil una finca, Carpeta, procedente de la desamortización de la Beneficencia de Úbeda,[140] pero su cortijo, en el que pasaba las temporadas que volvía a su tierra, era la Dehesilla, a la entrada de Peal por la carretera de Quesada. Allí estaba cerca de sus hermanos y familiares, pero a la vez evitaba el ambiente, políticamente hostil a él, que la nueva etapa había traído a Quesada.
En noviembre fue reelegido como miembro de la junta directiva del partido constitucional. En enero de 1876 se convocaron elecciones a Cortes, en las que hizo su último intento por permanecer en la política activa. El partido constitucional acordó presentarse, contra la opinión de Serrano, que en absoluto confiaba en su limpieza. No obstante, “y deseando no aparecer como disidente”, aceptó presentar su candidatura por el distrito de Cazorla, al que ya en numerosas ocasiones había representado en el Congreso.[141] Desde que la anunció hubo problemas. El último día de 1875 el periódico La Iberia publicó una carta de su “corresponsal” en Villanueva del Arzobispo, pueblo incluido en el distrito. En ella se decía que “la casi totalidad de los electores de este pueblo” estaba decidida a votar por Serrano Bedoya, “hijo del mismo distrito, que tantos servicios ha prestado a la nación”. Sin embargo el gobernador civil, conde las Almenas, presionaba “con amenazas indirectas” al jefe constitucional de Villanueva para que no apoyase a Serrano.[142]
Las maniobras del gobernador se repitieron por todos los pueblos, obligando a Serrano a retirar su candidatura, lo que hizo mediante un manifiesto a sus votantes y partidarios en el que explicaba las razones que le movían a retirarse. En él explicaba que sus “sospechas y desconfianzas” iniciales se habían confirmado y que el gobernador había cometido toda clase de ilegalidades, como llamar a Jaén a los alcaldes “amenazándoles y exigiéndoles” que apoyaran “sin temor a nada” al candidato conservador. Citaba expresamente el caso de Cazorla, donde se había destituido “a varios concejales amigos” suyos. También el de Quesada, donde se había nombrado secretario del Ayuntamiento “a un sujeto conocido como carlista y que forma parte del comité de este partido”. Por todo ello, persuadido de que el gobernador no estaba dispuesto a permitir “la libre emisión del sufragio”, había decidido retirarse para no exponer a “sus buenos y leales amigos a los atropellos, persecuciones y disgustos” con que el gobernador “pudiera distinguirlos”.[143] Evidentemente ganó el candidato conservador apoyado por el gobernador, Ramiro Saavedra Cueto, marqués de Villalobar, a quien Serrano había calificado de cunero —ajeno y sin relación anterior con el distrito—, que consiguió 8.652 votos de los 8.652 emitidos.[144] Serrano Bedoya no volvió a presentarse, directamente, a ninguna elección.
Si pocas ganas tenía Serrano de volver a la política activa, las perdió definitivamente con esta experiencia. En los siguientes meses y años guardó un completo retiro, apareciendo su nombre en la prensa solo con motivo de los desplazamientos a Panticosa, Zújar y Peal o a consecuencia de sus recurrentes crisis de salud, siendo la de febrero de 1879 de especial consideración.[145] En marzo de ese mismo año fue nombrado para la comisión electoral de Andalucía del partido constitucional, órgano que se limitaba a dar el visto bueno a los candidatos de cada distrito.[146] En 1881 fue nombrado presidente de honor, junto con Sagasta, del comité constitucional de Villanueva del Arzobispo, donde seguía vivo su recuerdo.[147] Y poco más que esto. Solo en 1878 su nombre recuperó cierto protagonismo, pero por un debate sobre el pasado. El general Pavía publicó un folleto en el que hacía acusaciones a Serrano por haberlo cesado en septiembre de 1874 como jefe del ejército del Centro. Serrano contestó con otro folleto, El general en jefe del ejército del Centro y el ministro de la Guerra, replicado a su vez por otro de Pavía: Cuatro palabras a los folletos de los excmos. Sres. Tenientes generales D. José de los Reyes y D. Francisco Serrano Bedoya. La prensa se entretuvo varias semanas con lo que no dejaba de ser una discusión de viejos sobre su pasado común, pero políticamente irrelevante, y al poco se olvidaron completamente.[148]
A primeros de febrero de 1881 un cambio político trascendental tuvo gran impacto en Serrano Bedoya. Tras cinco años de gobierno conservador, el rey forzó la dimisión de Cánovas del Castillo y encargó la formación de gobierno a Sagasta, que el año anterior había fundado el partido Liberal-Fusionista y aceptado la constitución de 1876. Serrano tenía una especial relación con Sagasta, pues como ya se ha visto fue su ministro de Guerra en el gabinete de 1874. Este cambio supuso para Serrano salir de la postración política. Apenas diez días después de la constitución del nuevo gobierno, la prensa daba cuenta de una “importante conferencia” de Serrano con el presidente del Gobierno. El cambio tuvo también una rápida repercusión en Quesada. A finales de marzo un delegado del gobernador civil irrumpió en el pleno municipal y alcalde y concejales fueron destituidos. El día 29 el gobernador nombró una nueva corporación de clara mayoría “serranista”. Además de sus dos hermanos, Ramón y José Serrano Bedoya, fueron designados Hilario Serrano y otros destacados parientes, Juan José Serrano, Francisco Serrano Godoy, Manuel Bedoya Serrano y Nicolás Valdés, sobrino del general. Como alcalde fue nombrado por el propio gobernador Ramón Serrano Bedoya.[149]
A pesar de que los suyos habían recuperado el poder, el general ya no podía aspirar, por edad y salud, a un cargo de actividad y de primera fila y seguramente tampoco lo deseaba. Pero era una “vieja gloria”, a quien se le debía honrar con algún cargo de representación y honor. A mediados de mayo el gobierno lo nombró director general del cuerpo de Inválidos. El 9 de septiembre Sagasta lo volvió a reconocer nombrándolo senador vitalicio, designación para la que hizo falta retorcer un poco la flamante constitución de 1876, pues él nunca fue “ministro de la Corona” como exigía su artículo 22, sino ministro de la República. A finales de octubre el Gobierno de nuevo se acordó de él. De la dirección de Inválidos pasó a ocupar la presidencia del Consejo Supremo de Guerra y Marina, antecedente del Consejo Supremo de Justicia Militar, que era un cargo de mucho más nivel y representación.[150]
En este año 1881 Serrano consiguió sacarse la espina de las elecciones de 1876. Como era costumbre, el nuevo Gobierno convocó elecciones a Cortes para construirse una mayoría parlamentaria favorable. Se celebraron en el mes de agosto con la consabida victoria gubernamental. Lógicamente Serrano no se presentó a ellas, pero lo hizo indirectamente colocando como candidato gubernamental por el distrito de Cazorla a su hijo, el comandante de caballería José Serrano Aizpurúa —Por cierto, la prensa, antes y después, confundía sistemáticamente su apellido y lo nombraba como José Serrano Bedoya, “hijo del general”— Su contrincante conservador fue el marqués de Villalobar, precisamente el que provocó su retirada en 1876 y que “obtuvo” todos los votos emitidos. De ahí lo de sacarse la espina. Serrano hijo consiguió el acta por 780 de los 1201 votos emitidos, un resultado bastante más decoroso y fiable.[151] Como curiosidad, en esta campaña electoral fue en la que un joven y fogoso Ángel Alcalá Menezo, liberal y partidario de Serrano, tuvo una agria discusión política en el jardín de Quesada con el conservador Andrés Conde del Águila, disputa que llegó a mayores y acabó con un disparo de Alcalá a Conde, que resultó seriamente herido.[152]
Con esta alegría —la elección de su hijo, no la del tiro— sobrellevó Serrano los meses siguientes. Alcalá Menezo marchó a Madrid y consiguió cierta notoriedad en los ambientes políticos liberales. En la prensa no hay noticia, pero dado el carácter impetuoso y decidido de Alcalá Menezo nada tendría de particular que visitase a Serrano y le pidiese recomendaciones para su carrera política, pues al fin y al cabo había defendido la candidatura de su hijo “con las armas en la mano”. Aunque ya no lo vivió el general, Alcalá Menezo acabó en el grupo de descontentos con Sagasta que fundaron Izquierda Dinástica. Por el contrario, Serrano hijo permaneció fiel a Sagasta, figurando su nombre en el famoso “álbum de los 221”, el de los diputados más leales a don Práxedes. Cuando Izquierda Dinástica volvió al redil del partido Liberal y al poder, su antiguo jefe Manuel Becerra premió a Alcalá Menezo con un gobierno civil en Filipinas para que recompusiese su hacienda. Por el contrario, Sagasta no fue tan agradecido con Serrano hijo. En las siguientes elecciones, ya muerto el general, no lo puso de candidato del distrito y colocó en su lugar a otro quesadeño liberal, Laureano Delgado Alférez.[153] Pero esto ya es otra historia que rebasa el ámbito biográfico de Serrano Bedoya.
El 10 de septiembre de 1882 la prensa dio la primera noticia de que Serrano Bedoya estaba gravemente enfermo.[154] Su estado fue empeorando hasta que a las ocho de la tarde del día 23, “victima de los penosos sufrimientos que hace tiempo le aquejaban”, falleció en su casa de la calle Ballesta.[155] La noticia tuvo gran impacto en la prensa, que de forma unánime le dedicó elogiosos obituarios. En ellos se le daba relevancia a sus aventuras durante las guerras carlistas y se evitaba su participación en la revolución del 68, que había expulsado a la que no dejaba de ser la madre del entonces rey. Y por supuesto, se olvidaba su participación en el último gobierno de la República. El solemne entierro tuvo lugar a las 11 de la mañana del día 26. Un gran cortejo condujo su cadáver sobre un armón de artillería hasta el cementerio de San Isidro. Abría la comitiva un piquete de la Guardia Civil a caballo figurando detrás los caballos del difunto, enlutados y llevados de las riendas por los ordenanzas. El cortejo lo encabezaban y finalizaban dos columnas militares de honor, con soldados de todos los regimientos de guarnición en Madrid y sus respectivas bandas de música. Asistieron el capitán general, el gobernador militar, generales, senadores y comisiones de todos los cuerpos e instituciones del ejército. Presidía el duelo su hijo José Serrano Aizpurúa, acompañado de “algunos familiares” y numerosos civiles amigos del difunto.
En las afueras de la puerta de Toledo desfilaron las tropas “haciéndose los honores correspondientes”. Hasta el cementerio acompañó al cadáver una de las columnas militares de honor y unos treinta coches con los invitados. Se le dio sepultura a la una y media de la tarde, “haciéndose las descargas de ordenanza”.[156] Aunque en ese momento era alcalde de Quesada su primo Hilario Serrano, las actas municipales no hacen mención alguna a la muerte del general. Según el manuscrito Memorias del siglo XVIII al presente, el día 29 de septiembre “llevaron a San Vicente desde el convento a la parroquia, para hacerle una novena pidiéndole que lloviese”. San Vicente fue más agradecido que Sagasta con Serrano hijo y estuvo lloviendo todo el mes de octubre. Este manuscrito sí menciona la muerte de tan ilustre paisano, pero por error en la fecha el 23 de julio.
Dos anécdotas, una trágica y otra más bien graciosa, se relacionan con la muerte de Serrano. Cuando pasaba el entierro por la calle Montera, un coche de plaza (de alquiler, un taxi) arrolló a “un niño de seis años” dejándolo “en gravísimo estado”. En el propio coche fue conducido a la casa de socorro acompañado de su madre y una pareja de policía.[157] La otra tiene que ver con los apellidos del muerto. A lo largo de este trabajo he procurado siempre que me refería a Francisco Serrano, el “general bonito”, el que fue regente y presidente del Poder Ejecutivo de la República, añadirle el segundo apellido, Domínguez, o citarlo como duque de la Torre para que el lector no lo confundiese con Serrano Bedoya. La confusión es fácil y precisamente sucedió en aquellos días. El periódico La Gazzeta d´Italia recibió un telegrama anunciando la muerte de Serrano. Pensó que se trataba del famoso general Serrano (Domínguez), presidente del Gobierno con Amadeo de Saboya. Así lo publicó con su correspondiente nota necrológica. Cuando se conoció en Madrid la confusión del diario italiano, El Liberal comentó con sorna que el duque de la Torre era hombre afortunado, “porque eso de leer vivo lo que de él han de decir muerto, pueden contarlo pocos”.[158]
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Esquela en La Correspondencia de España |
Conclusión
Tras una primera lectura de su biografía, podría concluirse que Francisco Serrano Bedoya fue un militar metido en política, y que cambió varias veces de bando, que fue un poco chaquetero. Creo que no fue así, o que no lo fue a los ojos de sus contemporáneos, aunque ahora nos lo pueda parecer.
Serrano Bedoya fue un militar de su tiempo, una época en la que los cambios políticos siempre se producían mediante pronunciamientos, revoluciones y contrarrevoluciones militares. Los militares eran protagonistas de la política. Tanto que los partidos no se concebían a ellos mismos sin un espadón, sin un general prestigioso al frente. Por eso todos los grandes líderes del siglo XIX español, Espartero, Narváez, O´Donnell, Prim, Serrano Domínguez, fueron militares. Un militar de cierta graduación debía tener necesariamente una posición política y, en consecuencia, prosperar cuando los suyos tuvieran el poder y apartarse cuando lo perdieran. Era la “costumbre en España”, como le dijo Serrano Bedoya al rey Amadeo durante la entrevista que mantuvieron en 1871. Serrano fue ni más ni menos político que la inmensa mayoría de sus compañeros. Si eso a los ojos de hoy nos puede parecer un problema, un defecto, no es en ningún caso atribuible al personaje sino a la época.
Respecto a sus cambios de partido, creo que realmente no fueron mudanzas ideológicas importantes. Serrano Bedoya no era un santo, no se guiaba exclusivamente por la defensa de “la causa”, como casi nadie hace. Siempre es más agradable estar en situación, tener influencia y aprovecharla para colocar a los hijos y a los parientes, que vivir el ostracismo político. Pero cuando las cosas se torcían desde su punto de vista, Serrano asumía la situación y se apartaba e incluso llegó a padecer dos exilios.
Serrano Bedoya nació y creció en una familia liberal y constitucionalista, opuesta al absolutismo de los últimos años de Fernando VII y a la reacción carlista. Su paso al liberalismo progresista, partidario de que las Cortes, como expresión de la soberanía nacional, tuvieran el protagonismo gubernamental, fue en ese sentido natural. Su posterior relación personal con Baldomero Espartero, espadón y jefe del progresismo, quizás el líder político más popular de la primera mitad del siglo, lo situó definitivamente en ese ámbito ideológico. Serrano fue esparterista cuando el regente tenía el poder y cuando lo recobró en 1854. Pero cuando lo perdió durante los años moderados de Narváez no dudó en acompañarlo al destierro en el extranjero y a ver interrumpida su carrera militar. Cuando en 1856 Espartero se apartó para siempre de la política, quedó “huérfano” y libre de actuar como quisiese. O´Donnell al crear la Unión liberal ofrecía, sobre todo al principio, un programa constitucional aceptable tanto para los moderados más centristas como para los progresistas templados, resellados, como él. No fue un abandono de Espartero, ni tampoco del partido progresista, que inició una línea maximalista que no le debía seducir mucho.
Serrano Bedoya nunca fue un revolucionario en el sentido que lo podemos entender hoy. Tampoco fue republicano. Su ideal político era la monarquía constitucional y creo que lo fue siempre y que por eso terminó aceptando la constitución de 1876 y al rey Alfonso XII. Solo cuando fue evidente que con Isabel II y su camarilla, reaccionaria y con raíces absolutistas, era imposible la monarquía constitucional, se unió a los generales que protagonizaron la revolución de 1868. Se sintió cómodo con el Gobierno Provisional de 1869 y con la monarquía democrática de Amadeo I. Si fue considerado conservador fronterizo, como sus compañeros del partido constitucional, no fue por su mudanza ideológica, sino porque Zorrilla y los radicales y, sobre todo, la República hasta Castelar, le adelantó por la izquierda. Y se mantuvo apartado, sin cambiar de partido. El golpe de Pavía y la presidencia del duque de la Torre trajeron una República sin Cortes, un gobierno de ley y orden, como el que ya había iniciado Castelar, centrado en acabar con la guerra civil y alcanzar la paz y estabilidad que permitieran decidir con calma la futura forma de gobierno.
Serrano colaboró activamente con la República de Serrano, primero dirigiendo la guerra en Cataluña y más tarde como ministro en el gabinete Sagasta. Su posición fue en estos meses dar prioridad absoluta a las campañas militares que permitieran acabar con la insurrección carlista, pues consideraba los legitimistas, como lo pensó toda su vida, como el auténtico peligro que amenazaba al país. La Restauración borbónica tuvo en él un efecto igual pero contrario al de la República Federal: fue sobrepasado por la derecha y nuevamente quedó marginado. Con el paso de los años comprendió, como casi todos sus antiguos compañeros, que la constitución de 1876 inspirada por Cánovas del Castillo, era la única monarquía parlamentaria posible en aquel momento. Por eso, a pesar de conocer bien sus defectos como se comprobó en su manifiesto a los electores de 1856, acabó aceptando a Alfonso XII. La nueva situación le pasó por la derecha como decía y a él lo dejó en el sector “izquierdista” —dicho con todas las salvedades— del nuevo régimen. Por eso acabó sus días como un venerable veterano, próximo al partido liberal de Sagasta e incluso bien visto Izquierda Dinástica, el sector más avanzado del liberalismo monárquico. Murió como lo que había sido siempre, un viejo liberal “progresista”.
En Quesada fueron pasando los años, desapareció el partido “serranista” pasando sus últimos integrantes al partido Liberal-Fusionista. Se fueron olvidando las cuitas políticas, cosas ya antiguas, de Serrano y quedó solo su fama: teniente general, dos veces director de la Guardia Civil y ministro. No había muchos paisanos, ningún otro, que hubiesen participado en consejos de ministros ni en recepciones en palacio. Por eso en fecha indeterminada —pendiente de fijar con precisión— se le dio su nombre a la plaza. Al efecto se puso una placa de mármol negro “donde en letras doradas se leía «Plaza del General Serrano Bedoya» colocada bajo el reloj que regía la vida local”.[159] Esta torre del reloj era la del viejo convento de dominicos, situada frente a la Explanada, casi encima del actual paso de vehículos y carretera. En algunas fotos de época se intuye esta placa, que seguramente se retiró en 1931 cuando se cambió el nombre a Plaza de la República. Ignoro si se conservó y si se hizo cuál es su paradero. Actualmente hay una calle con su nombre en el barrio de la Magdalena. En la alcaldía está un retrato oficial, seguramente de su etapa como ministro, con una leyenda que dice: “Exmo. Sr. Ministro D. Francisco Serrano Bedoya. Quesada 1813-Madrid 1882”.
[1] La Correspondencia
de España, La Ilustración Española y Americana, etc.
[2] Ramón Rubiales García
del Valle. Apuntes históricos sobre la Guardia Civil en Villacarrillo.
Revista de ferias de Villacarrillo 2011.
[3] Así está recogido en
el acta de la insaculación de alcaldes ordinarios de Quesada en 7 de enero de
1815.
[4] El Clamor Público
25-3-1857
[5] Ángel María Segovia. Figuras
y Figurones. Biografías de los hombres que más figuran actualmente. Madrid
1881. Biblioteca Digital Hispánica.
[6] Antonio García de la
Parra, (a) Orejita, famoso y temido carlista, natural de Calzada de Calatrava,
que con su partida recorrió, hasta su muerte en 1838, las provincias de Ciudad
Real, Córdoba y Jaén. Hacia 1836 estuvo cerca de Quesada, aunque nunca llegó a
entrar en el pueblo.
[7] El consultor del
rey. Op. cít.
[8] Biografía Real
Academia de la Historia.
[9] Luis Serrano Vallas. Del
llano Amarillo a Puigcerdá. Capítulo II: Breve semblanza humana y
militar del General de División D. Manuel Serrano Ruiz.
[10] Actual Pohnpei, capital
de la Federación de Micronesia.
[11] El Bien Publico,
21 de septiembre de 1893. En el manuscrito Memorias se da como fecha de
la visita junio de 1894.
[12] El Imparcial,
11 de diciembre de 1846.
[13] Nicolás Díaz y Pérez. La
francmasonería española. Ensayo histórico crítico de la orden de los
francmasones en España. Madrid 1894. También figura Serrano Bedoya en el
listado de miembros de la masonería que publicó Eduardo Barriobero en La
francmasonería, sus apologistas y detractores. Madrid 1935. Ambas en Biblioteca
Digital Hispánica.
[14] Biografía RAH. Op.
cít.
[15] Figuras y figurones.
Op. cít.
[17] Figuras y figurones.
Op. cit.
[18] Manuscrito MEMORIAS del siglo
XVIII al presente
y pleno de 24 de julio de 1854.
[19] Ficha del Congreso de
Diputados. La Iberia, 10 de octubre de 1854.
[20] Figuras y figurones.
Op. cít.
[21] El Consultor…
Op Cít. La biografía de la RAH dice que dimitió “aduciendo motivos de salud. En
cualquier caso había quedado políticamente fuera de juego.
[22] El Genio de la
Libertad de 26 de febrero de 1857 y La Iberia de 10 de febrero.
[23] La Época, 13 de
marzo de 1857.
[24] La Iberia, 24
de marzo de 1857.
[25] Las Cortes, 23
de marzo de 1857.
[26] La Iberia, 26
de julio de 1857.
[27] La Iberia, 18
de noviembre de 1857.
[28] La España, 24
de noviembre de 1858.
[29] El Consultor…
Op Cít.
[30] Web de la Guardia
Civil. Relación de directores generales.
[31] Biografía RAH. Op.
cít.
[32] Efectivamente, tras
varios plenos tensos y tumultuosos en el mes de julio, fue cesado Antonio Jerez
y nombrado Gaspar de Salas Navarrete. Jerez estaba apoyado por el alcalde
moderado Patricio del Águila y Salas por el concejal Hilario Serrano. El gobernador
intervino dando por buena la elección de Salas.
[33] Ficha del Congreso de
los Diputados.
[34] Gaceta de Madrid, 5
de mayo de 1867. Ignoro la razón concreta que movió a esta recogida de firmas,
porque lo cierto es que Isabel II y su real familia hacía muchos años que
venían protagonizando escándalos, y la prensa europea contándolos.
[35] El Imparcial, 7
de junio de 1867.
[36] MEMORIAS del siglo
XVIII al presente.
[37] José Paul Angulo. Los
asesinos del general Prim. París 1886. En Biblioteca Digital Hispánica.
[38] La Nación,
resumen de prensa los días 8 y 9 de julio de 1868.
[39] El Pabellón
Nacional, 21 de agosto de 1868.
[40] La Reforma, 2
de octubre de 1868.
[41] Diario de Córdoba,
27 de septiembre.
[42] Difundió una proclama-protesta amenazando con volver, en la
que se manifestaba segura de su regreso "porque los eclipses de la razón y del
honor son, gracias al cielo, muy pasajeros en España.” Se publicó en el Courrier
de Bayonne y lo reprodujo La Correspondencia de España de 1 de
octubre. Por suerte para todos nunca volvió.
[43] Ildefonso Antonio
Bermejo. Historia de la interinidad y guerra civil de España desde 1868.
Madrid 1875. En Biblioteca Digital Hispánica.
[44] vortizg.com Política
y Virgen de Tíscar en el siglo XIX. “LA PIEDAD SE CONVIRTIÓ EN POLÍTICA”.
[45] El Diario español,
17 de diciembre de 1868.
[46] La Correspondencia
de España, 4 de marzo de 1869.
[47] La Iberia, 13
de julio de 1869.
[48] La Igualdad, 17
de febrero de 1869.
[49] La Correspondencia
de España, 18 de julio de 1869.
[50] La Correspondencia
de España, 22 de marzo de 1870.
[51] La Época, 14 de
noviembre de 1870.
[52] José Paúl y Angulo. Op
cít. Capítulo VII.
[53] Ildefonso Antonio
Bermejo. Op. Cít.
[54] La Época, 17 de
noviembre de 1870.
[55] El Imparcial, 8
de diciembre de 1870.
[56] La Correspondencia
de España, 12 de diciembre de 1870
[57] El País, 30 de
diciembre de 1870.
[58] José Pastor de la
Roca. Crónica del viaje a Alicante de SS.MM. Amadeo I y María de la Victoria.
Alicante 1871. En Biblioteca Digital Hispánica.
[59] El Imparcial, 2
de mayo de 1871.
[60] La Nación, 14
de febrero de 1871.
[61] La República
Ibérica, 15 de febrero de 1871.
[62] La Esperanza,
28 de junio de 1871.
[63] La Última Hora,
22 de julio de 1871.
[64] Recogido por El
Pensamiento español, de 28 de julio de 1871. Citado por otros periódicos.
No se conserva el original de La Política.
[65] El Tiempo, 4 de
agosto de 1871.
[66] La Correspondencia
de España, 31 de julio de 1871.
[67] La ilustración
republicana, 27 de agosto de 1871.
[68] La Época, 11 de
septiembre de 1871.
[69] La Correspondencia
de España, 14 de octubre de 1871.
[70] La Época, 30 de
diciembre de 1871.
[71] Ver, p. ejemplo, La
Correspondencia de España de 25 de enero de 1872.
[72] La Época, 13 de
febrero de 1872.
[73] La Nación decía
el 8 de febrero de 1872: "Sentimos curiosidad, mucha curiosidad por saber
lo que pasa en la provincia de Jaén, en materia de elecciones. Los generales
Serrano Bedoya y Domínguez parece que están en disidencia, respecto del asunto
que nos ocupa; tal proporción va tomando el asunto, que se temen disgustos de
marca mayor. Lo original del caso es que los dos generales unionistas se
disputan el derecho a sufrir una derrota. ¡Qué cosas tan raras se ven!..."
[74] El Argos, 13 de
marzo de 1872.
[75] La Iberia, 28
de marzo de 1872.
[76] La Libertad, 31
de marzo de 1872.
[77] La Época, 23 de
febrero de 1872.
[78] La Nación, 5 de
abril de 1872.
[79] La muerte de la mujer,
figuras y figurones
[80] Recogido por La
Esperanza, 9 de abril de 1872.
[81] La Correspondencia
de España, 31 de mayo de 1872.
[82] La Iberia, 20
de junio de 1872.
[83] Ficha del Congreso.
Que dos candidatos del mismo partido se disputasen el distrito hizo que El
Volante de Madrid de 28 de agosto exclamase: ¡Qué armonía!
[84] La Época, 28 de
octubre de 1872.
[85] La Correspondencia
de España, 24 de noviembre de 1872.
[86] No fue el único de los
episodios galdosianos en los que aparece Serrano Bedoya. También en el 27 Vergara,
en el 40 La de los tristes destinos y en el 46 Cánovas.
[87] La Opinión, 11
de marzo de 1873.
[88] La Correspondencia
de España, 14 de abril de 1873.
[89] La Iberia, 22
de abril de 1873.
[90] Ramón Rubiales. Op.
cít.
[91] La Correspondencia
de España, 3 de julio de 1873.
[92] La lápida se conserva
en manos privadas. En el artículo que publiqué sobre la I República se puede
ver una fotografía. vortizg.com: 1873. Proclamación de la primera
República en Quesada.
[93] El Tiempo, 2 de
octubre de 1873.
[94] El Imparcial, 5
de octubre de 1873.
[95] La Iberia, 6 de
diciembre de 1873.
[96] Josep Fontana. Historia
de España. Volumen 6. La época del liberalismo. Ed. Crítica/Marcial Pons.
2007.
[97] El Tiempo, 4 de
enero de 1874.
[98] La Época, 16 de
enero de 1874.
[99] Figuras y figurones.
Op. cít.
[100] La Época, 29 de
enero de 1874.
[101] La Iberia, 23
de enero de 1874.
[102] La Época, 16 de
marzo de 1874.
[103] El Mundo, 2 de
marzo de 1874.
[104] Crónica de Cataluña,
18 de marzo de 1874.
[105] La Iberia, 21
de marzo de 1874.
[106] La Iberia, 18
de marzo de 1874.
[107] La Correspondencia
de España, 23 de marzo de 1874.
[108] Crónica de Cataluña,
26 de marzo de 1874.
[109] La Época, 10 de
abril de 1874.
[110] El Tiempo, 5 de
abril de 1874.
[112] El Tiempo, 10
de mayo de 1874.
[113] La Discusión,
29 de julio de 1874. El documento original le fue entregado por la patronal
barcelonesa dos meses después, siendo ya ministro de Guerra. Lo recibió con
“gran satisfacción”, siendo uno “de los documentos que con más orgullo
conserva”. En La Correspondencia de España, 5 de octubre de 1874.
[114] El Tiempo, 10
de julio de 1874.
[115] El Orden, 28 de
mayo de 1874 y también de fechas anteriores.
[116] La Independencia, Barcelona. Citado por El Orden de 7 de
mayo de 1874.
[117] El Supremo y el
Consejo de Estado ratificaron la sentencia de la Audiencia de Granada un año
después, cuando Serrano ya no era políticamente relevante.
[118] La Correspondencia
de España, 21 de julio de 1874.
[119] La Época, 19 de
julio de 1874.
[120] La Época, 19 de
julio de 1874.
[121] La Civilización,
10 de agosto de 1874.
[122] El Tiempo, 13
de agosto de 1874.
[123] El Orden, 14 de
agosto de 1874.
[124] La Correspondencia
de España, 4 de septiembre de 1874.
[125] Revista de España,
septiembre de 1874.
[126] El Tiempo, 5 de
septiembre de 1874.
[127] El Tiempo, 7 de
septiembre de 1874.
[128] Citado por El
Tiempo de 10 de septiembre de 1874.
[129] La Correspondencia
de España, 27 de septiembre y La igualdad de 28 de septiembre de
1874.
[130] Figuras y figurones.
Op. cít.
[131] Andrés Borrego. Historia
de la Revolución, de la interinidad y del advenimiento de la Restauración.
Madrid 1877. En Biblioteca Digital Hispánica.
[132] La Correspondencia
de España, 30 de noviembre de 1874.
[133] Gaceta
Internacional, 7 de febrero de 1875.
[134] El Orden, 30 de
diciembre de 1874.
[135] El desarrollo de los
sucesos se recogió ampliamente en la prensa, especialmente la del día 30.
Además de la citada Gaceta internacional puede verse La
Correspondencia de España, del 30 de diciembre de 1874.
[136] La Correspondencia de
España,
30 de diciembre de 1874.
[137] La Época, 18 de
febrero de 1875.
[138] El Tiempo, 17
de marzo de 1875.
[139] La Correspondencia
de España, 15 de octubre de 1875.
[140] Gines de la Jara
Torres Navarrete. “Historia de Úbeda en sus documentos. Tomo II” Asociación
Alfredo Cazabán.
[141] La Iberia, 7 de
enero de 1876.
[142] La Iberia, 31
de diciembre de 1875.
[143] La Iberia, 7 de enero de 1876.
[144] Ficha del Congreso.
[145] El Constitucional
Español, 18 de febrero de 1879.
[146] El Constitucional
Español,
22 de marzo de 1879.
[147] La Iberia, 1 de
enero de 1881.
[148] La cuestión fue
publicada en prácticamente todos los periódicos durante el mes de octubre de
1878.
[149] El Estandarte,
28 de junio de 1881.
[150] Gaceta de Madrid, 29
de octubre de 1881.
[151] Ficha del Congreso.
[152] Crónica Meridional, 13
de agosto de 1881.
[153] El Resumen, 23
de febrero de 1886.
[154] El Liberal, 10
de septiembre de 1882.
[155] La Correspondencia de
España, 24 de septiembre de 1882.
[156] La Iberia, 26
de septiembre de 1882.
[157] El Día, 25 de
septiembre de 1882.
[158] El Liberal, 3
de octubre de 1882.
[159] Juan de Mata García
Carriazo. Artículo publicado en Diario de Almería en los años 60 (no es visible
facha) recuperado del fondo Carriazo de la Universidad de Sevilla.
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